www.rebelion.org / 170220
I. La crisis
ecológica está ya presente y se convertirá todavía más, en los meses y años próximos,
en la cuestión social y política más importante del siglo XXI. El porvenir del
planeta y de la humanidad va a decidirse en los próximos decenios. Los cálculos
de algunos científicos en relación con los escenarios para el 2100 no son muy
útiles, por dos razones: a) científica: considerando todos los efectos
retroactivos imposibles de calcular, es muy aventurado hacer proyecciones de un
siglo; b) política: a finales del siglo, todos y todas nosotros, nuestros hijos
y nietos habrán partido y entonces ¿qué interés tiene?
II. La crisis
ecológica incluye varios aspectos, de consecuencias peligrosas, pero la
cuestión climática es sin duda la amenaza más dramática. Como explica el GIEC
[Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático], si la
temperatura media sobrepasa más de 1,5 grados en relación con la del período
preindustrial, existe el riesgo de que se desencadene un proceso irreversible
de cambio climático.
¿Cuáles serían las
consecuencias? A continuación se señalan algunos ejemplos: la multiplicación de
mega-incendios como el de Australia; la desaparición de los ríos y la
desertificación de los suelos; el deshielo y la dislocación de los glaciares
polares y la elevación del nivel del mar, que puede alcanzar hasta decenas de
metros, mientras que solo con dos metros amplias regiones de Bengala, de India
y de Tailandia, así como las principales ciudades de la civilización humana
–Hong-Kong, Calcuta, Viena?, Amsterdam, Shangai,
Londres, Nueva York, Río- desaparecerán bajo el mar. ¿Hasta dónde podrá subir
la temperatura? ¿A partir de qué temperatura estará amenazada la vida humana
sobre este planeta? Nadie tiene respuesta a estas preguntas…
III. Estos son
riesgos de catástrofe sin precedente en la historia humana. Sería preciso
volver al Plioceno, hace algunos millones de años, para encontrar una condición
climática análoga a la que podrá instaurarse en el futuro gracias al cambio
climático. La mayor parte de los geólogos estiman que hemos entrado en una
nueva era geológica, el Antropoceno, en el que las condiciones del planeta se
han modificado por la actividad humana. ¿Qué actividad? El cambio climático
empezó con la Revolución Industrial del siglo XVIII, pero fue después de 1945,
con la globalización neoliberal, cuando tuvo lugar un salto cualitativo. En
otros términos, es la civilización industrial capitalista moderna quien es
responsable de la acumulación de CO2 en la atmósfera y, con ello,
del calentamiento global.
IV. La
responsabilidad del sistema capitalista en la catástrofe inminente está
ampliamente reconocida. El Papa Francisco, en la Encíclica Laudatio Si’, sin
pronunciar la palabra capitalismo, denunciaba un sistema de relaciones
comerciales y de propiedad estructuralmente perverso, exclusivamente basado en
“el principio de maximización del beneficio” como responsable a la vez de la
injusticia social y de la destrucción de nuestra Casa Común, la Naturaleza. Una
consigna universalmente coreada en las manifestaciones ecologistas en todos los
lugares del mundo es: “¡Cambiemos el sistema, no el clima!” La actitud de los
principales representantes de este sistema, partidarios del business as usual – millonarios,
banqueros, expertos, oligarcas, politicastros- puede ser resumida en la
frase atribuida a Luis XIV: “Después de mí, el diluvio”.
V. El carácter
sistémico del problema se ilustra cruelmente con el comportamiento de todos los
gobiernos (con rarísimas excepciones) al servicio de la acumulación de capital,
de las multinacionales, de la oligarquía fósil, de la mercantilización general
y del libre comercio. Algunos -Donald Trump, Jair Bolsonaro, Scott Morrison
(Australia)- son abiertamente ecocidas y negacionistas climáticos. Los otros,
los razonables, dan el tono en las reuniones anuales de la COP
(¿Conferencias de los Partidos o Circos Organizados Periódicamente?) que se
caracterizan por una vaga retórica verde y una completa inercia. La de
más éxito fue la COP21, en París, que concluyó con solemnes promesas de
reducciones de emisiones por todos los gobiernos participantes -no cumplidas,
salvo por algunas islas del Pacífico-; ahora bien, si se hubieran cumplido, los
científicos calculan que la temperatura podría sin embargo subir hasta 3,3
grados suplementarios.
VI. El capitalismo
verde, los mercados de derechos de emisión, los mecanismos de
compensación y otras manipulaciones de la pretendida economía de mercado
sostenible se han revelado completamente ineficaces. Mientras que se enverdece
a diestra y siniestra, las emisiones suben en flecha y la catástrofe se
aproxima a grandes pasos. No hay
solución a la crisis ecológica en el marco del capitalismo, un sistema
enteramente volcado al productivismo, al consumismo, a la lucha feroz por las partes
de mercado, a la acumulación del capital y a la maximización de los
beneficios. Su lógica intrínsecamente perversa conduce inevitablemente a la
ruptura de los equilibrios ecológicos y a la destrucción de los ecosistemas.
VII. Las únicas alternativas
efectivas, capaces de evitar la catástrofe, son las alternativas radicales. Radical
quiere decir que ataca a las raíces del mal. Si la raíz es el sistema
capitalista, son necesarias alternativas anti-sistémicas, es decir
anticapitalistas, como el ecosocialismo, un socialismo ecológico a la altura de
los desafíos del siglo XXI. Otras alternativas radicales como el ecofeminismo,
la ecología social (Murray Bookchin), la ecología política de André Gorz o el
decrecimiento anticapitalista, tienen mucho en común con el ecosocialismo: en
los últimos años se han desarrollado las relaciones de influencia recíprocas.
VIII. ¿Qué es el
socialismo? Para muchos marxistas es la transformación de las relaciones de
producción –mediante la apropiación colectiva de los medios de producción- para
permitir el libre desarrollo de las fuerzas productivas. El ecosocialismo se
reclama de Marx, pero rompe de forma explícita con ese modelo productivista.
Ciertamente, la apropiación colectiva es indispensable, pero es también necesario
transformar radicalmente las mismas fuerzas productivas: a) cambiando sus
fuentes de energía (renovables en lugar de fósiles); b) reduciendo el consumo
global de energía; c) reduciendo (decrecimiento) la producción de bienes
y suprimiendo las actividades inútiles (publicidad) y las perjudiciales
(pesticidas, armas de guerra); d) poniendo fin a la obsolescencia programada.
El socialismo
implica también la transformación de los modelos de consumo, de las formas de
transporte, del urbanismo, del modo de vida. En resumen, es mucho más
que una modificación de las formas de propiedad: se trata de un cambio
civilizatorio, basado en los valores de solidaridad, igualdad y libertad y
respeto de la naturaleza. La civilización ecosocialista rompe con el productivismo
y el consumismo para privilegiar la reducción del tiempo de trabajo y, así, la
extensión del tiempo libre dedicado a las actividades sociales, políticas,
lúdicas, artísticas, eróticas, etc., etc. Marx designaba ese objetivo con el
término Reino de la libertad.
IX. Para cumplir la
transición hacia el ecosocialismo es necesaria una planificación democrática,
orientada por dos criterios: la satisfacción de las verdaderas necesidades y el
respeto de los equilibrios ecológicos del planeta. Es la misma población –una
vez desembarazada del bombardeo publicitario y de la obsesión consumista
fabricada por el mercado capitalista- quien decidirá, democráticamente, cuáles
son las verdaderas necesidades. El ecosocialismo es una apuesta por la
racionalidad democrática de las clases populares.
X. Para llevar a
cabo el proyecto ecosocialista no bastan las reformas parciales. Sería
necesaria una verdadera revolución social. ¿Cómo definir esta revolución?
Podríamos referirnos a una nota de Walter Benjamin, en un margen a sus tesis Sobre el concepto de historia (1940) : “Marx ha dicho que
las revoluciones son la locomotora de la historia mundial. Quizá las cosas se
presentan de otra forma. Puede que las revoluciones sean el acto por el que la
humanidad que viaje en el tren aprieta los frenos de urgencia”. Traducción en
palabras del siglo XXI: todas y todos somos pasajeros de un tren suicida, que
se llama Civilización Capitalista Industrial Moderna. Este tren se acerca, a
una velocidad creciente, a un abismo catastrófico: el cambio climático. La
acción revolucionaria tiene por objetivo detenerlo, antes de que sea demasiado
tarde.
XI. El ecosocialismo
es a la vez un proyecto de futuro y una estrategia para el combate aquí y
ahora. No se trata de esperar a que las condiciones estén maduras: hay
que promover la convergencia entre luchas sociales y luchas ecológicas y
batirse contra las iniciativas más destructoras de los poderes al servicio del
capital. Es lo que Naomi Klein llama Blockadia.
En el interior de las movilizaciones de este tipo podrá emerger, en las luchas,
la conciencia anticapitalista y el interés por el ecosocialismo. Las propuestas
como el Green New Deal forman parte
de ese combate, en sus formas radicales, que exigen el abandono efectivo de las
energías fósiles, pero no en las que se limitan a reciclar el capitalismo
verde.
XII. ¿Cuál es el
sujeto de este combate? El dogmatismo obrerista/industrialista del pasado ya no
es actual. Las fuerzas que hoy se encuentran en primera línea del
enfrentamiento son los jóvenes, las mujeres, los indígenas, los campesinos. Las
mujeres están muy presentes en el formidable levantamiento de la juventud
lanzado por el llamamiento de Greta Thunberg, una de las grandes fuentes de
esperanza para el futuro. Como nos explican las ecofeministas, esta
participación masiva de las mujeres en las movilizaciones proviene del hecho de
que ellas son las primeras víctimas de los daños ecológicos del sistema. Los
sindicatos comienzan, aquí o allá, a comprometerse también. Eso es importante,
ya que, en último análisis, no se podrá abatir al sistema sin la participación
activa de los trabajadores y las trabajadoras de las ciudades y de los campos,
que constituyen la mayoría de la población. La primera condición es, en cada
movimiento, asociar los objetivos ecológicos (cierre de las minas de carbón o
de los pozos de petróleo, o de centrales térmicas, etc.) con la garantía del
empleo de los y las trabajadores y trabajadoras afectados.
XIII. ¿Tenemos
posibilidades de ganar esta batalla antes de que sea demasiado tarde?
Contrariamente a los pretendidos colapsólogos, que proclaman, a bombo y
platillo, que la catástrofe es inevitable y que cualquier resistencia es
inútil, creemos que el futuro sigue abierto. No hay ninguna garantía que ese
futuro será ecosocialista: es el objeto de una apuesta en el sentido
pascaliano, en la que se comprometen todas las fuerzas, en un trabajo por lo
incierto. Pero, como decía, con una gran y simple prudencia, Bertold
Brecht: “El que lucha puede perder. El
que no lucha ha perdido ya”.