Leonardo Boff
04-02-2020
Entrevista
a Leonardo Boff. Reportaje de Annachiara Sacchi, publicado en el cuaderno La
Lettura, del Corriere della Sera del 26-01-2020, reproducido por IHU
on line, el 26/01/2020.
¿Profesor
Boff, está usted optimista?
En
realidad, estoy preocupado. La situación en Brasil es trágica: el
ultraliberalismo de Jair Bolsonaro, la extrema derecha política que hace
apología de la violencia y de los regímenes dictatoriales, que exalta a los
torturadores como héroes nacionales… Nunca vivimos nada semejante.
¿Cuál
es la explicación?
Detrás
de eso, está el proyecto de recolonizar América Latina y obligarla a ser
solamente exportadora de commodities
(carne, alimentos, minerales…). Y, en esa estrategia perversa, Brasil es
central.
¿Por
qué?
Porque
es un país riquísimo, una reserva de bienes naturales que faltan en el mundo.
Como dijo varias veces el premio Nobel Joseph Stiglitz, en los próximos años
toda la economía dependerá de la ecología. Y Brasil tendrá un papel primordial
en ese juego.
¿Es
difícil vivir en Brasil hoy?
Mucho.
El ministro de Economía, Paulo Guedes, es uno de los “Chicago Boys”, formados
en la Universidad de Chicago, que trabajaron en el Chile de Pinochet. El
ultraliberalismo de derecha está haciendo una política de los ricos para los
ricos, está privatizando todo. Guedes está trayendo la política de Pinochet a
Brasil. ¿Y sabes por qué nadie protesta, por qué la gente no sale a la calle
como está pasando ahora en Chile?
No.
¡Porque
el gobierno anunció que reprimirá cualquier protesta con el ejército! Aquí
todos tienen miedo, aunque el descontento crezca. Pero dentro de las paredes de
casa. Asistimos a una triste forma de inercia popular.
En
América Latina presidentes como Evo Morales y Lula cerraron su era. Ahora,
nuevas fuerzas orientan la opinión pública. ¿El impulso reformista acabó?
Tuvimos
gobiernos que hicieron mucho por los pobres. En Brasil, 36 millones de personas
fueron incluidas en el welfare. Pero el
año pasado, un millón de familias pasaron de la pobreza a la miseria. El
gobierno está desmontando las políticas sociales de Lula. Estamos tratando con
una élite reaccionaria y esclavista que nunca aceptó que un obrero –en el caso
de Brasil, Lula, o un indígena en el caso de Bolivia, Evo Morales– llegase a la
presidencia del país. Esa élite ha hecho de todo con los medios más brutales.
Pero a esta ola de violencia se le está oponiendo un movimiento de grupos
progresistas, de afro-latino-americanos, de indígenas. Son los brotes de una
realidad que veremos. Esa es la esperanza que nutrimos.
¿Ve
usted algún nuevo líder político?
Lamentablemente
no. Estamos en un momento de vacío, faltan figuras carismáticas, principalmente
en Brasil. Tal vez también por culpa de Lula, gran carismático, pero que no
supo formar una clase dirigente con nuevos carismas.
Su
nuevo libro en italiano, “Soffia dove vuole” (Sopla donde quiere) habla del
Espíritu Santo. ¿Por qué?
Los
tiempos inquietantes que estamos viviendo exigen una reflexión seria sobre el Spiritus Creator.
Que
quedó al margen de la teología.
Eso no
es cierto. Existen estudios grandiosos sobre el Espíritu, desde el de Yves
Congar hasta el de Jürgen Moltmann, en diálogo con el nuevo paradigma
cosmológico. Pero lo que podemos decir es esto: el Espíritu Santo ha estado
casi siempre al margen de la jerarquía eclesiástica. Y con razón.
¿Cómo
es eso?
La
jerarquía está orientada hacia “áreas” como el poder, el orden, los dogmas, el
derecho canónico, en una condición constante de autorreferencia. Son todos
aspectos que sirven para mantener el statu quo y que tienen su razón de ser, no
niego eso. Del mismo modo, sin embargo, ellos no pueden ser predominantes. El Espíritu es más carisma que poder, más
movimiento que estabilidad, más innovación que permanencia. Él sigue una
lógica diferente a la de la jerarquía de la iglesia (católica). Por eso, casi
todos los predicadores del Espíritu Santo fueron marginados o perseguidos. Los
hechos confirman eso. Mi libro juzgado en 1985 por la Congregación para la
Doctrina de la Fe (cuyo prefecto era Joseph Ratzinger), se titulaba Iglesia: carisma y poder. En Roma sin
embargo lo leyeron como “Iglesia: carisma o poder”. Por esa confusión, me
condenaron.
¿En
vez de eso, que es lo que usted quería decir?
Yo
quería crear un equilibrio entre carisma y poder. Pero ese equilibrio debe comenzar
por el carisma. Si se comienza con el poder, se corre el riesgo de que este
sofoque al carisma. En vez de eso, si se comienza con el carisma se impide que
el poder sea ejercido de forma autoritaria, se le imponen límites, y se le
obliga a ser poder-servicio y ponerse al servicio de la comunidad.
¿Cuál
es el papel del Espíritu Santo hoy?
Estamos
en un momento histórico, el Antropoceno, en el que las bases que sustentan la
vida y la tierra han sido profundamente atacadas. O cambiamos o morimos. El
Espíritu es Spiritus Creator, Spiritus
Vivificans. Sólo el Espíritu puede
restaurar el equilibrio destruido por la voracidad del hombre. Sólo con el
Espíritu es posible superar el Antropoceno y llegar al Ecoceno, a una sociedad
sostenible, vital, abierta a la convivencia de todos con todos donde lo
ecológico ocupará la centralidad. De ahí, ecoceno.
¿Por
qué, en su elaboración teológica, usted insiste en enfatizar el papel de la
ciencia?
No es
posible hacer una teología actualizada sin un diálogo profundo con la nueva
visión del mundo proveniente de las ciencias de la vida, de la tierra, del
cosmos. Esa lectura tiene ya un siglo, pero no es hegemónica. Son pocos los
teólogos que han aceptado este desafío.
¿Por
qué?
Porque
obliga a estudiar ciencias diferentes: la física cuántica, la nueva biología,
la astrofísica, la teoría del caos y de la complejidad. Después de tal camino,
digo esto por experiencia, es más fácil hacer teología, porque con esos datos,
Dios aparece inmediatamente como la energía misteriosa y amorosa que sustenta
todo y que lleva adelante todo el proceso cosmogénico. La categoría teológica
del Espíritu Santo es más adecuada para esa nueva forma de teología.
La
conciencia ecológica, ¿qué tiene que ver con el Espíritu Santo?
El
principal objetivo de mi libro es afirmar que el diálogo con la ecología y con
la nueva cosmología nos obliga a cambiar el paradigma. El paradigma de la
filosofía y de la teología occidentales es de raíz griega, esencialista, basado
en naturaleza, sustancia, esencia y otros términos semejantes que pertenecen al
área de la permanencia, de la estabilidad. En vez de eso, cuando se habla de
Espíritu, todo es dinamismo, innovación. Hay que cambiar la forma de pensar a
Dios, la historia, la iglesia. Dios es dinamismo de tres personas divinas en
comunicación entre sí y con la creación.
¿Teología
de la ecología, entonces?
Yo he
tratado de hacer una teología con un nuevo horizonte de comprensión. El mismo
que el Papa Francisco indica en la encíclica Laudato si’: todo es relación;
nada existe fuera de la relación. Poéticamente Francisco escribe: “El sol y la
luna, el cedro y la florecilla, el águila y el gorrión: el espectáculo de sus
incontables diversidades y desigualdades significa que ninguna criatura se
basta a sí misma. Ellas existen solo en dependencia unas de otras, para
completarse mutuamente en el servicio de unas a otras”. La tesis de la ecología
es precisamente esta: todo está conectado para formar la gran comunidad de
vida, el todo de la naturaleza y del universo. Y este modo de pensar
corresponde a la naturaleza del Espíritu Santo.
¿Le
parece a usted que la iglesia católica está lista para aceptar estas
reflexiones suyas?
La
situación es diferente en cada país, pero en todas partes faltan profetas. Con
Wojtyla y Ratzinger asistimos al retorno de la gran disciplina, vimos una iglesia
cerrada en sí misma, preocupada con la ortodoxia, atenta a combatir enemigos
como la modernidad, las nuevas libertades. Y, sobre todo distante del pueblo,
con una teología erudita pero pobre en innovación y una liturgia ajena a la
sensibilidad moderna.
Mientras
que ahora…
Con el
Papa Francisco surge otro tipo de iglesia, abierta como un hospital de campaña,
donde la centralidad no es tanto la ortodoxia, sino la pastoral del encuentro,
de la ternura, de la convivencia. Para el Papa Francisco las doctrinas son
importantes, pero lo más importante es entender que Cristo vino para enseñarnos
a vivir los bienes del reino como el amor incondicional, la misericordia, la
solidaridad, la compasión por quien sufre, por los últimos en total apertura al
Padre de bondad y misericordia.
¿Mensaje
recibido?
No
siempre. Muchos católicos tradicionalistas no se han dado cuenta de que estamos
ante otro tipo de papa, menos doctor y más pastor en medio de su pueblo. Un
papa que lleva menos los símbolos paganos de los emperadores romanos y más la
sencillez de un párroco de aldea, sencillo humilde, amigo de todos. Un hombre
que viene de lejos, por eso es libre. Si no fuese así, ¿por qué el nombre de
Francisco? Sería una contradicción pensar en San Francisco de Asís en un
palacio pontificio. Pero tenemos a Francisco de Roma que vive y come con todos
los demás, no él solo.
¿El
aumento de las protestas públicas en la iglesia contra el Papa Francisco le
preocupa?
No me
preocupa, porque no le preocupa. ¿Cómo sé esto? Un amigo suyo Carlo Petrini,
con el cual el Papa le gusta dialogar porque es agnóstico y que me visitó aquí
en Petrópolis-Rio, reveló que el papa duerme desde las 21h30 hasta las 5h30
como un tronco, bebe su mate y lleva adelante, franciscanamente, su misión, con
una irradiación mundial en sentido religioso, ético y político. Nos conocemos
desde 1972. Intercambié con él algunas cartas sobre temas de ecología y sobre
el Sínodo para la Amazonia de octubre pasado.
¿A
propósito, qué espera usted de la exhortación apostólica pos-sinodal de
Francisco, que se espera en breve?
Algo
bueno. Sobre todo, sobre la defensa del rostro indígena de la iglesia y sobre
las mujeres. En mis cartas le pedí que hiciese un gesto profético sin pedir
nada a nadie, como hizo Juan XXIII cuando convocó el Concilio Vaticano II.
¿Qué
gesto?
Ordenar
a las mujeres.
¿Y
le respondió?
Me
gradeció la carta sin comentar nada.
Usted
dedica su libro a las mujeres
Yo digo
que la primera Persona divina en entrar en este mundo, o en irrumpir en el
proceso de la evolución, no fue el Hijo, como dice la iglesia. Fue el Espíritu
Santo. Esto está muy claro en el texto de Lucas: “El Espírito vendrá sobre ti…
y te cubrirá con su sombra”. Hice una búsqueda de meses en patrología: no hay
ningún rastro de la centralidad del Espíritu. Ni siquiera en los grandes
teólogos. De acuerdo con una lectura predominantemente masculina, prevalece el
Hijo. Pero el Hijo vino después de la aceptación (“fiat”) de María, por lo
tanto, después del Espíritu. Y digo más aún: el Espíritu asumió a María, la
divinizó. En el proyecto del Altísimo, hombre y mujer son igualmente
divinizados. Forman parte de Dios.
Hoy
la teología de la liberación es ecoteología, teología feminista, teología afro.
Los pobres siguen siendo muchos y oprimidos. ¿La teología de la liberación
tiene todavía un largo camino por delante?
La
existencia de los pobres, de los oprimidos me hace pensar siempre en Jesús, en
San Francisco y en tantos otros que tuvieron misericordia de ellos. Mientras
existan pobres, especialmente en la medida en que su número aumenta, más
necesaria se hace una teología de liberación. Es la situación actual en todo el
mundo.
Le
acusaron de ser pro-marxista.
Marx
nunca fue padre ni padrino de la teología de la Liberación, como insinuaban los
dictadores latinoamericanos. Pero hoy, más que nunca, la teología de la
liberación es urgente. El ejército de los pobres ha aumentado terriblemente. Si
la teología, sea la que sea, no toma en serio la situación actual difícilmente
se librará de la crítica de cinismo y de irrelevancia histórica. Es preciso
leer los signos de los tiempos. El Espíritu nos invita a tomar una posición del
lado de las víctimas, de aquellos que el sistema imperante ha hecho invisibles.