Por: Dr. Miguel Antonio
Bernal
Hace
poco más de seis años, escribía bajo este mismo título que:
“Lo
que ocurre en nuestra sociedad es una odiosa sobrevaloración de los egos
personales, una sumisión inaceptable al poder y una idolatría al mercado. Hoy
día, en Panamá, defender valores es muy mal visto …”
Retomo
el hilo de lo dicho, al observar los comportamientos, actitudes, conductas y
reacciones, ahora que la pandemia llegó a nuestro país.
Las
autoridades y sus fanáticos espoliques, ven con desprecio a quienes criticamos
y, más aún, a los que llamamos a
reflexionar sobre lo que nos pasa como panameños y al mortal corona virus, que se suma a la
epidemia de conformismo, ya imperante, ante la injusticia, la lucha por la
verdad y la defensa de lo humanitario.
Hoy por
hoy, en Panamá, debemos tener muy presente lo que Julian Benda nos enseña en La
traición de los intelectuales, al afirmar que: “La labor del
intelectual es defender los valores universales, por encima de la política del
momento”.
Desde
que se instaló el primer gobierno post-invasión, la clase partidista se
enfrascó en una lucha titánica por el control ferreo del gobierno sin
importarle planificar el país.
No parpadearon en cohabitar, sin valores
democráticos, en un sistema donde se institucionalizaron las prácticas
clientelistas, electoreras y paternalistas que, lejos de ayudar a las personas
a salir adelante, más bien han sumergido a nuestra sociedad en una dependencia
absoluta, combinado con el tradicional “juega vivo” que parece ser una marca
país.
Hoy
vemos cuán importante es el liderazgo y la credibilidad ante la gravísima
crisis sanitaria. Por la falta de recursos al sistema, la ausencia de voluntad
y la pérdida de confianza por parte del ciudadano por la corrupción e
impunidad, ahora protegidas por el corona virus.