Nazanín Armanian
www.publico.es
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Si desde el 2003, EEUU y la República Islámica
de Irán (RII) han cohabitado en Iraq, compartiendo el poder sin casi ningún
roce, ¿qué ha provocado de repente un enfrentamiento directo entre ambos en el
suelo del país herido? La curiosa convivencia ha hecho que, por ejemplo, haya
un aparato de inteligencia que realiza actividades “anti iraníes”, y otro, el
Ministerio de Información que hace lo contrario. ¡Calculen cuántos agentes
dobles puede cruzarse en un mismo edificio en un país corrupto!
“A mí me gusta la paz”, respondió Donald Trump
a la pregunta de si iba a haber un ataque militar contra Irán por el asalto a
la embajada de EEUU en Bagdad. El presidente hasta hoy ha resistido a las
presiones de los NeoCon, Israel y el complejo
militar-industrial, que han recurrido a multitud de
provocaciones para empujarle a la guerra. Israel, después de atacar
las bases de las fuerzas proiraníes en Siria hasta 200 veces en los dos últimos
años, empezó el julio pasado lanzar misiles sobre las milicias irano-iraquíes
de las Unidades de Movilización Populares (UMP) en el territorio iraquí. El
último, el 29 de diciembre, en el que también participó EEUU, matando a 24 de sus
hombres.
“Anoche tomamos unas medidas para detener una
guerra» es la enigmática frase que pronunció Trump justo después
de asesinar a Gasem Soleimani, y dado que Teherán no tenía ningún
plan para enfrentarse con EEUU, ¿estaba refiriéndose a que impidió un masivo
ataque de Israel sobre las sedes de la UMP en Iraq, lo cual hubiera provocado
una gran guerra implicando a Irán y EEUU? Si es así, ¿Es posible que el
presidente de EEUU haya ofrecido la cabeza del jefe iraní de la red
anti-israelí de Quds («Sagrada, nombre árabe de Jerusalén»), a cambió de que
Tel Aviv renunciara a tal locura? Después de la Operación Babilonia del 1981,
en la que Israel bombardeó un reactor nuclear de Iraq, es la primera vez que
vuelve a atacar este país, y con total impunidad, como de costumbre. Israel
tiene prisa para acabar con Irán, no está seguro de la reelección de Trump, y
los demócratas han prometido rescatar el acuerdo nuclear con Irán si recuperan
el poder en noviembre. John Kerry recordó al Congreso que fue Netanyahu quien
aconsejaba a EEUU invadir Irak, con falsos argumentos.
Trump necesita el dinero del lobby judío para
su campaña electoral. En 2016, el magnate judío de casinos Sheldon Adelson le
donó 25 millones de dólares con la condición de que se enfrentase a Irán, y si
es con la bomba nuclear, mejor, había dicho. “Mantener a las fuerzas militares
de EEUU en Oriente Próximo, ya no es por el petróleo; es para proteger a
Israel”, confesó Trump en noviembre de 2018, aunque no reveló los motivos
de esta extraña relación de pareja.
La televisión iraquí informó que Soleimani cayó
en una emboscada: había sido convocado para ir a recoger un supuesto mensaje de
EEUU depositado en sus contactos en Bagdad. Según el general iraní Ali Fadavi,
Trump había enviado un mensaje a Teherán pidiéndole “proporcionalidad en su
represalia”, lo que justamente iba a hacer, aplicando la ley del ojo por ojo:
matar a un alto cargo de EEUU, que no a cientos de ellos en una guerra. En esta
línea, el diario Independent en persa, afirma que el ataque de Irán a las bases
de EEUU en Iraq había sido pactado y su personal había sido evacuado antes de
los disparos.
Aun así, esta guerra
tiene su “lógica” y este tipo de pactos no podrá impedirla. La
guerra económica, política y psicológica contra Irán entra en su fase bélica,
aunque de momento de baja intensidad.
¿Qué
busca Irán en Iraq?
Cientos de años antes de naciera EEUU, los
actuales territorios de Iraq eran una provincia del Imperio Persa, y Bagdad
(«Jardín de la Justicia» en persa) era un paraíso terrenal. Irán lo pierde con
el imperio otomano, en una guerra en el siglo XVI, y los otomanos lo entregaron
al imperio británico en la Primera Guerra Mundial. Será en 1979 y con la
revolución iraní, cuando EEUU organiza una serie de golpes de estado en la
región, asegurando sus intereses: en Iraq, eleva al
poder a Sadam Husein, jefe de la inteligencia y el asesino de miles
de comunistas y de otros demócratas iraquíes, mientras otro mandatario
profundamente anticomunista, ayatolá Jomeini, es trasladado desde Francia a
Irán, país con una poderosa izquierda y una amplia frontera con la URSS. La
recién instalada teocracia de extrema derecha, tras abortar la
revolución democrática, se enfrenta a tres enemigos: la Unión
Soviética, Iraq e Israel. Éste último toma en serio la intención de Jomeini de
cruzar Iraq con sus tropas para llegar a Jerusalén y devolverlo a los
musulmanes (que no a los palestinos). Al no ganar la guerra del 1980-1988 a
Saddam, la RII abandona este sueño y asigna a la Fuerza de Quds la misión de
proteger al régimen islámico de Israel con un cinturón de seguridad -extendido
desde Afganistán a Iraq, pasándolo por Siria, Gaza y el Líbano, mientras
convierte el pragmatismo y el realpolitik
(con Israel y EEUU) en sus principios de la política exterior. Y
allí está el llamado “dilema de seguridad”: ¿No es justamente este
expansionismo del chiismo iraní uno de los motivos de las amenazas a la
seguridad de Irán?
En 1991, al desparecer tanto Saddam Husein como
la URSS, la RII consigue ampliar su influencia por toda la región, incluido
Iraq. Que Bush instalara en Bagdad una teocracia chiita fue un regalo de Alá
para la RII y una pesadilla para Israel, Turquía y Arabia Saudí. Muchos de sus
nuevos mandatarios habían estado exiliados en el Irán de Jomeini, aunque, al
contrario de otras potencias extranjeras, la RII no solo ha trabajado entre la
élite iraquí para conseguir favores, sino que también ha creado media docena de
milicias que organizan a decenas de miles de hombres armados, y una vasta red
social y religiosa ante la que se presenta como una “alternativa benigna” al
dominio de EEUU.
El nivel de la influencia de Irán en Iraq es
tal que el 30 de octubre, el primer ministro Abdul Mahdi –rostro de la
kakistocracia iraquí-, declaró que iba a dimitir para adelantar las
elecciones parlamentarias. Cambió de idea dos días después, tras un encuentro
con Soleimani en Bagdad: resistirá ante las presiones del “enemigo”,
refiriéndose a decenas de miles de manifestantes sin agua, sin luz, y sin
trabajo.
Iraq es el mayor socio comercial de Irán, donde
la RII neutraliza las sanciones impuestas por Trump, y es desde donde accede a
Siria, y de allí al Líbano y Palestina. Ninguna medida hará que la RII disuelva
a la Fuerza Quds, a pesar de que se enfrenta a la peor crisis política y
económica da su historia. De momento, seguirá la misma política que en Siria:
no contestar a los ataques de Israel y EEUU, más allá de lo necesario de cara a
su base social. La prioridad de los ayatolás en Iraq es impedir un gobierno
hostil.
Iraq en
los proyectos de EEUU
La caída de Pahleví (el Sha) demostró a EEUU
que los títeres no se salvan de la sublevación popular. De modo que Henry
Kissinger presentó su doctrina de Dual Containment Policy («la política de la
doble contención»): habría que frenar el desarrollo económico, social, político
y militar de Iraq e Irán, -las principales reservas de hidrocarburo del
planeta, ubicados en las proximidades de la URSS y China-, condenándoles al
subdesarrollado para así poder someterlos a largo plazo. ¡Vale! ¿Cómo
conseguirlo?
Entre 1980 y 1988 imponen a ambos países una
devastadora guerra, que mata a un millón de jóvenes, deja mutilados a millones
y destruye gran parte de las infraestructuras de sus países. Tres años después,
coincidiendo con el fin de la URSS, EEUU lidera el ataque de unos 40 países al pequeño
Iraq en una gran guerra de patraña y
anuncia el Nuevo Orden Mundial, dirigido por capitalismo estadounidense. En
2003, remata la misión con el objetivo de:
+Encontrar una salida a la deuda externa de
EEUU.
+Animar el negocio de armas que dejó de ganar
dinero con la desaparición del “enemigo rojo”.
+Privar a los palestinos del único país árabe
que le defendía; Saddam fue un déspota y hombre reaccionario, pero también fue
un firme antiisraelí. Con su ejecución, el país judío consiguió acceder al
petróleo iraquí, a través de la región kurda.
+Convertir a Iraq, ubicado en el corazón de
Oriente Próximo, en una colonia, instalando allí la embajada más grande del
mundo, desde donde los siniestros John Negroponte (el promotor del Batallón
3-16 en Honduras) y Robert Ford organizarán el “divide y gobierna” mediante los
Escuadrones de Muerte chiitas y sunnitas, para hundir el país en un caos
controlado que dura hasta hoy. Ford, luego, fue enviado a Damasco en enero del
2011 como embajador de EEUU: ¿no fue en esta fecha cuando empezaron a
estallar los coche-bombas y la guerra contra Siria? EEUU cuenta en
Iraq con 12 bases militares. Después, EEUU-Israel desmantelarán otros estados
árabes: Libia y Siria.
Sin embargo, EEUU no ha conseguido
desnacionalizar los 112.000 millones de barriles de petróleo iraquí. Es más,
China es el principal comprador de su crudo, y desde 2014 también es el mayor
inversor extranjero en el país y su principal socio comercial. Washington no
perdonará a Mahdi, por convertir a Iraq en el primer país de la región en
firmar un preacuerdo con Beijín para integrarse en el megaproyecto de la Ruta
de la Seda.
EEUU puede perder a Iraq, como lo hizo con
Pakistán, uno de los pilares de su dominio en Asia Central: violó su soberanía
enviando sus drones que mataron a miles de personas “buscando al espíritu de Bin Laden”, y humilló a sus
mandatarios: el asalto a la supuesta
casa del terrorista saudí fue la guinda, con la que provocó la quema
de decenas de convoyes de la OTAN que transportaban alimentos y municiones a
los 300.000 soldados en Afganistán. Al final, el “País de los Inmaculados” (así
significa Paquistán en persa y urdu) dio un giro
radical hacia China.
A EEUU le será imposible expulsar a la RII de
Iraq, salvo que
1)
consiga colocar en el poder a un hombre fuerte-sunnita-anti iraní, quien tras
provocar un baño de sangre se haga con el poder absoluto en todo Iraq, o
2) envíe, de nuevo, a miles de “yihadistas”
sunnitas, y tras una larga guerra civil divida el país en mini estados.
La gran guerra entre
EEUU e Irán solo empezará cuando Washington o Tel Aviv crucen la
Línea Roja de atacar el territorio iraní, mientras,
su campo de batalla seguirá siendo el suelo de otras naciones, sobre todo Iraq.