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Mensaje del IX Encuentro Continental de Teología India

Con la fuerza del Espíritu
Mensaje del IX Encuentro Continental de Teología India

Introducción

Ngöbö dibitdi, Ngöbö ogwäbitdi, con la fuerza de Dios, en la presencia de Dios. Así iniciamos nuestro encuentro trienal, en Tolé (Panamá), tierra ancestral de los ngäbe y bugle, tierra indígena que, como todas en Abya Yala, ha costado sangre, sudor y lágrimas. Somos de diferentes pueblos y culturas: Ngäbe, Guna, Bugle, Kaqchikel, K’iche’, Mam, Chuj, Nahuatl, Zapoteca, Totonaco, Tsotsil, Lenka, Pipil, Miskito, Krahô, Macuxi, Arapaso, Quechua, Kichwa, Aymara, Áva Guarani, Mbya Guarani. Somos de varias iglesias (católicos y evangélicos de diversas denominaciones), somos laicas, laicos, religiosas, pastores, sacerdotes y obispos; también tuvimos la presencia solidaria de otros hermanos de Europa y Estados Unidos.

Nos ha convocado el Espíritu de Dios, que inspiró a nuestras abuelas y abuelos en su caminar, el mismo que impulsó a Jesús, el que nos invita a seguirlo, “suave brisa” que nos acaricia y nos sana, palabra-alma que nos da vida e identidad.

Nuestro caminar
Hemos compartido, durante cinco días, nuestras experiencias, sentires, dolores, sueños y esperanzas, nuestras flores y nuestros frutos. Sabemos, y recordamos con dolor, cómo se niega la vida en nuestros pueblos a través de proyectos de muerte que impulsa el modelo neoliberal, como la minería salvajemente extractiva, los monocultivos esterilizantes, las hidroeléctricas anegadoras, la deseducación aculturizante, las madereras asesinas, las religiones alienantes, la violencia expulsora, desintegradora y segadora de vidas, las drogas y el narcotráfico, los trabajos deshumanizantes, los partidos políticos que dividen y corrompen, la criminal trata de personas; igualmente nos han dado vergüenza nuestras divisiones, egoísmos, pleitos y prejuicios a lo interno de nuestros pueblos.

Pero también nos hemos alegrado al sentir cómo la vida florece en nuestros niños, jóvenes, adultos a través de múltiples formas y prácticas. Hemos recordado cómo el Espíritu que da vida y fuerza se manifiesta en la memoria ancestral, en los relatos de creación, en los ritos de purificación, en las oraciones de sanación, en las manifestaciones de lucha por la Madre tierra y en defensa de los bienes naturales, en la difícil unidad de nuestros pueblos, en el trabajo comunitario, en las danzas y la alegría, en la solidaridad entre nosotros, en la profundización de nuestros ricos idiomas, en el cuidado de nuestra Casa Común, en los sueños, en la defensa de nuestra identidad. Hemos bebido de las narraciones de nuestros ancianos y así hemos traído a la memoria dónde se manifiesta el mismo Espíritu que impulsó a Jesús: en el viento, en el agua, en la tierra, en el fuego, en todos los seres vivos, y cómo nos impulsa a nosotros y nos defiende.

Impulsados por un mismo Espíritu
Hemos escuchado, con reverencia, la presentación de la Exhortación Sinodal “Querida Amazonía”, en la cual nuestro hermano Papa Francisco nos propone cuatro grandes sueños: el social, el cultural, el ecológico y el eclesial. Nos ilusiona y nos llena de esperanza escuchar que, en este escrito, están plasmados no sólo muchos anhelos de los pueblos amazónicos sino también de toda Abya Yala y nos comprometemos a asumir, dar continuidad y cauce operativo a las conclusiones documento final del Sínodo y a la Exhortación Apostólica.

Nos hemos detenido para ver y sentir los hilos del tejido de nuestro caminar y con gozo reconocemos que el Espíritu de Jesús está presente desde antiguo en la sabiduría de los ancestros. Nos resuenan las palabras del hermano Papa Francisco: que somos “la memoria viva de lo que Dios quiere para nosotros desde antiguo”; que, al compartir y al ser solidarios, estamos expresando la presencia del mismo Espíritu de Jesús; que es imprescindible que sigamos respetando el medio ambiente, organizándonos en defensa de la tierra, valorando nuestra identidad, enseñando todo esto a nuestros hijos, porque así hacemos más viable la vida plena para todos y la Madre tierra.

Nos preguntamos cómo se expresa el Espíritu en la vida de Jesús de Nazaret; nuestra fe y nuestro deseo del seguimiento de Jesús se desbordó: Él era movido por el Espíritu, sanaba, animaba, compartía con los pobres y pecadores, era cercano al pueblo en hechos y palabras, acogía y valoraba principalmente a los sencillos, a las mujeres y los niños, se enfrentó a las estructuras corruptas políticas y religiosas, se encarnó en la historia de su pueblo, rechazó el mal en todas sus formas, reconoció la presencia de Dios en otras culturas, oraba al Padre en el desierto y en el monte y, al final, lo mataron y el Espíritu de Dios lo resucitó.

Afirmamos que el Espíritu de Jesús es el mismo Espíritu que se manifiesta en nuestros pueblos, porque en nuestros ritos, símbolos, prácticas, danzas, historias, idiomas, es ese Espíritu el que nos inspira, nos habla y nos mueve. Igualmente, es el que dio aliento a nuestros ancestros para crear nuestras culturas, proyectos de vida y para enfrentar la colonización; de la misma manera, nos lleva a ser agradecidos, a perdonar, a organizarnos, a compartir la vida, a respetar y proteger la Madre Tierra, a resistir al mal actual, interno y externo.

Comprometidos con nuestros pueblos
A pesar de los proyectos de muerte que nos cercan, amenazan e infiltran, a pesar también de nuestros propios problemas y dificultades, Dios nos da la fuerza de su Espíritu a través de nuestros antepasados, de la naturaleza, del arte y la danza, de nuestra identidad, para realizar acciones que construyen nuestros proyectos de vida.

Puestos en pie, conscientes de nuestra pequeñez, pero convencidos de que el Espíritu de Jesús es mucho más que eso, nos comprometemos a seguir caminando y tejiendo nuestra historia. En concreto:

1. Profundizar en el conocimiento de nuestras culturas y saberes ancestrales: idiomas, historias, ritos, costumbres. Respetarlas, defenderlas, difundirlas, vivirlas.
2. Dar a conocer la medicina tradicional, difundirla en centros de formación.
3. Fomentar proyectos que ayuden a cuidar la Madre Tierra.
4. Trabajar, lo más posible, por la unidad de nuestros pueblos.
5. Compartir con nuestras comunidades toda la gracia que hemos visto y sentido en este encuentro.
6. Luchar por dinamizar la Educación Intercultural Bilingüe (EIB).
7. Seguir acompañando -con acciones concretas- las luchas de nuestros pueblos. Pedir a nuestros obispos y dirigentes religiosos que se comprometan en esas luchas, sobre todo en defensa de la Madre Tierra y sus bienes.
8. Fomentar la coordinación a nivel de regiones y espacios de diálogo y reflexión con las Iglesias locales. Específicamente formación en teología india y formación política y jurídica desde las fuentes de los pueblos y la doctrina social de la Iglesia.
9. Los servidores de las comunidades de pueblos originarios, queriendo seguir a Jesús, nos comprometemos a aprender, lo mejor posible, las lenguas de los pueblos con los que caminamos.
10. Formación intercultural en seminarios y casas de formación.
11. Reconocer que todo daño a la Madre Tierra es un pecado grave que ofende a la humanidad y a Dios.

Con el canto del pueblo kraho, con la oración de sanación de la hermana guna, con el ritual de purificación del pueblo ngäbe y del pueblo guaraní, con todas las mujeres y hombres que siguen luchando por una Abya Yala en la que se pueda vivir más plenamente, nos encomendamos a todos los que, con buena voluntad, día a día, luchan por un mundo más humano y, por tanto, más divino, con la fuerza del Espíritu.

Denunciamos los atropellos que siguen sufriendo nuestros pueblos originarios y la Madre tierra, violación a los derechos humanos, migración forzada por el despojo de nuestros territorios por la presencia de compañías mineras, entrega de los gobiernos de concesiones sin la consulta y consentimiento previo, libre e informado de nuestros pueblos originarios, impactos ambientales sociales, como la división en las comunidades, explotación humana y sexual, racismo y marginación a nuestros pueblos.

Clamamos mayor actitud profética de los pastores de nuestras Iglesias acompañando, caminando con el pueblo y defendiendo los derechos de los pueblos originarios,

Exigimos a los gobiernos de nuestros países el cumplimiento de leyes y tratados internacionales que protegen los derechos de los pueblos originarios y sus territorios, respetando y promoviendo su identidad y cosmovisión.

Y finalmente reconocemos, honramos y nos unimos en la sangre derramada de nuestros mártires que dieron su vida en defensa de nuestros pueblos y de la Madre Tierra, con profecía y esperanza.
Jallalla. Amén.

En Tolé, diócesis de David, Panamá,
a 14 días del mes de febrero del año 2020.

Articulación Ecuménica Latinoamericana de Pastoral Indígena (AELAPI).