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El día 2 de agosto se cumplen 75 años de la liquidación del llamado
campo de familias gitanas, Familienzigeunerlager de Auschwitz. Una reciente
investigación llevada a cabo por el Departamento de Historia del Museo de
Auschwitz ha demostrado que aquella fatídica tarde-noche del 2 de agosto de
1944 entre 4.200 y 4.400 personas gitanas de todas las edades fueron
cruelmente asesinadas en las cámaras de gas.
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“Fue un
crimen de estado meticulosamente planeado” (Tío
Romani Rose, presidente del Consejo Central de los Sinti y los Roma de
Alemania)
Es imposible
resumir en un solo artículo un suceso tan inabarcable como el Samudaripen, el genocidio de la población gitana durante el nazismo.
Samudaripen
[samudaripén] y Porrajmos [porraymós] son los dos términos que se utilizan
habitualmente para denominar el genocidio al que fue sometida la población
gitana europea durante el régimen nazi (1933-1945) y que se extendió por 20
países europeos. El término más adecuado, no obstante, es Samudaripen.
La población
romaní junto con la población judía fueron los dos grupos étnicos objetos de
genocidio durante el nazismo tanto en Alemania como en los países europeos que
formaron el Eje, sus socios y los gobiernos colaboracionistas.
El genocidio
gitano, el Samudaripen, se inició mucho antes del comienzo de la 2ª Guerra
Mundial. Por supuesto, en Alemania como en el resto de países de Europa Central
y Occidental el antigitanismo tiene una larga historia que se ha ido plasmando
en las leyes y en el imaginario colectivo. En España, en concreto, son más de 230 leyes antigitanas las que lo
han sustentado.
En la
actualidad, según los más recientes estudios de la Agencia Europea de Derechos Fundamentales (FRA, por sus siglas en inglés) el racismo antigitano, el antigitanismo,
es la forma de racismo más prevalente en todos los Estados miembro de la Unión
Europea y el más aceptado socialmente.
Un
genocidio con características propias
Con el ascenso
al poder del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán y el nombramiento de
Hitler como Canciller, en 1933, el destino de la población gitana Sinti —así es
como se denominan a sí mismas estas personas— se configuró directamente al
exterminio. Así, en 1935, con la promulgación de las leyes de ciudadanía del
Reich y para la protección de la sangre y el honor alemanes—las famosas leyes
de Núremberg— se despojó a la población Sinti, clasificada como una raza
inferior, de la ciudadanía y del derecho al voto.
Esas leyes
pretendían la conservación de la pureza racial alemana y para ello prohibían
los matrimonios entre personas arias y no arias. Los criterios dispuestos para
establecer qué personas eran consideradas gitanas eran exactamente dos veces
más estrictos que aquellos que definían quienes eran judías: si uno de los ocho
bisabuelos de una persona era gitana/o, aunque a su vez fuera mestiza/a, esa
persona era considerada de ascendencia gitana mientras que se definía como
judía a una persona que tuviera, al menos, un/a abuela/o judía/o. Y todo se
basaba en criterios meramente sanguíneos, genéticos, sin tener en cuenta la
religión ni la práctica cultural o étnica. Por eso, cuando alguien habla de
“pureza” en relación con las personas gitanas nos saltan todas las alarmas ya
que ese tipo de razonamiento está en la base ideológica del racismo más atroz.
En junio de
1938, unos 700 hombres gitanos fueron enviados a los campos de concentración de
Dachau, Buchenwald, Sachsenhausen y Lichtenburg dentro de la llamada Aktion
Arbeitsscheu Reich (Acción contra los vagos). En esos y otros campos fueron
sometidos a trabajos forzados.
El 8 de
diciembre de 1938 se publicó el Decreto para combatir la plaga gitana
(Bekämpfung der Zigeunerplage): “La experiencia hasta ahora en la lucha contra
la plaga gitana y el conocimiento adquirido a través de la investigación de la
biología racial hacen aconsejable abordar la regulación de la cuestión gitana a
partir de la naturaleza de la raza. Según la experiencia, los mestizos tienen mayor
participación en el mundo del crimen. Por otro lado, se ha demostrado que los
intentos de integrar a los gitanos han fracasado, especialmente entre los
gitanos de raza pura, debido a su fuerte impulso migratorio. Por lo tanto,
resulta necesario tratar a los gitanos de raza pura y a los mestizos por
separado en la solución final de la cuestión gitana” (la traducción es nuestra).
A partir de
1940, las personas romaníes de Alemania y Austria fueron deportadas a la
Polonia ocupada y alojadas en los guetos judíos que iban vaciando. La primera
deportación tuvo lugar a mediados de mayo de 1940 y afectó a unas 2.500
personas.
El asesinato
sistemático de las personas gitanas comenzó en el verano de 1941. Durante el
asalto de las tropas nazis contra la URSS miles de Rroma [pronúnciese romá],
gitanos y gitanas, fueron víctimas de ejecuciones en masa por parte de los
“Einsatzgruppen” (grupos operativos) de las SS. Estos comandos de la muerte
tenían como tarea principal la matanza de personas judías y gitanas, además, de
los y las comisarios políticos.
Aunque no hay
cifras exactas, se calcula que unas 100.000 personas gitanas fueron asesinadas
por estos comandos de la muerte tanto en la URSS como en Polonia y otros
territorios ocupados de Europa del Este y los Balcanes, especialmente en
Ucrania, Bielorrusia y Yugoslavia. Tan sólo en Polonia se conocen unos 180
lugares donde hubo ejecuciones en masa de personas romaníes. La familia de la Tía Alfreda Noncia Markowska cayó víctima de una de estas matanzas en Biala Podlaska (Polonia).
Alfreda fue la única que sobrevivió. Tenía solo 15 años y durante el resto de la
guerra logró salvar de la muerte a una cincuentena de niños y niñas, judíos y
gitanos.
Otro componente
de la política de extinción de la población gitana fue la esterilización
forzada, tanto dentro de los campos de concentración como en hospitales externos,
de manera que el 94% de las personas esterilizadas forzosamente durante el
periodo nazi fueron personas gitanas. Miles de Rroma, en su mayoría mujeres y
niñas, tuvieron que sufrir esta operación, a menudo sin anestesia. Muchas
murieron durante la operación.
¡Ma
bister! ¡1.500.000 víctimas!
“La repetida
cifra de 500.000 muertes gitanas durante el Porrajmos se ha convertido en una
convención” tal y como afirma el Tío Ian Hancock ,
profesor emérito de la Universidad de Texas. No podemos, por tanto, aceptar esa
cifra como un hecho demostrado ya que la documentación no ha sido bien
analizada ni existe una política de promoción de la investigación en torno al
Samudaripen. Según el propio profesor Hancock, la cifra de víctimas
probablemente asciende al doble o al triple, es decir, estaríamos hablando de
que, probablemente, 1.500.000 personas gitanas fueron asesinadas durante el
Samudaripen.
Se estima que alrededor
de la mitad de la población romaní residente en los territorios ocupados por el
Tercer Reich murió como resultado de la persecución y el terror nazi. En
algunas zonas, este porcentaje alcanzó el 80%.
Aún no hay un
listado de víctimas gitanas. Sólo listas parciales y no en todos los campos de
concentración o exterminio. Tampoco hay una voluntad política de promover la
investigación que haga posible aflorar las verdaderas dimensiones del
Samudaripen.
El intento de bajar
la cifra de víctimas responde claramente a los objetivos del antigitanismo y
sirve para postergar a los Rroma actuales, incluidas las víctimas, incluso de
los actos oficiales de conmemoración del Holocausto. Así mismo, el lugar
destinado a la memoria gitana dentro de los museos del Holocausto es mínimo.
Aunque hace
algunos años que el Consejo Estatal del Pueblo Gitano, auspiciado por el
Ministerio de Igualdad, celebra un acto en homenaje a las víctimas del
Samudaripen, España aún no ha reconocido oficialmente que la población romaní
fue víctima del genocidio llevado a cabo por los nazis. Las autoridades
responsables suelen escudarse en la neutralidad de España durante la 2ª Guerra
Mundial. No obstante, hubo víctimas gitanas de origen español sobre todo en
territorio francés donde entre 1939 y 1946, cerca de 6.500 personas gitanas
sufrieron presidio en unos 30 campos de internamiento desde algunos de los
cuales también fueron enviados a Auschwitz.
La
maquinaria del exterminio
“No hay
nada con lo que puedas comparar Auschwitz. Si dices ‘El infierno de Auschwitz’,
no es ninguna exageración. Creo que no es suficiente para mí decir que he
soñado con Auschwitz mil veces desde entonces, con esa horrible época en la que
reinaba el hambre y la muerte. Yo era una niña cuando me trajeron a Auschwitz.
Cuando salí estaba enferma y aún hoy estoy enferma” (Tía Elisabeth Guttenberger, superviviente, testigo de cargo en el
Auschwitzprozesse, Procesos de Auschwitz). Aunque Auschwitz fue el peor de
lo campos de exterminio, hubo otros: Belzec, Chelmno, Jasenovac, Sobibor, Treblinka,
Sachsenhausen, Buchenwald, Flossenbürg...
Hubo personas
gitanas prisioneras en todos los campos de concentración, aunque algunos de
éstos se crearon específicamente para albergar a las personas gitanas: Marzahn
(Berlín, Alemania), Lety (Rep. Checa), Dubnica nad Vahom (Eslovaquia),
Lackenbach (Austria), Litzmannstadt (Polonia), Montreuil-Bellay, Lannemezan o
Saliers (Francia)…
En términos
numéricos, las personas gitanas fueron el tercer grupo más grande de deportadas
a Auschwitz, después de las judías y las polacas.
En Auschwitz
hubo personas gitanas prisioneras procedentes de 14 países. Los primeros Rroma
llegaron el 9 de julio de 1941: dos gitanos polacos capturados por la policía
criminal alemana junto otros 7 prisioneros polacos en la cercana ciudad de
Katowice. Según Maria Martyniak al menos
370 personas gitanas fueron prisioneras en Auschwitz antes de la construcción
del Zigeunerlager.
Finalmente, en diciembre
de 1942, el gobierno alemán decretó que la población gitana debía ser
encarcelada en campos de concentración y Auschwitz fue el campo elegido como
prioritario. Familias gitanas enteras fueron deportadas a Auschwitz II –
Birkenau. El primer transporte llegó el 26 de febrero de 1943, cuando el
Familienzigeunerlager todavía estaba en construcción. Cuando se completó,
comprendía 32 barracones, 26 residenciales y 6 de servicio (la oficina de
asignación de trabajo forzado, almacenes, guardería y hospital).
Los barracones,
construidos de madera —tablas endebles y mal ensambladas— con el suelo de
tierra, originalmente estaban diseñados para albergar 52 caballos cada uno. En
lugar de ventanas, tenían filas de tragaluces a lo largo de ambos lados en la
parte superior del tejado (que también era el techo) que estaba hecho de una
sola capa de tablas cubiertas con tela asfáltica. Una puerta doble conducía al
interior. Cada barracón se dividió en dieciocho puestos, los dos primeros de
los cuales, adyacentes a la puerta, fueron asignados al supervisor del bloque y
a los presos de confianza. Una chimenea central horizontal corría a lo largo de
todo el barracón, dividiéndolo por la mitad generando un eje a cuyos lados se
situaban las literas de madera de tres alturas.
Cada familia,
dependiendo del número de sus componentes, tenía asignada una o dos de estas
literas. Cada barracón tenía una capacidad de unas cuatrocientas personas, pero
en muchas ocasiones estaban abarrotados con más del doble.
El frío
penetraba aquellas paredes de madera sin aislamiento y la lluvia y la nieve
chorreaban a través de las grietas del tejado: “No había camas, solo cajas de
madera donde nos acomodábamos como
sardinas en lata. No había colchones de paja ¡una manta era un lujo! En
el centro había algo así como una estufa que nunca estaba encendida y la
humedad y el frío eran casi insoportables”, como lo describió el Tio Franz
Rosenbach, que en paz descanse.
Las condiciones
higiénicas eran desastrosas: no había suficiente agua y las alcantarillas no
funcionaban correctamente. Solo había lavabos en dos barracones, retretes en
otros dos y un único barracón tenía duchas, donde las personas prisioneras se
desinfectaban y les cortaban el pelo.
Entre el 26 de
febrero de 1943 y el 21 de julio de 1944, un total de 23.000 personas gitanas
estuvieron prisioneras en el campo gitano de Auschwitz. 20.967 de ellas
murieron a consecuencia del cautiverio.
Esta cifra no
incluye a unas 1.700 personas Rroma capturadas en Białystok (Polonia), que no
fueron inscritas en los registros. Este grupo, ante las sospechas de ser
portadores del tifus, fue asesinado en las cámaras de gas.
Las
enfermedades mataron a la mayoría. Las niñas y los niños padecieron
especialmente. El noma —estomatitis gangrenosa o cancrum oris, enfermedad
infecciosa gangrenosa de la boca que destruye los tejidos de la cara y cuyo
desenlace suele ser fatal—, que afecta especialmente a niñas y niños desnutridas,
la escarlatina, el sarampión y la difteria. Las y los nacidos en el campo no
sobrevivían más de unas pocas semanas.
Tristemente,
muchas niñas y niños se convirtieron en objeto de los criminales experimentos
del abominable Dr. Josef Mengele.
El SS
Reichführer, Heinrich Luitpold Himmler, en su condición de máximo responsable
del sistema de gestión de los campos de concentración, visitó Auschwitz en
julio de 1942. Según cuenta el demonio Rudolf Hess, comandante del campo, en
sus memorias, juntos visitaron el campo gitano y tras una minuciosa inspección
le ordenó que apartara a quienes eran válidos para seguir siendo explotados en
el trabajo forzoso y destruyera aquella sección especial.
Así, el 15 de
mayo de 1944, el SS-Unterscharführer (comandante del Zigeunerlager) Georg
Bonigut dio la orden de que las personas internas permanecieran en sus
barracones. Al día siguiente, entre 50 y 60 hombres de las SS los rodearon.
Intentaron sacar a las prisioneras de los barracones, pero no lo consiguieron. Habían
sido advertidos por la resistencia interna y se atrincheraron procurándose
herramientas y palos que les sirvieran para hacer frente a aquellos malditos y
vender cara sus vidas. Aquella insurrección es recordada como el Día de la
Resistencia Romaní que año a año —sobre todo entre organizaciones juveniles— se
va imponiendo en el calendario de reivindicaciones de la memoria gitana en toda
Europa.
Posteriormente,
casi 2.000 personas gitanas fueron trasladadas al campo de concentración de
Buchenwald, otras 82 fueron enviadas al campo de concentración de Flossenburg y
144 mujeres gitanas al campo de concentración de Ravensbrück.
44 hombres
gitanos de los que habían sido enviados a Buchenwald fueron sometidos a experimentación médica: los demonios nazis querían saber cuánto tiempo podía un hombre
sobrevivir tomando solo agua de mar.
“Oímos
gritos y disparos. Varios cientos de SS están asaltando los barracones de los
gitanos. Al cabo de un rato, vemos a los SS arrastrar a dos jóvenes gitanas
gritando y resistiéndose. Otras gitanas atacan a los SS, arañándoles las caras.
Desde los barracones se están defendiendo con armas de fuego improvisadas. Unos
SS arrastran por las piernas a unos niños y un hombre mayor está tratando de
defenderlos, pero lo derriban de una patada y lo echan al camión. Nadie
abandona el barracón sin resistencia. Todos están luchando. Escuchamos a los
hombres de las SS gritando y a los gitanos gritando. Las mujeres son las más
feroces en su lucha, son más jóvenes y más fuertes, protegiendo a sus hijos. La
pelea duró hasta el atardecer” (Alfred Jan
Fiderkiewicz, prisionero político polaco en Auschwitz).
La liquidación
del Zigeunerlager tuvo lugar la noche del 2 al 3 de agosto de 1944, siguiendo
el mandato del SS Reichsführer Heinrich Himmler. La tarde del 2 de agosto se
impuso la prohibición de salir de los barracones. A pesar de la resistencia de
nuestra gente, entre 4.200 y 4.400 personas gitanas de todas las edades fueron
cargadas en camiones, llevados a la cámara de gas de los crematorios II y V y
exterminados, tal y como ha demostrado el reciente estudio del equipo de
historia del Centro de Investigación del Museo de Auschwitz.
Cuando el 27 de
enero de 1945 las tropas soviéticas liberaron el campo de exterminio de
Auschwitz no quedaba, entre las 7.000 supervivientes, ninguna persona gitana.
Las personas
gitanas supervivientes, al término de la guerra, tuvieron que enfrentarse a los
mismos prejuicios antigitanos. Hasta los años 1970’s no pudo organizarse un
movimiento gitano europeo que recabase la atención de la opinión pública. La
mayor parte de las personas supervivientes han fallecido sin haber recibido
nunca justicia.
Desde 1994, las
organizaciones gitanas, sobre todo de Polonia, conmemoran el 2 de agosto como
el Día en Memoria del Samudaripen. Esta reivindicación ha sido finalmente
asumida por el Parlamento Europeo que en abril de 2015 aprobó la Resolución
declarando el 2 de Agosto como Día Europeo en Memoria de las Víctimas del Samudaripen.
A pesar de este
aparente cambio, el antigitanismo sigue golpeando duramente y la situación se
parece cada vez más a aquella en que se dio el Samudaripen: en Italia, el
Ministro del Interior y viceprimer Ministro, Matteo Salvini ha ordenado la
elaboración de un registro de todas las personas gitanas habitantes de los
llamados campos nómadas; se suceden
los ataques terroristas antigitanos en Ucrania; en Hungría ha nacido una
milicia popular para combatir el “crimen gitano”; en España cada día
sufrimos el racismo; en Grecia un alcalde
quiere construir un muro para aislar un barrio gitano; en Francia un rumor
difundido en redes sociales hizo que varios grupos de racistas salieran a la
caza de gitanos; incluso han vandalizado, hasta en dos ocasiones, el monumento
en memoria de las víctimas del Samudaripen de Berlín… Y todo esto
ha ocurrido en el último mes.
No podemos
quedarnos mirando. Como ciudadanas tenemos la oportunidad de exigir a nuestros
gobiernos que incluyan la lucha contra el antigitanismo entre sus prioridades a
la vez que tomamos conciencia de la gravedad que conlleva consentir que el
antigitanismo siga siendo el racismo más socialmente permitido.
Lecturas
recomendadas (en castellano y disponibles en librerías):
“Gitanos bajo
la Cruz Gamada” de Donald Kenrick y Grattan Puxon. Editorial Presencia Gitana
(ISBN: 8487347169)
“Un gitano en
Auschwitz” de Otto Rosenberg. Amaranto Editores (ISBN: 9788493145750)
“El campeón
prohibido” de Dario Fo. Editorial Siruela (ISBN: 9788416964307)
“Rukeli. Johann
Trollmann y la resistencia romaní antinazi” de Jud Nirenberg. Punto de Vista
Editores (ISBN: 9788416876389)