Nazanin Armanian
www.publico.es / 190719
Las amenazas de
Washington de aplicarle a Ankara la Ley para Contrarrestar a los Adversarios de
EEUU (CAATSA) si compraba los misiles S-400 rusos han caído en saco roto y
Tayyeb Erdogan acaba de instalarlos en el suelo turco con el orgullo de haber
añadido otro fracaso a la política exterior
de Donald Trump. El sultán turco
tampoco ha declarado tres días de luto oficial por la suspensión de la venta
de cazas F-35 por parte de EEUU, quien mira con la impotencia cómo se le
escapa del control una de las principales piezas de la arquitectura de la OTAN
en Eurasia.
Turquía no es el
primer país de la Alianza Atlántica que adquiere armas rusas. Grecia, Eslovenia
y Bulgaria compraron S-300 y el mundo no llegó a su fin. ¿A qué se debe,
entonces, esta furia de EEUU contra Ankara?
Los turcos, ya en
2013, buscaban misiles no estadounidenses y lo negociaron con la compañía china
CPMIEC, pero tuvieron que abandonar la idea por las sanciones que EEUU había
impuesto a esta empresa, acusada de proveer misiles a un Irán bajo las
sanciones. Fue así como Rusia recibió el encargo tras un concurso de
licitación: fue “el acuerdo más importante en la historia moderna [turca]”,
afirmó un Erdogan eufórico.
Las razones de Turquía
+ La profunda desconfianza de Erdogan (y la sociedad)
hacia EEUU, que fue acentuada por a) el golpe
de estado fallido de julio del 2016, organizado en la base militar de la OTAN en Incirlik, y el papel de Moscú en salvar la vida del
propio presidente turco (el asesinato del embajador ruso en
Ankara fue la represalia), y b)
el Proyecto de Nuevo Oriente Próximo de los NeoCon, que consiste en desintegrar
los poderosos estados de aquella región, y crear, de paso, un estado kurdo de
los restos de Irak y Siria.
+ Que el Pentágono
haya armado a los kurdos sirios con misiles antitanques Javelin y TOW, y Ankara
a algunas facciones del Estado Islámico para combatir a los kurdos, significa
que EEUU y Turquía ya están en guerra, aunque través de terceros -que hacen de
carne de cañón-, y en el suelo de otra desgraciada nación. Rusia –el enemigo
leal de Turquía-, ha neutralizado a Erdogan, permitiendo su ataque mortal a Afrin, la bastión kurda en Siria, para que se
desgastara en el pantano sirio. El régimen islamista de Erdogan -que no
reconoce las singularidades nacionales-, también aprovecha este rasgo en la
teocracia chiita iraní para, juntos, perseguir a los kurdos de ambos países en
el territorio iraquí, queriendo impedir un imposible estado kurdo
unitario.
+ Diversificar sus proveedores de armas:
El intento del golpe de estado del 2016 demostró a Ankara que, para derribar
los aviones de guerra de EEUU en su cielo, necesita misiles de otro país.
Cuando los F-16 bombardearon el Parlamento turco, Ankara no tenía ningún arma
fuera del control de la OTAN. Turquía puede recuperar el acuerdo con China,
suspendido en 2013, y comprar los misiles FD-2000 por los que iba a pagar 4.000
millones de dólares. ¡La independencia armamentística está siendo tan vital
para los estados como la autosuficiencia energética o alimentaria!
+ Turquía sospecha que EEUU está atacando sus
intereses en la región, en alianza con
Arabia Saudita, Egipto, Bahréin, Israel y Emiratos Árabes Unidos: Libia ha sido la última parada de esta coalición anti-turca. Dice Ibrahim Karagul,
editor en jefe del diario Yeni Safak, del partido gubernamental Justicia y
Desarrollo que “desde los Balcanes hasta el norte de Siria, desde el Egeo hasta
el Mediterráneo, desde la isla de Creta hasta Sudán, desde Libia hasta el Golfo
Pérsico, se está implementando un plan extremadamente insidioso para limitar el
área de influencia de Turquía… y luego ahogarnos en el Mediterráneo». Turquía,
que ha fracasado en dos de sus intentos políticos en ganar ventajas en la
región -provocando la crisis de refugiados, y revelar el crimen de Khashoggi-, ha instalado bases militares en el llamado «Triángulo
de paz», Qatar, Somalia y en la isla de
Sudakin, para “protegerse” de los enemigos.
+ Construir una política exterior multidimensional,
desde que Europa le dio portazo: ahora Turquía intenta recuperar los viejos
dominios-mercados del imperio otomano en el sur.
+ El descubrimiento
de una bolsa de gas en las costas chipriotas, cuyo valor asciende a 35.000
millones de dólares, y que ha aumentado la tensión en el Mediterráneo
Oriental entre Chipre, Egipto,
Grecia e Israel. Turquía reclama su parte, mientras las autoridades
grecochipriotas –que han otorgado la licencia de perforación a ExxonMobil-, han
emitido órdenes de arresto para la tripulación de barcos de perforación turcos,
que son escoltados por los buques de guerra de este país. Siendo Grecia miembro
de la OTAN e Israel equipado por armas estadounidenses, Ankara sienten la
necesidad de obtener un sistema de defensa no vinculado con la OTAN para
defenderse ante una posible guerra.
+ La negativa de EEUU a vender sus misiles Patriot a
Turquía, y para más inri, retirar en 2015 los que
había instalado en la frontera turco-siria, bajo el pretexto del «alto costo de
su despliegue». Erdogan se quejaba de que EEUU había abandonado a Turquía ante
un posible ataque de Siria o de los kurdos de este país.
Los motivos de la ira de Washington
+ El S-400 Triumf
es el sistema de misiles antiaéreos capaz de identificar aeronaves o misiles a
una distancia de hasta 600 kilómetros e interceptarlos a una velocidad de hasta
4.8 kilómetros por segundo. Turquía, después de China es el segundo país del
mundo en recibir este artefacto ruso e India y Arabia Saudita serán los
siguientes, mientras Rusia ya fabrica el sistema S-500 «Prometheus». La
industria armamentística de EEUU pierde una suculenta venta de 2.200
millones de euros, a pesar de que los S- 400 valen casi la mitad que sus
homólogos Patriot. Además, al contrario de EEUU, Rusia y China no imponen
condiciones para cómo, cuándo y dónde usar sus armas vendidas. Turquía ha
acordado con Rusia la producción conjunta de los sistemas S-400, aunque lo más
seguro es que el Sr. Putin sólo le asigne la fabricación de los tornillos de
esta joya de la corona las armas rusas, por si se le ocurre a Erdogan la idea
de ofrecer los secretos del invento a EEUU a cambio de recibir la cabeza de los
kurdos de PKK.
+ La creciente relación entre Turquía y China:
la posición geopolítica turca se ha unido al poder y la influencia china en la “Iniciativa
del Corredor Medio» (Middle Corridor) que, en el marco de la Nueva Ruta de la
Seda, une Anatolia a Asia Central y China, y a este espacio con el Corredor
Internacional Transcaspiano (TITR), en el que participan también Azerbaiyán,
Georgia, Kazajstán, Polonia, Ucrania y Rumania. Una “pequeña” parte del diseño
estratégico chino de comercio que supera la capacidad creativa de los políticos
estadounidenses.
+ Infringir las
sanciones impuestas al gas ruso: el gasoducto Turk Stream de 800 kilómetros,
construido en 2018, llevará el gas eslavo al mercado turco y de allí al sur y
sureste de Europa.
+ La guerra comercial de EEUU con Turquía es la
“pedagogía del terror”: ¡Será castigado
quien desobedezca a Washington! La caída del valor de lira en un 30% el año
pasado y, por ende, el aumento de los precios de las importaciones en Turquía,
junto con la desaceleración de su economía (el crecimiento del 2.6% en 2018,
comparando con el 7,4 del 2017), unidos a la corrupción y las políticas
neoliberales del gobierno han golpeado la popularidad de Erdogan, derrotando a
sus hombres en las elecciones de Estambul. El objetivo de EEUU, que ha
anunciado el traslado de las fábricas de la construcción de piezas del F-35 de
Turquía a otros países, es destrozar la economía turca.
+ La guerra entre
ambas potencias continuará: Si EEUU deja de vender las piezas de repuestos para
los aviones estadounidenses que posee Turquía, equivaldría a un desarme a toda
regla. Por lo que, Erdogan, de momento no saldrá de la OTAN, aunque seguirá
utilizando la retórica “anti-estadounidense”, y le culpará a Trump de todos los
males del país. La mitad de la sociedad que es su electorado, le creerá, y la
otra mitad, que es la oposición, le apoyará por la “patria querida amenazada”.
Según el Centro Universitario de Investigaciones Económicas y Sociales de
Bahçeşehir de Turquía (BETAM), el 38% de los niños y las niñas menores de 15
años del país –unos 8 millones-, vivieron en 2016 en la situación de pobreza,
con un aumento de 300.000 en comparación con 2015.
El colapso del
orden regional, establecido en 1916 por el acuerdo Sykes-Picot, hoy se
manifiesta en el fin de los estados árabes modernos: Irak, Libia, Siria. La
nueva estructura regional, aunque tiene de protagonista a un ruidoso EEUU, se
está trazando como siempre sin la participación de los pueblos, aunque bajo la
supervisión de los viejos imperios: chino, ruso, persa y turco. Aquí, EEUU es,
simplemente, irrelevante, aunque muy peligroso.