Marcelo Barros
www.amerindiaenlared.org / 030219
Los científicos sociales afirman que el 7
de junio de 2018, en Brasilia, se ha firmado un acuerdo entre el canciller de
Estados Unidos con representantes militares y de las élites brasileñas. Eso
garantizó el dinero necesario y la guerra mediática que han provocado la
victoria de Bolsonaro como presidente de Brasil y la nueva realidad política
que el impuso al país.
Sin duda, las primeras víctimas de todo
eso son los pueblos indígenas. Minutos después de la toma del gobierno, el
mismo 1º de enero, el nuevo presidente firmó la Medida Provisional que da a los
terratenientes del Ministerio de Agricultura el poder de identificar y
legalizar tierras indígenas. A partir de
ahora, el zorro se encarga de cuidar del gallinero. De ahí para acá, en
todo Brasil, diversas áreas indígenas fueron invadidas y otras amenazadas. En
la Amazonia, en el centro-oeste y en el mismo en el sur del país, milicias
armadas amenazan y atacan a comunidades indígenas, con el apoyo y algunas
garantías legales dadas por el presidente de la República.
En esos días, las comunidades del Sur de
Brasil celebran el aniversario del martirio del indio Sepé Tiaraju. Fue el
líder de la guerra que unió a los guaraníes en la lucha contra los ejércitos de
España y Portugal después del Tratado de Madrid (1750). Sepé unificó a los
indios de los siete pueblos de las misiones con el grito: "Esta tierra tiene dueño".
Hasta hoy, el grito del cacique guaraní
resuena en las luchas indígenas. El pueblo lo llama San Sepé. Eso significa
descubrir que la causa de los pueblos indígenas no es sólo una lucha social y
política justa, sino que se convierte en un llamado espiritual a través del
cual el Espíritu Divino se manifiesta presente en el mundo y nos ilumina. En su
carta Exsultate et Gaudete, el papa
Francisco llama a eso “santidad”.
Después de más de cinco siglos de
resistencia a tantas violencias y persecuciones, en toda América Latina, la
fidelidad de los pueblos indígenas a su vida comunitaria, a la preservación de
sus culturas y a la profunda comunión con la madre Tierra y la naturaleza se
convierten para los cristianos en verdadero testimonio (martirio).
Si alguien ha sabido resistir a ese
sistema que, por 500 años, intenta extinguirlos, son los indios. Los pueblos
indígenas pueden ser nuestros maestros en cómo resistir en esos malos días que
vivimos. Tenemos que unirnos a esos hermanos y hermanas que son nuestros
compañeros en las tribulaciones provocadas por el capitalismo y en el
testimonio del proyecto divino en el mundo.