Nazanín Armanian
www.publico.es / 190219
La incertidumbre política de Venezuela
coincide con las sanciones simultáneas impuestas por EEUU sobre el petróleo de
Irán y Venezuela, así como las continuas interrupciones en el suministro de Libia, como
resultado de la agresión de la OTAN. Impedir que las consecuencias
de esta situación pongan patas arriba la arquitectura energética mundial es una
tarea que supera la capacidad y la habilidad intelectual del actual inquilino
de la Casa Blanca y sus asesores.
Entre los motivos de la presión de EEUU sobre el
petróleo venezolano se destacan:
+Apoderarse de sus reservas de
hidrocarburo.
+Privar a China de otra de las fuentes de
energía estable, después de desmantelar los estados que le suministraban como Irak,
Libia,
Sudan,
e imponer sanciones contra Irán.
+Hacerse con el mercado del crudo
venezolano, como parte de la
extraña política de Trump.
+Empujar al
alza los precios del petróleo, ahora que la estación fría está a
punto de acabarse en EEUU y tampoco hay elecciones a la vista. Los
beneficiarios serán los productores del petróleo de esquisto.
+Impedir que siga utilizado otras monedas
que no sea el dólar o el oro para sus
transacciones petrolíferas y comerciales.
El mundo ha dejado de estar bajo el
dominio absoluto de EEUU: Los países sancionados buscarán fórmulas para vender
su petróleo, burlándose de los criminales sanciones (que principalmente afectan a las
clases más desfavorecidas), y sus clientes, -China, India, Corea del
sur, Turquía, entre otros-, encontraran nuevos suministradores.
El Departamento del Tesoro de EEUU ha
incluido a PDVSA en su lista de organizaciones bloqueadas y amenaza con
restringir el seguro de los cargamentos e incluso prohibir las ventas. Aunque
Venezuela recobre la estabilidad política, es difícil que recupere su posición
dentro del mercado a corto plazo, y eso a pesar de los 300.000 millones de
barriles de petróleo que alberga, entre otros motivos porque el aceite de su
principal reserva, la Faja del Orinoco, es ultrapasado, y su extracción y
refinación cuesta unos 35 dólares el barril (igual que el petróleo de Canadá),
en comparación del crudo libio, unos 5 dólares y el de Arabia Saudí 7. Por lo
que los precios deberían alcanzar los 90-100 dólares para que su explotación
fuese rentable, algo que hoy sucedería quizás por una gran guerra, por ejemplo,
contra Irán.
Agoniza
la OPEP, nace la NOPEP
La crisis venezolana es otro mazazo a la
Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), fundada en 1960 por
Venezuela, Arabia Saudí, Kuwait, Irán e Irak. Las relaciones “especiales” entre
Washington y Riad y la política de “seguridad a cambio de petróleo” han convertido a
los jeques en un instrumento de EEUU para manipular la OPEP y los
precios en el mercado mundial: en 1983, EEUU y Arabia con el fin de hundir la
economía de la Unión Soviética, bajaron los precios de los 35 dólares el barril
a 10, y hoy hacen lo mismo contra Rusia, Irán, Venezuela o Bolivia utilizando
hasta el cadáver de Khashoggi: de 160.72 dólares el barril en junio
del 2008 los precios cayeron a 51.99 en enero de 2019.
La escasa demanda del petróleo, la posible
desaceleración de la económica mundial (sobre todo de China), así como el
exceso de oferta por parte de EEUU, son algunos factores que podrán impedir la
subida de los precios por encima de 70 dólares.
Las
paradojas de EEUU
Trump tiene que elegir: imponer un embargo
al petróleo venezolano o levantar parte del embargo a
Irán. Eliminar a ambos del mercado no solo provocaría la rebelión de
gigantes como China e India, sino que dispararía los precios. A pesar de que
castigar a Venezuela es menos costoso para EEUU y Europa, -ya que Irán ha
amenazado que “si no puede exportar su petróleo, nadie lo hará
desde el estrecho de Ormuz”-, lo cierto es que en el establishment
de EEUU hay presiones por parte de los lobbies israelí y saudí no sólo parar
llevar las exportaciones de petróleo iraní a cero, sino bombardear el país.
EEUU necesita, por un lado, precios por
encima de los 70-80 dólares el barril para que la extracción del petróleo por
fracturación hidráulica fuese rentable (ya que además de los costos de
extracción, debe ser refinado al ser un petróleo pesado) y, por otro, exige un
precio bajo para comprarlo, por el elevado consumo de los derivados de petróleo
del país.
El 3 de octubre, en la víspera de las
elecciones parlamentarias de EEUU, Trump amenazó al rey de Arabia Saudí de que
“Podría no estar [en el cargo] en dos semanas”, si no bajaba
el precio del petróleo de los 86 dólares. Y aunque Salman bin
Abdulaziz entonces se sometió, el estado de Arabia Saudí tiene vida propia:
necesita dinero para llevar adelante su megaproyecto de “Visión Saudí 2030”,
que salvaría su economía de la dependencia del petróleo, ahora que los pozos se
están secando. Por lo que, Riad desde la OPEP y en cooperación con Rusia
decidió, en enero pasado, reducir la producción en 1,2 millones de barriles
para reequilibrar el mercado impidiendo una mayor caída de los precios.
Afirma el ex asesor de Goldman Sachs,
Bethany McLean, autor de “América Saudita: La verdad sobre el fracking y cómo
está cambiando el mundo” , que la revolución de esquisto de EEUU es un
espejismo: no sólo daña el medio ambiente, contamina el agua o provoca sismos,
sino que tampoco le conducirá a la independencia energética, y que ya ha creado
un inmenso agujero negro financiero: las “60 empresas más grandes de producción
no han generado ganancias, ni siquiera han podido cubrir sus gastos operativos
y de capital“, afirma. La compañía Enron vinculada a la familia de Bush ha
quebrado. EEUU engañó a Europa: le obligó en 2014 a renunciar al gasoducto ruso
Nord Stream 2 prometiéndole recibir el ‘gas shale’ estadounidense en un futuro
que no llega.
La
NOPEP contra la OPEP
Ni el servilismo de los saudíes ha sido
suficiente para que Washington respete mínimamente las necesidades de los
estados que componen la OPEP, y como no puede convertirla en una sucursal del
Departamento de Energía de EEUU planea desmantelarla. El 12 de febrero del
2019, el Comité Jurídico del Congreso de EEUU aprobó el proyecto de ley
antimonopolio NOPEP (acrónimo de los Países Productores de Petróleo no pertenecientes
a la OPEP, como lo son el Reino Unido, México, Egipto Alaska, EEUU o Rusia) que
permite al fiscal general demandar a la OPEP o sus miembros, embargar unos 1,000
millones de dólares de las inversiones de Arabia saudí en EEUU, o confiscar los
activos de ARAMCO, la compañía nacional de petróleo de Arabia. Para aumentar la
presión sobre Riad, Donald Trump puede utilizar JASTA, la ley de Justicia
Contra Patrocinadores del Terrorismo, aprobada por el Congreso en 2016 que
permite a las víctimas de los ataques del 11 de septiembre de 2001 demandar a
Riad (¿y por qué
invadieron Afganistán?).
Si el presidente de EEUU firma el proyecto
de ley conseguirá:
*Hacerse con el control absoluto de los
precios,
*Reducir la influencia rusa en el mercado,
*Ganarse el título del “héroe del Oro
Negro” en una sociedad obsesionada por el culto a los héroes,
*Bajar el tono de las críticas en el
Congreso por sus relaciones “excesivamente” buenas con Arabia Saudita y Rusia,
e incluso retrasar un posible juicio sobre “Rusiagate” o los
escándalos sexuales en los que es protagonista.
La crisis de la OPEP se ha agravado por:
Convertirse EEUU en el principal productor
de petróleo del mundo, debilitando la efectividad de las decisiones de la OPEP.
Disminuir la capacidad de producción de la
organización. Una mayor restricción sobre la petrolera estatal venezolana
PDVSA, o el embargo de sus activos en extranjero, podrán afectar al suministro
de la OPEP. Por el momento, la firma estadounidense Conoco Phillips ha
incautado los cargamentos de PDVSA tras ganar un litigio por 2,000 millones de
dólares en concepto de deudas pendientes, lo que puede animar a otros
acreedores presentar demandas en caso de impago.
La intención de Qatar de salir de la OPEP.
A pesar de producir sólo el 2% del petróleo del cártel, y carecer de influencia
en el grupo, el papel diplomático de Qatar y la mera presencia del mayor
exportador mundial del gas natural licuado es un golpe a la organización y al poderío de
Arabia Saudí.
La división en el seno del grupo debido a
la debilidad progresiva de la facción Venezuela-Irán-Argelia, a beneficio del
sector encabezado por los saudíes. La Venezuela “no bolivariana” será aliada de
Arabia, y debilitará la posición de Irán y Rusia en el mercado. El petróleo
hace décadas que ha dejado de ser un combustible fósil para convertirse en un
arma de guerra.