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Drewermann es un “profeta”: lo dijo el
obispo alemán Heine Wilmer del ex sacerdote y teólogo castigado por
Ratzinger…
“Creo que el abuso de poder está en el ADN
de la Iglesia”, dijo el pasado mes de diciembre el Obispo de Hildesheim,
Alemania, Mons. Heiner Wilmer, ex Superior General de los Dehonianos,
hablando de la crisis de abuso sexual en la Iglesia en una entrevista concedida
al periódico Kölner Stadt-Anzeiger (13/12).
A la cabeza de la diócesis alemana durante
algunos meses, pero ya muy implicado en la lucha contra el abuso sexual, Wilmer
señaló con el dedo una supuesta “pureza” de la Iglesia como tal, que sabe pedir
perdón sólo por las acciones de los individuos, pero nunca como institución; en
su opinión, una de las principales disfunciones eclesiásticas es que está
regida por un poder absoluto que no conoce ningún control.
Esta disfunción sólo puede ser superada
por una separación de poderes. Y, al hablar de estos temas, se refirió, llamándolo
“profeta”, a la gran figura de Eugen Drewermann: sacerdote, teólogo y
psicoanalista, ahora de 79 años, privado, en 1991, por el Obispo de Paderborn y
el Vaticano de enseñar en el seminario de Paderborn y luego de predicar.
En sus libros había puesto al desnudo
los mecanismos de poder de la jerarquía eclesiástica, la creciente
clericalización de la figura del sacerdote –que había venido a hacer de él un
“funcionario de Dios” (expresión que se convirtió en el título de uno de sus
libros: Funcionarios de Dios: Psicograma de un
Ideal; Clérigos en español, edición Trotta. Ver sobre él en nº 181 (1996) de
IV)– y por haber desafiado la ley sobre el celibato obligatorio de
los sacerdotes (ver Adista nos. 33, 36/90 y 70/91; 5/92); dejó el sacerdocio
(ver Adista n. 24/92) y la Iglesia Católica (ver Adista n. 89/2005).
“Eugen Drewermann –dijo el obispo de
Hildesheim– es un profeta de nuestro tiempo reconocido por la Iglesia“, como
profético fue su trabajo en tres partes Las estructuras del mal; como
profeta es el jesuita Padre. Klaus Mertes, profesor y periodista, de 2000
a 2011 rector del Canisius College de Berlín, de septiembre de 2011 rector del
College of St. Blasien, entre los protagonistas de la lucha contra los abusos
sexuales en Alemania, quien señaló con el dedo los mecanismos de eliminación de
la homofobia en la Iglesia (ver Adista nº 45/16. También Conversación con
Teresa Forcades, en nº 245 (2011)
de IV).
“Los profetas bíblicos eran personas que
decían la verdad desnudas y crudas”, dijo Wilmer; también hoy necesitamos
hombres y mujeres así, “que pisen los pies de nuestros obispos”.
“Me parece un concepto exagerado”, fue el tímido comentario del propio Drewermann, entrevistado sobre las declaraciones de Wilmer y sobre su opinión contra el clericalismo, por ser una condición privilegiada para el abuso, expresada en la web católica alemana katholisch.de, el pasado 14 de enero.
“Conozco gente que ha ido a la muerte por
decir la verdad. No sé si lo haría yo. De todos modos, no me veo a mí mismo
como un profeta”. “Los sacerdotes deben ser un puente entre el cielo y la
tierra, pero cometen crímenes horrendos”, dijo. “El discurso autoritario, de
arriba abajo, ya no funciona en la Iglesia. La santidad del estado clerical ha
terminado. Si un obispo toma en serio estas reflexiones, las consecuencias son
enormes. El Obispo Wilmer no tendrá una vida fácil si las aplica a las
estructuras eclesiales. Algunos de sus hermanos ya están sobre él. Pero podrá
mantenerse en pie”, continuó Drewermann, animando a Wilmer, “que es un luchador
y un hombre creíble, todavía joven”, a “seguir diciendo claramente lo que
piensa y lo que ve”, sin “dejarse disuadir o intimidar por otros obispos”.
En cuanto a la formación de los
sacerdotes, que siempre ha sido el caballo de batalla del teólogo y del
psicoterapeuta, muchas cosas deben cambiar: “Los sacerdotes disminuyen y, por
tanto, también lo que se exige a los ordenados. La Iglesia exige al clero la
continencia sexual como ideal. Los protestantes han sido muy críticos con este
ideal. Sólo la Iglesia Católica piensa que todavía puede permitirse el lujo de
mantener sus impulsos e inclinaciones bajo control. Toda sensación de placer es
declarada pecado mortal y debe ser reprimida.
Entonces, ¿cómo puede un sacerdote
desarrollar una sexualidad saludable? La fijación neurótica resultante se
define incluso como una elección particular para el presbítero. La mayoría de
los delitos sexuales se cometen contra los niños, lo que es bastante alarmante.
La dinámica del desarrollo de la pedofilia
derivaría del hecho, explica, de que “para los sacerdotes y para aquellos que
quieren ser sacerdotes, el contacto con mujeres o niñas está prohibido, pero no
con niños. Esto desencadena un desarrollo deformado que puede dar lugar a
profundos sentimientos de culpa. Pocos sacerdotes al principio de su formación
cometerían abusos contra los niños”.
Es un deslizamiento lento que empeora a
tal punto que escapa a todo control: “Las personas que viven estos impulsos
neuróticos no pueden ser desviadas moviéndolas a otra parroquia. ¡Están
enfermos! Si, por otro lado, un sacerdote desarrolla una sexualidad normal y
siente algo por una mujer o un hombre, y lo reconoce, entonces es expulsado.
Esto es doblemente anómalo para mí.” Por esta razón, Drewermann está convencido
de la necesidad absoluta y urgente de abolir el celibato obligatorio: “Conozco
hombres maravillosos que podrían ser excelentes sanadores de almas porque están
casados. La Iglesia debe tener esto en el corazón”.
Actualmente, Drewermann está trabajando en una perspectiva cristiana sobre el derecho penal: “¿Cómo tratar a las personas que han sido culpables de graves faltas de conducta sin haberlo querido? Esto también se aplica a muchos sacerdotes. Ellos mismos son víctimas de una tragedia. No hay delincuentes que no se hayan convertido en víctimas. ¿Cómo hay que tratarlos? Este es un asunto importante para mí.
Jesús dice: No juzguéis. Pero si es
así, ¿por qué necesitaríamos el derecho penal?” Incluso los obispos, como el de
Paderborn, Mons. Johannes Degenhardt, que en los años 90 lo privó de
la enseñanza y lo suspendió a divinis, continúa Drewermann, “son para mí
sólo personas constringidas, forzadas, limitadas. No me gustaría estar en su
lugar por un día. No le guardo ningún rencor al difunto arzobispo Degenhardt.
Nunca tuve problemas con él. Fue presionado por el entonces Cardenal Joseph
Ratzinger y por eso tuvo que condenarme. Puedo entenderlo. Pero su
comportamiento me muestra cuánto miedo debe haber tenido entonces. Nunca leyó
mis libros, de eso estoy seguro.”
Y el miedo es un consejero terrible, dice
Drewermann: “Es una tragedia, cómo el miedo puede cambiar a la gente. En mi
opinión, esto también le ocurrió a Ratzinger. Ciertamente pensó que lo estaba
haciendo bien. Es muy culto, escribe muchos libros, pero habría necesitado
urgentemente experiencias reales con la gente. El problema es que este
pensamiento nunca se cuestiona desde la psicología. Todo el inconsciente es
suprimido unilateralmente por la razón”.
De Francisco piensa que es “una persona
honrada y honesta. Pero cuando dijo en una conferencia de prensa en un
avión: ¿Quién soy yo para juzgar a los demás? Fue claramente
advertido por la Congregación de la Fe: ‘Usted no es una persona cualquiera,
Sr. Bergoglio, no tiene una opinión privada, usted es el Papa. La
homosexualidad es un pecado mortal y eso es lo debe enseñar y nada más’. Encuentro
que su humanidad es conmovedora. Espero que la conserve. Pero también necesita
urgentemente buenos consejeros”. Asesores en el campo de la teología, porque
ella es la que necesita una más profunda revisión: “Toda la teología sobre los
grandes temas debe cambiar. He estado tratando hacer esto durante 40 años.
Desde un punto de vista psicoterapéutico, no se puede aconsejar a nadie que no
decida por sí mismo y que se deje aconseje. Y se necesita una buena razón para
hacerlo”.
Pero en cuanto al abuso, el problema está
dado por el “silencio, el traslado, el no acceso a la justicia del Estado”. Los
obispos locales son quienes, actuando de esta manera, han permitido la
repetición de comportamientos criminales. El Papa Juan Pablo II ya había ordenado
silencio sobre el abuso sexual. Su sucesor también continuó en esta línea, para
proteger de daños a la Iglesia. No fue un error de obispos individuales, sino
el estilo de la Iglesia. El Papa Francisco lo ha reconocido y se ha
comprometido a oponerse a ello. En esto intentaría apoyarlo”.