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The Best of Strauss
THE BEST OF STRAUSS II
01. Emperor Waltz (Kaiser-Walzer) Op. 437 00:00
02. Strauss I - Radetzky March Op. 228 11:57
03. Voices of Spring (Frühlingsstimmen) Waltz, Op. 410 14:54
04. On the Beautiful Blue Danube (An der Schönen Blauen Donau) Waltz, Op. 314 21:49
05. Chit-Chat (Tritsch-Tratsch) Polka, Op. 214 32:42
06. Viennese Blood (Wiener Blut) Waltz, Op. 354 35:21
07. Viennese Sweets (Wiener Bonbons) Waltz, Op. 307 44:10
08. Tales from the Vienna Woods (G'schichten aus dem Wienerwald) Waltz, Op. 325 53:46
09. Love Songs (Liebeslieder) Waltz, Op. 114 1:06:20
10. Roses from the South (Rosen aus dem Süden) Waltz, Op. 388 1:15:10
11. Be Embraced, You Millions! (Seid umschlungen, Millionen!) Waltz, Op. 443 1:24:26
12. Acceleration (Accelerationen) Waltz, Op. 234 1:33:56
13. Viennese Blood (Wiener Blut) Waltz, Op. 354 1:42:55
14. Light Blood (Leichtes Blut) Polka, Op. 139 1:52:21
15. Pizzicato Polka, Op. 234 1:55:06
16. Polka Schnell, Op. 281 1:57:49
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Sistema de pensiones para todos los panameños
Sistema
de pensiones para todos los panameños: ayuda memoria para las nuevas
autoridades
Jorge Luis Prosperi R.
www.elblogdejorgeprosperi.com / 031318
Al sensible tema del sistema de pensiones
para todos los panameños y la crisis que lo aqueja, me he referido en ocasiones
anteriores y siempre me queda la tristeza de saber que el problema no ha sido
abordado de forma transparente, valiente y efectiva por los gobernantes de
turno, valiéndose en no pocas ocasiones, de la falta de suficiente información para
tratar el tema de las finanzas de la CSS, pues los diferentes equipos de
actuarios de la entidad no han entregado la necesaria auditoría financiera de
la institución…
Pero resulta que todos en Panamá sabemos
que existen claros riesgos para que los jubilados y pensionados cuenten con los
recursos necesarios, luego de retirarse o cumplir con sus cuotas, ya que, “a
partir del próximo año la institución entrará en déficit de caja, y en el 2025
no habrá reservas”.
En ese contexto consideré pertinente
compartir con ustedes la parte introductoria del capítulo III de la publicación
de la CEPAL, Panorama Social de América Latina 2017, en el cual nos ofrece una
mirada a nuevas tendencias en las reformas de los sistemas de pensiones en
América Latina. Se trata de un documento que complementa de forma importante el
acervo bibliográfico que existe sobre el tema, por lo que es de lectura y
reflexión obligada para todo aquel que esté comprometido con solucionar este
espinoso asunto.
Hago votos porque la próxima administración,
coloque la solución de los problemas de nuestro sistema de pensiones, como la
más alta prioridad de su agenda política y convoque, al inicio de su gestión,
el prometido y pendiente “diálogo nacional” para abordar este tema.
¿Cuál es el sistema de Pensiones que
queremos los panameños?
Antes de entrar en materia, tengamos claro
que “los sistemas de pensiones son
mecanismos de protección social que tienen como principal objetivo
salvaguardar los ingresos futuros de las personas y de sus dependientes o
familiares ante diferentes contingencias que pueden suscitarse de manera
natural o accidental en la vida de un trabajador. Las situaciones más comunes
son el estado de edad avanzada (vejez) y/o desempleo en aquella etapa de la
vida, fallecimiento prematuro, ocurrencia de accidentes personales o
padecimiento de alguna enfermedad que conduzca a la invalidez. En cualquiera de
los casos, los sistemas de pensiones son activados para ofrecer tranquilidad y
seguridad al afectado o sus familiares, para que puedan recibir un apoyo
económico que les permita vivir con dignidad”.
En esa dirección, nos informa la
publicación del el Centro Nacional de Competitividad del 21 de julio de 2017,
titulada “Sistema de pensiones en Panamá”, que en el
mundo se han desarrollado básicamente dos sistemas de pensiones con
características particulares que los diferencian y ambas coexisten en nuestro
país.
Por un lado, están los sistemas de cuentas
individuales en donde cada trabajador destina una proporción de sus ingresos
(transformados en abonos) a su cuenta de previsión para su pensión, además de
los intereses o la rentabilidad de esos ahorros que debe ser garantizada y
administrada por una entidad pública o privada según el ordenamiento legal del
territorio correspondiente para esos casos.
El otro sistema consiste en un fondo o
caja común (también conocido como sistema de reparto o de pilar solidario)
donde todos los trabajadores, independientemente de su nivel de ingresos,
aportan a una cuenta común que sirve de soporte para el pago de las pensiones
de aquellos que cumplen con los requisitos establecidos.
La principal diferencia entre ambos
sistemas es la cantidad de dinero que recibe el trabajador finalmente, siendo
proporcional a sus aportaciones en el caso del sistema de cuenta individual,
mientras que en el caso del sistema de reparto existe un límite alcanzable que
no será necesariamente proporcional a los aportes realizados. En ese ámbito, la
publicación señala que en Panamá existen los dos sistemas.
En ese contexto, los panameños queremos un
sistema que nos asegure una pensión suficiente para vivir de forma digna y
cómoda al jubilarnos. Pero, lo primero que debemos considerar es ¿de cuáles
panameños estamos hablando? Y al margen de las consideraciones de clase social
o ingreso económico que son harto conocidas, hay que pensar en términos de edad
y valores culturales de la mayoría de los panameños. Y, de acuerdo a estimaciones del INEC para el 2017, el 70% de
nuestra población total, tenía entre 15 y 60 años. En tanto que el 30% somos
mayores de 60 años.
Entonces la primera tarea es hacerles la
pregunta a nuestros trabajadores (no jubilados y menores de 60 años), que son
la mayoría. Estamos dando por sentado que todos en Panamá preferimos el fondo
público y que todos abrazamos el principio de la solidaridad entre
generaciones, y entre ricos y pobres. Pues puede que no sea el caso y las
nuevas generaciones, sin dejar de ser solidarios, piensen diferente en cuanto a
la mejor opción para todos.
Nuevas
tendencias en las reformas del sistema de pensiones de los países de América
Latina: perspectiva de la CEPAL
La publicación de la CEPAL, Panorama Social de América Latina 2017, nos
ofrece en su capítulo III una mirada a nuevas tendencias en las reformas de los sistemas de
pensiones en América Latina. Recomiendo la lectura completa del
documento y comparto continuación algunos aspectos introductorios.
De acuerdo con la CEPAL, “el desarrollo
institucional de los sistemas de pensiones se basa en la lógica de los esquemas
de pensiones obligatorios y contributivos… Desde este punto de vista, el
principal objetivo de un sistema de pensiones es proveer un seguro de ingresos
(por concepto de invalidez, vejez y muerte), que distribuye el consumo a lo
largo del ciclo de vida. En una definición más moderna de los sistemas de
pensiones también se tienen en cuenta objetivos de política pública, como la
reducción de la pobreza y la redistribución del ingreso”.
“En los enfoques más modernos de la
protección social, el desarrollo de los sistemas de pensiones requiere el
equilibrio de una fina ecuación que, además de la clásica función de seguro de
los ingresos frente a distintos riesgos, incorpora la solidaridad necesaria
para que los esquemas previsionales sean sostenibles y enfrenten la pobreza y
la desigualdad provocadas, entre otros factores, por los bajos índices de
cobertura. si bien en una evaluación básica del sistema de pensiones pueden
considerarse distintas y variadas dimensiones, los resultados de dicha
evaluación deberían dar respuesta al menos a tres preguntas en el marco de un
esquema que pertenece al sistema de protección social”.
La primera es: ¿cuál es la cobertura del
sistema de pensiones? Es necesario precisar y estimar indicadores de cobertura
cuantitativos y cualitativos para evaluar el sistema de pensiones. La dimensión
de cantidad se refiere a la cobertura de personas activas (proporción de la
población en edad de trabajar que cotiza en el sistema de pensiones) y de
personas pasivas (proporción de los mayores de 65 años con alguna prestación
del sistema de pensiones). La dimensión de calidad de la cobertura de las
personas activas, en general, se determina por la densidad de cotizaciones
(proporción de la vida laboral en que se realizan cotizaciones).
La segunda es: ¿son suficientes los
beneficios del sistema de pensiones? La comparación agregada más común consiste
en comparar los beneficios promedio del sistema de pensiones con la línea de
extrema pobreza, la línea de pobreza, el salario mínimo y el ingreso per
cápita. Con estos indicadores se estima la suficiencia de los beneficios
previsionales. El análisis de la calidad de los beneficios a nivel individual
se efectúa comparando el nivel de las pensiones con el de los ingresos previos
al retiro de los trabajadores y con ello se calculan las tasas de reemplazo del
sistema de pensiones.
Por último, la tercera es: ¿a qué costo se
alcanzan la cobertura y los beneficios entregados? Es necesario evaluar si el
sistema de pensiones es sostenible desde el punto de vista financiero, por
ejemplo, si los aportes públicos como porcentaje del producto interno bruto
(PIB) son apropiados en relación con otras necesidades económicas y sociales.
En el siguiente diagrama se representan
las áreas de una evaluación básica del sistema de pensiones, a saber: la
cobertura o cantidad de personas cubiertas (conjunto A), las prestaciones o el
nivel de las pensiones (conjunto B) —que dan una noción de la calidad del
sistema— y los costos y la sostenibilidad financiera del esquema de pensiones
(conjunto C). La intersección de los tres conjuntos, el área E, representa un
sistema de pensiones en equilibrio, es decir, que ha alcanzado una cobertura
adecuada, proporciona beneficios suficientes y es financieramente sostenible.
Si el sistema se encuentra fuera del área
E se deberán realizar modificaciones o reformas pues este no cumple con los
estándares relativos a la cobertura o la suficiencia de los beneficios o
presenta déficits financieros que hacen insostenible el esquema previsional.
En general, un sistema de pensiones
deficitario en estas tres dimensiones requiere la implementación de una reforma
estructural del esquema previsional.
Existen otras dimensiones que pueden
agregarse a la evaluación básica en el marco de un sistema de seguridad social
y que la transforman en una evaluación integral del sistema de pensiones. El
análisis de cada una de esas dimensiones, que están relacionadas con las
variables de la evaluación básica, también puede revelar condiciones que
requieran la modificación o reforma de los sistemas de pensiones.
Es recomendable realizar un análisis
integral del sistema de pensiones antes de elaborar una reforma previsional. En
la mayoría de los países de la región, se efectuó solo una evaluación básica,
concentrada en la sostenibilidad financiera y los efectos fiscales de los
sistemas de pensiones. La ampliación del campo de análisis es fundamental para
consolidar sistemas de pensiones modernos y para que en los futuros diseños de
los esquemas previsionales se tengan en cuenta otras dimensiones muy relevantes
para el logro de los objetivos de un esquema que pertenece al ámbito de la
protección social.
La transición demográfica y el acelerado
envejecimiento de la población en América Latina harán que los sistemas de
pensiones sean cada vez más relevantes, en virtud de sus efectos sociales,
económicos y políticos. En las últimas décadas, se llevaron a cabo numerosas
reformas de los sistemas de pensiones en América Latina, tanto estructurales
(11 países, 9 de ellos entre 1993 y 2003, Chile en dos oportunidades -1981 y
2008- y Panamá en 2008) como paramétricas (14 países entre 2008 y 2017). En las
reformas estructurales realizadas se implementaron distintos modelos de
pensiones.
Las lecciones, los principios y los
criterios que pueden extraerse de estas experiencias se analizan en este
capítulo de la publicación de la CEPAL.
Pecados capitales
Sergio Ramírez M.
www.nexos.com.mx / 011218
Llegué a la Universidad de León en 1959, antes de cumplir los 17 años, y
en mi pueblo natal de Masatepe los únicos comunistas que había conocido eran
unos hermanos zapateros, que acabada la faena diaria dejaban sus ropas de
trabajo y se vestían de blanco impoluto, los zapatos siempre con una mano
reciente de albayalde, para instalarse en el parque central, donde predicaban
entre bromas, frente a una escasa concurrencia, más contra la religión católica
que contra explotación de la casa obrera. Lo único que aprendí de ellos es que
comunista era sinónimo de ateo.
En la
universidad supe más pronto de la acción que de la teoría marxista. Llegué a
las aulas pocos meses después del triunfo de la Revolución cubana, y en las
manifestaciones callejeras contra la dictadura de los Somoza, una de las cuales
fue reprimida a balazos con saldo de cuatro compañeros muertos, nos acompañaba
el fervor reverencial por los guerrilleros barbados y vestidos de verde olivo
que habían logrado derrocar a Batista.
Nunca faltaban
los gritos contra el imperialismo. Dictadura e imperialismo eran conceptos
indisolubles. Nicaragua había sufrido en el siglo dos intervenciones militares
de Estados Unidos, y al final de la última de ellas, en 1933, dejaron instalado
a la cabeza de la Guardia Nacional a Anastasio Somoza, fundador de la dinastía,
quien al año siguiente orquestó una conspiración para asesinar al general
Sandino, héroe de la resistencia de seis años en contra de la ocupación.
Más que en el
estudio de la teoría marxista, reducida a manuales, eran los agravios los que
marcaban las convicciones. Cuando el viejo Somoza fue baleado de muerte por el
poeta Rigoberto López Pérez en 1956, el presidente Dwight Eisenhower lo llamó
“campeón de la democracia”. El Caribe era una selva donde reinaban las panteras
engalonadas: Batista, Trujillo, Somoza, Pérez Jiménez, Castillo Armas.
En 1954 el
gobierno del coronel Jacobo Arbenz había sido derrocado en Guatemala, y la
obscenidad de los hechos resultaba hasta candorosa: Allen Dulles era jefe de la
CIA y a la vez miembro del consejo directivo de la United Fruit Company; y su
hermano, John Foster Dulles, secretario de Estado, era abogado de la compañía,
a la que Arbenz había expropiado unas tierras ociosas para su programa de
reforma agraria, que a la postre resultó más moderado que el que el presidente
Kennedy propuso a comienzos de los sesenta en su Alianza para el Progreso.
Todos los
males, opresión, atraso y miseria, desigualdad social, falta de instituciones
democráticas, entrega de los recursos naturales a las potencias extranjeras,
eran atribuibles al imperialismo que, al amparo de la Guerra Fría, sostenía a
las dictaduras de derecha. No había nadie más a quien culpar. Hasta el triunfo
de la Revolución cubana la izquierda había estado ausente del poder, salvo por
el caso de Guatemala, y el de Bolivia, con la Revolución Nacional de 1952. Y la
única otra revolución había sido la mexicana a comienzos del siglo, y que,
comida por la polilla, distaba de ser vista ahora como una referencia.
El Frente
Sandinista de Liberación Nacional, fundado en 1961, nació del fermento de
izquierda en las aulas universitarias, y quien sería su fundador, Carlos
Fonseca, había dejado la escuela de derecho poco tiempo atrás de mi llegada,
para pasar a la clandestinidad. Y al bautizar como sandinista a la organización
guerrillera creó un vínculo con la historia de lucha antiimperialista en
Nicaragua; y a la par se creó otro con la Revolución cubana que acogía y
entrenaba a los movimientos guerrilleros del continente.
Carlos Fonseca
cayó en las montañas del norte de Nicaragua en 1976, a menos de tres años del
triunfo de la revolución, el cual no hubiera sido posible sin un cambio
fundamental de rumbo. El FSLN se dividió en tres tendencias, y la estrategia
guevarista del foco guerrillero en la montaña fue superada a partir de 1977,
cuando se crea la tendencia insurreccional, por la de una ofensiva generalizada
contra las tropas de Somoza, junto a la articulación de una alianza política
con todas las fuerzas antisomocistas.
El Grupo de los
Doce, formado en 1977 por empresarios, sacerdotes, profesionales e
intelectuales, fue esencial para el cambio de percepción que la sociedad tenía
del FSLN como un grupo de guerrilleros valientes y sacrificados pero sin
consenso social ni posibilidades de alcanzar el poder político. Y el asesinato
del periodista Pedro Joaquín Chamorro en enero de 1978, catapultó la lucha.
El triunfo de
la revolución en julio de 1979 fue el fruto del heroísmo de miles de jóvenes
combatientes que lograron derrotar al ejército pretoriano de Somoza, pero
también lo fue, y en una medida trascendental, de una brillante operación
política que movilizó a la población, despojó de temores a la clase media,
pospuso las aprensiones de los empresarios, y logró una interlocución con
Estados Unidos.
Una “transición
ordenada” fue negociada con la administración Carter, lo que implicaba la
salida de Somoza al extranjero con su familia y allegados, y la formación de un
mando conjunto del nuevo ejército, entre oficiales de la Guardia Nacional y
jefes guerrilleros. No resultó así al final, porque el vicepresidente Urcuyo,
que sólo debía entregar el mando a la Junta de Gobierno, desconoció el acuerdo,
y eso precipitó el avance de las fuerzas insurgentes y el desmoronamiento del
ejército.
Hay pecados capitales que definen la historia de un proceso
revolucionario, y definen, a fin de cuentas, la historia misma. El pecado
capital de la revolución nicaragüense consistió en poner la ideología por
encima de las posibilidades de la realidad. El socialismo, como idea redentora,
vino a ser una entelequia que despreció la realidad, y ésta terminó
imponiéndose.
La revolución
era, en primera instancia, una sincera ilusión de cambio en la mente de quienes
la habían hecho posible. Fue una empresa abierta, realizada con voluntad
espontánea por gente de distintas clases sociales que no se detuvieron a
considerar asuntos de ideología, menos la imposición una ideología férrea
basada en el protagonismo hegemónico de una clase obrera que a duras penas
existía en un país de fundamento agrario.
La ideología y
el ideal. Convertir a los pobres en protagonistas de la historia era parte
central de la idea de revolución, compartida por los cristianos partícipes del
proceso, promotores de la opción preferencial por los pobres del Concilio
Vaticano II y del Congreso ¿Eucarístico??? de Medellín. Y era un sentimiento de
la sociedad en general; una revolución sin cambios estructurales no puede
merecer ese nombre.
Pero la
ideología marxista de los manuales, y las concepciones leninistas sobre el
poder, flotaban arriba, en el estrato de la vanguardia, encarnada en los nueve
comandantes, dueños del papel de conducir la revolución por el camino correcto.
La revolución se había hecho con novedad e imaginación. Ahora, la ortodoxia
ideológica pugnaba por imponerse frente a la novedad y la imaginación.
El poder fue
conducido desde el primer momento en dos planos: en el interno las intenciones
de fondo, la creación a largo plazo de un Estado socialista bajo la guía de un
partido único, o al menos hegemónico; y en el externo la proclama del
pluralismo político, la economía mixta y el no alineamiento internacional.
Esta prédica de
la superficie logró un buen grado de credibilidad en Europa Occidental, fue aceptada
con algo de reticencia por los nuevos gobiernos democráticos de América Latina,
que entonces sustituían a las dictaduras militares, pero nunca convenció a los
Estados Unidos de Reagan, que dio su respaldo inmediato al ejército de la
contra, y así sobrevino en Centroamérica, tomando en cuenta las guerras en El
Salvador y Guatemala, una confrontación de la Guerra Fría en una oscura esquina
del tablero mundial.
En términos
estratégicos la revolución sandinista se amparó en el campo soviético, y en Cuba,
para el apoyo militar, y para los suministros básicos que incluían el petróleo,
mientras del otro lado prevalecía el embargo comercial de Estados Unidos.
Y, desde el
principio, la unidad de fuerzas políticas diversas que hizo posible el
derrocamiento de la dictadura había saltado en añicos. Muy temprano el FSLN
decidió que responsabilidad política de gobernar era en exclusiva suya, y éste
fue otro pecado capital. No sólo alejó a sus aliados, sino que les estorbó, o
impidió que formaran o consolidar partidos de oposición. Cuando fueron llamadas
las elecciones de 1984 quiso atraerlos de nuevo, pero la administración Reagan
les impidió participar, para deslegitimar al gobierno sandinista resultante de
esas elecciones.
La única
posibilidad de redimir a los pobres era creando riqueza, pero la estatización
de la propiedad, empezando por la agraria, y los controles del comercio,
resultaron en fracaso; y la guerra consumió los recursos y vino a desbarajustar
las iniciativas de transformación social que eran la razón de ser de la
revolución, salud, educación.
La empresa
privada sobrevivía maniatada, sin iniciativas ni confianza, sujeta a las
expropiaciones arbitrarias, y después se fue también por el embudo de la
debacle que representó la falta de divisas para los suministros básicos, la
inflación y el desabastecimiento.
Nadie en la
dirigencia sandinista imaginó la llegada de Gorbachov para sustituir a los
viejos carcamales del Kremlin, ni que enviaría al canciller Shevardnadze a
Managua con la notificación de que el apoyo estratégico llegaba a su fin, y que
era necesario entenderse con Estados Unidos. Tampoco fue previsible la
desaparición de la Unión Soviética ni la caída del muro de Berlín.
Cuando agotadas
las posibilidades de seguir adelante con una guerra que había desangrado hasta
la extenuación al país, se impuso la necesidad de los acuerdos de paz con la
contra, que también se había quedado sin respaldo del Congreso de Estados
Unidos, vinieron, como consecuencia, las elecciones de 1990, que el sandinismo terminó
perdiendo, y con las elecciones no sólo perdió el gobierno, sino el control de
las instituciones públicas y de las fuerzas militares y de seguridad. El
proyecto revolucionario colapsó, y las férreas concepciones ideológicas
cogieron rápidamente herrumbre.
La revolución
terminó entonces. No sobrevivió. Fue un proyecto complejo que dejó una marca en
la historia, con su voluntad de cambio y sus virtudes e ideales, y sus errores,
deficiencias y defectos de concepción.
Quienes
intentaron escribir la segunda parte se apropiaron de sus símbolos y de su
retórica, que luce hoy tan envejecida, pero su esencia se había disuelto sin
remedio. Eran unos ideales sustentados con ardor juvenil; y si reparamos en lo
que ocurre hoy día bajo el régimen represivo de Ortega, aquel discurso alentado
por el ardor juvenil se quedó extraviado en los entresijos del tiempo, y en
boca de unos viejos resulta en una cruel, y a veces ridícula, falsificación.
Porque quienes están siendo reprimidos son otros jóvenes idealistas como los
que entonces empuñaron los fusiles.
Son los nietos
de la revolución empeñados en otra revolución, esta vez sin armas.
¿Por qué crece el evangelismo en Brasil y qué consecuencias políticas tiene?
Entrevista de Eduardo Febbro a Lamia
Oualalou.
www.cpalsocial.org / 131218
Brasil ha sido la cuna de uno de los
movimientos eclesiásticos más puros y universales que se hayan conocido: la
Teología de la Liberación. A su cabeza, como teólogo substancial de esa
corriente, estuvo Leonardo Boff y, dentro de la Iglesia Católica, el obispo
Hélder Cámara, quien solía decir: «Si le doy de comer a los pobres, me dicen
que soy un santo. Pero si pregunto por qué los pobres pasan hambre y están tan
mal, me dicen que soy un comunista».
Boff y Cámara fueron reemplazados hoy por
una corte de pastores evangélicos de perfil liberal, millonarios como Edir
Macedo, el Obispo de la Iglesia Universal del Reino de Dios y dueño de
poderosos medios de comunicación.
El movimiento evangélico se ha convertido
así en un eje político y moral del país. Sin él, Jair Bolsonaro no se hubiese
izado a la segunda vuelta de la elección presidencial en condiciones ideales.
La historia de escenografías dignas de una ficción delirante y del método con
el cual los evangélicos tejieron su poder dentro de Brasil está narrada por la
periodista franco-marroquí Lamia Oualalou en un libro cautivante y preciso
publicado en Francia por las Editions du Cerf, Jesús t'aime, (Jesús te ama).
Especialista de América Latina, la periodista (que escribe en Le Figaro,
Mediapart, Europe 1, y Le Monde Diplomatique) indagó en el territorio plural de
los evangélicos y su investigación aporta una pieza clave para comprender qué
pasó, cómo los evangélicos se arraigaron en las zonas más pobres del Brasil y
cómo fueron penetrando todos los sectores de la sociedad mientras la iglesia
Católica y la izquierda brasileña se alejaban de ella.
Con el paso de los años, desde las bases y
con una narrativa basada en la “teología de la prosperidad”, los evangélicos se
volvieron una presencia común en las favelas, un apoyo cotidiano y estructurado
para millones de pobres. Al mismo tiempo desarrollaron una imponente red de
medios de comunicación. Expandieron su doctrina, sus valores, su grito de
guerra, Jesús Te Ama, y sus prohibiciones: se toma Juda Cola y no la otra.
Lejos de las síntesis apuradas y
folclóricas, la investigación de Lamia Oualalou es un retrato fresco y profundo
de una particularidad brasileña cuya dimensión no siempre se tomó en cuenta. No
es un azar si en 2010 un notorio evangelista ligado a la Iglesia Universal,
Marcelo Crivella, se convirtió en el alcalde de Río de Janeiro.
El principal país católico del mundo,
aquel donde, en su gran primer viaje, el papa Francisco movilizó a millones de
personas, es la tierra prometida de un evangelismo ultraconservador. El
movimiento evangélico le ganó al papa y, como lo demuestra la autora de la
investigación, también al Partido de los Trabajadores (PT) y al resto de la
izquierda brasileña que se concentró en los núcleos urbanos y desatendió las
periferias donde prosperan la marginación, la pobreza, la violencia y la
soledad social. Este libro cautivante corre el telón de un país que se volcó al
mensaje evangelista y sus propuestas redentoras cuando el Estado lo abandonó.
Bolsonaro
no habría llegado a encontrarse a un paso de la presidencia sin el respaldo de
los evangélicos. Estos derrotaron al PT en los templos bastante antes de las
elecciones. ¿Cuál es su visión de este hecho?
En Brasil hemos visto la consecuencia
directa de la influencia evangelista en las elecciones luego de que los
pastores más importantes llamaran a votar por Bolsonaro. Hoy tenemos una buena
parte de la población brasileña que no solo es evangélica, sino que también
sigue lo que le dice el pastor. Esto ha tenido y tendrá un impacto muy
complicado porque el PT no sabe hablar con los evangélicos. Ese ha sido uno de
los grandes errores que ha cometido en el pasado. Bolsonaro entendió muy bien
cómo hablar con ellos. Su mujer es evangélica, pero él no.
Bolsonaro aceptó toda una parte del circo
evangélico: pidió a un pastor que lo bautizara y acude con frecuencia a los
actos evangélicos. Y como la izquierda abandonó en muchos sentidos a los
pobres, estos se fueron cada vez más a la derecha. En este momento de crisis y
de miedo, él viene con este discurso de orden, de matar a los bandidos. Está
además el trabajo de diabolización del PT que los pastores supieron hacer muy
bien.
El discurso que se escucha en los templos
consiste en decir que la crisis y la recesión se deben a una intervención de
satanás, y ese satanás es el PT. El diablo hizo que la prosperidad económica
terminara. Presentan al PT como si fuera un partido muy radical cuando en
realidad es de centroizquierda. La gente se compró una retórica que nada tiene
que ver con la realidad.
Por otra parte, los evangélicos trabajaron
el tema de los medios. La segunda televisora del país es de propiedad de Edir
Macedo, el obispo de la iglesia Universal. Macedo puso todo su aparato
mediático al servicio de Bolsonaro. La noche del último debate antes de la
primera vuelta no fue al debate, pero la televisión evangélica difundió una
entrevista con él. Fue una guerra abierta usando todos los medios evangélicos.
La gente solo escucha la radio evangélica, ve la televisión evangélica,
participa de los grupos evangélicos de Facebook y WhatsApp. La gente vive
confinada en ese mundo. Y claro, viven en ese círculo porque los partidos y
movimientos progresistas, el PT por ejemplo, desampararon a esta gente. Al
final, lo que ocurrió es que se cortaron los puentes para dialogar con la gente
humilde.
El PT intenta a la apurada acercarse a ese
electorado, pero para la gente que cree en el discurso del pastor, ya es tarde.
Lo que habría que hacer es deconstruir la imagen de los pastores y demostrar
que la mayoría de ellos son bandidos, que son las principales fortunas del
país. Pero esto no se lleva a cabo en un par de semanas. Lo que habría que
hacer es volver a hablar con toda esa gente, pero no de la Biblia como lo están
intentando hacer sino de lo que más importa en la vida del brasileño: una
educación mínima, un acceso a la salud, volver a tener farmacias populares que
den remedios gratuitos, tener un salario mínimo. Esa es creo la única manera de
recuperar una parte del voto evangélico. El poder de Bolsonaro va a depender
mucho del poder de los pastores evangélicos.
En
su investigación queda muy claro que esta expansión del evangelismo es una consecuencia
de la ausencia crítica del Estado, así como de un alejamiento de la iglesia
católica y de la izquierda de los sectores populares. El evangelismo progresa
en varios países.
Hay una expansión decisiva del evangelismo
en América Latina. En México, los evangélicos desempeñaron un papel en la
elección de Andrés Manuel López Obrador, aunque no fue tan importante. En este
país la organización política de los evangélicos todavía no está establecida y
los católicos siguen acudiendo a la iglesia. Pero también se desarrolla en
Argentina, en Colombia y en Chile, y en América Central.
Para explicar esto hay que resaltar que
hubo varios movimientos que se produjeron al mismo tiempo. Por un lado, poco a
poco, la iglesia Católica fue desapareciendo de los lugares más populares, o
nunca estuvo como pasó en las nuevas ciudades populares y las favelas que se
crearon con una velocidad enorme después de los años 70. La iglesia católica
tiene aquí un problema de presencia urbana: se entiende solo en el centro de la
ciudad. En Brasil, en las favelas y las ciudades emergentes no hay centro.
Entonces, por un lado, la iglesia católica no entra. Por el otro, en ese mundo
suburbano, pobre, con gente oriunda, por ejemplo, del nordeste que perdió el
apoyo familiar y carece de trabajo decente, no hay lugares de sociabilidad.
Cuando le preguntaba a la gente por qué
iba a la Iglesia evangélica, el argumento teológico no aparecía. De hecho, lo
único que existe es el templo evangélico: allí pueden cantar, hacerse de
amigos, dejar a sus hijos. No están presentes ni el Estado con políticas
públicas (salud, trabajo, educación), ni la iglesia católica, pero sí están
presentes los evangélicos que suelen prestar algunos de esos servicios. En los
templos encuentran todo esto, o sea, un lugar de respaldo. Por ejemplo, si
alguien pierde su trabajo, la red se activa hasta que consigue uno. Y si le
hace falta comida, le dan arroz. Los evangélicos, en Brasil, ocuparon el
espacio del Estado con el consiguiente impacto cultural y político que ello
acarrea. La gente vive encerrada en ese mundo, todo el tiempo. Y esto pasa en
parte también porque los movimientos progresistas, los partidos de izquierda,
abandonaron a esta gente con un nivel de prejuicio muy alto. No hay que olvidar
que el PT está muy ligado con la izquierda católica.
En
el caso de Brasil es tanto más paradójico cuanto que fue el país donde nació la
Teología de la Liberación. Sin embargo, con la expansión del evangelismo y su
modelo liberal, se ha vuelto la cuna del evangelismo, al que usted define como
una «teología de la prosperidad».
Fue la tierra de la Teología de la
Liberación hasta que el papa Juan Pablo II decidió acabar con eso. Se dieron
entonces dos movimientos paralelos: por un lado, el Estado desaparecía al mismo
tiempo que la economía producía más precariedad, y por el otro, la iglesia
católica se alejó.
La lógica de la «teología de la
prosperidad» es fascinante porque le dice al adherente de la iglesia que,
básicamente, tiene derecho a todo: a la salud, a una buena vida material. ¡Y eso ahora mismo y no en la próxima vida!
Y si no lo tiene es solo porque no lo sabes exigir.
Esto implica un cambio con respecto a la
relación con Dios: Dios tiene que darte eso y tu solo tienes que saber
pedírselo. Y para pedírselo debes formar parte del grupo evangélico, pagar y
rezar. Y al final, lo más interesante es que funciona: cuando los evangélicos
dicen «deja de beber y vas a encontrar un trabajo», la gente termina trabajando
más y mejor y no está borracha. La gente termina viendo que hay un impacto
positivo en su vida, que gasta menos dinero en alcohol o en ir al futbol y
tienen, por consecuencia, más plata. El pastor les promete mucho, mucho más,
pero la gente pone sus necesidades a su altura. Traducen las promesas del pastor
de tener un Cadillac en un trabajo menos precario, en un crédito inmobiliario
bueno. Se lo creen todo, aunque lo que obtengan sea mínimo.
¿La
izquierda brasileña tampoco captó a qué correspondía exactamente la «teología
de la prosperidad»?
No, claro que no y eso ha sido otra
tragedia. La izquierda interpretó la «teología de la prosperidad» de forma muy
básica. La vio únicamente como una adaptación del neoliberalismo. Es cierto que
hay una parte de consumismo y de dinero, pero también las iglesias evangélicas
funcionan con una fuerte lógica de solidaridad. Hoy se pagan las consecuencias:
lo que empezó solo con Dios se convirtió en un enorme movimiento moralista,
anti-PT, anti-intervención del Estado. Sí, es cierto que los evangélicos están
en una lógica de consumo capitalista. No obstante, ese era el discurso de todo
el país y nadie fue contra eso. Incluso en los años de Lula se decía: “ahora
todos los brasileños pueden ser ciudadanos porque tienen acceso a una tarjeta
de crédito” (Guido Mantega, ex ministro de Hacienda). Y eso es precisamente lo
que se dice en una iglesia Evangélica. Para mucha gente, los años de Lula le
dieron más legitimidad a la teología de la prosperidad. Ese discurso se apoderó
de todo el país. El evangelismo también es una forma de ascenso en la escala
social. Ni el trabajo, ni la política ni el sindicalismo se permiten a esas
personas.
¿Bolsonaro
y los evangélicos han sido entonces los actores de una doble victoria: la que
obtuvieron ante del PT y frente al papa Francisco?
Cuando vino a Brasil el papa Francisco se
dio cuenta de que tal vez era demasiado tarde. El problema era mucho más grave
de lo que el papa pensaba. Cuando les preguntaba a los evangélicos qué pensaban
de Francisco, muchos de ellos ni sabían quién era Francisco. No estaban ni
siquiera en contra él: ni siquiera sabían bien quién era. Y estamos hablando
del primer país católico del mundo. Además, la derrota tiene otra dimensión:
para no perder terreno, una parte de la iglesia Católica termina en muchos
casos imitando a la iglesia Evangélica. En Brasil hay sacerdotes que los copian
totalmente: si vas a una iglesia Católica, un domingo, no sabes si estás en un
templo evangélico o en uno católico.
Es todo el movimiento de renovación
carismática. El Papa odia a este movimiento, pero tuvo que aceptarlo. La única
manera de cambiar la situación actual es con un trabajo de terreno. Pero el
problema es que el Papa está en Roma y la gente que está en Brasil piensa lo
contrario, fue puesta por los dos papas anteriores (Benedicto XVI y Juan Pablo
Segundo) y hoy no repercute lo que ordena el Papa Francisco. Derrota también
del PT, claro. La izquierda brasileña dejó de atender a las poblaciones pobres.
Encima, la campaña se articuló en torno a WhatsApp, detalle que el PT tampoco
entendió.
Los
evangélicos trabajaron a la sociedad cuerpo a cuerpo, sector por sector. Se
expandieron en los círculos deportistas, entre los actores, los surfistas, la
policía, el crimen organizado. Como lo haría una empresa comercial.
Los evangélicos tienen una visión de
marketing sobre la sociedad. De hecho, no hay una iglesia evangélica sino
muchas. Si mañana quieres ser un pastor, puedes. El único punto en común entre
todas las iglesias es la fuerte personalidad de los pastores. A lo mejor un
Lula hoy sería un pastor. Hacen una iglesia que interesa a la gente que juega
al fútbol, otra iglesia para los gays porque están excluidos y es una población
importante y hay que atraerlos, otra iglesia más rigurosa y una más permisiva. Esto
termina teniendo una fuerza increíble porque siempre acabas encontrando una iglesia
a tu gusto.
Por eso están en todo el país. Tienen
entonces dos estrategias: una de marketing y otra de penetración de los poderes.
Están en el aparato judicial, en la política (tienen 90 diputados), en la
policía. Si ves la página de la policía militar verán que una parte de las
ayudas sociales están organizadas por los evangélicos. Hasta son mayoritarios
en las cárceles. En Río de Janeiro, de las 100 representaciones religiosas que
están presentes en las cárceles 92 son evangélicas. Es impresionante. Al final,
el Estado les da este derecho porque ha perdido su capacidad de intervención.
No puede llegar a los lugares inaccesibles y los evangélicos sí. Esto les da un
enorme poder.
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