Nazanin Armanian
www.publico.es / 23 10 18
El 7 de diciembre del 1977, el escritor
secular y progresista de Arabia Saudí, Nasir As-Said, es secuestrado en plena
calle de Beirut y trasladado a la embajada de este país, desde donde desaparece
para siempre. Había huido de Arabia en 1956 por defender el nacionalismo árabe
y colocar el lema de “un parlamento libre y democrático para Arabia saudí”, en
el centro de sus demandas. Su asesinato fue organizado por la casa Saud y la
CIA. Jamal Khashoggi ni de lejos se parecía a As-Said, aunque su trágico final se
parece más al guion de una película hollywoodiense de gánsteres, con morbo,
intriga e incluso una historia de amor.
En el asesinato del periodista árabe
existen tres niveles de “intereses”: nacionales, regionales e internacionales,
y justamente la presencia de demasiados actores en el escenario está
dificultando la ocultación de lo sucedido y poder zanjarlo con un “pacto entre
los varones de la mafia” involucrados, impidiendo que ruede la propia cabeza
del principal autor intelectual del crimen el príncipe heredero Mohammad Bin
Salman (MBS).
Según The
Washington Post, la inteligencia estadounidense había interceptado la
conversación de los funcionarios saudíes que discutían el plan para atrapar al
periodista, y aunque el diario no revela los detalles, levanta la sospecha
sobre la inacción de la CIA y el hecho de que no le avisaran a la víctima,
ni mucho menos prestarle protección.
Al contrario de Bin Laden (el agente de la
CIA, cuya supuesta
muerte peliculera fue anunciada por Barak Obama sin presentar
pruebas de su asesinato. ¡No hubo ni cuerpo!), en la muerte de Jamal Khashoggi,
Donald Trump -que hace de portavoz de la casa Saud-, se ha visto obligado a
confirmar la muerte trágico del hombre, bajo las presiones de Turquía, aun sin
tener su cadáver.
Se trata de un asesinato premeditado: en
septiembre, el periodista, residente en EEUU, acudía a la embajada de su país
en Washington para arreglar sus papeles y poder contraer matrimonio con la
estudiante universitaria turca Hatice Cengizel. Pero, los funcionarios le
recomiendan, “incomprensiblemente”, que fuera a Turquía a gestionarlo, lo cual
muestra la complicidad de la embajada, que está bajo el mando de nada menos que
el príncipe Khaled, el hermano de MBS. Y es lo que hace el novio. El 31 de
septiembre, acude al consulado de Arabia en Estambul y aquí le citan para que
regrese el día 2 de octubre y recoger sus documentos, tiempo suficiente para la
llegada del escuadrón de la muerte desde Arabia Saudí.
¿Quién
le traicionó?
Ya temía por su vida, cuando en 2017
Khashoggi rechazó la invitación de los Saud para volver al país y trabajar como
asesor de los medios de comunicación de la corte real. Sin embargo, bajó la
guardia, posiblemente porque, tanto sus contactos en Riad como (un sector de)
los servicios de inteligencia estadounidenses y turco le habían asegurado que
estaría a salvo en Turquía. Y los tres le traicionaron o le fallaron. Cabe
recordar que años atrás, concretamente en 1968, la misma CIA iba a secuestrar
al periodista griego Elias Demetracopoulos, refugiado en EEUU, por órdenes de
Richard Nixon y Henry Kissinger ya que había descubierto unos documentos que
revelaban la ayuda de 549.000 dólares de la dictadura militar griega a la
campaña electoral de Nixon. El plan era conducirle hasta la embajada griega en
Washington para matarlo.
¿Quién
era Khashoggi?
Empezó su carrera periodística sobre 1980,
cooperando con la CIA y la casa Saud en promocionar en la prensa la
“Yihad” anticomunista dirigido por su compatriota Bin Laden en
Afganistán y la región, para después resaltar los crímenes de Al Qaeda con dos
objetivos: justificar
la farsa de EEUU en su “Guerra contra el terror”, y quitar la
etiqueta de “fundamentalista y bárbaro” al régimen saudí presentándole
“moderado”. Así, se convirtió en el asesor de prensa del jefe de Mukhabarat (Servicios
de Inteligencia de Arabia), el príncipe Turki al Faisal, primo de MBS, e hijo
de Faisal quien fue rey de Arabia hasta su asesinato en 1975 por un sobrino
(¡lo cual muestra las amenazas que acechan al propio MBS, desde dentro!).
Su colaboración fue premiada por el príncipe
Kalid Al Faisal, el dueño del diario de Al-Watan (La Patria), y hermano de
Turki Al-Faysal, quienes le dieron el puesto del director en el rotativo. Su
paso por los medios de propaganda del régimen fue breve, y eso a pesar de que
seguía encubriendo los crímenes de la mafia gobernante. Los Saud, que siguen el
lema de “O estás conmigo o contra mí”, son incapaces de soportar ni consejos
amistosos de los periodistas de estas publicaciones. Khashoggi nunca dejó de
ser leal a Washington y a las dictaduras de la región apoyando las agresiones
militares de EEUU y sus socios europeos, turco y árabes a las repúblicas semi
seculares de Irak, Libia y Siria, que han causado la muerte y dolor a decenas
de millones de personas.
Khashoggi nunca escribió sobre la
situación de los trabajadores, mujeres o de los presos políticos que reciben
decenas de latigazos en su cuerpo hasta que su piel sea arrancada (como ha
sucedido al joven Ali al-Nimr, condenado a muerte en 2014 por su participación
en las protestas de la primavera árabe de 2012), ni mencionó nunca los
gravísimos abusos, incluidos físicos y sexuales, que sufren muchos de los 9
millones de personas migrantes en el país. En 2017, al menos 146 personas
fueron ejecutadas en Arabia Saudí, y la mayoría decapitadas, al puro estilo del
“Estado Islámico”, por acusaciones como el ateísmo, blasfemia, homosexualidad,
brujería o criticar al poder.
¿Por
qué MBS va por él?
Khashoggi se hace “desertor” (que nunca
opositor, ni siquiera crítico) cuando el rey Salman bin Abdulaziz organiza un
golpe de estado para nombrar heredero a su hijo, al joven Mohammad,
destituyendo al verdadero heredero, Mohamed bin Nayefel de 59 años. A pesar de
que el periodista no deja de respaldar al que iba ser el futuro rey ilegítimo
de Arabia y sus falsos intentos de reforma, MBS planea eliminarlo, por:
1+ Cuestionar, aunque nunca de forma
directa, la legitimidad del príncipe heredero.
2+ Simpatizar con la poderosa organización
rival del wahabismo la Hermandad Musulmana (HM) que gobierna en Qatar y
Turquía. Lo que agrava este “pecado” es que la HM no es la enemiga apóstata
chii, sino una alternativa sunnita viable a la versión más intransigente del
Islam impuesta en Arabia. El periódico saudí de Okaz (nombre de un zoco en la
antigua Arabia), semanas antes del asesinato, desveló su encuentro con el Emir
de Qatar, Tamim Bin Hamad, en el Hotel Four Seasons en Nueva York.
3+ Poseer información privilegiada de lo
que sucedía en el hermético seno del poder, además de conocer al detalle los
trapos sucios de la monarquía.
4+ Ser Khashoggi un saudí “patriota”: no
le podían acusar de ser “agente del occidente”.
5+ Perjudicar a la casa real desde EEUU,
el centro del imperio, y donde MBS había invertido miles de millones de dólares
para comprarse prestigio.
6+ Distanciarse de la postura proisraelí
de la casa real sobre Palestina en general y su renuncia a Jerusalén oriental
como futura capital del estado palestino, en particular. El asesinato del
periodista también hace feliz a Israel.
Pedagogía
del terror
Los detalles de su terrible muerte
(filtrados en capítulos por el régimen de Erdogan, para su propio beneficio),
han sido un aleccionamiento: podrían haberle puesto una bomba en su coche y
pegarle un tiro (cosas que la prensa “amiga” podría tachar de “ajuste de
cuentas” por droga, amor o lo que fuese, y los gobiernos amigos se lo hubieran
agradecido). Nadie se ha escandalizado con el asesinato de la periodista
maltesa Daphne Caruana Galizia, o al esloveno Jan Kuciak. Pero, descuartizar
viva a una persona y encima, en un consulado, y para más inri en un país no
amigo como Turquía, ha sido la obra de un carnicero estúpido, imposible de
soportar para el mundo incluso con los acostumbrados con los estándares
saudíes.
MBS, así echa a perder la ingente
inversión en los medios de comunicación occidentales que hizo para que le
presentaran como reformador y el hombre que iba a curar la incurable esclerosis
de una teocracia que siempre es medieval: consiguió que la prensa en vez de
hablar de sus crímenes en Yemen hablara del levantamiento de la prohibición de
conducir a las mujeres, mientras que por la puerta atrás
seguía deteniendo a las activistas feministas.
Ahora, no sólo ha asestado un duro golpe a
sus aliados que pusieron la alfombra roja al “reformador MBS”, sino que acaba
con el espejismo de la capacidad de reformar una teocracia sanguinaria.
Matar al periodista ha sido el suicidio de
un arrogante y desesperado heredero, y la consecuencia de la impunidad que le
han regalado las potencias mundiales a este país y a Israel: ¡Arabia sigue
siendo miembro del Consejo de Derechos Humanos de la ONU y del Comité para el
Empoderamiento de las Mujeres y la Igualdad de Género!
El año pasado los
Saud organizaron su particular “noche de cristales rotos”, cuando el
rey Salman citó a 11 príncipes y 38 ex ministros en el hotel Ritz-Carlton de
Riad, para allí encerrarlos, torturarlos, y no soltarlos antes de desvalijar
sus cuentas billonarias. El príncipe
de las tinieblas saudí, también secuestró al primer ministro
libanés, Saad Hariri, y ni la ONU le reprochó. Nadie ha querido a los saudíes
lo suficiente para salvarlos de sí mismos.
Sin apoyo en el interior de la casa real,
y ahora tampoco en exterior, MBS puede marcharse, sumiendo en una mayor
incertidumbre a su país y a la región. Lo único seguro es que esta crisis no
terminará en una república ni siquiera en una “república “islámica para Arabia.
Entre las pocas alternativas que le quedan
a la casa saud están:
1) Apartar al heredero, y cerrar la crisis.
Salman ha confundido la importancia estratégica de Arabia para EEUU con la
importancia de un MBS que es absolutamente prescindible. La soga ya está
en el cuello del “Trump saudí”. Es más, si no se va por las buenas, la CIA
tiene medios y suficiente experiencia para hacerlo por las malas.
2) Provocar algún incidente grave a nivel
internacional para que los titulares de la prensa se desviasen del “caso de
MBS”.
Empieza, de todas formas, una nueva ronda
de juego árabe de tronos.
Y, por último, a pesar de las afirmaciones
de los líderes occidentales, Arabia Saudí carece del poder real para chantajear
al mundo: es una simple y llana colonia de EEUU.
En 1818, el sultán otomano Mahmud II colgó
la cabeza del rey del primer estado saudí Abdullah bin Saud en la puerta de
Constantinopla. Hoy, 200 años después, el aspirante a sultán otomano, Tayyeb
Erdogan está sujetando en una mano la cabeza del príncipe heredero de Arabia
Saudí Mohammed Bin Salman (MBS), y con la otra mantiene una daga debajo de su
cuello. Pero, ¡Tranquilos! No le matará: hoy, el autor intelectual del
magnicidio de Estambul vale más vivo que muerto.
El presidente turco, ha adoptado la
estrategia de Sherezade, la cuenta cuentos persa de Mil y Una noches: narra,
noche tras noche, sus relatos previamente recortados, para sacar ventajas a un
asesino, mientras guarda algún (o varios) as debajo de la manga.
Erdogan y Milli İstihbarat Teşkilatı
(MIT), la Organización Nacional de Inteligencia turca, empezaron a filtrar los
macabros detalles del asesinato del periodista
islamista Jamal Khashoggi, a partir del día 4 de octubre,
ignorando el dolor de la familia, con el único objetivo de sacar el máximo
provecho de la situación, mientras negociaba en secreto con EEUU y Arabia
saudí. Por lo que, en la noche número 999, y a pesar de haber prometido al
mundo contar la verdad “en toda su desnudez” sobre el asesinato,
suspendió la siguiente entrega que iba a ser la publicación de una cinta de
audio de 11 minutos sobre el crimen.
Es más que probable que Ankara tuviera
conocimiento sobre el trágico fin de Khashoggi desde el minuto uno, y decidiera
dosificar la información, y pasar a la siguiente entrega dependiendo de la
reacción oficial de Riad y de los resultados de negociaciones que están
llevando a cabo con Khalid Al Faisal, el emir de la Meca designado por el rey
Salman como representante de los saudíes.
Se desconoce si dicha información procedía
de algún espía turco en el consulado, de la captación de las conversaciones de
uno de los asesinos por su móvil pinchado, o los micrófonos instalados dentro y
fuera del consulado. A partir de allí, empieza una ingeniería informativa que
otorga al sultán Erdogan imponerse a su alteza Bin Salman: justo cuando éste se
desmarcaba del crimen, publicó el video de los sicarios, entre los que se
encontraba el asesor personal de MBS.
La estrategia turca de “presión y
paciencia” funcionó: Los saudíes, después de dos semanas de negar cualquier
conexión con la desaparición de Khashoggi e incluso culpar a la propia Turquía
por su desaparición, admitieron el crimen por sus agentes, mientras ambos lados
omitían la implicación de MBS, a pesar de las innegables evidencias, como la
conversación interceptada de Mohammed con la inteligencia saudí en EEUU por la
CIA.
Esta “coincidencia” huele a un pacto entre
EEUU, Turquía y Arabia Saudí, que dejaría escaparse a Mohammed por la ventana
ahora que Ankara, hábilmente, le había cerrado todas las puertas. También
llaman la atención que hasta hoy, Ankara no haya expulsado a los diplomáticos
saudíes, ni siquiera les haya levantado la inmunidad, o que la policía turca no
entrase en el consulado los primeros días, a pesar de tener plena jurisdicción
sobre la sede, regalándoles a los saudíes 15 valiosos días, para elaborar
coartadas. Inspeccionaron la sede diplomática después de que Erdogan llamase al
rey Salman y le pidiera cortésmente la autorización.
Puede que el malabarista turco, que con
este asunto está viviendo los mejores días de su mandato, 1) No quiera
deteriorar sus relaciones con Arabia y los aliados de éste, por sus grandes
inversiones en Turquía (sobre todo en el sector del “ladrillo”), y 2) necesita
de Riad para alcanzar un acuerdo sobre Siria y el reparto de las zonas de
influencia en este país, al que agredieron juntos en 2015 utilizando a los
yihadistas: Hay que negociar el reparto del botín sobre las cenizas de
aquella nación. Además, con la lira por el suelo, la economía turca necesita
atraer inversiones de los países árabes de la región. De allí Erdogan alabe la
“sinceridad” del rey Salman en “llegar al fondo de la muerte de Khashoggi”.
El presidente de Turquía tenía cierta
amistad con Jamal Khashoggi (sobrino del traficante de armas Adnan Al Khashoggi,
implicado en el
escándalo Irán-Contras”, y primo de Dodi al Fayet), que era
de origen turco, y con el que compartía la ideología de la Hermandad Musulmana
(HM), poderosa organización sunnita que ya gobierna en Turquía y Qatar, y
cuenta con decenas de millones de simpatizantes en Egipto, Túnez, Líbano, y otros
estados “sunnitas”.
Razones de una profunda brecha
Desde la toma del poder por el partido
derechista-islamista de Justicia y Desarrollo, y sobre todo a partir del
portazo recibido por la Unión Europa, la Turquía imperialista intenta
aumentar su influencia en los territorios “musulmanes” del imperio otomano,
desafiando a Arabia Saudí. De modo que las relaciones entre ambos estados han
pasado por las siguientes fases:
1+ En 2003, y tras la invasión liderada
por EEUU a Irak en 2003, Bush desmantela el gobierno árabe-sunnita de Irak y lo
reemplaza por otro árabe-chiita e incluye una autonomía kurda en el nuevo
estado, cambiando el equilibrio de la región en favor de Irán. Riad y Ankara
(¡y Tel Aviv!) deciden unir sus fuerzas para contener a los iraníes.
2+ El 2011 es el año del fin de la luna de
miel entre la pareja, por las “Primaveras” de Egipto y Túnez. Riad no escatima
dinero para derrotar a las fuerzas de la HM (respaldadas por Barak Obama), e
incluso patrocina,
junto con Emiratos Árabes Unidos (EAU), un golpe un estado militar en Egipto
contra el presidente Mohammed Mursi perteneciente a HM. De hecho, Erdogan ha
autorizado las actividades de los disidentes “hermano-musulmanes” egipcios en
el suelo de Turquía donde disponen hasta de estaciones de televisión.
3+ En 2017, las amenazas de un ataque
militar de Arabia Saudí y EUA a Qatar y el embargo del pequeño país aliado de
Ankara, por mar, tierra y aire por dichos países, enfurece tanto a Erdogan que
decide instalar
una base militar en Doha, desafiado la hegemonía saudí incluso
en las aguas del Golfo Pérsico.
4+ El
distanciamiento entre Turquía y el gobierno de Trump es
aprovechado por Riad, quien “compra” al presidente de EEUU, por miles de
millones de dólares.
5+ Además, Turquía se opone a las
políticas saudíes en aislar a Irán y también a su renuncia a Jerusalén
Oriental como la capital de Palestina.
“No es posible que guardemos silencio
sobre lo ocurrido”, advirtió Erdogan a los Saud, insinuándoles que no
buscasen a un “salvador” en la Casa Blanca de Washington: él estará en la Casa
Blanca (Ak Sarayı) de Ankara.
Las demandas de Erdogan a EEUU y Arabia
Lo que Turquía puede obtener de este drama
es de tal magnitud que no se debe descartar que la propia MIT, a pesar de tener
conocimiento previo sobre los planes de MBS, dejara que sucediera. La
decadencia de Egipto, el peso pesado del mundo árabe-musulmán, y la caída de
Arabia Saudí al fondo de los infiernos, es una gran oportunidad para que
Turquía se presentarse como líder mesurado y moderado del mundo islámico-sunnita.
Además, con una “cinta” en su caja fuerte, puede presentar las siguientes condiciones
a Washington y Riad para rescatar a la Casa Saud (que no al heredero):
a) Dejar de apoyar
y armar a los kurdos de Siria. Es posible que Erdogan haya
conseguido algún compromiso al respecto: días después del asesinato de Khashoggi,
Turquía liberó al pastor estadounidense Brunson, encarcelado en 2016, y anunció
una mayor coordinación con las fuerzas de EEUU en Siria.
b) Levantar las sanciones impuestas por
EEUU a Turquía.
c) Levantar las sanciones económicas a
Qatar por Arabia y EAU.
d) Celebrar el juicio de los criminales en
Turquía, el lugar del crimen, para así seguir sacando provecho del cadáver del
desgraciado Khashoggi. ¡Tendrá que darse prisa, antes de que todos los
implicados pierdan la vida, como el teniente Meshal Saad al-Bostani, que murió
en un “accidente” de tráfico, dos días después de regresar a su país (¡a ver,
no iba a tener este “accidente” en el consulado en Berlín!)
Entre estas demandas está ausente poner
fin a la guerra que ha desgarrado a Yemen.
El viaje de la directora de la CIA, Gina
Haspel a Ankara para verse con el jefe de la inteligencia turca Hakan Fidan
tiene como objetivo examinar las pruebas de Turquía y también fabricar una
coartada común para impedir la desestabilización de Arabia.
El culebrón turco sobre los gánsteres
saudíes seguirá emitiéndose, haciendo temblar los cimientos del tambaleante
Oriente Próximo.Nazanin Armanian
www.publico.es / 23 10 18
El 7 de diciembre del 1977, el escritor
secular y progresista de Arabia Saudí, Nasir As-Said, es secuestrado en plena
calle de Beirut y trasladado a la embajada de este país, desde donde desaparece
para siempre. Había huido de Arabia en 1956 por defender el nacionalismo árabe
y colocar el lema de “un parlamento libre y democrático para Arabia saudí”, en
el centro de sus demandas. Su asesinato fue organizado por la casa Saud y la
CIA. Jamal Khashoggi ni de lejos se parecía a As-Said, aunque su trágico final se
parece más al guion de una película hollywoodiense de gánsteres, con morbo,
intriga e incluso una historia de amor.
En el asesinato del periodista árabe
existen tres niveles de “intereses”: nacionales, regionales e internacionales,
y justamente la presencia de demasiados actores en el escenario está
dificultando la ocultación de lo sucedido y poder zanjarlo con un “pacto entre
los varones de la mafia” involucrados, impidiendo que ruede la propia cabeza
del principal autor intelectual del crimen el príncipe heredero Mohammad Bin
Salman (MBS).
Según The
Washington Post, la inteligencia estadounidense había interceptado la
conversación de los funcionarios saudíes que discutían el plan para atrapar al
periodista, y aunque el diario no revela los detalles, levanta la sospecha
sobre la inacción de la CIA y el hecho de que no le avisaran a la víctima,
ni mucho menos prestarle protección.
Al contrario de Bin Laden (el agente de la
CIA, cuya supuesta
muerte peliculera fue anunciada por Barak Obama sin presentar
pruebas de su asesinato. ¡No hubo ni cuerpo!), en la muerte de Jamal Khashoggi,
Donald Trump -que hace de portavoz de la casa Saud-, se ha visto obligado a
confirmar la muerte trágico del hombre, bajo las presiones de Turquía, aun sin
tener su cadáver.
Se trata de un asesinato premeditado: en
septiembre, el periodista, residente en EEUU, acudía a la embajada de su país
en Washington para arreglar sus papeles y poder contraer matrimonio con la
estudiante universitaria turca Hatice Cengizel. Pero, los funcionarios le
recomiendan, “incomprensiblemente”, que fuera a Turquía a gestionarlo, lo cual
muestra la complicidad de la embajada, que está bajo el mando de nada menos que
el príncipe Khaled, el hermano de MBS. Y es lo que hace el novio. El 31 de
septiembre, acude al consulado de Arabia en Estambul y aquí le citan para que
regrese el día 2 de octubre y recoger sus documentos, tiempo suficiente para la
llegada del escuadrón de la muerte desde Arabia Saudí.
¿Quién
le traicionó?
Ya temía por su vida, cuando en 2017
Khashoggi rechazó la invitación de los Saud para volver al país y trabajar como
asesor de los medios de comunicación de la corte real. Sin embargo, bajó la
guardia, posiblemente porque, tanto sus contactos en Riad como (un sector de)
los servicios de inteligencia estadounidenses y turco le habían asegurado que
estaría a salvo en Turquía. Y los tres le traicionaron o le fallaron. Cabe
recordar que años atrás, concretamente en 1968, la misma CIA iba a secuestrar
al periodista griego Elias Demetracopoulos, refugiado en EEUU, por órdenes de
Richard Nixon y Henry Kissinger ya que había descubierto unos documentos que
revelaban la ayuda de 549.000 dólares de la dictadura militar griega a la
campaña electoral de Nixon. El plan era conducirle hasta la embajada griega en
Washington para matarlo.
¿Quién
era Khashoggi?
Empezó su carrera periodística sobre 1980,
cooperando con la CIA y la casa Saud en promocionar en la prensa la
“Yihad” anticomunista dirigido por su compatriota Bin Laden en
Afganistán y la región, para después resaltar los crímenes de Al Qaeda con dos
objetivos: justificar
la farsa de EEUU en su “Guerra contra el terror”, y quitar la
etiqueta de “fundamentalista y bárbaro” al régimen saudí presentándole
“moderado”. Así, se convirtió en el asesor de prensa del jefe de Mukhabarat (Servicios
de Inteligencia de Arabia), el príncipe Turki al Faisal, primo de MBS, e hijo
de Faisal quien fue rey de Arabia hasta su asesinato en 1975 por un sobrino
(¡lo cual muestra las amenazas que acechan al propio MBS, desde dentro!).
Su colaboración fue premiada por el príncipe
Kalid Al Faisal, el dueño del diario de Al-Watan (La Patria), y hermano de
Turki Al-Faysal, quienes le dieron el puesto del director en el rotativo. Su
paso por los medios de propaganda del régimen fue breve, y eso a pesar de que
seguía encubriendo los crímenes de la mafia gobernante. Los Saud, que siguen el
lema de “O estás conmigo o contra mí”, son incapaces de soportar ni consejos
amistosos de los periodistas de estas publicaciones. Khashoggi nunca dejó de
ser leal a Washington y a las dictaduras de la región apoyando las agresiones
militares de EEUU y sus socios europeos, turco y árabes a las repúblicas semi
seculares de Irak, Libia y Siria, que han causado la muerte y dolor a decenas
de millones de personas.
Khashoggi nunca escribió sobre la
situación de los trabajadores, mujeres o de los presos políticos que reciben
decenas de latigazos en su cuerpo hasta que su piel sea arrancada (como ha
sucedido al joven Ali al-Nimr, condenado a muerte en 2014 por su participación
en las protestas de la primavera árabe de 2012), ni mencionó nunca los
gravísimos abusos, incluidos físicos y sexuales, que sufren muchos de los 9
millones de personas migrantes en el país. En 2017, al menos 146 personas
fueron ejecutadas en Arabia Saudí, y la mayoría decapitadas, al puro estilo del
“Estado Islámico”, por acusaciones como el ateísmo, blasfemia, homosexualidad,
brujería o criticar al poder.
¿Por
qué MBS va por él?
Khashoggi se hace “desertor” (que nunca
opositor, ni siquiera crítico) cuando el rey Salman bin Abdulaziz organiza un
golpe de estado para nombrar heredero a su hijo, al joven Mohammad,
destituyendo al verdadero heredero, Mohamed bin Nayefel de 59 años. A pesar de
que el periodista no deja de respaldar al que iba ser el futuro rey ilegítimo
de Arabia y sus falsos intentos de reforma, MBS planea eliminarlo, por:
1+ Cuestionar, aunque nunca de forma
directa, la legitimidad del príncipe heredero.
2+ Simpatizar con la poderosa organización
rival del wahabismo la Hermandad Musulmana (HM) que gobierna en Qatar y
Turquía. Lo que agrava este “pecado” es que la HM no es la enemiga apóstata
chii, sino una alternativa sunnita viable a la versión más intransigente del
Islam impuesta en Arabia. El periódico saudí de Okaz (nombre de un zoco en la
antigua Arabia), semanas antes del asesinato, desveló su encuentro con el Emir
de Qatar, Tamim Bin Hamad, en el Hotel Four Seasons en Nueva York.
3+ Poseer información privilegiada de lo
que sucedía en el hermético seno del poder, además de conocer al detalle los
trapos sucios de la monarquía.
4+ Ser Khashoggi un saudí “patriota”: no
le podían acusar de ser “agente del occidente”.
5+ Perjudicar a la casa real desde EEUU,
el centro del imperio, y donde MBS había invertido miles de millones de dólares
para comprarse prestigio.
6+ Distanciarse de la postura proisraelí
de la casa real sobre Palestina en general y su renuncia a Jerusalén oriental
como futura capital del estado palestino, en particular. El asesinato del
periodista también hace feliz a Israel.
Pedagogía
del terror
Los detalles de su terrible muerte
(filtrados en capítulos por el régimen de Erdogan, para su propio beneficio),
han sido un aleccionamiento: podrían haberle puesto una bomba en su coche y
pegarle un tiro (cosas que la prensa “amiga” podría tachar de “ajuste de
cuentas” por droga, amor o lo que fuese, y los gobiernos amigos se lo hubieran
agradecido). Nadie se ha escandalizado con el asesinato de la periodista
maltesa Daphne Caruana Galizia, o al esloveno Jan Kuciak. Pero, descuartizar
viva a una persona y encima, en un consulado, y para más inri en un país no
amigo como Turquía, ha sido la obra de un carnicero estúpido, imposible de
soportar para el mundo incluso con los acostumbrados con los estándares
saudíes.
MBS, así echa a perder la ingente
inversión en los medios de comunicación occidentales que hizo para que le
presentaran como reformador y el hombre que iba a curar la incurable esclerosis
de una teocracia que siempre es medieval: consiguió que la prensa en vez de
hablar de sus crímenes en Yemen hablara del levantamiento de la prohibición de
conducir a las mujeres, mientras que por la puerta atrás
seguía deteniendo a las activistas feministas.
Ahora, no sólo ha asestado un duro golpe a
sus aliados que pusieron la alfombra roja al “reformador MBS”, sino que acaba
con el espejismo de la capacidad de reformar una teocracia sanguinaria.
Matar al periodista ha sido el suicidio de
un arrogante y desesperado heredero, y la consecuencia de la impunidad que le
han regalado las potencias mundiales a este país y a Israel: ¡Arabia sigue
siendo miembro del Consejo de Derechos Humanos de la ONU y del Comité para el
Empoderamiento de las Mujeres y la Igualdad de Género!
El año pasado los
Saud organizaron su particular “noche de cristales rotos”, cuando el
rey Salman citó a 11 príncipes y 38 ex ministros en el hotel Ritz-Carlton de
Riad, para allí encerrarlos, torturarlos, y no soltarlos antes de desvalijar
sus cuentas billonarias. El príncipe
de las tinieblas saudí, también secuestró al primer ministro
libanés, Saad Hariri, y ni la ONU le reprochó. Nadie ha querido a los saudíes
lo suficiente para salvarlos de sí mismos.
Sin apoyo en el interior de la casa real,
y ahora tampoco en exterior, MBS puede marcharse, sumiendo en una mayor
incertidumbre a su país y a la región. Lo único seguro es que esta crisis no
terminará en una república ni siquiera en una “república “islámica para Arabia.
Entre las pocas alternativas que le quedan
a la casa saud están:
1) Apartar al heredero, y cerrar la crisis.
Salman ha confundido la importancia estratégica de Arabia para EEUU con la
importancia de un MBS que es absolutamente prescindible. La soga ya está
en el cuello del “Trump saudí”. Es más, si no se va por las buenas, la CIA
tiene medios y suficiente experiencia para hacerlo por las malas.
2) Provocar algún incidente grave a nivel
internacional para que los titulares de la prensa se desviasen del “caso de
MBS”.
Empieza, de todas formas, una nueva ronda
de juego árabe de tronos.
Y, por último, a pesar de las afirmaciones
de los líderes occidentales, Arabia Saudí carece del poder real para chantajear
al mundo: es una simple y llana colonia de EEUU.
En 1818, el sultán otomano Mahmud II colgó
la cabeza del rey del primer estado saudí Abdullah bin Saud en la puerta de
Constantinopla. Hoy, 200 años después, el aspirante a sultán otomano, Tayyeb
Erdogan está sujetando en una mano la cabeza del príncipe heredero de Arabia
Saudí Mohammed Bin Salman (MBS), y con la otra mantiene una daga debajo de su
cuello. Pero, ¡Tranquilos! No le matará: hoy, el autor intelectual del
magnicidio de Estambul vale más vivo que muerto.
El presidente turco, ha adoptado la
estrategia de Sherezade, la cuenta cuentos persa de Mil y Una noches: narra,
noche tras noche, sus relatos previamente recortados, para sacar ventajas a un
asesino, mientras guarda algún (o varios) as debajo de la manga.
Erdogan y Milli İstihbarat Teşkilatı
(MIT), la Organización Nacional de Inteligencia turca, empezaron a filtrar los
macabros detalles del asesinato del periodista
islamista Jamal Khashoggi, a partir del día 4 de octubre,
ignorando el dolor de la familia, con el único objetivo de sacar el máximo
provecho de la situación, mientras negociaba en secreto con EEUU y Arabia
saudí. Por lo que, en la noche número 999, y a pesar de haber prometido al
mundo contar la verdad “en toda su desnudez” sobre el asesinato,
suspendió la siguiente entrega que iba a ser la publicación de una cinta de
audio de 11 minutos sobre el crimen.
Es más que probable que Ankara tuviera
conocimiento sobre el trágico fin de Khashoggi desde el minuto uno, y decidiera
dosificar la información, y pasar a la siguiente entrega dependiendo de la
reacción oficial de Riad y de los resultados de negociaciones que están
llevando a cabo con Khalid Al Faisal, el emir de la Meca designado por el rey
Salman como representante de los saudíes.
Se desconoce si dicha información procedía
de algún espía turco en el consulado, de la captación de las conversaciones de
uno de los asesinos por su móvil pinchado, o los micrófonos instalados dentro y
fuera del consulado. A partir de allí, empieza una ingeniería informativa que
otorga al sultán Erdogan imponerse a su alteza Bin Salman: justo cuando éste se
desmarcaba del crimen, publicó el video de los sicarios, entre los que se
encontraba el asesor personal de MBS.
La estrategia turca de “presión y
paciencia” funcionó: Los saudíes, después de dos semanas de negar cualquier
conexión con la desaparición de Khashoggi e incluso culpar a la propia Turquía
por su desaparición, admitieron el crimen por sus agentes, mientras ambos lados
omitían la implicación de MBS, a pesar de las innegables evidencias, como la
conversación interceptada de Mohammed con la inteligencia saudí en EEUU por la
CIA.
Esta “coincidencia” huele a un pacto entre
EEUU, Turquía y Arabia Saudí, que dejaría escaparse a Mohammed por la ventana
ahora que Ankara, hábilmente, le había cerrado todas las puertas. También
llaman la atención que hasta hoy, Ankara no haya expulsado a los diplomáticos
saudíes, ni siquiera les haya levantado la inmunidad, o que la policía turca no
entrase en el consulado los primeros días, a pesar de tener plena jurisdicción
sobre la sede, regalándoles a los saudíes 15 valiosos días, para elaborar
coartadas. Inspeccionaron la sede diplomática después de que Erdogan llamase al
rey Salman y le pidiera cortésmente la autorización.
Puede que el malabarista turco, que con
este asunto está viviendo los mejores días de su mandato, 1) No quiera
deteriorar sus relaciones con Arabia y los aliados de éste, por sus grandes
inversiones en Turquía (sobre todo en el sector del “ladrillo”), y 2) necesita
de Riad para alcanzar un acuerdo sobre Siria y el reparto de las zonas de
influencia en este país, al que agredieron juntos en 2015 utilizando a los
yihadistas: Hay que negociar el reparto del botín sobre las cenizas de
aquella nación. Además, con la lira por el suelo, la economía turca necesita
atraer inversiones de los países árabes de la región. De allí Erdogan alabe la
“sinceridad” del rey Salman en “llegar al fondo de la muerte de Khashoggi”.
El presidente de Turquía tenía cierta
amistad con Jamal Khashoggi (sobrino del traficante de armas Adnan Al Khashoggi,
implicado en el
escándalo Irán-Contras”, y primo de Dodi al Fayet), que era
de origen turco, y con el que compartía la ideología de la Hermandad Musulmana
(HM), poderosa organización sunnita que ya gobierna en Turquía y Qatar, y
cuenta con decenas de millones de simpatizantes en Egipto, Túnez, Líbano, y otros
estados “sunnitas”.
Razones de una profunda brecha
Desde la toma del poder por el partido
derechista-islamista de Justicia y Desarrollo, y sobre todo a partir del
portazo recibido por la Unión Europa, la Turquía imperialista intenta
aumentar su influencia en los territorios “musulmanes” del imperio otomano,
desafiando a Arabia Saudí. De modo que las relaciones entre ambos estados han
pasado por las siguientes fases:
1+ En 2003, y tras la invasión liderada
por EEUU a Irak en 2003, Bush desmantela el gobierno árabe-sunnita de Irak y lo
reemplaza por otro árabe-chiita e incluye una autonomía kurda en el nuevo
estado, cambiando el equilibrio de la región en favor de Irán. Riad y Ankara
(¡y Tel Aviv!) deciden unir sus fuerzas para contener a los iraníes.
2+ El 2011 es el año del fin de la luna de
miel entre la pareja, por las “Primaveras” de Egipto y Túnez. Riad no escatima
dinero para derrotar a las fuerzas de la HM (respaldadas por Barak Obama), e
incluso patrocina,
junto con Emiratos Árabes Unidos (EAU), un golpe un estado militar en Egipto
contra el presidente Mohammed Mursi perteneciente a HM. De hecho, Erdogan ha
autorizado las actividades de los disidentes “hermano-musulmanes” egipcios en
el suelo de Turquía donde disponen hasta de estaciones de televisión.
3+ En 2017, las amenazas de un ataque
militar de Arabia Saudí y EUA a Qatar y el embargo del pequeño país aliado de
Ankara, por mar, tierra y aire por dichos países, enfurece tanto a Erdogan que
decide instalar
una base militar en Doha, desafiado la hegemonía saudí incluso
en las aguas del Golfo Pérsico.
4+ El
distanciamiento entre Turquía y el gobierno de Trump es
aprovechado por Riad, quien “compra” al presidente de EEUU, por miles de
millones de dólares.
5+ Además, Turquía se opone a las
políticas saudíes en aislar a Irán y también a su renuncia a Jerusalén
Oriental como la capital de Palestina.
“No es posible que guardemos silencio
sobre lo ocurrido”, advirtió Erdogan a los Saud, insinuándoles que no
buscasen a un “salvador” en la Casa Blanca de Washington: él estará en la Casa
Blanca (Ak Sarayı) de Ankara.
Las demandas de Erdogan a EEUU y Arabia
Lo que Turquía puede obtener de este drama
es de tal magnitud que no se debe descartar que la propia MIT, a pesar de tener
conocimiento previo sobre los planes de MBS, dejara que sucediera. La
decadencia de Egipto, el peso pesado del mundo árabe-musulmán, y la caída de
Arabia Saudí al fondo de los infiernos, es una gran oportunidad para que
Turquía se presentarse como líder mesurado y moderado del mundo islámico-sunnita.
Además, con una “cinta” en su caja fuerte, puede presentar las siguientes condiciones
a Washington y Riad para rescatar a la Casa Saud (que no al heredero):
a) Dejar de apoyar
y armar a los kurdos de Siria. Es posible que Erdogan haya
conseguido algún compromiso al respecto: días después del asesinato de Khashoggi,
Turquía liberó al pastor estadounidense Brunson, encarcelado en 2016, y anunció
una mayor coordinación con las fuerzas de EEUU en Siria.
b) Levantar las sanciones impuestas por
EEUU a Turquía.
c) Levantar las sanciones económicas a
Qatar por Arabia y EAU.
d) Celebrar el juicio de los criminales en
Turquía, el lugar del crimen, para así seguir sacando provecho del cadáver del
desgraciado Khashoggi. ¡Tendrá que darse prisa, antes de que todos los
implicados pierdan la vida, como el teniente Meshal Saad al-Bostani, que murió
en un “accidente” de tráfico, dos días después de regresar a su país (¡a ver,
no iba a tener este “accidente” en el consulado en Berlín!)
Entre estas demandas está ausente poner
fin a la guerra que ha desgarrado a Yemen.
El viaje de la directora de la CIA, Gina
Haspel a Ankara para verse con el jefe de la inteligencia turca Hakan Fidan
tiene como objetivo examinar las pruebas de Turquía y también fabricar una
coartada común para impedir la desestabilización de Arabia.
El culebrón turco sobre los gánsteres
saudíes seguirá emitiéndose, haciendo temblar los cimientos del tambaleante
Oriente Próximo.