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Nadie
esperaba que Donald Trump condenase el último ataque militar de Israel a la
manifestación pacífica de los palestinos en la “Gran Marcha del Retorno” del 30
de marzo, que ha dejado una veintena de muertos y cerca de 2.000 heridos. Los
palestinos iban a recordar al mundo la fecha de la apropiación de sus tierras
en 1976 por Israel y reclamar el regreso de cerca de 700.000 personas
expulsadas de sus hogares en 1948.
Lo
mismo hizo Barak Obama (a pesar de su aparente oposición a los asentamientos judíos), calificando
de “defensa propia” a la masacre de 2.205 palestinos, entre ellos cerca de 400
niños y niñas, cometida por Israel en el verano del 2014.
El
amor cuasi religioso que hoy profesa EE.UU. a Israel no se debe a su
preocupación por la seguridad de su amado, ni por ser el refugio de una minoría
oprimida, sino a varios factores unidos a una única verdad absoluta: los intereses estratégicos de la propia
superpotencia.
De indiferencia a la
entrega total
Aunque
el Congreso de EE.UU. apoyó en 1922 la creación de un Estado judío en
Palestina, lo de Washington y Tel Aviv no fue un flechazo. Es la URSS el primer país que en 1948 reconoce el Estado israelí.
El Secretario de Estado, George Marshall, creía que reconocer a Israel alejaría
a EE.UU. de los países árabes y por ende del petróleo de Oriente Medio. Además,
sospechaba que Israel tenía inclinaciones hacia la URSS, porque varios de sus
dirigentes procedían del imperio ruso, como sus primeros cuatro presidentes
(entre 1949 y 1978): Chaim Weizmann, Yitzhak Ben-Zvi, Zalman Shazar y Ephraim
Katzir. El señor Marshall confundía el origen étnico con el pensamiento
político: Israel había nacido de una ideología antisocialista.
Sólo
cuando los israelíes derrotan a varios estados árabes en la Guerra de Seis Días
en 1967, un Washington maravillado empieza a enviarles una generosa ayuda
militar y económica, que se multiplicará tras ganar otra guerra, la del 1973.
No había duda: Israel era el candidato ideal para ser su puerta de entrada y el
guardián de los intereses en aquella lejana región.
Motivos
suficientes para que llegue a perdonar incluso cuando le ha traicionado: el
cuarto día de la Guerra de Seis Días, la aviación israelí atacó a USS Liberty,
el buque de la Armada de EE.UU. en el Mediterráneo, que monitoreaba las
comunicaciones de la URSS y de los árabes. Hubo 208 víctimas, entre muertos y
heridos. Tel Aviv juraba que había sido un error, mientras el director de la
CIA Richard Helms, el Secretario de Estado Dean Rusk, y los supervivientes
afirmaban que fue un bombardeo deliberado.
Pero,
el presidente Lyndon Johnson y el almirante John S. McCain Jr., el padre del
actual senador republicano, encubrieron a los israelíes. Se baraja la
posibilidad de que Israel pretendía:
1)
evitar que EE.UU. descubriera su inminente asalto a los Altos del Golán, acción
a la que se oponía Johnson, y
2)
culpar a Egipto del ataque para empujar a EE.UU. a entrar en la guerra, en otra
de sus “guerras de bandera falsa”.
Hizo
algo parecido en 1954 cuando organizó atentados terroristas en el Egipto de
Jamal Abdel Nasser bajo la contraseña «Operación Susannah», para que se culpara
a los Hermanos Musulmanes. Puso bombas en las propiedades de EE.UU. y Gran
Bretaña en El Cairo, para arrastrar a Occidente a la guerra, y provocar una
guerra civil en el país.
Otras
fechas claves aumentarán aún más el valor estratégico de Israel para EE.UU. y
el afán de garantizar su superioridad militar:
1978:
La creación del “Yihadismo” por EE.UU. en la región para
destruir a las fuerzas laicas y progresistas en los países “musulmanes”
convirtiendo a la extrema derecha islámica, judía y cristiana en los
protagonistas del escenario.
1979:
la caída del Sha de Irán, que convierte a Israel en el único aliado estable de
Washington en la zona.
1982:
la invasión israelí del Líbano, para expulsar a la OLP y destruir a Hizbolá,
partido islamista creado por Irán.
1991:
la guerra del golfo Pérsico, con la que EE.UU. se hace con el
control de millones de barriles de petróleo de Irak, divide y debilita a los
árabes, destruye a Irak que fue el contrapeso de Israel, asesta un duro golpe a
los palestinos, acorralando a Yaser Arafat que defendió a Sadam Husein en la
guerra. Los jeques árabes castigaron a la OLP, y pasaron las ayudas al grupo
derechista y fundamentalista de Hamas. Arafat tuvo que aceptar los Acuerdos de
Oslo. Era el fin de la posibilidad de un Estado Palestino, si alguna vez
existió.
2001:
Los atentados del 11S en 2001, y la supuesta guerra contra el terrorismo islámico
que deja a Israel como el gran beneficiario de la imagen de bárbaro
que se da de los “musulmanes”.
2011:
Las guerras contra Siria y Libia, así como el secuestro de las
“primaveras” de Egipto y Túnez, han beneficiado principalmente al estado judío.
¿Por qué EE.UU. ha
adoptado a Israel?
Por
orden de importancia:
1.
Para Washington, Israel ha sido un retén a la influencia de las ideas marxistas
y al avance de la URSS en la región. Los misiles israelíes, así como sus bombas
atómicas, no apuntaban a los palestinos, sino a Moscú.
2.
Durante la Guerra Fría, Israel, junto con otros países no árabes de la zona
–Irán, Turquía y Pakistán- se convirtieron en los guardianes de los intereses
de EE.UU., cuando la URSS apoyó a los nacionalistas árabes en Egipto, Irak,
Siria, Libia y Argelia.
3.
Con sus continuas amenazas a los vecinos, Israel ha conseguido militarizar la
región, provocando una carrera armamentística que ha disparado la venta de
armas de EE.UU. a Oriente Próximo. Así, Washington emplea a 10 millones de
ciudadanos en la industria armamentística, gana miles de millones de dólares, y
controla, a través de las necesarias “piezas de recambio”, el sistema defensivo
de los clientes durante años. Cuando Israel acusa a Irán de fabricar la bomba
atómica, por ejemplo, recibe unos 3.1 mil millones de dólares (en 2015) de
EE.UU., y Trump recibe un cheque de 110.000 millones de dólares de Arabia Saudí
en un contrato de armas.
4.
Israel ha sido un pararrayos de la rabia de los árabes, haciendo que EE.UU. se
presente como un árbitro neutral en el conflicto, cuando el control de los
americanos sobre los israelíes es tal que el presidente Obama en 2014 amenazó
con derribar aviones israelíes si atacaban instalaciones nucleares iraníes.
5.
A través de Israel ha podido vender armas a quienes no podía hacerlo
directamente: el régimen del apartheid en Sudáfrica, la contra nicaragüense o
la República Islámica de Irán (entre 1985 y 1986, llamado “Escándalo
Irangate”).
6.
La afinidad ideológica: El Proyecto del Nuevo Oriente Próximo diseñado por EE.UU. tras
el colapso de la URSS, que pretende convertir los países vertebrados y
estratégicos de la zona en miniestados controlables, concuerda con los
intereses israelíes.
7.
Fuertes lazos entre sus servicios de inteligencia: la israelí Unidad 8200 y la
estadounidense Agencia de Seguridad Nacional han creado la mayor asociación de
cooperación de inteligencia del mundo. La Unidad 8200 y sus cerca de 6,000
soldados captan señales de inteligencia y descifran códigos (llamadas, mails,
ondas o claves de satélites). Se cree que dicha unidad hizo posible la operación
Ópera del 1981, en la que los aviones israelíes pudieron violar el espacio
aéreo de Irak y destruir su reactor nuclear sin ser detectados por los radares,
y también la operación Huerto del 2007 contra el reactor nuclear sirio. En
2010, las dos agencias lanzaron la primera ciberguerra de la historia, atacando
con el gusano informático llamado Stuxnet, a dos centrales nucleares de Irán.
Israel mostró la valía del Servicio de Seguridad General, Shin Bet, cuando en
1956 obtuvo una grabación del discurso secreto de Nikita Jrushchov, criticando
Stalin, y la entregó a EE.UU.
8.
Alianza militar: lazos que se han fortalecido con la instalación de la primera base
militar de EE.UU. en el desierto del Néguev de Israel en septiembre del 2017,
como un “mensaje a la región y a nuestro entorno de que nuestra asociación con
nuestro amigo Estados Unidos es importante“, dijo el general israelí Tzvika
Haimovitch, en clara referencia a Irán, que es el principal objetivo de los
cambios que Donald Trump está introduciendo en su gabinete, como el cese de Rex Tillerson, y el fichaje de John Bulton, uno de
los artífices de la guerra contra Irak. EE.UU. ha garantizado la superioridad
militar a su socio en la región: es el único país que posee armas nucleares,
entre otros artefactos de destrucción masiva.
9.
Apoyo incondicional mutuo en la escena internacional: Hay pocos países como
EE.UU. e Israel que siempre vayan de la mano en las votaciones en la ONU y
otros foros mundiales.
10.
Afinidad ideológica entre la derecha belicista de EE.UU., representada por el
Partido Republicano y el Likud israelí de extrema derecha judía.
11.
Hermandad religiosa: La mirada del sionismo cristiano de EE.UU. hacia Israel
como el lugar donde se realizará la segunda venida de Cristo a la Tierra Santa.
Por otro lado, la mayoría de los 6 millones de judíos de EE.UU. se declaran
judío étnico que no religiosos.
12.
Aunque se exagera la presión de las organizaciones judías, existe. Grupos como
AIPAC tienen influencia, aunque no determinan la política de EE.UU. hacia
Israel. Con sus enormes recursos materiales pueden comprar voluntades de
políticos, periodistas o cineastas, para que se den una imagen positiva de
Israel, presentando a sus rivales como monstruos.
13.
Comparten el racismo social y la aporofobia contra los “musulmanes” pobres y
“subdesarrollados” frente a los “talentosos” judíos. Ilan Pappé en su libro “La
cárcel más grande de la tierra” (editorial Capitán Swing) narra con detalle los mecanismos de la destrucción de toda una nación,
por un Estado colonial y la complicidad de casi todo el mundo.
14.
Amistades personales entre los líderes judíos de EE.UU. e Israel, y el miedo de
los “no amigos” en ser etiquetados de “antisemitas” si no rinden tributos a la
“causa israelí” con devoción, como fue el caso de Obama.
El día que Washington
no vea utilidad en continuar con el matrimonio con su Estado cliente, le
repudiará.