Olmedo Beluche
olmedobeluche@hotmail.com / 20 10 18
Las elecciones presidenciales brasileñas
tienen al mundo entero discutiendo sus implicaciones, no sólo por la
importancia de Brasil y su peso en la economía mundial y latinoamericana, sino
por las implicaciones impredecibles de la muy probable victoria del candidato
Jair Bolsonaro. Sin tapujo alguno, Bolsonaro expresa un proyecto político que
se proclama: misógino, homofóbico, racista, antidemocrático y represivo.
No
es la versión “tropical” de Donald Trump, sino algo mucho peor. Para encontrar
referentes con que comparar a Bolsonaro muchos han tenido que remitirse a
Adolfo Hitler y a Benito Mussolini. Así de grave es la cosa. Como ellos,
Bolsonaro apela al descontento popular, en especial de las capas medias de la
sociedad, incluyendo segmentos de la clase obrera, les señala algunos supuestos
responsables (migrantes, favelianos y el propio Partido de los Trabajadores) y
les promete “orden”.
La irrupción del fenómeno Bolsonaro y su
impresionante respaldo popular ha sorprendido hasta a los más duchos analistas
políticos, que debaten todo tipo de explicaciones y respuestas posibles. Uno de
ellos es el ampliamente conocido marxista argentino, Atilio Borón, quien ha
dedicado varios artículos al tema, pero queremos referirnos a uno de ellos, con
el que deseamos hacer una especie de “diálogo virtual”: “Bolsonaro: tres hipótesis y una sospecha”
Atilio Borón atribuye el vuelco del
electorado popular hacia el proyecto derechista de Bolsonaro a un problema de
conciencia producido por el supuesto de que las políticas sociales del PT al
“sacar de la pobreza” a millones de familias, éstas adquirieron una especie de
conciencia falsa de tipo consumista (¿pequeñoburguesa?) perdiendo la conciencia
comunitaria y solidaria que tenían antes como pobres, antes de ser redimidos
por el PT y cuando votaban por éste partido.
En general, toda la intelectualidad de los
partidos reformistas, populistas o progresistas, encarados ante la crisis de
estos proyectos, tan robustos hasta hace 5 años, tienden a cargar las culpas
sobre una especie de conciencia inmadura de los sectores populares y señalan
que la tarea está en “seguir educando”.
De esta manera, estas vertientes políticas
eluden cualquier autocrítica de las políticas del “progresismo”. Escurren el
bulto y le echan la culpa a la inmadurez de las masas. Al respecto ya hemos
escrito en “La crisis del progresismo y la ofensiva de la derecha en
Latinoamérica”.
Muy resumidamente queremos responder al
enfoque de Borón con las siguientes ideas:
1+ El fenómeno Bolsonaro, al igual que
Hitler, Mussolini, Trump y otros es un producto de la grave crisis del sistema
capitalista y el alto sufrimiento que está produciendo esta crisis en buena
parte de la humanidad con pobreza, desempleo, bajos salarios, inseguridad,
migraciones forzadas de millones de personas (como lo de Honduras) y hambre.
Constituye una búsqueda desesperada de una salida a la crisis del sistema por
parte de un sector de las masas.
2+ En algunos casos, sobre todo cuando ya
ha gobernado el “progresismo” o la socialdemocracia (Europa), y fracasado en
resolver la crisis, el fenómeno se expresa como voto a la ultraderecha. Pero
cuando no ha gobernado, hay vuelcos a la izquierda. Por ejemplo, la reciente
victoria de López Obrador en México, o la buena votación al congreso obtenida
por el Partido Socialismo y Libertad (PSOL) en Brasil en el primer turno de
estas elecciones.
3+ Ante la falta de salidas a este sistema
que agobia sus vidas, las personas se aferran a cualquier propuesta que les dé
algo de esperanzas, desde la religión hasta un carismático fascista que con el
dedo les señala unos chivos expiatorios a quienes responsabilizar: la
“ideología de género”, los inmigrantes, los chavistas, etc. Hitler culpaba a
los comunistas y judíos, y la mayoría del pueblo alemán le creía.
4+ El cambio del electorado que hace un
par de lustros confió en el PT, Lula y Dilma, para el caso brasileño, y ahora
lo hace en Bolsonaro, no se debe al “éxito” de la política social de los
gobiernos petistas, “que sacaron de la pobreza a millones”, sino todo lo
contrario: es una prueba del fracaso del reformismo petista que no resolvió
ningún problema de fondo y, por el contrario, quedó embarrado en la trampa de
la corrupción. Si fuera como dice Borón, sucedería todo lo contrario a lo que
señala: la gente seguiría votando por sus benefactores.
5+ Veinte años después de diversos tipos
de regímenes “progresistas” en América Latina, el resultado es que: seguimos
siendo la región con mayor desigualdad social del planeta, seguimos siendo
países dependientes mono exportadores, sustentados sobre las rentas de las
exportaciones de algún tipo de materias primas, las oligarquías tradicionales
siguen ostentando el mismo o mayor grado de control económico y político.
6+ Los programas sociales (transferencias,
como las llama el Banco Mundial), han sido solo un paliativo a la pobreza, pero
no han modificado en absoluto las condiciones de vida, por ello es falso decir
que se sacó a esas personas de la pobreza. Se les ayudó a sobrellevar la
pobreza, que no es lo mismo.
7+ Los pueblos, convertidos en electores,
buscan afanosamente una tabla de salvación frente a las desesperantes
condiciones de vida que impone este capitalismo en decadencia. Los límites del
“progresismo” han consistido en su incapacidad para romper los diques de la
desigualdad y la explotación capitalista.
8+ Mientras hubo crecimiento económico,
por los buenos precios de las materias primas, en especial el petróleo, el
Estado dirigido por partidos progresistas tuvo suficiente para programas
sociales y la acumulación capitalista. Había la falsa ilusión de que se
podía hacer un “capitalismo más humano”.
9+ Ahora que los precios de las
exportaciones se fueron a pique y se vino el déficit fiscal, el imperialismo
financiero impone los “ajustes”, los recortes de las ayudas sociales, para
volcar todo lo posible a la ganancia empresarial. Se acabó la ilusión, vuelve
el capitalismo descarnado. Ahora se evidencia que no ha cambiado nada y la
situación de las mayorías sigue siendo desesperada. Eso lleva a los electores a
buscar otras alternativas, especialmente aquellas muy apoyadas en los poderosos
medios de comunicación, como Bolsonaro.
10+ Tal vez constituya una perogrullada,
pero hay que decirlo: la única manera de enfrentar eficazmente a la extrema
derecha y la burguesía que la sustenta es construyendo proyectos políticos
anticapitalistas y, cuando se es gobierno, atreverse a la nacionalización de la
banca, la gran industria y el comercio exterior apoyados en la movilización de
la clase trabajadora organizada. Porque la alternativa sigue siendo “socialismo
o barbarie” (Rosa Luxemburgo). La barbarie de este capitalismo decadente.
11+ Lo
que ha fracasado y ha permitido el éxito de Bolsonaro, es apostar por una
política de conciliación con la burguesía, en los marcos de una democracia
burguesa representativa y controlada. Dándole a los trabajadores algunas ayudas
sociales para no tocar el corazón del capitalismo. Ese sistema fue estable sólo
en tiempos de bonanza capitalista, como en la fase del boom de la postguerra,
sobre el que se sustentaron los gobiernos de la socialdemocracia europea,
alternándose con liberales y socialcristianos. Pero en un momento de crisis
profunda del capitalismo, la lucha de clases, la lucha por la renta nacional se
dirime en la imposición de una de las dos clases sociales: o a través de un
gobierno represivo de la burguesía, o a través de una verdadera revolución
socialista obrera.
12+ Hoy es más acuciante que nunca la
construcción de alternativas políticas consecuentemente anticapitalistas, con
dirigentes honestos y probados, sin las máculas de la corrupción. Pero un
prerrequisito de esto es un balance autocrítico de la fase populista o
progresista anterior sin escurrir las responsabilidades políticas de los
dirigentes, ni cargarlas sobre las espaldas de los sufridos pueblos.
Por supuesto, al margen de las diferencias
que pueda haber, la tarea inmediata es procurar evitar el triunfo electoral de
Bolsonaro, que puede terminar liquidando las conquistas democráticas del pueblo
brasileño una vez que haya ganado, tal y como hizo Hitler en 1933. Lo cual
requiere la unidad de fuerzas populares y democráticas, en torno al voto
crítico a Fernando Haddad en la segunda vuelta. Voto crítico.