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CHOPIN - Nocturne Op.9 No2 (60 min) Piano Classical Music Concentration Studying Reading Background




CHOPIN - Nocturne No 2 in E Flat Major Op 9 No 2 (60 minutes)
Performer : Frank Levy

The Nocturnes, Op. 9 are a set of three nocturnes written by Frédéric Chopin between 1830 and 1832, published that year, and dedicated to Madame Emily Chopin. The second nocturne of the work is widely regarded as Chopin's most famous piece, and is regularly featured in films, television programs and video games. https://en.wikipedia.org/wiki/Nocturn...

The Chopin nocturnes constitute 21 pieces for solo piano written by Frédéric Chopin between 1827 and 1846. They are generally considered among the finest short solo works for the instrument and hold an important place in contemporary concert repertoire. Although Chopin did not invent the nocturne, he popularized and expanded on it, building on the form developed by Irish composer John Field.

The nocturnes numbered 1 to 18 were published during his life, in twos or threes, in the order of composition. Numbers 19 and 20 were actually written first, prior to Chopin's departure from Poland, but published posthumously. Number 20 was not originally entitled "nocturne" at all, but since publication in 1870 as such, is generally included with publications and recordings of the set. https://en.wikipedia.org/wiki/Nocturn...

Soundtrack :
   -- The Eddy Duchin Story (1956)
   -- 8¨
   -- The Big Red One
   -- Blue Lagoon
   -- Crush
   -- Man Trouble
   -- Saturday Night Fever
   -- Sleep With Me
   -- Teacher's Pet
   -- Waking Life
  --  The Loss of Sexual Innocence

-- Bones (2009) In season 5 episode 3, The Plain in the Prodigy: Amish boy Levi playing his audition piece; repeats as Levi's parents watch the video.

-- 127 Hours (2010)[3] The scene begins some years earlier in family home with Aron's younger sister rehearsing Nocturnes, Op.9, No. 2.

-- After several days of being pinned by a boulder, Aron Ralston (James Franco), dehydrated, delusional, and believing he is going to die, reminisces his past to the bliss of Nocturne.

-- The Raven (2012) Alice Eve's character, Emily, plays Nocturnes Op. 9, No. 2, to an audience as her father converses with Inspector Fields.

-- Mad Men (2013) Played on violin by Sandy in the Season 6 premiere "The Doorway"

-- Bad Santa (2003) Played at the opening of the film with Billy Bob Thornton's character narrating over it.

-- The Purge: Anarchy (2014) Played by a pianist at the auction.

-- BioShock Infinite (2013) Played on radios throughout the Finkton Docks area of Columbia.

-- Hetalia Axis Powers (2007) Played by Austria in Episode 06.

-- Parasyte -the maxim- (2014-2015) Played in its entirety in episode 15 of the anime adaptation.

-- Dexter (TV series) (2007) In season 2 episode 7, That Night, a Forest Grew, listened to on headphones while working out by Debra Morgan, at the suggestion of FBI Special Agent Frank Lundy.

-- Hannibal (TV series) (2013) In season 1 episode 4, played while Hannibal was having dinner with Jack.

-- American Horror Story: Coven (2013) In the opening of the episode "Go To Hell," the song plays as Fiona explains to Queenie what the Seven Wonders are.

-- Fallout 4 (2015) Played on the game's Classical Radio station.

-- The Simpsons (2014) In the Season 26 premiere's Couch Gag created by Academy Award-nominated surrealist animator Don Hertzfeldt, as a deformed Homer Simpson of the year 10,535 reminisces through the millennia of how his family wasn't so deformed and could still communicate with each other, Nocturnes Op. 9, No. 2, is played in the background, when his family tried telling him that they were still a loving family and would not forget him as the millennia passed on and the series became more dependent on shock humor, non sequiturs and merchandise schilling that through time the family would become more deformed and ultimately forget him.

-- Anime : Your lie in April

Una oportunidad para el sector agropecuario


Laritza Lezcano
www.laestrella.com.pa / 030218

En la actualidad, diversas economías avanzadas, mercados emergentes, y economías en vías de desarrollo cuentan con un sector terciario o de servicios más activo que el sector primario y secundario. Por lo tanto, es común que en estas economías los mayores aportes al PIB, las mayores fuentes de ingresos y oportunidades laborales provengan de las actividades del sector terciario. Aquellos en favor del desarrollo del sector primario claman que la prosperidad del sector terciario no debería limitar la capacidad de desarrollo del sector primario y de sus actividades, entre estas la agropecuaria.

Panamá es una economía abierta en la cual actividades como transporte, almacenamiento, comunicaciones y otras del sector servicio sobresalen por su crecimiento y aporte al PIB de aproximadamente el 69%, mientras que las actividades relacionadas con el sector industrial aportan un 27.3% PIB y las relacionadas con el sector agropecuario un 2.7% PIB.

Para el tercer trimestre del período 2017, la agricultura, ganadería, caza y silvicultura reportan un crecimiento del 1.1% mientras la pesca reporta una caída del -3.1% en comparación al tercer trimestre período 2016 (Cifras Informe Económico Social MEF, 3er trimestre 2017). Esto conlleva a que el sector agropecuario disminuya su contribución al abastecimiento de la demanda doméstica alimenticia, a las exportaciones de alimentos y por ende su aporte al crecimiento económico. Entre el año 2004 al año 2016, el aporte del sector agropecuario, considerando el valor agregado de la agricultura, caza, pesca y silvicultura con respecto al PIB ha disminuido un -4.42%.

Es importante reconocer que el sector agropecuario comprende no solo la producción de alimentos, pero también participa de la industria alimentaria. Esta última demanda servicios como transporte, comunicación, almacenamiento, procesamiento, conservación, y mercadeo de productos alimenticios. Por lo tanto, el desarrollo y dinamismo del sector agropecuario debe ser visto como una fuente de oportunidades para los habitantes de áreas rurales y también para todos los individuos y otros sectores de la economía que tienen una participación directa o indirecta en la industria alimentaria.

A pesar de que Panamá clasifica en la posición número 5 entre las 20 economías de Ingreso Medio Superior de Latinoamérica y el Caribe y en la posición número 8 entre las 42 economías con el mayor Ingreso Neto Bruto Per Capita de la Región (World Bank Countries Classification according to GNI per Capita, 2016), Panamá reporta altos niveles de desigualdad. Acorde a información reportada por la FAO, Panamá clasifica entre los 10 países más desiguales a nivel global y de América Latina, con un coeficiente GINI que oscila entre 50 –55 en la última década. Aproximadamente, 22.1% de la población panameña vive bajo los niveles determinados de pobreza nacional (World Bank-Poverty Headcount Ratio at National Poverty Lines %, 2016) y se considera que una mayor parte de la pobreza se ubica en las áreas indígenas y rurales.

La no apreciación del sector agropecuario en cuanto a su importancia para el desarrollo económico y estabilidad social conlleva a que las instituciones gubernamentales adopten prácticas que podrían ser valoradas como en contra del desarrollo agropecuario y rural. Una de las prácticas negativas más comunes es la asignación relativamente baja de fondos de inversión al sector agropecuario en comparación a otros sectores. Según las cifras reportadas en los Informes de Ejecución del Programa de Inversiones Públicas No Financieras de Panamá (MEF, 2016 y 2017), la suma destinada al sector agropecuario para ambos períodos es aproximadamente 2% del presupuesto asignado al Gobierno Central.

Entre los beneficios que aporta el desarrollo y apoyo al sector agropecuario es importante destacar la fuente segura de alimentos y su importancia para el abastecimiento de la demanda creciente de alimentos de una economía con una población en crecimiento constante. Según cifras reportadas por el Banco Mundial, la población en Panamá ha aumentado aproximadamente 21% entre el año 2006 al año 2016 (2006: 3,453m vs 2016: 4,034m).

Panamá y su participación en el comercio internacional

La clasificación otorgada por la revista Forbes a Panamá como el país número 64 entre las 153 mejores economías del mundo para hacer negocios, su coeficiente Comercio-%PIB (2016: 94%, Banco Mundial), su clasificación como la economía número 84 y 53 en cuanto a exportaciones de mercancías y servicios, y como número 75 en cuanto a importaciones de mercancía y servicios (OTC, 2016), son indicadores que reafirman la activa participación de la economía panameña en el comercio internacional. No obstante, el aporte de la producción del sector agropecuario panameño al comercio internacional es relativamente bajo en relación con las reexportaciones de mercadería.

Al tercer trimestre del período 2017, la producción agropecuaria que incluye la agricultura, pesca y ganado, constituye aproximadamente el 52% de las exportaciones de mercadería importantes de la República (Cifras. INEC Exportaciones registradas FOB, enero-septiembre 2017) pero estas solo constituyen el 3% del total de las Exportaciones FOB reportadas en la Balanza de Pagos al tercer trimestre 2017. El otro 97% está constituido por las reexportaciones de ZLC (88%), exportaciones de las Zonas Procesadoras (4%), exportaciones nacionales de otros sectores (3%) y la reexportación nacional (1%). (INEC, Componentes de la Balanza de Pagos de Panamá según partida, años 2015-2016, enero a septiembre 2017).

En cuanto a las importaciones de mercadería, estas exceden las exportaciones como resultado de las necesidades de consumo de la población a nivel doméstico y falta de producción a nivel nacional. Para el tercer trimestre del período 2017 los bienes netos reportan un déficit de B/. 6,869, cifra 6% por arriba en comparación al tercer trimestre del período 2016 (B/. 6,480).

Oportunidades

Siendo Panamá un país rico en recursos naturales, que cuenta con un 25% de los suelos aptos para el uso agrícola, con una riqueza de flora y fauna y con un 30% de la población ubicada en áreas rurales, se podría esperar una participación más activa del sector agropecuario en la actividad económica del país. No obstante, factores como la poca atención institucional, la poca inversión pública, difícil acceso al financiamiento rural, poco desarrollo de las áreas rurales y comercialización de sus productos, así como los cambios climáticos, no permiten el desarrollo requerido del sector para que el mismo se promueva.

Las dificultades que atraviesa el sector agropecuario en Panamá han sido reconocidas en el Marco de Programación de País (MPP) entre la FAO y Panamá. Tanto la Organización FAO como el gobierno nacional han expresado su inquietud y se han comprometido a la disminución de la pobreza en el área rural y una mejora del sector agropecuario mediante una mejor asignación de recurso que permita el desarrollo de sistemas agroalimentarios sostenibles.
El reconocimiento del aporte significativo a la economía panameña por parte del sector servicio es indiscutible, pero hay que reconocer que el sector agropecuario debe ser apoyado. Probablemente, el sector agropecuario no llegue a equiparar el %PIB que aporta el sector servicio, pero su inclusión a las principales actividades económicas del país sería una gran contribución al crecimiento económico, disminución de pobreza principalmente en las áreas rurales y un aporte a la participación en mercados internacionales que conlleva a un aumento de exportaciones que compensan el exceso de importaciones en cuanto a alimentos e impactan positivamente la cuenta corriente de la balanza de pagos.


La autora se dedica a la consultoría financiera:

Nombre completo: Laritza del Rosario Lezcano Navarro.
Ocupación: Consultora financiera
Resumen de su carrera: Master en Inversiones y Finanzas y diplomado de Economía y Finanzas de la Universidad Queen Mary University of London. Licenciatura en Contabilidad, Banca y Finanzas de la Universidad Santa María La Antigua de Panamá. Experiencia laboral en auditoría comercial, análisis financiero e implementación de análisis cuantitativo.


El obispo que necesitamos


José M. Castillo S.
www.religiondigital.com / 170218

No me puedo callar, cuando el obispo Pedro Casaldáliga cumple sus 90 años. Más que felicitarle, lo que quiero es agradecerle el ejemplo de vida que nos ha dado, y nos sigue dando.

Ejemplo, sobre todo, de fidelidad al Evangelio. Fiel al Evangelio es el que pone, en el centro de su vida, el “seguimiento de Jesús”. Y bien sabemos que seguir a Jesús es dejarlo todo: dinero, casa, familia, profesión, seguridad, importancia, títulos, indumentarias…. Todo lo que nos pueda impedir en la vida ser libres como el viento. Para pensar y decir todo lo que sea necesario ante el sufrimiento de los más desamparados de este mundo.

El obispo Casaldáliga no ha sido ni más ni menos que eso. Y con su vida nos está diciendo a todos que, mientras la Iglesia siga teniendo obispos que viven en palacios, se endosan con frecuencia vestimentas que no sabe uno si dan risa o dan vergüenza, se callan ante las decisiones de los gobernantes que no hacen, en definitiva, sino hacer cada día más ricos a los ricos; y más pobres a los pobres.

Esos obispos, con su intachable ortodoxia dogmática, su exactitud litúrgica, su moral chapada a la antigua y, a veces también, con silencios que levantan sospechas, manteniendo a toda costa la distancia entre su dignidad episcopal y la vulgaridad plebeya de la gente menuda, obispos que se ponen nerviosos cuando ven al Papa Francisco intentando vivir como vive un ciudadano cualquiera, con la gente, entre la gente, como la gente, en la medida en que le dejan vivir de esa manera, con semejantes sucesores de los apóstoles, ¿a dónde va la Iglesia? ¿qué presencia o qué credibilidad puede tener esta Iglesia a la que tanto le debemos y tanto la queremos?

Lo digo en pocas palabras y con el corazón en mis manos cansadas, a mis 88 años: mientras Casaldáliga siga siendo un ejemplo excepcional en la Iglesia –como lo es hoy– y no sea el “obispo al uso”, el modo y modelo de vivir de cada obispo, que se vea y se palpe como lo normal en la Iglesia de Jesucristo, mientras no veamos a cada obispo como vemos al Papa Francisco por donde quiera que va, la Santa Madre Iglesia será, en definitiva, “mera religión”, que legitima los poderes que se nos imponen y legitima una esperanza, que, tal como se han puesto las cosas, para demasiada gente ya no es esperanza.

¡Gracias!, Pedro Casaldáliga, por el bien que nos haces a todos. Y por el horizonte de esperanza que tu vida nos deja abierto y patente.


La religión y el dinero


José M. Castillo Sánchez
www.religiondigital.com / 15.02.18

El conocido historiador de la cultura religiosa de la Antigüedad, el profesor Peter Brown, en su reciente y conocido estudio sobre la riqueza y la construcción del cristianismo en Occidente (Por el ojo de una aguja, Barcelona, Acantilado, 2016), ha estudiado detenidamente y a fondo cómo se produjo el asombroso enriquecimiento de la Iglesia primitiva en los años en los que se vivió más intensamente la transición de la Antigüedad a la Alta Edad Media. Concretando más – a juicio del citado Peter Brown – estamos hablando de los años que transcurrieron desde finales del siglo IV hasta comienzos del siglo VI.

En aquel tiempo se produjo un fenómeno de unas consecuencias inimaginables. Por supuesto, la Iglesia dejó de ser “un ejército de desheredados”, como lo había sido en los siglos II y III (E. R. Dodds). Pero el paso decisivo consistió en que aquella Iglesia, que se enriquecía con notable rapidez, supo armonizar la riqueza económica con la espiritualidad. Es decir, desplazó el cristianismo desde el Evangelio hasta convertirlo en “mera religión” (cf. Max Horkheimer). Como indica el profesor Brown, quizá se pueda decir que así “los budistas y los cristianos tal vez hayan encontrado el modo de llegar a una solución común”.

¿Qué tipo de solución? Tanto los budistas como los cristianos sabían que quienes comían con el diablo de la riqueza necesitaban una cuchara larga. Sin embargo, quizá era precisamente la longitud de la cuchara lo que les daba una ventaja. El ideal de despego de las cosas mundanas dejó a la riqueza sin glamour, pero no la hizo desaparecer; de hecho, reforzó sutilmente la idea de que la riqueza tenía una razón de ser: estaba allí para usarla, para administrarla con eficacia y sensatez en beneficio de la Iglesia.

Así, el “giro decisivo” - en la historia de la Iglesia – no se produjo en el s. XI, en los pontificados de León IX (1049-1054) y Gregorio VII (1073-1081) (Y. Congar), sino mucho antes. Ya, en el s. V, se produjo el “giro determinante”. Porque el cambio, que lo modificó todo, no tuvo su clave en el ejercicio del poder para el gobierno de la Iglesia. Ese cambio estuvo en el desplazamiento del Evangelio a la Religión. Es decir, cuando lo que define a un cristiano no es ya el “seguimiento” de Jesús, sino la “observancia” de lo sagrado (templo, sacerdotes, rituales…).

Todo esto, como es lógico, representa tener un personal “profesionalizado”, unos edificios, centros de estudio bien cualificados. Todo esto, además, dotado de un “poder sagrado”, que conlleva y se traduce en una serie de poderes jurídicos, sociopolíticos, económicos, doctrinales, etc., que necesitan mucho dinero, mueven abundante riqueza y justifican manejar importantes capitales.

Las consecuencias, que todo esto ha motivado, legitima y justifica son bien conocidas. La más importante, de esas consecuencias, es que, si se aceptan estos cambios y se consideran intocables, la Iglesia no tiene más remedio que vivir, en cosas muy fundamentales, en contradicción con el Evangelio. Por supuesto, la Iglesia se esfuerza y trabaja incesantemente por estudiar, comprender y explicar el Evangelio. Pero no puede vivir en coherencia con él. Ni puede ser consecuente con lo que el Evangelio enseña.

Concretamente, Jesús prohíbe a los apóstoles llevar dinero para anunciar el Evangelio (Mt 10, 9-10 par). Jesús estaba persuadido de que el dinero, no sólo no es necesario para hacer presente el Evangelio. Además de eso, si Jesús prohibió a los apóstoles llevar dinero, eso nos viene a decir que –a su juicio– el dinero es un impedimento para anunciar su mensaje.

Por lo demás, en la sociedad de todos los tiempos y más aún en la cultura en que vivimos, tener y manejar dinero es un condicionante que lleva consigo estar de acuerdo con los poderosos y adinerados, con el gran capital y con los medios, instituciones y procedimientos que utilizan los ricos y acaudalados para mantener y acrecentar su riqueza. Si la Iglesia es una institución rica y prepotente, ¿cómo va a tener libertad para decir a los ricos y prepotentes lo que les tendría que decir?

Y quede claro que aquí no vale el argumento de la caridad y la limosna, que la Iglesia practica en abundancia y con notable generosidad. Pero no olvidemos nunca que las desigualdades e injusticias, que tanto abundan, no se resuelven con limosnas, sino con la justicia y el derecho. Vivir “de limosna” es una de las cosas más humillantes que hay en la vida. Lo que necesitamos es un mundo más justo e igualitario.

Por todo esto, por lo que estoy diciendo, ¿cómo nos va a sorprender o escandalizar el hecho de que la Iglesia se calle ante tantos escándalos de corrupción como los que estamos viendo y soportando? ¿Quién puede exigir a los demás lo que él mismo no practica? ¿Por qué el actual obispo de Roma, el papa Francisco, está teniendo las más fuertes resistencias, no de parte de las masas populares, de los pobres, de las gentes marginales, sino de los prepotentes de este mundo y, sobre todo, de una notable parte del clero y de la Curia Romana?

Aceptemos, de una vez para siempre, que mientras la Iglesia no se ponga a vivir el Evangelio, de forma que todo el mundo lo vea y lo palpe, esta Iglesia nuestra tendrá buenas relaciones con los poderes públicos y con los más poderosos de este mundo, pero por eso mismo vivirá como una institución religiosa, que difícilmente podrá estar, en este mundo, como lo que realmente tiene que ser, el “recuerdo peligroso” de Jesús.


Conoce a la CIA: armas, drogas y dinero


www.rebelion.org / 010218

El 22 de noviembre de 1996 el Departamento de Justicia de los Estados Unidos acusó formalmente al general Ramón Guillén Dávila de Venezuela de introducir cocaína en los Estados Unidos. Los fiscales federales alegaron que mientras dirigía la unidad antidrogas de Venezuela, el general Guillén contrabandeó más de 22 toneladas de cocaína a Estados Unidos y Europa para los cárteles de Cali y Bogotá. Guillén respondió a la acusación desde su asilo de Caracas, cuyo gobierno se negó a extraditarlo a Miami mientras lo honraba con un perdón por posibles crímenes cometidos en el cumplimiento del deber. Sostuvo que los envíos de cocaína a EE.UU. habían sido aprobados por la CIA, y continuó diciendo que "se perdieron algunas drogas y ni la CIA ni la DEA quieren aceptar ninguna responsabilidad por ello".

La CIA había contratado a Guillén en 1988 para que le ayudase a averiguar algo sobre los cárteles de la droga colombianos. La Agencia y Guillén establecieron una operación de tráfico de drogas con agentes de Guillén en la Guardia Nacional venezolana para comprar cocaína al cártel de Cali y enviarla a Venezuela, donde fue almacenada en depósitos mantenidos por el Centro de Inteligencia de Narcóticos de Caracas, que era dirigido por Guillén y totalmente financiado por la CIA.

Para evitar que el cártel de Cali hiciera preguntas incómodas sobre el inventario creciente de cocaína en los almacenes del Centro de Inteligencia de Narcóticos y, como dijo un agente de la CIA, "para mantener nuestra credibilidad con los traficantes", la CIA decidió que era astuto permitir que la cocaína pasase a la red de distribuidores del cártel en los Estados Unidos. Como dijo otro agente de la CIA, querían "dejar que la droga caminase", es decir, permitir que se vendiera en las calles de Miami, Nueva York y Los Ángeles.

Cuando se trata de lo que se denominan "envíos controlados" de drogas a los EE.UU., la ley federal exige que dichas importaciones cuenten con una aprobación de la DEA, que la CIA solicitó debidamente. Sin embargo, esto fue negado por el agregado de la DEA en Caracas. Entonces, la CIA se dirigió a la sede de la DEA en Washington, pero se encontró con un rechazo similar, por lo que el servicio secreto siguió adelante con el envío de todos modos.

Uno de los hombres de la CIA que trabajaba con Guillén era Mark McFarlin quien en 1989 testificó sobre el asunto en el tribunal federal de Miami. Allí le dijo a su jefe de estación de la CIA en Caracas que la operación Guillén, que ya estaba en marcha, acababa de enviar 3.000 libras de cocaína a Estados Unidos. Cuando el jefe de la estación preguntó a McFarlin si la DEA estaba enterada de esto, McFarlin respondió que no. "Sigamos así", le dijo el jefe de la estación.

Durante los siguientes tres años, más de 22 toneladas de cocaína se abrieron paso a través de este conducto hacia los EE.UU., Y los envíos llegaron a Miami en paletas de envío ahuecadas o en cajas de pantalones blue jeans. En 1990, los agentes de la DEA en Caracas se enteraron de lo que estaba sucediendo, pero la seguridad era poco estricta ya que una agente de la DEA en Venezuela estaba durmiendo allí con un agente de la CIA y otra, según los informes, con el propio general Guillén. La CIA y Guillén cambiaron sus modos de operación, y los cargamentos de cocaína de Caracas a Miami continuaron por otros dos años. Finalmente, el Servicio de Aduanas de los Estados Unidos cerró el telón de la operación y en 1992 confiscó un cargamento de cocaína de 800 libras en Miami.

Uno de los subordinados de Guillén, Adolfo Romero, fue arrestado y finalmente condenado por cargos de conspiración por drogas. Ninguno de los narcotraficantes colombianos fue molestado por este proyecto, a pesar de que la CIA afirmó que estaba detrás el cártel de Cali. Guillén fue acusado, pero se mantuvo a salvo en Caracas. McFarlin y su jefe finalmente fueron separados de la Agencia. Ninguna otra cabeza rodó después de una operación que no produjo más que la llegada, bajo la supervisión de la CIA, de 22 toneladas de cocaína a los Estados Unidos. La CIA realizó una revisión interna de esta debacle y afirmó que no había "evidencia de delito criminal".

Una investigación de la DEA llegó a una conclusión bastante diferente, alegando que la agencia de espionaje había participado en "envíos controlados no autorizados" de narcóticos a los EE.UU. Y que la CIA retuvo "información vital" sobre el cártel de Cali de parte de la DEA y fiscales federales. La negación hipócrita ha sido durante mucho tiempo una especialidad de la Agencia Central de Inteligencia.

En 1971, uno de los predecesores más conocidos de John Deutch como director de inteligencia, Richard Helms, se dirigió a la Asociación de Editores de periódicos estadounidenses en un momento en que la Agencia había sido acusada de infiltrarse en nuevas organizaciones y de realizar una operación de espionaje doméstico para el presidente Richard Nixon. The Nation cuenta que Helms dijo a los editores reunidos, "deberían confiar en que nosotros también somos hombres honorables dedicados al servicio de la nación". Seguramente Helms no estaba en territorio hostil, tampoco John Deutch en el New York Times, que publicó su artículo que afirma la inocencia de la CIA. Más que cualquier otro director, Helms fue parte del circuito de Georgetown, con vínculos cercanos con periodistas como Joseph Alsop, James Reston, Joseph Kraft, Chalmers Roberts y CL. Sulzberger. Helms a menudo se jactaba de sus días de reportero de United Press, durante los cuales había tenido entrevistas exclusivas con Adolf Hitler y la patinadora de hielo Sonja Henie.

Menos de dos años después de sus declaraciones a la Asociación de Editores de Prensa, Helms compareció ante el Comité de Relaciones Exteriores del Senado y fue interrogado sobre la participación de la Agencia en el Watergate. En respuesta mintió descaradamente sobre los vínculos de Howard Hunt y Gordon Liddy con la CIA. Aunque el presidente del comité, el senador William Fulbright, estaba incrédulo con razón, Helms no fue formalmente colocado en su sitio.

Esta no era la primera vez que mentía Helms, quien dirigió la Agencia desde 1966 hasta 1972, ni era su declaración más taimada. A lo largo de la guerra de Vietnam, Helms había ocultado al Congreso información crucial sobre la fuerza de las tropas del Frente de Liberación Nacional Vietnamita (NLF, también conocido como Viet Cong) desarrollado por un joven analista de la CIA llamado Sam Adams. Los números de Adams mostraron que el apoyo al NLF en Vietnam del Sur era mucho mayor que las estimaciones de los militares, tan fuerte, de hecho, que la guerra parecía imposible de ganar. Helms, sin embargo, se puso del lado de los militares y buscó implacablemente alejar a Adams de la Agencia.

Más tarde, en 1973, el atildado espía volvió a dar falsos testimonios al Congreso, esta vez sobre la participación de la CIA en derrocar al gobierno de Salvador Allende en Chile. Por supuesto, el apoyo al golpe contra Allende se llevó a cabo ante la insistencia de corporaciones estadounidenses como ITT y Anaconda Copper. Según los informes, la Agencia envió a un contrabandista de drogas a Santiago con un pago en efectivo para un sicario chileno que intentaría asesinar a Allende. En 1977, el Departamento de Justicia, encabezado por Griffin Bell, designado por Carter, acusó de mala gana a Helms por perjurio. El exdirector de la CIA tomó el consejo del superintendente de Washington Edwin Bennett Williams y se declaró inocente. Fue multado con 2.000 dólares y recibió una sentencia suspendida.

Hubo otros contrapuntos históricos a las declaraciones de Deutch. En 1976, en uno de los momentos más tensos de la relación desde su inicio de la Agencia con el Congreso, el director William Colby (quien antes había denunciado las mentiras de Helms sobre Chile) se presentó ante el Comité restringido de Inteligencia dirigido por el Senador Frank Church de Idaho. Esta vez, el clima del Congreso fue más afilado, provocado por las declaraciones de Seymour Hersh en el New York Times sobre el espionaje doméstico y también por los cargos de que la CIA había estado ejecutando un programa de asesinatos en el extranjero.

Sí, dijo Colby, la posibilidad de usar el asesinato había sido barajada en la Agencia, pero en ningún momento había alcanzado el nivel de una aplicación práctica exitosa. En cuanto al espionaje interno, había habido programas de vigilancia por correo y similares, pero estaban lejos de las operaciones "masivas" alegadas por Hersh, y hace tiempo que se habían suspendido.

Colby estaba siendo típicamente modesto. La CIA, a través de la Operación CHAOS y programas similares, había compilado archivos de más de 10.000 estadounidenses y tenía una base de datos con más de 300.000 nombres. Había interceptado los teléfonos de los reporteros estadounidenses, se había infiltrado en grupos disidentes y había tratado de interrumpir las protestas contra la guerra. Gastó 33.000 dólares en apoyo de una campaña de redacción de cartas para apoyar la invasión de Camboya.
Al igual que con las acusaciones de complicidad en el tráfico de drogas, el papel de la CIA en el asesinato es uno de esos temas tratados de vez en cuando con cautela por la prensa o el Congreso y luego, de forma apresurada, ocurre la habitual confirmación con la que la CIA puede haber soñado. Un concepto en el cual pensó y tal vez incluso incursionó en él, pero nunca había tenido éxito en todo el camino. Pero, de hecho, la Agencia ha recorrido todo el camino muchas veces y deberíamos examinar esta historia con cierto detalle ya que el patrón de negación en estos casos es muy similar a la relación de la CIA con el negocio de las drogas.

No hay duda de que la CIA ha utilizado el asesinato como un arma por debajo del orden jerárquico político y social, y que nadie lo sabía mejor que William Colby. Él había admitido, según reconoció, el Programa Phoenix y otras operaciones llamadas "antiterroristas" en Vietnam. Phoenix tenía como objetivo "neutralizar" a los líderes políticos y organizadores del Frente de Liberación Nacional en zonas rurales de Vietnam del Sur. En su testimonio ante el Congreso Colby se jactó de que 20.587 activistas del FLN habían sido asesinados solo entre 1967 y 1971. Los vietnamitas del sur publicaron una estimación mucho más alta, declarando casi 41.000 asesinados. Barton Osborn, un oficial de inteligencia en el Programa Phoenix, describió en términos escalofriantes la actitud burocrática de muchos de los agentes hacia sus asignaciones asesinas.

Los asesinados directamente en las operaciones de Phoenix pueden haber sido más afortunados que los 29.000 presuntos miembros del FLN arrestados e interrogados con técnicas horribles incluso para los estándares del Pol Pot y Mobutu. En 1972, un desfile de testigos ante el Congreso testificó sobre las técnicas de los interrogadores de Phoenix: cómo entrevistaron a los sospechosos y luego los sacaron de los aviones, cómo les cortaron los dedos, las orejas y los testículos, cómo usaron el electrochoque, pusieron tacos de madera en los cerebros de algunos presos y sondas eléctricas apisonadas en el recto de otros.

Para muchas de las incursiones de Phoenix, la agencia empleó los servicios de tribus y grupos étnicos de delincuentes, como el Khmer Kampuchean Kram, el KKK –formado por anticomunistas camboyanos y narcotraficantes- que, como dijo un veterano de Phoenix, "matarían a cualquier persona siempre que hubiera algo para ellos". El KKK incluso se ofreció a noquear al príncipe Sihanouk para los estadounidenses y adjudicar al FLN el asesinato.

Estos escuadrones de la muerte estadounidenses fueron unos de los favoritos de Richard Nixon. Después de la masacre de My Lai, una operación con todas las características de un exterminio al estilo de Phoenix, hubo un movimiento para reducir la financiación de estos programas de asesinatos de civiles. Nixon, según un reporte de Seymour Hersh, se opuso enérgicamente. "No", exigió Nixon, "tenemos que tener más de esto. Asesinatos. Matanzas". Los fondos se restauraron rápidamente y el número de muertos continuó creciendo.

Incluso en el alto nivel ejecutivo, Colby estaba siendo corto sobre las ambiciones y logros de la CIA. En 1955 la CIA casi había logrado asesinar al líder comunista chino Chou En-lai. Se lanzaron bombas sobre el avión de Chou mientras volaba de Hong Kong a Indonesia para la conferencia de Bandung. En el último momento Chou cambió de avión, evitando así una caída terminal al Mar del Sur de China, ya que el avión estalló. Más tarde, el papel de la CIA fue descrito en detalle por un agente de inteligencia británico que desertó a la Unión Soviética y las pruebas de partes del avión -incluidos los mecanismos de tiempo para dos bombas- recuperadas por los buceadores, confirmaron sus declaraciones. La policía de Hong Kong calificó el accidente de "caso de asesinato masivo cuidadosamente planeado".
En 1960, Rafael Trujillo, presidente de la República Dominicana, se tornó molesto con los responsables de la política exterior de los Estados Unidos. Su flagrante corrupción parecía provocar una revuelta similar al alzamiento que había llevado a Fidel Castro al poder. La mejor manera de evitar esta contingencia no deseada era asegurar que la carrera política de Trujillo cesase inmediatamente, lo que sucedió a principios de 1961. Trujillo fue baleado en su auto frente a su propia mansión en Ciudad Trujillo. Resultó que la CIA había entregado armas y entrenamiento a los asesinos, aunque la Agencia se ocupó de señalar que no era completamente seguro que fueran las mismas armas que finalmente depusieron al tirano (que originalmente había sido instalado en el poder por la CIA).

Casi al mismo tiempo, el director de la CIA, Allen Dulles, decidió que el líder del Congo, Patrice Lumumba, era una amenaza inaceptable para el mundo libre y su eliminación era "un objetivo urgente y primordial". Para ayudar en la tarea de terminar con esta amenaza la CIA recurrió a su propia División de Servicios Técnicos (TSD), dirigida por ese hombre en la sombra, Sidney Gottlieb. La división de Gottlieb albergaba una sala de laboratorios de terror cuyas investigaciones incluían lavado de cerebro, guerra química y biológica, uso de drogas y electrochoque como modos de interrogación, además del desarrollo de toxinas letales, junto con los medios más eficientes para aplicarlas a la víctima, como la famosa pistola de dardos envenenados que el Senador Frank Church mostró ante las cámaras.

En el caso de Lumumba, Gottlieb desarrolló un bioveneno que simularía una enfermedad endémica en el Congo. Él personalmente entregó los gérmenes mortales junto con una jeringa hipodérmica especial, máscaras de gas y guantes de goma a Lawrence Devlin, jefe de la estación de la CIA en el Congo. Los implementos letales fueron llevados al país en una valija diplomática. Gottlieb instruyó a Devlin y a sus agentes sobre cómo aplicar la toxina a la pasta de dientes y la comida de Lumumba. Sin embargo, los bioasesinos de la CIA no pudieron acercarse lo suficiente a Lumumba, por lo que la "acción ejecutiva" procedió por una ruta más tradicional. Lumumba fue capturado, torturado y asesinado por soldados seleccionados por la CIA y el seleccionado para el reemplazo del líder, Mobutu Sese Seko. El cuerpo de Lumumba terminó en el baúl de un oficial de la CIA que manejó alrededor de Lumumbashi tratando de decidir cómo deshacerse de él.

Cuando se trataba de Fidel Castro, la Agencia no escatimó esfuerzos a lo largo de un cuarto de siglo. Colby admitió ante el comité institucional que la agencia había intentado matar a Castro en varias ocasiones, pero no tantas veces como alegaban sus críticos. "No fue por falta de intentos", observó Colby. "Castro le dio a McGovern en 1975 una lista de los intentos realizados contra su vida -dijo que fueron alrededor de treinta en ese momento- por la CIA. McGovern me lo dio, lo revisé y lo comparé con nuestros registros y dijimos que podíamos dar cuenta de aproximadamente cinco o seis. Acerca de los otros, puedo entender el sentimiento de Castro sobre ellos porque todos eran participantes de Bahía de Cochinos o algo así, así que él pensaba que todos eran CIA. Una vez que te metes en uno de ellos, ¡bingo! te culpan por todos los demás. No teníamos ninguna conexión con el resto de ellos, pero nunca convenceríamos a Castro de eso.

Cinco o seis complots de asesinato es un número aleccionador, especialmente si usted es el objetivo deseado de estas "acciones ejecutivas". Pero incluso aquí Colby estaba ocultando. Ciertamente tuvo la oportunidad de consultar un informe secreto de 1967 sobre las conspiraciones contra Castro por el Inspector General de la CIA, John S. Earman, y aprobado por Richard Helms. La CIA, de hecho, había incubado intentos contra el líder cubano incluso antes de la revolución. Uno de los primeros ocurrió en 1958, cuando Eutimio Rojas, un miembro de la guerrilla cubana, fue contratado para matar a Castro mientras dormía en un campo en la Sierra Maestra.

El 2 de febrero de 1959, guardias de seguridad cubanos arrestaron a Allan Robert Nye, un estadounidense, en una habitación de hotel frente al palacio presidencial. Nye tenía en su poder un rifle de alta gama equipado con mira telescópica y había sido contratado para disparar a Castro cuando llegase al palacio. Un mes más tarde Rolando Masferrer, un ex líder de los escuadrones de la muerte de Batista, se presentó en una reunión en Miami con mafiosos estadounidenses y un oficial de la CIA. Allí, este conglomerado mortal planeó otro escenario para matar a Castro fuera del palacio presidencial.

La agencia intentó idear una manera de saturar el estudio de radio donde Castro transmitió sus discursos con una forma de aerosol de LSD y otros "energizantes psíquicos". Otro plan requería la utilización del tipo de cigarros favoritos de Castro con drogas psicoactivas. Los puros dopados se guardaron en la caja fuerte de Jake Easterline, que encabezó la fuerza de tarea anticubana en los días previos a la época de la Bahía de Cochinos, mientras trataba de encontrar la forma de entregárselos a Castro sin arriesgarse a un "serio retroceso" en la Agencia. Los ingredientes para ambos esquemas se desarrollaron en los laboratorios de Sydney Gottlieb. En 1967, Gottlieb habló al Inspector General Earman de otro plan en el que se le pedía que impregnara algunos cigarros para Castro con venenos letales.

En 1960, durante el viaje de Castro a Nueva York para su aparición en las Naciones Unidas, agentes de la CIA intentaron llevar a cabo lo que se conoce como la "acción depilatoria". El plan era colocar sales de talio en los zapatos de Castro y en su mesa de noche con la esperanza de que los venenos hicieran caer la barba del líder. En dosis altas, el talio puede causar parálisis o la muerte. Este plan colapsó en el último minuto.

En agosto de 1960 la eliminación de Castro se había convertido en una prioridad para el liderazgo de la CIA. Allen Dulles y su adjunto Richard Bissell pagaron a Johnny Roselli, un mafioso de Hollywood y amigo de Frank Sinatra, 150.000 dólares para arreglar un golpe a Castro. Roselli rápidamente trajo a dos drogadictos de la mafia a la trama: Sam Giancana, el gángster de Chicago, y Santos Trafficante, el supervisor de las operaciones de Lansky/Luciano en La Habana.

Inicialmente la CIA recomendó un golpe estilo mafia en el que Castro sería asesinado a balazos con una lluvia de ametralladoras. Pero Giancana sugirió un enfoque más sutil, una píldora venenosa que podría introducirse en la comida o bebida de Castro. Seis pastillas botulínicas mortales, "del tamaño de tabletas de sacarina", se cocinaron en los laboratorios TSD de la CIA, se ocultaron en un lápiz hueco y se entregaron a Roselli. El 13 de febrero de 1961, a solo un mes de la asunción de Kennedy, Trafficante llevó las píldoras botulínicas a La Habana y se las dio a su hombre dentro del Gobierno cubano, Jorge Orta, que trabajó en el equipo ejecutivo de Castro y tenía con los mafiosos una gran deuda de juego.

Junto con las píldoras, Trafficante también entregó una caja de cigarros empapados en toxina botulínica, que mata en cuestión de horas. Los cigarros fueron preparados por el doctor Edward Gunn, jefe de la división médica de la CIA. Gunn guardó uno de los cigarros en su caja fuerte como recuerdo. Lo probó para el Inspector General en 1967 y descubrió que retenía el 94 por ciento de su nivel original de toxicidad. El cigarro era tan letal, dijo Gunn, que bastaba con tocarlo, sin fumarlo, para matar a su víctima.

Posteriormente Trafficante informó de que las pastillas y los cigarros no se le dieron a Castro porque "Orta se acobardó".

En abril, Roselli se acercó a sus respaldos de la CIA con un nuevo plan, demanda de 50.000 dólares y un nuevo lote de píldoras. Esta vez la operación sería llevada a cabo por el amigo de Trafficante, el doctor Manuel Antonio de Varona, líder del Frente Revolucionario Democrático anticastrista. Varona y Trafficante se habían conocido a través de Edward K. Moss, el recaudador de fondos y vendedor de influencias políticas de Washington, DC. Moss estaba presionando por la causa de los exiliados cubanos en el Cerro y se acostaba con Julia Cellini, hermana de los famosos hermanos Cellini, Eddie y Dino, ejecutivos de las operaciones de juego de Meyer Lansky en el Caribe. Varona pasó de contrabando las pastillas botulínicas a una camarera en un restaurante frecuentado por Castro. Pero según el hombre de la CIA, Sheffield Edwards, el plan fracasó cuando el líder cubano repentinamente "dejó de visitar ese restaurante en particular".

Estos mafiosos a menudo son mencionados en los documentos de la CIA como el sindicato de juegos de azar de La Habana, por los hoteles casinos que hacían funcionar durante el régimen de Batista.
Pero los capos de la mafia también estaban involucrados en una empresa mucho más lucrativa: las drogas. La Habana se había convertido en el principal punto de transferencia a los Estados Unidos de gran parte de la heroína producida por Lucky Luciano y por los sindicatos corsos en Marsella. Lansky, que era el hombre de dinero de Luciano en los Estados Unidos, ofreció un contrato de 1 millón de dólares por la cabeza de Castro poco después de la revolución.

Durante el año siguiente, después del desastre de Bahía de Cochinos, la CIA apuntó a Castro a través de su programa de capacidad de acción ejecutiva, cuyo nombre en código es ZR/RIFLE. Esta operación fue dirigida por William "la pera" Harvey, un ex agente del FBI de quien algunos sospechaban que era el topo de J. Edgar Hoover dentro de la CIA. Harvey, uno de los personajes reales de los años formativos de la Agencia, era conocido por portar sus pistolas para trabajar en la oficina, durmiendo en reuniones de personal y por su especial animadversión hacia Robert Kennedy, a quien llamaba "ese pequeño cabrón".

Fue a finales de 1961 cuando Sam Giancana se acercó a su contacto de la CIA, un detective privado basado en DC llamado Robert Maheu, con un problema personal: sospechaba que su novia, Phyllis McGuire, una de las hermanas cantantes McGuire, tenía una aventura en Las Vegas con el comediante Dan Rowan, de Rowan y Martin. A cambio de su asistencia en las conspiraciones de asesinato de Castro, Giancana quería que la Agencia ocultase un micrófono en la habitación de hotel de Rowan en Las Vegas. El teléfono de Rowan fue debidamente intervenido, pero el dispositivo de grabación fue descubierto por una empleada del hotel, quien informó a la policía. La policía de Las Vegas pasó el asunto al FBI, que quería enjuiciar a Giancana por las escuchas telefónicas. En última instancia, Robert Kennedy tuvo que ser informado del asunto para cancelar el servicio del FBI.

Años más tarde Richard Bissell, subdirector de planos de la CIA y arquitecto del desastre de Bahía de Cochinos, dijo que lamentaba algunas de las empresas cubanas. Bissell dijo a Bill Moyers: "Creo que no deberíamos habernos involucrado con la mafia. Creo que una organización que lo hace está perdiendo el control de su información. Creo que deberíamos haber tenido miedo de abrir la puerta al chantaje". Moyers le preguntó a Bissell si lo que le preocupaba era solo la asociación con los mafiosos, no la capacidad de la CIA para asesinar a líderes extranjeros. Bissell respondió: "Exacto".

Robert Kennedy, por su parte, no compartía la delicadeza de Bissell. Kennedy, que estaba obsesionado con la eliminación de Castro, le dijo a Allen Dulles que no le importaba si la Agencia empleaba a la mafia para el golpe, siempre y cuando lo mantuvieran completamente informado. Robert Kennedy iría a su tumba para defender a la Agencia. "Lo que usted no sabe es qué papel desempeña la CIA en el Gobierno", le dijo JFK a Jack Newfield de Village Voice poco antes de su asesinato.

"Durante la década de 1950, por ejemplo, muchos de los liberales que fueron expulsados ​​de otros departamentos encontraron un santuario, un enclave, en la CIA. Así que algunas de las mejores personas en Washington y en todo el país comenzaron a recalar allí. Un resultado de eso fue que la CIA desarrolló una visión muy saludable del comunismo, especialmente en comparación con el Estado y algunos otros departamentos. Fueron muy comprensivos, por ejemplo, con gobiernos y movimientos nacionalistas e incluso socialistas. Y creo que ahora la CIA se está volviendo mucho más realista y crítica sobre la guerra que otros departamentos o incluso la gente de la Casa Blanca. Por lo tanto, no es tan blanco y negro como lo ves".

En 1963, el amigo de Robert Kennedy, Desmond Fitzgerald, se había hecho cargo de las operaciones cubanas de Harvey. Fitzgerald perdió poco tiempo en perseguir a Castro. Uno de los primeros planes de Fitzgerald fue hacer que James Donovan, que estaba negociando la liberación de los prisioneros de Bahía de Cochinos, entregara involuntariamente como regalo a Castro un costoso equipo de buceo. Sid Gottlieb trató el revestimiento del traje con un hongo de Madura e implantó bacilos de tuberculosis, un brebaje letal. Al mismo tiempo Fitzgerald había estado leyendo sobre las almejas de aguas profundas y le había pedido al laboratorio de Gottlieb que armara algunos especímenes excepcionalmente atractivos con altos explosivos. Las almejas luego se dejarían caer en un área donde Castro frecuentemente se zambullía y emergerían para explotar cuando se el líder cubano volviera a la superficie.

En noviembre de 1963, Desmond Fitzgerald, de la CIA, estaba en París para entrevistarse con Rolando Cubela, un cubano anticastrista al que se hace referencia en documentos de la CIA como AM-LASH. Fitzgerald se presentó como emisario de Robert Kennedy y pidió ayuda a Cubela para asesinar a Castro. El 22 de noviembre Cubela recibió un bolígrafo amañado como una jeringa llena de Blackleaf-40 mortal, un insecticida de alta potencia compuesto por un 40 por ciento de sulfato de nicotina. Como señala secamente el informe del Inspector General, "es probable que en el momento en que mataron al presidente Kennedy, un agente de la CIA se reuniera con un agente cubano en París y le diera un dispositivo de asesinato para usar contra Castro".

Fidel Castro no fue el único objetivo. También hubo repetidos intentos de asesinar a su hermano Raúl y al Che Guevara. J.C. King de la CIA suplicó a Allen Dulles que adoptara un plan que mataría a Fidel, a Raúl y al Che al mismo tiempo, "como un paquete". Finalmente, el Che, a quien la Agencia persiguió alrededor del mundo, fue rastreado en las selvas de Bolivia. Presente en su ejecución en 1967, estaba Félix Rodríguez de la CIA, un antiguo peón en Cuba que luego se convertiría en una figura central en las operaciones de drogas y armas de los contras en la base aérea de Ilopango en El Salvador.

El director de la CIA de Jimmy Carter, el almirante Stansfield Turner, fue ultrajado por muchos dentro de la Agencia por purgar a algunos de la vieja guardia. Pero Turner no era muy reformista y tenía sus propios problemas con la verdad. En 1977, como resultado de una demanda de la Ley de Libertad de Información presentada por el periodista de investigación John Marks, la CIA se vio obligada a revelar la existencia de siete cajas de información sobre el programa de veinte años de investigación de la Agencia sobre drogas psicoactivas y modificación del comportamiento, conocido como MK/ULTRA.

El descubrimiento de los registros por el archivista de la Agencia fue una sorpresa para los líderes de la CIA, ya que Richard Helms en sus últimos días como director había ordenado la destrucción de todos los documentos de MK/ULTRA. Cuando Turner informó a los comités del Congreso y la prensa, insistió en que el programa había sido eliminado en 1963 y que solo había involucrado la experimentación con drogas. De hecho, MK/ULTRA y una serie de proyectos similares persistieron al menos hasta 1973 e involucraron una búsqueda para desarrollar técnicas de control mental, incluidos el electrochoque y la psicocirugía. La CIA quería crear una especie de "candidato manchuriano", una lista de asesinos y espías programados química y psicológicamente.

Turner, quien habló de crear una nueva apertura en la Agencia, demostró rápidamente que no era amigo de la libertad de expresión cuando intentó suprimir la publicación de Decent Interval, un libro del ex agente de la CIA Frank Snepp. La CIA afirmó que Snepp había violado su contrato de trabajo al no enviar el libro a la Agencia para su aprobación antes de la publicación. Más tarde, los abogados de la CIA ganaron una demanda que requería que Snepp le entregara todas sus regalías al Gobierno.

Por pura maldad y grado de criminalidad, es difícil encontrar un mejor espécimen que William Casey, el director de la CIA durante la mayor parte de los años de Reagan. Casey pasó directamente de la gestión de la campaña de Reagan a la sede de la CIA en Langley, donde contrató a algunas de las principales firmas de relaciones públicas de la nación para asesorarlo sobre cómo vender sus dos proyectos favoritos, los contras y los muyahidines afganos, a un desconfiado público estadounidense. Casey llamó a este trabajo "gestión de la percepción", pero en realidad fue una campaña de propaganda doméstica, una operación psicológica para el público local.

El 4 de diciembre de 1981, Reagan firmó la Orden Ejecutiva 12333 sobre asesinatos. Dice: "Ninguna persona empleada o que actúe en nombre del Gobierno de los EE.UU. participará o conspirará para cometer asesinatos". Esta restricción legal no disuadió al nuevo líder de la CIA, que en ese momento estaba ocupado abogando por la eliminación de Desi Bouterse, el líder de Surinam, un país sudamericano que había ingresado en "la órbita cubana".

Del mismo modo, Casey y sus subordinados estaban supervisando la producción de un manual de asesinatos para los contras nicaragüenses llamado Operaciones psicológicas en Guerrilla Warfare. El manual, que se lee como una actualización del Programa Phoenix, pidió el uso de la violencia "para neutralizar objetivos cuidadosamente seleccionados y planificados como jueces de tribunales, policías y funcionarios de seguridad del Estado, etc.". Aconsejó a los contras que desarrollaran "tropas de choque" para “infiltrarse en los mítines sandinistas". "Estos hombres deberían estar equipados con armas (cuchillos, navajas, cadenas, palos, garrotes) y deberían marchar un poco detrás de los inocentes y crédulos participantes".

Como un eco de las operaciones de la mafia contra Castro, el manual también exigía que los contras contrataran figuras del crimen organizado para llevar a cabo muchas de estas delicadas operaciones. "Si es posible", aconseja el manual, "se contratará a delincuentes profesionales para llevar a cabo 'trabajos' selectivos'". Las operaciones psicológicas de la Guerrilla Warfare no fueron solo un ejercicio académico, se puso en acción. Dos veces la agencia envió equipos para asesinar al canciller nicaragüense Miguel d'Escoto, un sacerdote católico. En una ocasión, los aspirantes a asesinos intentaron envenenarlo con una botella de licor Benedictino enriquecida con talio, una de las toxinas favoritas de la agencia. El agente de la CIA, Michael Tock fue arrestado por los sandinistas por su papel en uno de los complots. Cuando el New York Times finalmente pasó a contar una historia sobre el manual de asesinatos, el propio Reagan acudió en defensa de su viejo amigo Casey, desestimando el asunto como "mucho ruido y pocas nueces".

Casey también puso una recompensa de tres millones de dólares por la cabeza de Sheikh Fadlallah, un chiíta libanés. Casey pagó a los saudíes y a un técnico de armas británico para colocar una bomba en un automóvil frente a la mezquita donde Fadlallah supervisaba las celebraciones religiosas. Lo detonaron el 8 de marzo de 1985, en un momento en que los bombarderos supusieron que el shiekh había salido. De hecho, se había entretenido para hablar con algunos de sus feligreses dentro de la mezquita. La bomba mató a 80 personas, muchas de ellas escolares, e hirieron a 200. Más tarde, la CIA y los sauditas pagaron a Fadlallah un soborno de 2 millones de dólares para que no tomase represalias.

Al año siguiente Casey tomó el control personalmente en un esfuerzo para matar a Muammar Gadafi de Libia, una obsesión de los hombres de Reagan. El diputado de Casey, Robert Gates, desarrolló un plan para una toma de posesión conjunta de EE.UU. y Egipto de Libia, un movimiento audaz que "rediseñaría el mapa del norte de África". Al final, el propio Casey fue tras Gadafi. Los movimientos del líder libio fueron rastreados de cerca a principios de abril de 1986 con la ayuda del Mossad israelí. Un pretexto para una acción contra Gadafi se confabuló alegando la responsabilidad libia de una bomba lanzada en el club nocturno La Belle en Berlín que mató a un soldado estadounidense, el sargento Kenneth Ford. El 14 de abril, se enviaron nueve F-111 para atacar el complejo de Gadafi con una carga de treinta y seis bombas guiadas por láser de 2.000 libras. La redada fue programada para preceder estrechamente a las noticias de la noche y se había preparado un comunicado de prensa para anunciar que la muerte de Gadafi había sido una consecuencia accidental de este "acto de autodefensa".

Pero el líder libio escapó, aunque dos de sus hijos resultaron mutilados y su hija y un centenar de residentes cercanos asesinados por los ataques. Hubo negaciones inmediatas de que el gobernante libio había sido el blanco. "No hubo una decisión de matar a Gadafi", murmuró Casey. "Hay elementos disidentes dentro de Libia. Podrían haber considerado sus posibilidades de levantarse y lanzar un golpe. Lamento que no haya sucedido". Casey dijo más tarde que el ataque a Libia tenía la intención de enviar un mensaje. "Como Castro y Ortega entendieron el mensaje cuando llegamos a Granada, este ataque asustará a Gadafi".

En los años siguientes, ningún director de la CIA ha igualado al espantoso Casey. Después de Casey, el trabajo fue para William Webster, quien rápidamente señaló al hombre fuerte panameño Manuel Noriega como un aliado en la guerra contra las drogas. Webster, que pasó gran parte de su tiempo en la cancha de tenis, observó que el colapso de la Unión Soviética había confundido medio siglo de análisis de inteligencia de la CIA. La elección de Bush para encabezar la Agencia fue el vicepresidente de Casey, Robert Gates, quien apenas sobrevivió a una polémica audiencia de confirmación luego de que los senadores recibieran información de Lawrence Walsh, fiscal del Irán/contra que les dijo que Gates probablemente mintió al Congreso sobre su conocimiento de los acuerdos de armas en ese tratado. Gates se mantuvo al margen cuando los matones entrenados por la CIA derrocaron al Gobierno del presidente haitiano Jean Baptiste Aristide y lo reemplazaron por una pandilla de oficiales militares encabezados por el general Raoul Cédras.

Con Clinton, eventualmente vino el académico y empresario del MIT John Deutch y su apasionada defensa de la Agencia como el reducto de la gente honorable. Deutch estaba en negación más o menos permanente durante su paso por la Agencia. No solo negó la participación de la CIA en el tráfico de drogas, sino que con igual calor negó cualquier rol de la Agencia en los asesinatos en Guatemala del estadounidense Michael DeVine y el líder rebelde Efraín Bámaca. DeVine fue secuestrado y decapitado en 1990. Bámaca fue capturado, torturado y asesinado en 1992. Ambos asesinatos fueron ordenados por el coronel Julio Roberto Alpírez, quien estaba en la nómina de la CIA.

Cuando el oficial del Departamento de Estado Richard Nuccio intentó investigar el asunto, Deutch revocó su autorización de seguridad. Deutch también ayudó a ocultar la información recopilada por sus propios analistas de que más de 100.000 soldados habían estado expuestos a armas químicas durante la Guerra del Golfo y en su lugar ayudaron a inventar la estratagema de que las enfermedades de la Guerra del Golfo fueron simplemente el resultado de estrés psicológico.

En 1997, George Tenet asumió el mando de la Agencia después de que Anthony Lake se viera obligado a retirarse por no revelar completamente su posesión de acciones en compañías petroleras con un interés financiero en acciones de la Agencia. Tenet es mejor conocido por sus esfuerzos para asegurar el asesinato de Saddam Hussein. Para esta tarea, Tenet empleó un grupo conocido como el Acuerdo Nacional Iraquí. Al no poder acercarse al propio Saddam, este grupo tomó el camino más fácil de dejar bombas en los cines de Bagdad, matando a un gran número de personas.
Como nos recuerdan esas viñetas, la Agencia Central de Inteligencia es exactamente lo que uno esperaría de una organización con un mandato que abarca desde la recopilación y el análisis de datos de inteligencia hasta la subversión, la manipulación de elecciones, el asesinato y la ejecución de guerras secretas. Mentir es parte de la descripción del trabajo en la CIA, donde las falsedades se envían regularmente a los aliados, la prensa, otras agencias federales y el Congreso. "Bajaríamos y les mentiríamos consistentemente", dice el ex oficial de la CIA Ralph McGehee. "En mis 25 años, nunca he visto a la agencia decir la verdad a un comité del Congreso".

Los funcionarios de la agencia tienen poco miedo de que les abofeteen las mentiras al estilo Helms. Joseph Fernández, jefe de estación de la CIA en Costa Rica durante la guerra secreta contra Nicaragua, mintió sobre su papel en la canalización de dinero y armas a los contras en violación de la ley estadounidense. También lo hizo el subdirector de la CIA, Clair George. También el tiempo. "Creamos una clase de oficiales de inteligencia que no pueden ser enjuiciados", concluyó el fiscal del Irán-contra, Lawrence Walsh.

Las organizaciones como la CIA requieren la inmersión en medios criminales, suministros virtualmente ilimitados de dinero "negro" o lavado y un cuadro a largo plazo de ejecutivos totalmente despiadados (algunos de ellos no son reacios a hacer fortunas personales de sus actividades encubiertas). El tráfico de drogas es una parte integral de ese mundo. Las zonas de producción primaria de opio y coca han caído en zonas disputadas de la Guerra Fría: sudeste de Asia, Asia Central y los países andinos. Las redes de distribución de drogas nuevamente pasaron a través de territorios disputados como Afganistán, Vietnam y América Central. Los traficantes de drogas -desde señores de la guerra rurales en Laos hasta la policía tailandesa y generales hondureños- también eran de un enorme interés para cualquier agencia de inteligencia. El dinero de la droga involucrado es profuso y está fuera de los libros.

El ambiente de las drogas también está -en sus diversas etapas de producción y transmisión- inevitablemente asociado a la violencia organizada, desde los ejecutores hasta los paramilitares, los supervisores de la guerrilla, los destacamentos militares y los generales que controlan su sector comercial. Todas estas áreas son una vez más centrales para las preocupaciones de una organización como la CIA. Y los traficantes de drogas (a menos que operen como un brazo del Gobierno, como en México) a menudo se oponen al poder gobernante, una situación que es de interés primordial para un organismo como la CIA.

Desde la perspectiva de los capos de la droga, una alianza con la CIA o su empleo es igualmente fructífera. Pueden usar los servicios de la CIA para reprimir a sus rivales y proteger su territorio. Los propietarios de la CIA, como Air America, se pueden usar para proporcionar acceso a los mercados internacionales. Y, a pesar de las protestas de Deutch por lo contrario, la CIA ha reprimido repetidas veces las investigaciones criminales de sus operativos por parte del Servicio de Aduanas de los Estados Unidos, la Agencia Antidrogas y el FBI.

Dadas estas áreas de interés mutuo, no es sorprendente que desde su creación la Agencia Central de Inteligencia haya estado en colusión permanente con narcotraficantes, ayudándoles a su paso seguro, protegiendo sus actividades, recompensando a los capos de la droga, contratándolos para misiones encubiertas y usando dinero derivado de estas operaciones para otras actividades. El hecho de que estas drogas terminen en las venas de los estadounidenses nunca ha disuadido a la Agencia y, dado el tono de la piel que a menudo cubre esas venas, tal vez incluso fuera visto como un resultado positivo.

Este artículo es un resumen de: Whiteout: The CIA, Drugs and the Press