Nazanin Armanian
www.publico.es
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El 27 de diciembre de 2007, Benazir Bhutto
fue asesinada junto con otras 24 personas durante un acto electoral. Aspiraba
convertirse en la primera ministra de Pakistán por tercera vez. Dos meses
antes, se había salvado de otro atentado en el que murieron alrededor de 140
personas.
A pesar de que el entonces presidente del
país, el general Parvez Musharraf, había modificado la Constitución para
prohibir que los primeros ministros sirvieran más de dos mandatos —como había
hecho Bhutto— y de que ella había huido del país acusada de malversación y corrupción,
Estados Unidos negoció su regreso a Pakistán para que “ganara” las elecciones
parlamentarias ignorando el rechazo de las candidaturas rivales por la Comisión
Electoral. El objetivo del régimen de George Bush- Dick Cheney era dar una
fachada civil y “democrática” a la dictadura militar y a la vez repartir el
poder entre distintos sectores leales a los intereses de Washington. A cambio,
Bhutto prometió hacer de contrapeso a los generales y controlar al sector
antiestadounidense de los extremistas islámicos.
Un
currículum que podría ser otro
Fue el final trágico para Benazir (“Sin
Igual”, en persa), de 54 años, hija de Nosrat, una política de origen
kurdo-iraní, y Zulfiqar Ali, el carismático primer ministro socialdemócrata
ejecutado en 1979 por los militares apoyados por Estados Unidos y Gran Bretaña,
y hermana de Shahnawaz, asesinado con veneno. Quizás la única mujer pakistaní
titulada de Oxford y Harvard en los años setenta, Benazir, al contrario de su
padre —quien perdió la vida por oponerse a las injerencias de Estados Unidos en
la política de su país—, buscaba el apoyo del imperialismo para hacerse con el
poder. Y lo consiguió.
Bhutto se convierte en la primera mujer
que gobierna un país “musulmán” en 1988, y no porque en su país las mujeres disfrutasen
de las mismas oportunidades que los hombres, sino por pertenecer al poderoso
clan Bhutto y por sus habilidades para maniobrar en el complejo escenario
político de su país. Durante su primer mandato, Bhutto, el Ejército paquistaní
y el ISI, el servicio de inteligencia (rama de la CIA y MI6), recibieron miles
de millones de dólares de Estados Unidos y Arabia Saudí para financiar a los yihadistas (creados al
estilo de los contras en Nicaragua) con el objetivo de desmantelar el gobierno
marxista de Afganistán. Un batallón del grupo terrorista también fue enviado a
Cachemira para luchar contra el ejército de la India “No Alineada”. Al Qaeda al
final creó un Estado dentro del Estado.
Bhutto siguió son esta misma línea en su
segundo gobierno (1993-96), patrocinando a los talibán, inventados por la CIA para desbancar a los ineptos yihadistas, incapaces
de construir el gaseoducto transafgano. Tuvo que dejar el poder, acusada de
corrupción, aunque hubo otros motivos:
+Haber apostado por el proyecto de
gaseoducto de la petrolera argentina Bridas, en vez de respaldar a la Unocal estadounidense, según el periodista paquistaní Ahmed Rashid.
+La sospecha de Estados Unidos de que en
su visita de Estado a Corea del Norte en 1993 había pasado datos sensibles
sobre el enriquecimiento de uranio a Pyongyang, según informó The Washington
Post el 1 de junio del 2008.
Benazir tuvo que huir del país con sus
tres hijos, mientras su esposo, Asif Zardari, apodado ‘El Sr. 10%’ —por las
comisiones ilícitas en los contratos del Gobierno—, fue encarcelado y
torturado.
De alguna manera, ella encarnaba la
atormentada relación entre Estados Unidos y Pakistán. Subordinó los intereses
de su país a los de Washington, sobre todo durante la llamada “guerra contra el
terrorismo” con Bin Laden, el Hombre del Saco,
mientras, miles de civiles paquistaníes eran víctimas de los ataques
“democratizadores” de los drones.
La
JFK pakistaní
“Somos un jugador en el sistema político
paquistaní“, decía sin complejos la ex embajadora de Estados Unidos en
Islamabad, Wendy Chamberlin, vinculada con Unocal. ¿Tenía algo que ver este
“jugador” con el magnicidio? Lo cierto es que según The Hindu Times, la
entonces embajadora de Estados Unidos Anne Patterson (la misma que fue trasladada a Egipto para abortar la revolución de Tahrir,
potenciando a la extrema derecha islámica) desaconsejó la protección
policial que había solicitado Benazir a Estados Unidos para sus actos
electorales. ¿Por qué Estados Unidos la animó a regresar y luego la dejaba sola
ante tanto peligro?
El régimen de Musharraf también le negó
protección, en concreto coches policiales adicionales para escoltarla, y
saboteó los intentos de Bhutto para contratar a la empresa de seguridad
estadounidense Blackwater y la británica Armor Group, alegando que era “un
insulto y una humillación para Pakistán”. A todas luces era un complot, tenido
en cuenta que dos meses antes se había salvado de un mega atentado. Estados
Unidos y Musharraf acusaron a Al Qaeda y los yihadistas, mientras estos negaron
su participación. El propio Partido Popular de Pakistán al que pertenecía
Bhutto, afirmó que después del atentado del 18 de octubre, el líder de los
talibanes pakistaníes, Baitullah Mehsud, había enviado “emisarios” a Bhutto,
para asegurarle que ellos no eran sus enemigos y no que no tenían nada que ver
con la masacre.
Mehsud fue asesinado en un ataque de
drones de Estados Unidos en 2009, al igual que el guardaespaldas de Benazir,
Khalid Shahenshah, testigo clave en la investigación sobre el asesinato;
también murió en 2013 el fiscal que iba a dirigir la investigación Chaudhry
Zulfiqar.
La muerte de Benazir tuvo lugar semanas
después de que en una entrevista televisada revelaba por descuido, la muerte de Bin Laden sucedida
años atrás, poniendo en evidencia la mentira sobre algo en lo que Estados
Unidos basaba su farsa de la “guerra contra el terrorismo”. Ahora, adivinen ¿a quién mató Obama en 2011?
La muerte de la Dama de Pakistán benefició
a la “guerra contra el terrorismo” de Bush-Cheney, que de esa forma provocaban
aún más caos en Asia Central,
justificando así su militarización para salvar a la humanidad.
Washington
pierde a Pakistán
Benazir había pasado de ser la Hija del
Oriente a una activista de Occidente, haciendo suya la agenda de Bush, a cambio
de miles de millones de dólares que recibía para Defensa, mientras la pobreza
mantenía unos escandalosos niveles en un país de 200 millones de personas.
Sirva como ejemplo que aún hoy destina el 17% del PIB al Ejército y menos del
1,5% Educación.
A pesar de décadas de servilismo de la
élite pakistaní, Obama prefirió acercarse a Irán, la única otra opción para
hacer llegar equipamientos a decenas de miles de soldados estacionados en
Afganistán. En la actualidad, Estados Unidos sueña con utilizar el puerto que
la India está construyendo en la ciudad iraní de Chabahar (en el Golfo
Pérsico), para enviar alimentos y municiones a sus soldados que habitan en
siete bases militares en el Afganistán ocupado.
En el régimen de Trump hay quien cree que
Pakistán representa una amenaza mayor para los intereses de Estados Unidos que
Irán: fue Pakistán quien proporcionó la tecnología nuclear a Libia, y hay más
estadounidenses asesinados por Islamabad que por Teherán. Trump amenaza a Pakistán por su deslealtad, acercándose a China.
El crimen de Bhutto muestra que no siempre
se sabe por dónde vienen los tiros.