Manlio Dinucci
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«Todo
tiene que cambiar para que nada cambie», decía el poeta siciliano. La Unión
Europea ha anunciado un gran plan de ayuda al desarrollo durante su quinta
cumbre conjunta con los países de la Unión Africana. El geógrafo italiano
Manlio Dinucci estima que tras los “nobles sentimientos” anunciados se esconde
realmente una voluntad neocolonialista.
«Que el futuro de Europa también está en juego
en África es algo que está, creo, muy claro, sobre todo para nosotros los italianos,
por razones históricas y geográficas», declaró el primer ministro de Italia,
Paolo Gentiloni, durante su gira por África, del 24 al 29 de noviembre, donde
visitó Túnez, Angola, Ghana y Costa de Marfil.
Gentiloni dijo la verdad… sin querer:
Italia y Europa consideran hoy muy importante a África por las mismas «razones
históricas y geográficas» que en el pasado, o sea cuando África estaba bajo su
dominación colonial.
África es un continente muy rico en
materias primas: oro, diamantes, uranio, coltán, cobre, petróleo, gas natural,
manganeso, fosfatos, maderas preciosas, cacao, café, algodón y muchas más. Esos
valiosos recursos, antes explotados por el viejo colonialismo europeo con
métodos de tipo esclavista, hoy son explotados por el neocolonialismo europeo a
través de grupos de poder y de gobernantes africanos corruptos, utilizando la
fuerza trabajo local de bajo costo y aprovechando su propio control sobre los
mercados internos e internacionales.
Eso es lo que confirma el viaje de
negocios del primer ministro italiano Gentiloni, en calidad de viajante
comercial de la ENI (Corporación Nacional de Hidrocarburos, siglas en italiano),
que opera en países africanos como Argelia, Libia, Túnez, Egipto, Kenya,
Liberia, Costa de Marfil, Nigeria, Ghana, la República del Congo, Angola,
Mozambique y Sudáfrica.
Túnez, primera etapa de la gira de Gentiloni,
es una importante base de la ENI, no sólo por el yacimiento de El-Borma sino
también como vía de tránsito del gasoducto Transmed, que trae a Italia el gas
argelino.
En Angola, Gentiloni asistió, con el
presidente angolano Lourenco, a la firma de un lucrativo acuerdo que asigna a
la ENI un 48% de los derechos sobre el gran yacimiento Cabinda North.
En Ghana, Gentiloni visitó la gigantesca
plataforma flotante de la ENI para la producción y almacenamiento de
yacimientos offshore de más de 40,000 millones de metros cúbicos de gas y 500 millones
de barriles de petróleo.
En Costa de Marfil –donde la ENI compró un 30% de una gran área offshore rica en hidrocarburos, a través de su filial ENI Cote d’Ivoire Limited, que tiene su sede en Londres–, Gentiloni participó en la 5ª Cumbre Unión Europea-Unión Africana, junto con Mogherini, a cargo de las relaciones exteriores de la UE, el presidente francés Macron y la canciller alemana Merkel. El tema central de la Cumbre fueron nuevas inversiones europeas en África con el noble propósito de «aportar nuevas esperanzas a los jóvenes africanos». Pero esas inversiones generalmente acaban favoreciendo la formación de élites africanas al servicio de los intereses neocoloniales.
Hasta en los países que obtienen los mayores
ingresos gracias a la exportación de materias primas, la mayoría de sus
habitantes viven en la mayor pobreza. Según los datos de la ONU, más de 2 terceras
partes de la población del África subsahariana vive en condiciones de pobreza y
más de un 40% vive en condiciones de pobreza extrema.
Son emblemáticos los ejemplos de Costa de
Marfil y Ghana, por donde pasó Gentiloni. No sólo cuentan con grandes recursos
energéticos sino que además son los primeros productores mundiales de cacao
(con casi el 60% de la producción mundial). El cacao lo cultivan mayormente
pequeños campesinos, que viven en la pobreza porque se ven obligados a vender
los granos de cacao a precios muy bajos. Y son las transnacionales que fabrican
el chocolate quienes obtienen ganancias muy elevadas. Es esa la manera como,
según dijo Gentiloni, «se ayuda a los africanos en sus predios».
Durante 5 años, de 2010 a 2015, los países
que más invirtieron en África fueron Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia,
China, Sudáfrica e Italia. Pero en 2016, China pasó a la cabeza, seguida por
los Emiratos Árabes Unidos e Italia, que, según declaró con orgullo Gentiloni,
fue el año pasado el mayor inversionista europeo en África, con unos 12,000
millones.
Estados Unidos y la Unión Europea ven
peligrar su papel dominante en las economías africanas por causa de China,
cuyas empresas ofrecen a los países africanos condiciones mucho más favorables
y construyen las infraestructuras que esos países necesitan: hasta ahora
alrededor de 2,300 kilómetros de líneas férreas y 3,300 kilómetros de
carreteras.
Al mismo tiempo, Estados Unidos y la Unión
Europea ven sus intereses amenazados por movimientos armados, como los Niger
Delta Avengers que atacan las instalaciones de Shell y de otras compañías
petroleras, entre ellas la ENI, responsables del desastre ecológico y social en
el delta del río Níger.
Al ver que están perdiendo terreno en el
plano económico, Estados Unidos y las grandes potencias europeas arrojan la espada
en el plato de la balanza. El AfriCom de Estados Unidos, oficialmente con el
pretexto de luchar contra el terrorismo, está extendiendo en África su red
militar y reforzando allí su poderío a través de operaciones de fuerzas
especiales, del uso de drones armados y proporcionando entrenamiento y
armamento a fuerzas especiales africanas.
Francia, que durante los 50 últimos años
emprendió en África más de 50 intervenciones militares públicamente, además de
muchas otras intervenciones secretas, está intensificando las operaciones en el
oeste de África, así como en el centro y el este de ese continente, donde
mantiene 7,000 soldados y varias bases militares, principalmente en Mali,
Senegal, Gabón y Costa de Marfil.
Italia, con presencia militar en Libia,
Mali, Somalia y Yibuti, está solicitando la intervención de la OTAN en África.
Según el primer ministro italiano, «La OTAN debe mirar hacia el sur. Si la mayor
alianza militar de la historia no lo hace, se arriesga hoy a no estar a la
altura de los desafíos contemporáneos». Así que la OTAN se prepara para mirar
de nuevo hacia el sur, como en 2011, cuando agredió y destruyó con su guerra el
Estado libio.