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Andrew the Apostle, 30 November NT
Most references to Andrew in the New Testament simply include him on a list of the Twelve Apostles, or group him with his brother, Simon Peter. But he appears acting as an individual three times in the Gospel of John. When a number of Greeks (perhaps simply Greek-speeking Jews) wish to speak with Jesus, they approach Philip, who tells Andrew, and the two of them tell Jesus (Jn 12:20-22). (It may be relevant here that both "Philip" and "Andrew" are Greek names.) Before Jesus feeds the Five Thousand, it is Andrew who says, "Here is a lad with five barley loaves and two fish." (Jn 6:8f) And the first two disciples whom John reports as attaching themselves to Jesus (Jn 1:35-42) are Andrew and another disciple (whom John does not name, but who is commonly supposed to be John himself -- John never mentions himself by name, a widespread literary convention).
Having met Jesus, Andrew then finds his brother Simon and brings him to Jesus. Thus, on each occasion when he is mentioned as an individual, it is because he is instrumental in bringing others to meet the Saviour. In the Episcopal Church, the Fellowship of Saint Andrew is devoted to encouraging personal evangelism, and the bringing of one's friends and colleagues to a knowledge of the Gospel of Christ.
Having met Jesus, Andrew then finds his brother Simon and brings him to Jesus. Thus, on each occasion when he is mentioned as an individual, it is because he is instrumental in bringing others to meet the Saviour. In the Episcopal Church, the Fellowship of Saint Andrew is devoted to encouraging personal evangelism, and the bringing of one's friends and colleagues to a knowledge of the Gospel of Christ.
Just as Andrew was the first of the Apostles, so his feast is taken in the West to be the beginning of the Church Year. (Eastern Christians begin their Church Year on 1 September.) The First Sunday of Advent is defined to be the Sunday on or nearest his feast (although it could equivalently be defined as the fourth Sunday before Christmas Day).
Several centuries after the death of Andrew, some of his relics were brought by a missionary named Rule to Scotland, to a place then known as Fife, but now known as St. Andrew's, and best known as the site of a world-famous golf course and club. For this reason, Andrew is the patron of Scotland.
When the Emperor Constantine established the city of Byzantium, or Constantinople, as the new capital of the Roman Empire, replacing Rome, the bishop of Byzantium became very prominent. Five sees (bishoprics) came to be known as patriarchates: Rome, Alexandria, Antioch, Jerusalem, and Byzantium. Now, the congregation at Rome claimed the two most famous apostles, Peter and Paul, as founders. Antioch could also claim both Peter and Paul, on the explicit testimony of Scripture, and of course Jerusalem had all the apostles. Alexandria claimed that Mark, who had been Peter's "interpreter" and assistant, and had written down the Gospel of Mark on the basis of what he had heard from Peter, had after Peter's death gone to Alexandria and founded the church there. Byzantium was scorned by the other patriarchates as a new-comer, a church with the political prestige of being located at the capital of the Empire, but with no apostles in its history. Byzantium responded with the claim that its founder and first bishop had been Andrew the brother of Peter. They pointed out that Andrew had been the first of all the apostles to follow Jesus (John 1:40-41), and that he had brought his brother to Jesus. Andrew was thus, in the words of John Chrysostom, "the Peter before Peter." As Russia was Christianized by missionaries from Byzantium, Andrew became the patron not only of Byzantium but also of Russia.
Andrew is the national saint of Scotland. George (23 Apr) is the national saint of England, Patrick (17 Mar) of Ireland, and Dewi (=David) (1 Mar) of Wales. George, who was a soldier, is customarily pictured as a knight with a shield that bears a red cross on a white background. This design is therefore the national flag of England. It is said that Andrew was crucified on a Cross Saltire -- an 'X'-shaped cross. His symbol is a Cross Saltire, white on a blue background. This is accordingly the national flag of Scotland. A symbol of Patrick is a red cross saltire on a white background. The crosses of George and Andrew were combined to form the Union Jack, or flag of Great Britain, and later the cross of Patrick was added to form the present Union Jack. Wales does not appear as such (sorry!). Whether there is a design known as the cross of David, I have no idea.
Link: http://elvis.rowan.edu/~kilroy/JEK/home.html
El Papa no quiere “sacerdotes de salón”, sino ardientes misioneros…
José Manuel Vidal
www.reflexionyliberacion.cl
/ 091017
Francisco sabe
que el éxito de su primavera eclesial depende, en gran parte, de los
sacerdotes, los clérigos que están directamente en contacto con el ‘pueblo de
Dios’. De ahí que aproveche todas las ocasiones que se le presentan para
ponerlos en actitud de ‘combate’, reafirmar la necesidad “determinante” de su
formación”, evitar el clericalismo y promover una espiritualidad sacerdotal sin
“el rumor de las ambiciones humanas” y con “el silencio de la oración”.
“La renovación de
la fe y el futuro de las vocaciones es posible solo si tenemos sacerdotes
bien formados“, afirmó el Pontífice durante un encuentro con participantes del
Congreso Internacional sobre la Ratio
Fundamentalis Institutionis Sacerdotalis, un documento reciente sobre la
formación sacerdotal.
El documento fue promovido por la Congregación del
Clero, y en la cita de este sábado Francisco se abocó a explicar cómo tiene que
ser un buen sacerdote.
“La formación
sacerdotal depende en primer lugar de la acción de Dios en nuestra vida y no de
nuestras actividades. Es una obra que requiere la valentía de dejarnos plasmar por
el Señor, para que transforme nuestro corazón y nuestra vida”.
Y luego recalcó
que, por tanto, la formación “no se resuelve con cualquiera actualización
cultural o cualquier iniciativa esporádica local” sino que “es Dios el
artesano paciente y misericordioso de nuestra formación sacerdotal” y
“este trabajo dura para toda la vida”.
“Cuando nos
despegamos de nuestras comodidades, de las durezas de nuestros esquemas y de la
presunción de haber llegado ya, y tenemos la valentía de ponernos en la
presencia del Señor, Él puede retomar su trabajo en nosotros, nos plasma y nos
transforma”.
Y luego denunció
que si uno no se deja “formar por el Señor” se convierte en “un sacerdote
apagado, que se deja arrastrar en el ministerio por inercia, sin entusiasmo por
el Evangelio ni pasión por el pueblo de Dios”.
Y al contrario,
planteó, aquél que “conserva en el tiempo el entusiasmo del corazón, acoge con
alegría la frescura del Evangelio, habla con palabras capaces de tocar la vida
de la gente; y sus manos, ungidas por el obispo en el día de la ordenación, son
capaces de ungir a su vez sus heridas, las esperas y las esperanzas del pueblo
de Dios”.
En la etapa de
formación sacerdotal, el Papa recomendó abandonar “el rumor de las
ambiciones humanas” y preferir “el silencio de la oración”. “Más que la
confianza en las propias obras, sabrá abandonarse en las manos del Señor y en
su providente creatividad; más que de esquemas preconstituidos, se dejará guiar
por una inquietud del corazón”, indicó a los asistentes.
“Más que la
soledad, buscará la amistad con los hermanos en el sacerdocio y con la propia
gente, sabiendo que su vocación nace de un encuentro de amor. El de Jesús y el
del pueblo de Dios”, amplió en directa recomendación al proceso de formación de
un sacerdote.
A los obispos y formadores les planteó que si no
colaboran con la obra de Dios “no habrá sacerdotes bien formados” y recordó el
valor de un buen “discernimiento como instrumento privilegiado”.
“La Iglesia
necesita sacerdotes capaces de anunciar el Evangelio con entusiasmo y
sabiduría, de encender la esperanza allá donde las cenizas han cubierto los
brazos de la vida, y de generar la fe en los desiertos de la historia”.
Y demandó no
olvidarse del pueblo, de la gente y ser cercanos a ellos. “Qué sacerdote deseo
ser”, invitó a preguntarse. Y les planteó las posibilidades con marcada
retórica: “un sacerdote de salón, uno tranquilo y con todo en orden, o un
discípulo misionero al cual le arde el corazón por el Maestro y por el pueblo
de Dios”.
E insistió con la marcada dicotomía: Un sacerdote
“tibio que prefiere el vivir tranquilo, o un profeta que despierta en el
corazón del hombre el deseo de Dios”.
NO ES LEYENDA NEGRA. ES HISTORIA PURA Y PURA HISTORIA
Por: Arysteides Turpana
Hace 525 llegó a Abya Yala, nuestro continente, una banda de maleantes
españoles bajo el mando de un gamberro llamado Cristóbal Colón, cuya nombre
afea y denigra el Himno Nacional de Panamá. ¡Da asco! ¡Repugna! Venían estos
forajidos hispanos con el fin de saquear nuestras riquezas, de apoderarse de nuestras
tierras y de esclavizar a nuestros ancestros, y para lograrlo recurrieron a
argucias delictivas e inmorales, amparadas bajo los nombres de la Guerra Justa y de Requerimiento. A esta invasión armada y a su subsecuente ocupación Descubrimiento de América las llaman los
hispanólatras. En 300 años de pillaje,
los gamberros diezmaron a 100 millones de abyayalenses, según las cifras
ofrecidas por Fidel Castro y Noam Chomsky.
Según los hispanólatras, los gamberros españoles trajeron una religión.
Lo que no dicen es que es esa religión fue manipulada por la hipocresía de esos
mismos delincuentes españoles. ¿Y es que no había religión aquí, que justamente
tuvieron que ser los criminales españoles que la tuvieron que traer?
Según los hispanólatras, los gamberros españoles trajeron el alfabeto. Exceptuando
a los religiosos, el único gamberro español que pasó por aquí y por una
academia fue Hernán Cortés. Los demás eran unos brutos que no sabían ni leer ni
escribir, como Francisco Pizarro, que fue amamantado, como Asco Núñez de Balboa,
por cerdos. Los hispanólatras no saben en su ignorancia que aquí en Abya Yala siempre
hubo una escritura de tipo jeroglífica y silábica. En su tozudez un día nos
dirán que lo de Braille y el lenguaje de
señas no son nada. Nemo
dat quod non habet.
Según los hispanólatras, los gamberros españoles trajeron un idioma, como si aquí no hubiese
habido miles y miles de idiomas. El 10 de mayo de 1770, Carlos III emitió una Real
Cédula mediante la cual prohibió el uso de las lenguas americanas para que se hablase
solo el castellano en este continente que es un río multicolor de idiomas. Solo en Panamá
tenemos siete lenguas nativas y una europea, que es el castellano, un dialecto del latín
vulgar, la jeringonza que hablaba la chusma de Roma, ciudad donde la población estaba
dividida en dos capas sociales: los patricios y la plebe. En nuestro continente Abya
Yala, el dominio del idioma se tomaba muy en cuenta y con tal consideración para aspirar a algún
cargo dentro de la organización del Estado. A muchos locutores, ministros y otros jerarcas
de la etnia ladina panameña les he escuchado decir: “habemos”, “haiga”, “hubieron”. El preso
de Miami, el etnoitaliano Ricardo Martinelli dijo: “I haven’t stolen a fucking penny”
(“no me he robado ni un fucking real).
Llegó a ser presidente de Panamá con esta formar de hablar. Tal vez lo veamos algún día como
miembro de la Academia Panameña de la Lengua.
Según los hispanólatras, los gamberros españoles trajeron las leyes. ¿Y
es que aquí no las había? Las leyes de los gamberros españoles se llamaban Guerra Justa y Requerimiento, que eran leyes para justificar el genocidio, la
esclavitud y el saqueo de nuestro continente Abya Yala. Las llamadas Leyes de Indias fueron promulgadas mediante Real Cédula el 18 de
mayo de 1680, o sea, a casi 200 años del pillaje español y cuando la población
nativa ya había sido diezmada bajo las manos de los criminales gamberros de
España; en otras palabras, las Leyes de
Indias solo favorecían a los “indios” ya asesinados. ¡Cuánta hipocresía!
Según los hispanólatras, los gamberros españoles trajeron animales domésticos ¿se referían a
ellos mismos? El abyayalense (y no el indio, que es un ciudadano de la
república de la India, un país asiático) había domesticado llamas, alpacas, el
pato mudo, el pavo, el xoloitzcuintle o el perro pelón…
Según los hispanólatras, los gamberros españoles trajeron universidades, como si aquí no las
hubiera habido: ¿de dónde salió el sabio que inventó el calendario azteca?, ¿de
dónde salieron los astrónomos, los matemáticos con su concepto de cero (0) y
los administradores de los Estados? A estas universidades en algunas partes se
las conocían con el nombre de Calmécac, donde se impartían conocimientos de retórica, arte dramático, música, canto, danza, escritura, astronomía,
historia, administración de justicia; en otras partes se las llamaban Cuicacalli,
que eran centros de enseñanza especializada en todo lo referente a la cultura
musical y los cantos sagrados, algo así como Berklee College of Music, de la
ciudad de Boston; había otras llamadas Telpochcalli, donde se ponía
énfasis en la educación militar: algo parecido a West Point. En esos centros de
educación superior, se adquirían y se transmitían las convicciones
religiosas, los valores morales y culturales, en otras palabras, eran centros
de educación permanente y continúa.
¿De dónde salió
el astrónomo maya que planteó que el año solar duraba 365,2420 días, cuando
para la astronomía contemporáneo es de 365,2422 días, y en lo que a la
revolución sinódica de Venus se refiere calculó que era de 584 días, cuando el
cálculo moderno es de 583,92 días?
En la ciudad de
Qosqo -Cuzco- había un
sitio poblado de escuelas y de centros de altos estudios, los denominados "Yachay Huasi". Cuando los gamberros españoles lo descubrieron
lo llamaron “barrio de escuela”, que es el equivalente a lo que hoy denominamos
“ciudad universitaria”, en cuyas moradas vivían los harauec -los poetas- y los
sabios llamados “amauta”-nombre tan querido por el no menos querido y siempre
lúcido José Carlos Mariátegui.
En 1438, el noveno Inca, Yupanqui,
conocido también con el nombre de Pachacútec, reforzó su política educativa al incrementar
la cantidad de escuelas, que en principio habían sido fundadas por Inca Roca.
Hubo escuelas a todo lo largo y ancho del Imperio y se agigantó el número de
enseñantes.
Los incas dominaban la geometría. Con ella
medían los campos, trazaban caminos, levantaban sus edificios, median el tiempo
para fijar los tiempos de la siembra y la cosecha. Tenían cocimientos sobre la
cirugía, sobre todo, sobre la trepanación de los cráneos e igualmente el uso
medicinal de la plantas era objeto de estudio. La educación que los niños
recibían en el hogar se reforzaba en las instituciones del sistema de la
educación formal; era como si ya desde la casa estuviese manejando el Manual
de urbanidad y buenas maneras o el Manual
de Carreño.
En Los comentarios reales de los incas, su autor, el Inca Garcilaso de
la Vega escribe que en el tiempo precolonial el mismo estado incaico daba de
vestir a los vasallos y en dicho imperio no había pobres ni mendigantes y nadie
moría de hambre porque el gobierno tenía depósitos de comida ya que siempre estuvo
preparado para los tiempos de las vacas flacas. ¿Es así hoy por hoy el Perú
contemporáneo?
¿Qué no tenía Abya Yala antes de la invasión de los
gamberros españoles? Antes de la invasión de los gamberros españoles, Abya Yala
no tenía gamberros españoles, y sus gobernantes no conocían la corrupción porque
la corrupción –este nuevo tipo de saqueo-la practican los gobernantes de hoy,
que son los nietos de los gamberros españoles -de tal palo, tal astilla- y Abya
Yala tampoco conocía el Tercer Mundo, que es una herencia de los gamberros
españoles.
“La historia de América, de los incas a acá, ha de
enseñarse al dedillo, aunque no se enseñe la de los arcontes de Grecia.
Nuestra Grecia es preferible a la Grecia que no es nuestra”. José Martí
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Cristianos coptos (1). Iglesia madre, iglesia mártir
Por: Xavier Pikaza.
Tomado del blog de X. PiKaza
La revista Tierra Santa (imagen 1 ) ha publicado un número especial dedicado a los cristianos coptos, con un extenso dossier que he preparado y que presento aquí,en tres postales, para aquellos que no hayan podido leer la revista, que recomiendo a todos mis lectores.
En un sentido extenso, Egipto pertenece a la Gran Tierra Santa de los orígenes judíos y cristianos.
1. Egipto fue el punto de partida del Éxodo judío, donde comenzó a formarse la identidad israelita (siglo XII-X a. C.), y donde se confirmó más tarde en el momento clave de la helenización judía, centrada en la traducción bíblica de los LXX
Imagen 2 y 3.. Un grupo muy significativo de los últimos mártires coptos, en un momento de gran crisis social y religiosa de Egipto, como muestra el último atentado contra una mezquita, con más de 300 muertos, el pasado 17.11.17 (en la antigua El Arish o Rinocolura, ciudad clave de la frontera bíblica entre Israel y Egipto).
El pasado 28 de abril (2017), con ocasión de su viaje apostólico a Egipto, tras el atentado de grupos islamistas radicales contra dos iglesias coptas, con la muerte de docenas de cristianos, el Papa Francisco de Roma dirigió un discurso programático al Papa Tawadros II, Patriarca de la Iglesia Copta. Ese discurso, cuyas palabras iniciales quiero recordar, marca el nuevo tono de las relaciones entre la Iglesia Católica y la Copta de Egipto:
Con la alegría de continuar fraternalmente nuestro camino ecuménico, deseo recordar ante todo ese momento crucial que supuso en las relaciones entre la sede de Pedro y la de Marcos la Declaración Común, firmada por nuestros Predecesores hace más de cuarenta años, el 10 de mayo de 1973.
En ese día, después de «siglos de una historia complicada», en los que «se han manifestado diferencias teológicas, fomentadas y acentuadas por factores de carácter no teológico» y por una creciente desconfianza en las relaciones, con la ayuda de Dios hemos llegado a reconocer juntos que Cristo es «Dios perfecto en su Divinidad y hombre perfecto en su humanidad» (Declaración Común firmada por el Santo Padre Pablo VI y por Su Santidad Amba Shenouda III, 10 mayo 1973). Pero no menos importantes y actuales son las palabras… con las que hemos reconocido a «Nuestro Señor y Dios y Salvador y Rey de todos nosotros, Jesucristo». Con estas expresiones la sede de Marcos y la de Pedro han proclamado la señoría de Jesús: juntos hemos confesado que pertenecemos a Jesús y que él es nuestro todo.
El Papa Francisco, patriarca de Roma se ha dirigido así al Papa Tawadros, patriarca de la sede de Marcos, que fue según la tradición el primer evangelizador de Egipto y obispo de Alejandría, y en ese contexto recuerdo la histórica Declaración Común firmada por Pablo VI y por Amba Shenouda III, el 10 de mayo de 1973, poniendo de relieve las bases comunes de su fe y de su comunión cristiana, después de más de 1500 años de malentendidos, disensiones, condenas y separaciones.
Quedó así superada en su base la condena que los católicos romanos habían dictado contra los coptos, acusándoles de herejes monofisitas (contrarios a la fe del Concilio de Calcedonia, del año 451), y la condena que los coptos habían a su vez dictado contra los católicos romanos, acusándoles de haber interferido injustamente en la fe y en la vida de los católicos coptos.
4. Testimonio de santidad heroica. En este contexto ha elevado el Papa Francisco el más bello canto de alabanza a la iglesia copta (egipcia) por sus dos mil años de santo cristianismo: «La maravillosa historia de santidad de esta tierra no se debe sólo al sacrificio de los mártires. Apenas terminadas las antiguas persecuciones, surgió una nueva forma de vida que, ofrecida al Señor, nada retenía para sí: en el desierto inició el monaquismo. Así, a los grandes signos que Dios obró en el pasado en Egipto y en el Mar Rojo (cf. Sal 106,21-22), siguió el prodigio de una vida nueva, que hizo florecer de santidad el desierto. Con veneración por este patrimonio común, he venido como peregrino a esta tierra, donde el Señor mismo ama venir: aquí, glorioso, bajó al monte Sinaí (cf. Ex 24,16); aquí, humilde, encontró refugio cuando era niño» (cf. Mt 2,14).
Desde ese fondo, para situar y entender mejor las palabras del Papa Francisco, quiero ofrecer una pequeña historia y teología de la Iglesia Copta, desde el principio (siglo I d.C.) hasta el momento de la separación respecto a Roma, con la dominación posterior de los musulmanes, para insistir en la necesidad de un retorno a la comunión y al testimonio de la fe compartida, apelando al fin a la Declaración conjunta de Su Santidad Francisco y de Su Santidad Twadros II, del pasado 28 de Abril de 2017.
‒ El hermetismo, que es un tipo de interpretación universal de lo divino, con elementos egipcios, griegos y bíblicos, con Hermes y Moisés unidos a Jesús. El ese contexto surgió y se extendió el cristianismo egipcio.
‒ (Habitantes) de Judea, son los que forman la Iglesia de Palestina, en la que se integra también Galilea.
‒ De Capadocia, Ponto y Asia, de Frigia y Panfilia; son las iglesias de los pueblos del norte, más allá de Siria, en la actual Turquía, en un camino que ha sido retomado por la Iglesia bizantina.
‒ De Egipto y de las regiones de Libia más allá de Cirene. De estos cristianos de la diáspora del Norte de África habla poco el Nuevo Testamento, aunque por otros datos sabemos que los hubo desde muy pronto y que fueron muy significativos (cf. Hch 18, 24).
‒ Romanos, tanto judíos como prosélitos; son los que forman las iglesias de occidente.
‒ Cretenses y árabes. No sabemos por qué se han unido estos grupos. Creta es una isla griega del Imperio; los árabes pueden formar parte del imperio (reino) nabateo o quedan fuera (como los partos, medos, elamitas y mesopotamios del primer grupo).
Éstas dos iglesias se superponen y se implican, y están en constante trasvase de experiencias y de vida, y al principio parece dominante la helenista (inserta en la estructura del imperio romano y luego del bizantino), y así actúa hacia el exterior, en los grandes concilios, en diálogo con las iglesias de Antioquía, de Roma y de Constantinopla, que se entienden entre sí en lengua griega. Pero después, a partir del siglo V, se va expresando más abiertamente e imponiendo la iglesia de lengua y cultura copta, que es la única que sobrevive tras la invasión del Islam (642 d.C.).
2. Egipto fue el primer gran foco intelectual del cristianismo,del siglo III al V. d.C.. La teología y la vida posterior del cristianismo hubiera sido imposible sin Egipto,que aquí presento como una "iglesia madre" de la Gran Cristiandad.
3. Egipto sigue siendo un lugar clave del cristianismo actual , quizá pequeño en número, pero "grande" en testimonio de vida y martirio, una iglesia mártir, como ha destacado Franciso, papa de Roma, en su visita a Swadros III, papa de Alejandria y de los coptos, como la prensa mundial ha destacado.
Desde ese fondo presento el dossier que ahora sigue,que tendrá tres partes. (1) Orígenes y rasgos de la iglesia egipcia (=copta). (2) El gran magisterio sobre todo intelectual de la iglesia de Egipto. (3) Problemática actual: Los tres concilios, la "unidad" copta de las iglesia.
Sólo me queda agradecer a la revista Tierra Santa y a su directora Inma. Torné por haberme invitado a redactar este dossier. La memoria y presencia de la Cristiandad Copta (iglesia madre, iglesia mártir) ha sido y sigue siendo un elemento clave de la presencia cristiana en el mundo.
1. Nota inicial. El Papa Francisco en Egipto
En este contexto, el Papa Francisco de Roma eleva ante Dios su canto de comunión, de agradecimiento y alabanza ante Dios por la iglesia copta de Egipto que ha dado desde el principio un gran testimonio de comunión evangélica, de caridad fraterna, de martirio cristiano y de santidad heroica:
1. De comunión eclesial. El Papa Francisco acepta y reconoce el origen apostólico de la iglesia copta, fundada según la tradición por San Marcos, poniendo de relieve las hondas relaciones de Marcos con Pedro, y también con Pablo: «En la Sagrada Escritura, Pedro corresponde… al afecto de Marcos llamándolo “mi hijo” (1 P 5,13). Pero los vínculos fraternos del Evangelista y su actividad apostólica se extienden también a san Pablo el cual, antes de morir mártir en Roma, habla de lo útil que es Marcos para el ministerio (cf. 2 Tm 4,11) y lo menciona varias veces (cf. Flm 24; Col 4, 10)». Aquella comunión antigua ha de ser ejemplo y fuente de comunión para las iglesias actuales, en especial las de Roma, y Egipto.
2. De caridad fraterna. Así sigue diciendo el Papa Francisco: «La presencia de Jesús se transmite con la vida, y habla el lenguaje del amor gratuito y concreto. Coptos ortodoxos y Católicos podemos hablar cada vez más esta lengua común de la caridad». Entre los cristianos de las dos iglesias ha de establecerse y expandirse, según eso, un lenguaje común de amor, de comunión de vida, por encima de todas las diferencias.
3. Testimonio de martirio. El Papa Francisco de Roma ha visitado al Papa copto Tawadros II y a los fieles de su Iglesia en un momento de gran dolor, tras el martirio de docenas de creyentes. En ese contexto dice que «nuestro camino ecuménico crece de manera misteriosa y sin duda actual, gracias a un verdadero y propio ecumenismo de la sangre… Cuántos mártires en esta tierra, desde los primeros siglos del Cristianismo, han vivido la fe de manera heroica y hasta el final, prefiriendo derramar su sangre antes que renegar del Señor y ceder a las lisonjas del mal o a la tentación de responder al mal con el mal. Así lo testimonia el venerable Martirologio de la Iglesia Copta. Aun recientemente, por desgracia, la sangre inocente de fieles indefensos ha sido derramada cruelmente: su sangre inocente nos une». Los mártires coptos de Egipto son testigos de la Iglesia universal, mensajeros de Jesús crucificado y resucitado.
2. Origen y sentido de la iglesia “copta”.
Copto (del griego aigyptos/guptos) significa egipcio, y se aplica, en un sentido extenso, a la cultura, escritura y religión tradicional de Egipto, tal como ha sido desarrollada y conservada por los cristianos, desde el siglo I d.C. hasta la actualidad. En esa línea, en sentido más preciso, coptos son los cristianos de Egipto (unos 10 millones, un 10% de la población), aunque ese nombre puede aplicarse, por ampliación, a cristianos de otras iglesias tradicionales de África (Etiopía y Eritrea, con unos 70 millones de creyentes). Aquí me ocuparé sólo de los coptos de Egipto, y empezaré diciendo que ellos se sienten herederos de tres grandes tradiciones culturales, sociales y religiosas:
a. Los coptos se sienten herederos del Egipto de los Faraones, con sus pirámides y jeroglíficos, con su religión y Estado. No han venido de fuera, sino que son los egipcios originarios, convertidos al cristianismo. Por eso, ello conservan en su liturgia el idioma egipcio, evolucionado y fijado hacia el I a.C de Cristo, aunque escrito con grafía griega (con seis letras tomadas del egipcio demótico, para sus sonidos propios). En ese sentido, el “copto” es también el idioma y alfabeto litúrgico de los cristianos de Egipto..
b. Herederos de los hebreos (judíos), que, según la tradición, habitaron en Egipto desde el 2º milenio a. C. Ciertamente, los primeros hebreos salieron de Egipto en el Éxodo, guiados por Moisés, pero muchos volvieron después, en tiempos de persecución y hambre, como destacan los libros proféticos (Isaías, Jeremías…). Tras la conquista de Alejandro Magno (332 a.C.), muchísimos judíos se establecieron en en Egipto, sobre todo en Alejandría, la nueva capital, creando allí una especie de “nuevo Israel”, y traduciendo la Biblia al griego (edición de los LXX o Setenta, realizada según la tradición por setenta intérpretes).
c. Herederos de los griegos, que conquistaron la tierra el 332 a. C., estableciéndose allí como dominadores hasta la llegada de los árabes (642 d.C.). Durante más de novecientos años, Egipto fue un país bilingüe, donde la clase dominante hablaba griego (bajo los ptolomeos, romanos o bizantinos) y el pueblo seguía utilizando la antigua lengua y escritura egipcia evolucionada, llamado “copto”, en sus dos formas: el Sahídico del Alto Egipto y el Boháríco del Bajo Egipto. Los primeros cristianos de Egipto parecen haber utilizado sobre todo el griego, que fue la lengua oficial de la gran iglesia egipcia hasta el VI d.C. Pero desde el siglo II d.C. se fue extendiendo cada vez más la lengua y escritura copta, que se impuso a partir del V d.C., que ahora se utiliza en la liturgia (aunque que en la vida civil ha sido sustituida por el árabe).
El cristianismo egipcio empezó siendo más griego que copto, pues se hallaba vinculado al judaísmo helenista, muy importante en Egipto desde el siglo III a.C., un judaísmo más universal que el de Palestina (de lengua hebrea o aramea), como indican los libros propios de la edición de los LXX, escritos precisamente en Egipto (como Eclesiástico y l Sabiduría) y las obras de grandes pensadores, como Filón de Alejandría.
Ese judaísmo helenista de Egipto seguía fiel a la tradición hebrea de Jerusalén (Biblia Hebrea), pero admitía numerosos elementos griegos de tipo platónico y otros de la antigua religión de Egipto, interpretada de forma monoteísta, como simbiosis de religiones. En ese contexto podemos destacar dos manifestaciones religiosas muy extendidas del entorno judío de Egipto:
‒ La Gnosis, como religión del pensamiento, que tiende a interpretar la historia sagrada como un “simbolismo”, añadiendo que lo que importa no es el mundo externo, sino la hondura del conocimiento.
3. Los cristianos coptos en el conjunto de las iglesias.
El Evangelio de Mateo habla de la huída de la Sagrada Familia a Egipto (Mt 2), suponiendo así que hubo una relación de fondo entre la infancia de Jesús y el cristianismo egipcio. Esa relación es difícil de concretar y de aplicar de un modo puramente crítico (pues no se puede afirmar sin más que el Niño Jesús fundó la Iglesia de Egipto), pero es muy importante, porque indica que el Hijo de Dios vino a Egipto y volvió de Egipto a la Tierra Santa de Israel, y en esa línea se puede suponer que ya en el tiempo de la composición de Mateo (hacia el 70-80 d.C.) había allí una comunidad cristiana. De todas formas, el origen del cristianismo egipcio no está del todo claro en las primeras fuentes cristianas, de manera que se pueden citar, al menos, tres tradiciones:
a. La tradición oficial, extendida hasta hoy entre los coptos (y testimoniada por el Papa Francisco de Roma, en el discurso antes citado), vincula el cristianismo egipcio con la predicación del evangelista San Marcos, a quien Pedro, su maestro, habría enviado desde Jerusalén o Antioquía (donde residió por un tiemplo) para extender el evangelio en las tierras del Nilo. En esa tradición se apoya la visión de las tres sedes originarias de la Iglesia, en el siglo III-IV (antes de la elevación posterior de Constantinopla), que se identifican con los tres Patriarcados Apostólicas que apelan a Pedro: El de Antioquía, donde Pedro puso su sede después de haber salido de Jerusalén (cf. Hch 15); el de Roma, donde se trasladó después, siendo allí martirizado; y el de Alejandría, iglesia que él mismo fundó indirectamente por su discípulo Marcos. En ese sentido, el Patriarca de Alejandría (y de la Iglesia Copta) se considera heredero de Pedro, y ha tomado el nombre de Papa (Padre), lo mismo que el de Roma y quizá antes (aunque sin pretender una jurisdicción universal sobre todas las iglesias).
b. Hay una tradición “paulina”, recogida también por el libro de los Hechos, que habla de un famoso cristiano de Alejandría (es decir, de Egipto), llamado Apolo, que habría sido el fundador de un cristianismo de tipo “sapiencial”, más centrado en el conocimiento profundo de las Escrituras y del mismo Cristo (cf. 1 Cor 3, 6-9; 16, 12; Tito 3, 13; Hechos 18, 26-28; 19, 1). Este Apolo alejandrino, que fue compañero y misionero complementario de Pablo (¡yo planté, Apoló regó! 1 Cor 3, 6), habría sido el auténtico fundador y representante de la iglesia egipcia (aunque ésta apela más a San Marcos). Algunos investigadores han supuesto incluso que Apolo fue el autor de algunas cartas más “teológicas” de la tradición paulina, como puede ser la dirigida a los Efesios.
c. Una tercera tradición, recogida en Hechos, habla de la procedencia de los judíos que escuchan a Pedro en Pentecostés, cuando surge la primera Iglesia por obra del Espíritu Santo. Entre los primeros oyentes de Pedro hay “partos, medos, elamitas; habitantes de Mesopotamia, de Judea y de Capadocia, del Ponto y de Asia, de Frigia y de Panfilia, de Egipto y de las regiones de Libia más allá de Cirene; romanos y judíos, cretenses y árabes” (Hch 2, 6-11). Este pasaje traza un mapa de la Iglesia primitiva, pues evoca los lugares de donde provenían (y donde se ubicaban) los judeo/cristianos del comienzo de la Iglesia.
Según ese texto, Lucas (el autor del libro de los Hechos) supone que, en el principio de la Iglesia, todos los que escuchaban a Pedro eran judíos de la diáspora, venidos por devoción (o peregrinación) a Jerusalén, desde todas las naciones (lenguas) del mundo. Ellos se dividían en seis grupos, que habrían anunciado después el evangelio en sus propios territorios:
‒ Partos, medos, elamitas; habitantes de Mesopotamia…Se evoca así a los judíos y cristianos de las iglesias de oriente, en un camino que lleva de Siria y Mesopotamia hacia Persia (y la India, China).
Así aparecen seis “grupos” de Iglesias, que marcan las direcciones del cristianismo universal, eso que pudiéramos llamar sus grandes trayectorias, entre las que aparece bien clara desde el principio la trayectoria egipcia. Todas estas comunidades han surgido de una raíz o matriz judeo-cristiana, formada por las iglesias de Jerusalén (y, en parte, de Galilea), que están en el origen de la Iglesia universal. Pues bien, dejando a un lado este origen judeo/galileo (y la referencia a los “cretenses”, que debería precisarse mejor), conforme al esquema del libro de los Hechos, podemos hablar de cinco trayectorias cristianas, que voy precisar, tomando como referencia la iglesia copta (de Egipto):
1. Trayectoria siria, la luz del oriente. Ésta es quizá la más significativa en el principio del cristianismo y tiene su sede patriarcal en Antioquía (primer “patriarcado” de Pedro). Aquí se centró la más antigua misión del evangelio, y los discípulos de Jesús empezaron a llamarse cristianos (cf. Gal 2, 11; Hch 11, 20-30), extendiéndose desde aquí hacia Siria Oriental, a través de Édesa (línea del “apóstol” Tomás), y abriéndose después por Mesopotamia y Persia hasta la India. Ésta Iglesia de lengua aramea (siria), que ha sido en parte complementaria de la Iglesia Copta (en parte opuesta a ella) se ha mantenido hasta el día de hoy, en una línea que tiende al “nestorianismo”, destacando la humanidad de Jesús, como seguiremos viendo. Es en la actualidad una iglesia mártir, amenaza por un tipo de islamismo extremo.
2. Trayectoria greco-bizantina. Está vinculada a los centros de misión de Pablo (sobre todo en Corinto y Éfeso). Ella desemboca en la gran iglesia de lengua griega, que se centrará más tarde en el Patriarcado de Constantinopla, que aparece desde el siglo V-VI d.C. como madre y sede central de las iglesias “ortodoxas” de la actualidad, de Grecia a Rusia. La separación y aislamiento de la Iglesia copta depende, al menos parcialmente, del centralismo y de las imposiciones políticas de esta Iglesia griega, dirigida en aquel tiempo por los emperadores de Constantinopla.
3. Trayectoria romana, iglesia de occidente. Entre los fundadores de esta iglesia están Pedro y Pablo, aunque la sede patriarcal de Roma ha estado más vinculada a Pedro. Ella es la base de la Iglesia católica de occidente, abierta desde la Edad Media a todo el mundo. El Patriarca de Roma aparece en esta línea como Papa Católico, y así, en su calidad de Patriarca de Roma, heredero de la tradición de Pedro, el Papa Francisco ha visitado al Papa Tawadros II, publicando con él una declaración conjunta que evocaremos al final de este trabajo.
4. Trayectoria alejandrina o egipcia. Como he dicho, según la tradición, esta Iglesia alejandrina (egipcia, copta), proviene del evangelista Marcos, discípulo de Pedro. Ella se encuentra también vinculada al “apóstol” o misionero Apolo, ya citado, a quien podemos llamar igualmente evangelista. Ésta es una iglesia proclive al buen “gnosticismo”, es decir, al conocimiento interior del misterio y a la sabiduría, y en ella surgieron y en ella se han conservado los primeros textos cristianos (sobre todo evangelios), desde el siglo II d. C., y en ella recrearon el evangelio algunos de los mayores catequistas y teólogos de la cristiandad (como Orígenes y San Atanasio).
5. Trayectoria árabe. El texto del libro de los Hechos habla de “judíos árabes” que escucharon a Pedro en Pentecostés, y que aparecen sin duda como fundadores de las iglesias árabes posteriores, extendidas hacia el Este y el Sur de Palestina, en el reino de los Nabateos, desde Damasco y Petra hasta la Meca y el Yemen. Por lo que sabemos, estos cristianos árabes no lograron crear una iglesia autónoma y fuerte (como las de Alejandría y Antioquía, Roma y Constantinopla), y en su contexto, en el siglo VII (con Muhammad/Mahoma), surgió el Islam, como religión distinta, aunque emparentada con el cristianismo. Desde el año 641/642, con la conquista musulmana de Egipto, el gran problema de la Iglesia Copta no será sólo su identidad interna, sino su relación con el Islam de origen árabe.
Como seguiré indicando, la primera comunidad cristiana de Egipto parece haber seguido al principio (hasta el 150 d.C.) un camino “especial”, y ha estado un poco separada de otras tres grandes iglesias (siria, greco-bizantina y romana). Eso significa que ha tenido un desarrollo propio, en un camino más abierto a la gnosis (aunque con un influjo fuerte de la Iglesia Siro-Oriental, con tradiciones de Tomás y Felipe). Más que por presbíteros-obispos, de los que hablan Lucas en Hechos y el autor de las Pastorales (1-2 Tim y Tito), esta iglesia parece haber estado dirigida por grandes maestros y catequistas, entre los que aparecerán más tarde Orígenes, Clemente de Alejandría y Dídimo.
Por otra parte, estos cristianos egipcios que estuvieron al principio en comunión intensa (aunque tensa) con las otras grandes iglesias (siria, bizantina y romana) cayeron en el siglo VII bajo dominio de los árabes musulmanes, hasta convertirse en una minoría en su propia tierra. En ese contexto, ellos se mantienen como una iglesia de testimonio (testigos de la más honda y rica tradición cristiana) y de martirio (son una iglesia amenazada), como ha puesto de relieve el Papa Francisco y como seguiremos indicando.
4. Auge del cristianismo egipcio
Hasta mediados del siglo II d.C., los cristianos de Egipto eran una minoría, sin identidad marcada, entre el judaísmo dominante (que era quizá el grupo socio-religioso más significativo del entorno), la gnosis espiritualista de tipo helenista (con tendencias esotéricas que vinculaban mitos antiguos, filosofía y experiencias internas de salvación) y la religión tradicional de Egipto, que mantenía su prestigio, con sus grandes templos y sus ritos milenarios. Pues bien, en ese contexto se inscriben unos hechos muy significativos.
1. Herederos del judaísmo. Hubo en el siglo II un fuerte declive judío, vinculado a dos guerras. La primera fue la del tiempo de Trajano (115-117), con el levantamiento de los judíos de Cirene y Alejandría, que fueron duramente sofocados; y la segunda la del tiempo de Adriano (132-135), con el levantamiento de los judíos de Palestina, que fueron expulsados de sus territorios, recreando su tradición en forma distinta (rabínica) y separándose de los otros grupos del entorno. En ese contexto, unos judíos perdieron su identidad (“disolviéndose” en el conjunto del imperio), otros se encerraron en grupos aislados de tipo rabínico (de lengua hebreo-aramea), pero hubo otros muchos que se hicieron cristianos, buscando un tipo nuevo de identidad (y de universalidad).
2. Un auge cristiano. Desde ese momento, sobre el fracaso y ruina de un tipo de judaísmo anterior, de tipo más abierto, a partir del 200 d.C., comenzó el aumento imparable de los cristianos egipcios. Ciertamente, en una línea, esos cristianos (con Clemente de Alejandría, Orígenes y otros muchos) fueron los auténticos herederos del judaísmo universal egipcio de la Biblia de los LXX, con sus libros sapienciales (como el de la Sabiduría), con otros textos “apócrifos” y con grandes pensadores, como Filón de Alejandría. Egipto fue en este momento el gran laboratorio cristiano, el lugar donde primero y con más intensidad se pensó y se experimentó el cristianismo, en forma intelectual y popular, en línea helenistas y propiamente copta.
3. La línea helenista. En Egipto coexistieron al menos dos cristianismo, uno de rasgos más griegos y otro más propiamente coptos. No olvidemos que Alejandría era entonces el centro de la cultura occidental, en lengua griega, donde se vinculaban y se cultivaban todos los saberes (de tipo técnico, científico, espiritual, filosófico…). Allí surgió una de las iglesias antiguas más importantes y allí enseñaron los mayores filósofos y teólogos cristianos, como Orígenes, y allí hubo pastores y patriarcas muy significativos como Atanasio y Cirilo, que son hombres clave (Padres) de la iglesia universal. Ésta será una iglesia de gran poder no sólo cultural, sino incluso político, pero ella perdió su influjo a partir del siglo V, y luego en el siglo VII, con la llegada del Islam.
4. La línea copta. Pero hubo en Alejandría y en todo Egipto un segundo tipo de cristianismo más popular, menos estructurado, que se fue expresando desde el principio (finales del siglo I d.C.), cada vez con más fuerza en lengua copta, como muestra la ingente cantidad de papiros y textos manuscritos que se vienen encontrando a lo largo del territorio. Ésta es una iglesia más “espiritual” en el hondo sentido del término, más proclive a un tipo de “gnosis” (fusión del hombre con lo divino), una iglesia que se expresa sobre todo en el movimiento eremítico y monacal, que surge precisamente aquí, en las zonas semi-desérticas, especialmente en la “tebaida” (en torno a Tebas). Ésta es la Iglesia de San Pablo y San Antonio, patronos de todos los ermitaños, es la Iglesia de san Thais, san Onofre y san Serapión… Esta iglesia monacal de los egipcios (coptos) ha sido y sigue siendo inspiradora de todas las iglesias de la cristiandad.
Recordemos que el copto no es un idioma “bárbaro” o inculto, sino el transmisor de una de las grandes culturas de la antigüedad (la egipcia). Durante un tiempo, a partir del siglo III a.C., el copto pareció subordinado al griego (que era más universal), pero después, cuando empezó el declive griego (a partir del V d.C.), el copto empezó a ser el gran lenguaje de la iglesia de Egipto.
Ciertamente, la Iglesia copta se siente y se sabe heredera de la gran trayectoria cultural y dogmática de los obispos de Alejandría (Atanasio, Cirilo…) que se expresan y escriben más en griego, pero sigue arraigada en la tradición del pueblo, volviendo a las raíces coptas (egipcias) de su cultura, y manteniendo después el cristianismo por arraigo de fe y por tradición, en condiciones terriblemente adversas, bajo el dominio del Islam, que empieza en el siglo VII y se recrudece desde el siglo XII.
Sinfonía Nº 9, en Re menor, Op. 125 “Coral”. Ludwig van Beethoven (Germ....
La Sociedad Filarmónica de Londres encargó originalmente esta obra en 1817. Tanto el texto como la música remiten a fuentes que datan de los comienzos de la carrera de Beethoven. El texto de Schiller (1759-1805) fue escrito en 1785 y publicado por primera vez al año siguiente en la propia revista literaria del poeta, Thalia. Beethoven había planeado poner música a este poema ya en 1793. Cuadernos de esbozos de Beethoven muestran trozos de material musical, escritos en 1811 y 1817, que finalmente aparecerían en la sinfonía. Además, la sinfonía también tomó de obras como la Fantasía Coral y anterior a ésta el Lied Gegenliebe WoO 118 (https://www.youtube.com/watch?v=RhqVW...). El tema para el scherzo se remonta a una fuga escrita en 1815.
La introducción de la parte vocal de la sinfonía causó dificultades a Beethoven. Su amigo Anton Schindler dijo posteriormente: "Cuando comenzó a trabajar en el cuarto movimiento la lucha comenzó como nunca antes. El objetivo era encontrar una forma apropiada de introducir la oda de Schiller. Un día Beethoven entró en la habitación y gritó 'Lo tengo, acabo de emncontrarlo'. Entonces me mostró un cuaderno de esbozos con el texto 'Cantemos la inmortal oda de Schiller'". Sin embargo, Beethvoen no mantuvo esta versión y siguió reescribiendo hasta que encontró su forma final, con las palabras "O Freunde, nicht diese Töne". Beethoven estaba impaciente por interpretar su obra en Berlín, pues pensaba que el gusto musical en Viena estaba dominado por compositores italianos como Rossini. Cuando sus amigos y financiadores oyeron esto, le instaron a que la estrenara en Viena. Finalmente fue estrenada el 7 de mayo de 1824 en el Kärntnertortheater (Teatro de la Puerta de Carintia). Fue la primera aparición del compositor en el escenario en 12 años; la sala estaba repleta. Las partes para soprano y contralto fueron interpretadas por dos famosas jóvenes cantantes: Henriette Sontag y Caroline Unger. Aunque la interpretación fue dirigida oficialmente por Michael Umlauf, maestro de capilla del teatro, Beethoven compartió el escenario con él. Sin embargo, dos años antes, Umlauf había visto cómo el intento del compositor de dirigir un ensayo general de su ópera Fidelio terminó en desastre. Así que esta vez, instruyó a los cantantes y músicos para que ignoraran al casi completamente sordo Beethoven. Al comienzo de cada parte, Beethoven, sentado en el escenario, marcaba el tempo. Pasaba las páginas de su partitura y marcaba el compás para una orquesta a la que no podía oír.
Hay una serie de anécdotas sobre el estreno. Basándose en el testimonio de los que lo vivieron, se sugiere que estuvo por debajo de lo ensayado (sólo hubo dos ensayos completos) y flojo en interpretación. Sin embargo, el estreno fue un gran éxito. En cualquier caso, Beethoven no tuvo la culpa, como el violinista Joseph Böhm recordó: "Beethoven dirigió la obra él mismo, es decir, se puso ante el atril y gesticulaba furiosamente. A veces subía, y otras se encogía hacia el suelo, se movía como si quisiera tocar todos los instrumentos él mismo y cantar para todo el coro. Todos los músicos obedecían su ritmo sólo mientras se movía". Cuando el público aplaudió -los testimonios difieren sobre si al final del scherzo o de la sinfonía completa- a Beethoven aún le faltaban varios compases y aún dirigía. Debido a eso, la contralto Caroline Unger se acercó e hizo girarse a Beethoven para que aceptara los vítores y aplausos del público. Según un testigo, "El público recibió al héroe musical con el mayor respeto y simpatía, escuchaba sus maravillosas creaciones grandiosas con la más absorta atención y estallaba en un jubiloso aplauso, a menudo durante los pasajes, y en repetidas ocasiones al final de los mismos". Todo el público lo aclamó con ovaciones de pie en cinco ocasiones; había pañuelos en el aire, sombreros, manos en alto, por lo que Beethoven, que no podía oír los aplausos, al menos pudo ver los gestos de ovación.
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Fecha de composición: 1824.
Dedicatoria: rey Federico Guillermo III de Prusia (1770-1840).
1ª interpretación: Kärntnertortheater (Teatro de la Corte Imperial de Viena), el 7 de mayo de 1824, bajo la codirección de Umlauf y Beethoven.
1ª edición: B. Schott's Söhne (Maguncia), agosto de 1826.
Movimientos:
Intérpretes:
Anna Samuil, soprano
Waltraud Meier, mezzo-soprano
Michael König, tenor
René Pape, bajo
National Youth Choir of Great Britain
West-Eastern Divan Orchestra
Daniel Barenboim, director
La misión en un mundo pluralista
Marjorie Hewitt Suchocki
www.servicioskoinonia.org
(Este texto es el capítulo
7º del libro
Divinidad y diversidad. Una
afirmación cristiana del pluralismo religioso.
Abingdon Press, Nashville,
Estados Unidos, 2003, pags. 109-121)
Si Dios trabaja con todo el mundo para el bien, ¿qué
propósito que le queda a la actividad misionera? ¿No deberíamos confiar a Dios
el bienestar de las otras culturas, y quedarnos en la nuestra, en una especie
de política de “no intervención”? Si optáramos por este camino, estaríamos
impidiendo nuestro propio bien, y posiblemente escondiendo el plan de Dios
hacia la comunidad de comunidades mundial. Yo creo que Dios nos está llamando a
una forma más intensa de actividad misionera en el mundo de hoy, no para
convertir el mundo a nuestra religión, sino para convertir el mundo a la
amistad.
Las religiones deben hacerse amigas entre ellas, y
trabajar conjuntamente con gente de todas las religiones hacia formas más
profundas de bien común. Es bien probable que Dios nos está llamando a un mundo
en el que la amistad sea el modelo de nuestra relación mutua. En este
modelo-amistad, estamos llamados a compartir nuestra historia, a escuchar las
historias ajenas, y a buscar formas de trabajar juntos para aliviar las
dolencias del mundo. Estamos llamados a ser amigos en nuestra Casa Común, la
Tierra.
Si creemos que Dios está trabajando en el mundo y
amamos a Dios, tenemos que hacernos cargo de los muchos trabajos de Dios. Estoy
íntimamente convencida de que Dios nos guía a cada uno más allá de nuestro
aislamiento religioso y del miedo entre unos y otros, hacia una nueva forma de
ser comunidad, una comunidad de comunidades, cada una con su singularidad, y
por lo tanto, cada una con su valiosa contribución al bienestar del mundo. Sólo
si interactuamos unos con otros en amistad, podremos construir esta comunidad
de comunidades mundial.
La misión como
amistad
“Ustedes son mis amigos –dice Jesús en el evangelio
de Juan–, si hacen lo que les mando… Y esto es lo que les mando: que se amen
los unos a los otros... ” (Juan 15,14.17). ¿Pero cómo nos podemos amar los unos
a los otros si no nos conocemos? La tarea más importante de las misiones,
entonces, es compartir unos y otros lo que somos, de manera que podamos entrar
en el modelo de la misión como amistad cooperativa. Sin conocer mutuamente las
ideas y las preocupaciones de unos a otros, seguiríamos siendo extraños unos a
otros, sujetos a los estereotipos y al rechazo.
Recuerdo vivamente mi primer encuentro con el
budismo. Yo acababa de hacer el doctorado, bien entrenada en filosofía
occidental en general y específicamente en teología/filosofía, cuando fui
invitada a enseñar cursos de introducción a las religiones orientales en la universidad
estatal. Al estudiar el budismo, me quedé impactada por el paralelismo entre el
proceso filosófico y la filosofía budista, tanto que, cuando me invitaron a
participar a un proceso/diálogo budista en Hawái, acepté con gusto.
La primera noche del congreso teníamos una
recepción en un templo budista Tendai, ¡mi primera visita a un espacio sagrado
que no era ni cristiano ni judío! Fui con mucha curiosidad. Nos recibieron
amablemente en una recepción grande y sencilla, y noté una puerta que llevaba a
los jardines más allá del hall de entrada. Crucé la puerta, quedé maravillada
por la simplicidad de los jardines, donde las piedras se mezclaban con las
plantas, y enseguida vi la imagen... Era una estatua de Buda aproximadamente de
3 metros de altura. El Buda parecía un hombre, excepto que tenía numerosos
brazos abiertos, como una especie de halo a su alrededor... En cada mano había
un instrumento diferente. Si no hubiera estudiado el budismo, hubiera mirado
esa imagen sólo como un ídolo. Pero como lo había estudiado, sabía lo que
representaba: cada mano simbolizaba una forma diferente de compasión y
sabiduría con las que Buda se aproxima. La multitud de manos e instrumentos
mostraba que para cualquier necesidad que se requiriera, el Buda tendría las
condiciones para ayudar a la persona en el camino de la iluminación. La imagen,
grande, imponente y benevolente, hablaba de la infinita sabiduría de Buda para
reconocer nuestra necesidad y de su compasión para atenderla. Mi estudio del
budismo me llevó al respeto y el aprecio, haciendo posible la amistad. Entré en
aquel diálogo con mucho gusto.
Varias cosas ocurrieron al tomar la amistad como el
modelo. Los amigos, generalmente, son personas que descubren, que comparten
cosas en común, a pesar de sus diferencias. Esas diferencias no disminuyen la
amistad, sino que la enriquecen. Por ejemplo, podría discutir la compasión de
Dios con un amigo cristiano, y cada uno conseguiríamos con ello una comprensión
implícita del otro. Tendemos a pensar que la compasión de Dios está
ejemplificada en Jesucristo, a través del cual Dios entiende nuestra necesidad
y nos lleva a la plenitud o la salvación. Gracias a la compasión de Dios por
nosotros, nosotros tenemos compasión por los otros. Pero dialogar sobre la
compasión con un budista suscita una perspectiva diferente.
El Sutra del Loto tiene muchas parábolas que
ilustran la compasión de Buda. Es como una lluvia que cae sobre diferentes
plantas, y aunque cada planta recibe la misma lluvia, cada una responde según
su especie, y eso está bien, y así tiene que ser. La compasión de Buda puede
ser ilustrada por medio de un humilde monje llamado “no despreciado”, que acoge
a toda persona, sin que importe la actitud que esa persona tenga hacia él,
porque “no despreciado” ve en cada persona el potencial de la ‘budeidad’. Ver
ese potencial le ayuda para hacer crecer ese potencial. Buda es como un padre
sacando a sus hijos de una casa en llamas ofreciéndoles juguetes que les
gustan, sólo para atraerlos lejos del peligro; pero cuando ya están lejos de la
casa en llamas, el padre no les da los tontos juguetes que desean, sino lo que
responde a sus necesidades más profundas. Entendida en este contexto budista,
la compasión es diferente de la compasión entendida en el contexto cristiano,
sí, pero es diferente en formas que se complementan.
Porque lo contrario también es cierto. Para un
budista, escuchar de un cristiano sobre la compasión de Dios, complementa y
enriquece su comprensión budista. La amistad no necesita que el budista deje de
estar centrado en el budismo, ni que el cristiano abandone la centralidad que
para él tiene cristianismo; escuchándose uno a otro, cada uno respeta al otro,
aprende del otro, y así profundiza su visión anterior. Un cristiano podría
decir: “¡Ah, así es como Dios actúa a través de las enseñanzas budistas...!”.
Y, por supuesto, también el budista podría decir: “¡Ah, el Buda también usa el
cristianismo como un instrumento para llevar a las personas hacia la
iluminación!...”. Cada uno de nosotros percibimos al otro en y a través del
velo de nuestra propia comprensión. Pero nuestra visión no deja de agrandarse y
de enriquecerse. El comprendernos mutuamente puede ensanchar la visión
religiosa de cada uno de nosotros en formas que apenas hoy día estamos
comenzando a valorar
En y a través de las diferencias, los amigos tienen
algo que aprender entre ellos; no son clones, son amigos. La amistad exige una
honestidad que se atreve a compartir la profundidad de uno mismo con el otro.
Los amigos también se unen en actividades significativas para ambos, algunas
veces simplemente por el gusto de estar juntos, y otras veces para lograr metas
en común. Dos personas amigas se regocijan con la buena suerte de la otra, y
padecen con sus desgracias. Fundamentalmente, las personas amigas se respetan
mutuamente, y confían una en otra, sabiendo que cada una se preocupa por el
bienestar de la otra. Más, en una verdadera amistad existe la posibilidad de la
transformación. Cada persona toma en sí misma la preocupación por la otra, y al
preocuparse por ella, ve ampliado su propio horizonte. La amistad es la
aventura de volverse un ser comunitario, de adquirir un yo más amplio.
Por ejemplo, tengo una amiga cuya discapacidad la
ha hecho defensora de otras personas que van por la vida lidiando con alguna
forma de discapacidad. “Dis–capacidad” realmente es “diferente capacidad”,
puesto que las personas que no tienen las habilidades comunes, también
desarrollan su manera propia de ejercer su personalidad dentro de la comunidad.
He pasado siete años en el ministerio entre sordos y personas con discapacidad
auditiva. Gracias a mi amistad con ella, me he vuelto mucho más sensible a este
tipo de realidades. Ahora soy más consciente de los patrones de lenguaje que
estereotipan la sordera o la discapacidad, y lucho con ella en la defensa de la
accesibilidad. A través de la amistad, sus preocupaciones también se han vuelto
mis preocupaciones, aunque nuestra experiencia de la discapacidad es muy
diferente. La amistad construye por encima de las diferencias para crear un
interés común, un trabajo común.
John B. Cobb Jr. señala que si realmente nos
involucramos en una actividad de mutua comprensión –lo que yo estoy expresando
como un «volvernos amigos»–, entonces quizás nos daremos cuenta que estamos
cambiado. Si pensamos en las relaciones con el modelo amistad, tenemos que
estar de acuerdo con él. Porque ser amigo de alguien es hacer mías sus
preocupaciones, aprender a empatizar con ese amigo, y compartir mi ser más
íntimo tanto cuanto nuestra amistad nos permita.
Y empatizar así con los otros, en un mundo
relacional, conlleva ser transformados de alguna manera por esa amistad.
Existimos en una relación que fluye; de un momento a otro ya no somos los
mismos. En y a través de nuestras respuestas a la influencia sobre nosotros,
nos renovamos una y otra vez. Hay una convergencia de intereses que afecta al
permanente desarrollo de nuestras vidas.
La Misión en un
mundo pluralista
Cuando formamos amistades que cruzan ambos lados de
las fronteras religiosas y/o culturales, estamos en disposición de ser
influenciados por percepciones y preocupaciones que anteriormente nos eran
extrañas. Nos abrimos a una mayor comprensión, a la que respondemos no sólo con
lo que actuamos, sino con lo que somos. En esa perspectiva, la misión según del
modelo de amistad, nos invita a todos al diálogo interreligioso. Pero en este
diálogo no hay garantía de si seguiremos siendo los mismos o no. El diálogo
llama a profundizar nuestra confianza en la guía siempre presente de Dios. A
través de esta confianza, nos atrevemos a abrirnos al otro, sabiendo que Dios
infundirá esa apertura con su amorosa guía.
Precisamente porque la misión como amistad mantiene
abierta esa posibilidad de inesperadas formas de nuestra propia transformación,
es esencial que tengamos un fuerte sentido de nuestra identidad religiosa. La
intención no es aferrarnos a ella para toda la vida, como si no la pudiéramos
dejar evolucionar... Más bien, es para poder compartir quiénes somos lo más
ampliamente posible. Hablar de Cristo requiere que nos tomemos el trabajo de
saber quién ha sido Cristo no sólo para nosotros, sino para todos los
cristianos a lo largo de la historia. Debemos conocer nuestra tradición tanto
como sea posible, si la queremos compartir. El diálogo nos puede remitir a los
libros de historia solamente para descubrir por qué creemos esto o lo otro, y a
los libros de teología para ver varias opiniones sobre lo que eso significa hoy
en día. En definitiva, por supuesto, tenemos que investigar en nuestra experiencia:
¿cómo discernimos el trabajo de Dios en Cristo dentro de nosotros y de nuestras
comunidades? La misión como amistad exige que sepamos quiénes somos y hemos
sido como cristianos.
La amistad como
misión: perspectiva local
¿Qué pasaría si la amistad fuera aplicada al
pluralismo religioso, especialmente en el nivel de las comunidades de las
diferentes religiones? Imaginen una mezquita islámica y una iglesia metodista
que están en la misma ciudad. Una actitud de amistad mutua les alentaría a
aprender más sobre los otros. Alguno de estos aprendizajes podría darse a
través de libros de introducción que cada una pudiera recomendar a la otra.
Quizás cada comunidad podría organizar grupos que trataran sobre la otra
religión, estudiando no sólo los libros de historia y creencias de la religión,
sino también los grandes textos, el Corán para unos y el Nuevo Testamento para
otros. Pero la mayor parte del aprendizaje sería a través de conversaciones
reales, pensadas para compartir con los otros de forma que éstos puedan hacerse
cargo bien de quiénes somos realmente, y cómo y por qué entendemos a Dios de
esa manera.
Pero, para comprometernos en este proceso de
conversación, por supuesto, se requiere que tengamos una muy buena comprensión
de nosotros mismos. Los metodistas tendrían que aprender más sobre lo que
significa ser un cristiano metodista. Quizás podrían comenzar estudiando los
himnos metodistas, o leer algo sobre los textos de John Wesley y estar más
familiarizados con la forma de ser de su Iglesia. Pero no podrían detenerse
ahí; deberían que profundizar en la historia cristiana en su conjunto y, al
hacerlo, descubrirían la vitalidad que marca el desarrollo del pensamiento
cristiano. Aprenderían que las formas contemporáneas de la fe no son
exactamente iguales a las formas primitivas, aun cuando se use el mismo
lenguaje.
Ser cristiano es estar involucrado en una aventura
permanente de relación con Dios dentro de un contexto de culturas cambiantes.
Los metodistas que se preocupan por compartir quiénes son con personas de otra
fe, se sentirán obligados a saber más sobre quiénes son, quiénes han sido y
quiénes podrían ser. Y, por supuesto, lo mismo vale para el caso de la
comunidad islámica. Compartir la propia historia con otro es ser capaz de
hablar personalmente sobre lo que significa ser musulmán o ser metodista.
Compartir amigablemente lo que uno es con otro,
implica escuchar la historia del otro. Realmente contamos nuestra historia para
que el otro nos pueda conocer mejor, pero si la amistad es el modelo, el otro
también tiene que hablar con profundidad de lo que es ser musulmán. Habrá
preguntas que cada uno le hará al otro, y alguna podrá ser incómoda:
“¿Realmente comes carne de un cuerpo durante lo que llaman comunión?”.
“¿Realmente un pilar de tu fe es la guerra?”. Los verdaderos amigos se atreven
a preguntarse uno al otro las cosas difíciles, y a contestarlas.
Hacerse amigos significa también compartir en la
mesa... Quizás el metodista invitará al musulmán a la cena de la iglesia, o
quizás el musulmán pueda invitar al metodista a participar en una de sus
fiestas. Cenando juntos, la gente habla de sus preocupaciones familiares, y
también descubre que los niños musulmanes experimentan discriminación en las
escuelas, y los metodistas abogarán para que los musulmanes sean más respetados
en esas escuelas por la diferencia de religión de los escolares. Quizás llegarán
a sentir una preocupación compartida sobre la violencia sin sentido en tantas
películas, y juntos podrían encontrar formas para reaccionar ante eso. Quizás
descubrirán que en la ciudad hay necesidad de tener prácticas laborales más
justas, o una mejor vivienda para los pobres, o mejor atención a los ancianos,
y unir fuerzas para solucionar tales problemas.
En ese proceso, cada comunidad religiosa puede
descubrir virtudes únicas y admirables de la otra (virtudes específicamente
asociadas con la otra fe). Quizás descubrirán formas de hacer también suya
alguna de estas virtudes en la propia comunidad de fe, en formas consonantes
con la propia fe. Paradójicamente, esto de asumir esas virtudes de los otros,
no le quita nada de su identidad a la comunidad, sino que la hace más profunda,
al tomar nuevas opciones para su propio desarrollo en la fe.
El diálogo interreligioso a nivel de comunidades
humanas de religión diferente lleva a profundizar en la propia fe religiosa,
incluso aprendiendo de la otra. El metodista se asombrará al ver la
Gracia de Dios actuante dentro del mundo islámico... y agradecerá a Dios su
cuidado universal. La amistad no requiere que cada uno se convierta en el otro,
sino sólo que cada uno se abra al otro y esté dispuesto a recibir del otro,
para lograr juntos el bien común.
La amistad como misión:
perspectiva global
¿Y qué decir de mandar a gente a otras tierras?
¿Todavía sería necesario en un mundo plural? Yo sostengo que es esencial. A
nivel general, vivimos en un mundo en el que la economía vincula entre sí a las
personas del mundo para bien y para mal, y con demasiada frecuencia hacia el
mal. El valor económico reemplaza el valor de la vida, amenazando la
sostenibilidad de la vida. Vivimos en un mundo plagado de odio al diferente, y
por la violencia en todas sus formas: guerra, avaricia, explotación, abuso...
Vivimos en un mundo en el que los medios de comunicación proporcionan un
conocimiento instantáneo (con frecuencia distorsionado) sobre lo que pasa en
los países de todo el mundo; y vivimos en un mundo en el que la destrucción del
medio ambiente y los gases de invernadero amenazan el bienestar del planeta
mismo, junto con toda la vida que en él habita. En este mundo, cualquier resistencia
a involucrarse en una misión de amistad no sólo es una violación de la amistad,
sino un pecado. Porque eso permite que las enemistades de este mundo sigan sin
resolverse. No involucrarse religiosamente en una amistad mundial es entregar
el mundo a las fuerzas del mal.
Por ejemplo, si la religión es un medio muy
significativo por el que Dios conduce el mundo hacia formas de comunidad, una
de las mayores farsas ha sido el usar la religión como catalizador del
terrorismo, de guerra y de destrucción del bien común. Pero la religión se usa
de esta forma: ¡religión contra religión, y secta contra secta dentro de la
misma religión! El cristianismo es un triste testigo de esto, no sólo en la
historia pasada, sino también en la actualidad, porque los católicos y los
protestantes se atormentan mutuamente, especialmente en Irlanda del Norte.
Desde luego, las realidades políticas son más amplias
que los temas religiosos, pero la religión se vuelve el icono que bendice la
guerra en el nombre de lo sagrado. En nuestra historia estadounidense reciente,
hemos experimentado esto de la forma más horrenda a través del terrorismo del
11 de septiembre. Mientras una variedad de factores, como la difícil situación
de los palestinos y las consecuencias de la economía global, contribuyeron sin
duda a las causas de este ataque terrorista, el islam fue utilizado para
bendecirlo. Los estadounidenses musulmanes especialmente, sufrieron no sólo por
las pérdidas del 11 de septiembre, sino también por el mal uso del islam por
parte del terrorismo extremista. Usar la religión para bendecir la violencia es
una sorprendente farsa en el corazón de cualquier religión del mundo.
Entonces, la amistad como misión de cara al mundo,
tiene sentido, no sólo buscando el conocimiento entre unos y otros, sino
buscando conjuntamente las raíces de los males que dañan nuestro planeta. Un
ejemplar grupo budista de Japón, el Rissho Kosei-kai, ilustra las posibilidades
de la misión como amistad en el contexto mundial.
Esta rama del budismo Tendai se fundó en los años
1930. Convencidos de que Buda es “hábil en medios” y por lo tanto es más que
competente para ver el camino religioso del mundo hacia la iluminación, estos
budistas decidieron que su única tarea serían los actos de compasión para
aliviar las enfermedades del mundo. Además, desde que las enfermedades del
mundo alcanzan a todos los países, continentes y grupos religiosos, tratar esas
enfermedades requiere una cooperación interreligiosa. Por eso, el grupo Rissho
Kosei-kai ha trabajado, desde el principio, con los líderes de las religiones,
para influenciar los líderes políticos del mundo para la paz. También han sido
de los primeros en entrar en países devastados por la guerra para aliviar el
sufrimiento, especialmente viendo las necesidades de los que menos pueden
cuidar de sí mismos, los jóvenes y ancianos. En el proceso, el Rissho
Kosei-kai, sin duda, ha compartido sus creencias budistas; si hay personas que
deciden que esta forma de creencia satisface sus necesidades religiosas, el
Rissho Kosei-kai con gusto las recibe en su comunidad. Pero la conversión no es su misión; su misión es
la compasión.
En mi experiencia, los cristianos más abiertos para
defender otras religiones, muchas veces son las personas que han vivido y
trabajado en medio de otras religiones. Lo que pudo haber empezado como un
sencillo esfuerzo por convertir a otros al cristianismo, muchas veces se
convirtió en un esfuerzo por trabajar con la gente para el bienestar común.
Recientemente escuché a un misionero chileno metodista retirado, hablar sobre
la Universidad Agraria que fundó la Iglesia Metodista Unida en el desierto al
norte de Chile. ¿Su propósito? La gente de la montaña, atrapada entre la guerra
y el hambre, abandonaba sus casas y viajaba a las ciudades para poder encontrar
trabajo, pero en las ciudades se encontraban en “lo más bajo de lo bajo”,
explotados y maltratados. La universidad agraria enseñó nuevas técnicas de
cultivo a las personas para que pudieran vivir productivamente en la tierra que
amaban. Desde el establecimiento de la universidad en 1992, el éxodo de
personas hacia las ciudades disminuyó. El propósito de la misión era trabajar
con la gente para ayudarles a desarrollarse. No escondieron su identidad
cristiana, como no la escondió el budismo Rissho Kosei-kai, pero la identidad
cristiana fue más allá del proselitismo, persiguiendo la transformación
creativa de la vida de las personas a las que servían.
Los misioneros responsables de este trabajo no
tuvieron miedo a los otros, ni ignoraban ni subestimaban las creencias de los
chilenos. Su teología no necesitaba que los otros se convirtieran primero al
cristianismo, para poder ser amados por Dios... Al contrario, estaban
convencidos de que Dios amaba a los chilenos aunque no hubiera misioneros, y
que Dios trabajaba con los chilenos para su propio desarrollo, con misioneros o
sin ellos. La autocomprensión de los misioneros era la gratitud por el
privilegio de ser copartícipes con Dios y con los chilenos en el trabajo por el
bien común. Una teología que afirma el pluralismo religioso es un catalizador
muy poderoso para trabajar para el bien común.
El teólogo católico Hans Küng ha sido un instrumento
para reunir personas de religiones diferentes con líderes políticos del mundo
(en este caso, anteriores jefes de estado) para desarrollar una ética común.
Juntos, los líderes religiosos y políticos, emitieron una declaración en la que
aceptaban compartir la preocupación por el bien común. Los anteriores jefes de
estado compartieron este documento con los jefes de estado actuales, pidiendo
que se tomara consideración en todas las decisiones políticas. Estos documentos
juegan un rol importante, pero llegar a una ética común incluye más que
documentos; requiere una acción conjunta que logre el llamado bien común.
“Ustedes son mis amigos –dijo Jesús– si hacen lo
que les mando… Ámense los unos a los otros”. Existe un amplio terreno dentro
del cristianismo para ejercitar este amor no sólo con los semejantes, sino con
todo el mundo. Dentro de nuestra tradición existe el modelo de dar agua fresca
a los sedientos, en el nombre de Cristo. Observen los dos elementos: el vaso de
agua, que llena la necesidad física, y en el nombre de Cristo, que deja claro
el nombre de la persona por la que se da el vaso de agua. Los cristianos no
están llamados a satisfacer las necesidades del mundo de forma anónima, sino en
el nombre de Cristo, a través del cual Dios nos ha mostrado compasión. Pero uno
no da el vaso para proclamar el nombre de Cristo; al contrario, uno entrega el
vaso porque Cristo nos empuja a amor al prójimo y el otro necesita el vaso.
Cuando decimos que lo damos en su nombre, no lo decimos para convertir, para que
los otros se unan a nuestra fe. Más bien, decimos el nombre de Cristo para
explicar por qué damos el vaso. La conversión puede ser producto del
ministerio, pero, en realidad, en sentido profundo, dejamos la conversión en
manos de Dios. Nuestra preocupación inmediata es el cuidado de las necesidades
del otro.
Esto que estoy diciendo sugiere el ministerio de
uno-a-uno, pero el uno-a-uno no lo es todo. Los problemas que causan estragos a
nuestro bien común no son los de uno-a-uno. Son problemas sistémicos, que
surgen en gran parte por las estructuras económicas materialistas de la
sociedad actual. La misión como amistad proporciona en este nivel posibilidades
maravillosas. Existe un viejo dicho que dice que uno debe “combatir el fuego
con fuego”. Conozco bien esta imagen. Viví durante un tiempo en la orilla de
las colinas de Baja California, y justo más allá de nuestra casa, las montañas
se alzaban llenas de pasto y chaparral. Durante un mes de octubre caliente un
pirómano prendió fuego al terreno, como a diez millas de nosotros, pero diez
millas no son nada para esas llamas. Rápidamente se extendieron, brincando de
una montaña a otra. Los bomberos no sólo luchaban por apagar las llamas con
avionetas, también comenzaron otros incendios para que quemaran hacia el primer
fuego. Cuando las dos fuerzas de las llamas se encontraron, ya no había nada
que quemar, y el fuego se apagó.
Las fuerzas sistémicas que causan daño son
demasiado grandes para que un individuo luche solo, aunque los individuos se
vuelven catalizadores para unir nuevas fuerzas sociales en contra del mal. Pero
las organizaciones religiosas en sí mismas son fuerzas sistémicas. La iglesia,
a través de sus oficinas nacionales y a través de sus coaliciones, como el
Consejo Nacional de Iglesias, puede ser un valioso testimonio cristiano, y una
poderosa fuerza para el bien. Puede ser el fuego que lucha contra el fuego del
mal. Las iglesias locales que se involucran en una amistad interreligiosa
pueden intensificar el trabajo de la amistad en y a través de su apoyo a sus
denominaciones y a un grupo mayor de cristianos. Para lograrlo, las iglesias
locales tienen que apoyar la misión de amistad.
Por lo tanto, la misión global se lleva a cabo a
través de misioneros que se entregan a Dios y al ministerio por todo el mundo,
participando en acciones corporativas de la iglesia institucional. En y a
través del testimonio de la iglesia, Dios convertirá algunos al cristianismo.
Pero ese crecimiento es un subproducto de la misión, no la meta principal. La
meta más importante de la iglesia es servir a Dios a través de su amistad con
otras religiones, y a través del trabajo cooperativo de analizar las
enfermedades del mundo y actuar juntos para aliviarlas.
¿Y qué de las
diferencias que chocan?
Como sus puntos de acuerdo, también los amigos
descubren sus puntos de desacuerdo irreductible. Incrementar el conocimiento
mutuo es entender que las diferencias son profundas. No hay necesariamente
acuerdo en lo que es el mal del mundo, ni siquiera en su existencia. Esto
refleja sencillamente que las religiones no son reductibles unas a otras; la
amistad no significa igualdad; significa voluntad de respetar las diferencias
mutuas, y trabajar con el otro en las áreas de común acuerdo.
Las diferencias son sociales, no simplemente
conceptuales. Por ejemplo, todas las religiones del mundo han dado a las
mujeres un rol secundario dentro de la sociedad. Una de las características
fuertes que marcan el cristianismo occidental ha sido el cambio en la
subordinación de las mujeres, especialmente en los pasados dos siglos. Gracias
a la influencia cristiana, han modificado algunos de los mayores daños hechos a
las mujeres en el nombre del patriarcado. Pero, por supuesto, al decirlo,
reconozco que lo que llamo “daño”, otros no lo reconocen como tal –¡a veces, ni
siquiera las mujeres mismas afectadas!–. El desacuerdo entre religiones, y,
claro, aun dentro de cada religión, es real, y estos desacuerdos tienen
consecuencias sociales. ¿Cómo afecta esto la misión de amistad? ¿Pueden los
cristianos aceptar tranquilamente lo que identifican como prácticas
deleznables, en nombre de la “diferencia” y del “respeto”?
Una vez más, consideren el modelo de amistad. Los
amigos no siempre están de acuerdo. De hecho, la amistad puede implicar severas
diferencias de opinión y de praxis. Los amigos pueden ser muy buenos
argumentando entre ellos. Y algunas veces las diferencias se vuelven amargas, y
la amistad muere, por intransigencia (percibida como tal o real) sobre temas
importantes. Cuando esto ocurre, realmente es una pena, tenemos que lamentarlo.
En una amistad interreligiosa a nivel
institucional, congregacional y personal, las diferencias serán naturalmente
identificadas, y habrá veces en que esas diferencias parecerán no negociables.
El modelo de una amistad trabajada significa que esas diferencias serán
enfrentadas honestamente, y que los grupos trabajarán arduamente no
necesariamente para eliminar las diferencias, sino por lo menos para comprender
la postura del otro. En el proceso, puede haber argumentos apasionados en
contra de ciertas creencias y prácticas.
La amistad prefiere el desacuerdo honesto y
abierto, mejor que no atreverse siquiera a nombrar los puntos de desacuerdo.
Además, cada religión se mueve dentro de una corriente continua de su propia
tradición; ninguna tradición es inmóvil (a menos, por supuesto, que muera, en
cuyo caso el único cambio es su lenta decadencia). Las religiones pueden buscar
legítimamente influenciarse mutuamente en direcciones que cada una percibe como
positivas. La regla que permanece es el respeto a las decisiones del otro sobre
los temas tratados, un compromiso hacia la amistad misma, y el compromiso de
trabajar juntos en áreas de acuerdo sobre el bien común que ambos perciben. Los
buenos amigos no dejan que los desacuerdos acaben con la amistad.
Hay una cita de Miqueas que habla de la visión de
lo que se ha llamado “El reino pacífico”. Vemos esta visión también en el
segundo capítulo de Isaías. En Isaías, sin embargo, la sección termina con “una
nación no tomará la espada contra otra; ellos nunca más sabrán de la guerra”.
El capítulo luego llama a Israel a caminar en la luz del Señor, hablando del
tesoro que se seguirá de su obediencia. Pero en Miqueas el texto sobre “El
reino pacífico” termina así:
«Aunque todas las personas caminan en la tierra en
el nombre de sus dioses, nosotros caminaremos en el nombre del Señor nuestro
Dios para siempre».
Como el texto de Isaías, Miqueas habla a todas las
naciones del mundo que pasaban por el monte Sión para aprender los caminos de
Dios, que son justos. Pero Miqueas enfatiza más que Isaías el hecho interesante
de que la gente regresa a sus lugares, llevando consigo el conocimiento que
ganaron del Dios de Israel. Porque de este conocimiento, cambian su forma de
ser en dirección a la paz: “Las naciones ya no levantarán la espada contra
naciones; nunca volverán a conocer la guerra; pero (todas las personas) se
sentarán bajo la vid o la higuera sin que nada los moleste”.
El texto de Miqueas agrega una frase interesante.
Las naciones han aprendido el camino de la paz del Monte Sión, pero siguen sus
propias religiones. En el lenguaje actual, entraban en diálogo y ese diálogo
los cambiaba, aunque siguieran siendo ellos mismos. Y los judíos igualmente
seguían siendo los mismos, más profundamente que nunca: “Caminaremos en el nombre
del Señor nuestro Dios para siempre”.
Este texto antiguo nos habla hoy sobre las
posibilidades de la misión de amistad, trabajando juntos hacia el deseo de un
“reino pacífico”, en el que las naciones nunca más se enzarzarán en guerras. Ver
las otras religiones como “amigas” nos involucra en una misión conjunta:
compartir lo que somos y trabajar juntos para el bien común. Siendo
profundamente lo que somos, estamos abiertos a la llamada de transformación de
Dios hacia lo que podemos ser. En dicha apertura hacia el otro y hacia el bien
común, “caminaremos en el nombre del Señor eternamente”.
Preguntas para la reflexión y la discusión
¿Qué argumentos podrías
aducir para pensar que la misión tiene como propósito principal convertir a las
personas para que crean en Jesús?
¿La fe en Jesús, se
debilita si los otros no van a Dios a través de él? ¿Por qué sí o por qué no?
Dialoguemos sobre la
posibilidad de que, a pesar de las antiguas misiones de conversión, Dios nos
llama hoy hacia una misión de amistad. ¿Qué ganamos? ¿Qué se pierde?
¿Cómo discernimos la
llamada de Dios? O sea, si Dios realmente nos llama a caminar en esta
dirección, ¿cómo lo podemos saber?
Muchas veces hemos
escuchado: “prediquen el evangelio a toda creatura”, como un llamado a convertir
a los demás... Pero “predicar el evangelio”... puede hacerse tanto diciendo el
evangelio, cuanto viviéndolo... Conversemos sobre cómo la misión de amistad es
fiel al Gran Mandato de Jesús.
La idea de que de las
religiones del mundo orienten al mundo para que se vuelva una comunidad de
distintas comunidades religiosas que vivan para el bien común, ¿es demasiado
idealista?
Seguramente el texto de
Miqueas no describía el Israel del siglo octavo; ¿por qué usamos esta visión
hoy en día? ¿Cuál es el papel de esta idea en nuestra vida cristiana hoy?
¿Cómo formularías tú, o cómo expresaría tu
comunidad, la necesidad de la misión en un mundo religiosamente plural como el
nuestro actual?
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