Jaume Flaquer
www.religiondigital.com / 210817
Desgraciadamente sabíamos que un
atentado en Barcelona podía suceder. Su gran atracción turística lo hacía un
plato demasiado deseado. Las Ramblas, además, son un paseo que hace tiempo que
los barceloneses hemos abandonado.
Ante todo debemos subrayar que ni
la religión (que dicen profesar) ni la nacionalidad de los terroristas debe
contribuir a estigmatizarlas. La comunidad islámica de España, como hace
siempre que hay un atentado en nombre del islam, se ha apresurado a condenarlo.
Miles de musulmanes que están entre nosotros viven estos acontecimientos con el
mismo sentimiento de horror que los que no lo somos.
O más si cabe, puesto que el uso
del nombre de la propia religión para algo tan terrible ha de crear un profundo
sentimiento de desolación. El rey de Jordania en 2004 inició un proceso de
condena pública del mundo islámico contra la barbarie. El gran dirigente
islámico de Egipto ha querido también liderar este proceso en diversos
congresos y declaraciones. Marruecos le ha seguido la saga, aunque no llegue a
oídos occidentales.
Dicho esto, es preciso que entre
todos hagamos un análisis profundo pero también honesto de todas las causas que
provocan el terrorismo. ¡Y hemos de subrayar el "todas"! No solo las
directas, sino también las indirectas. Hay metodologías de base más o menos
marxista (aunque sea de manera matizada o evolucionada) que reducen las causas
a cuestiones sociales, económicas, políticas o geoestratégicas, etc., sobre las
que se montan las ideologías, también religiosas; y hay también metodologías
contrarias, más o menos antirreligiosas (o islamófobas) que reducen las causas
a la religión misma.
El fenómeno terrorista es
extremadamente complejo puesto que no hay ninguna causa única que explique por
sí sola este fenómeno. Hay terroristas (muchos) de clase media o media-alta, y
gente extremadamente rica que lo financia. Muchos han cursado estudios
universitarios (pero eso sí, casi siempre de carreras técnicas o científicas).
No es, pues, un problema de simple falta de formación. Sin duda, los problemas
sociales, de integración o de desarrollo de la propia identidad, potencian el
fenómeno porque engendran a gente vulnerable que entra en estas corrientes
ideológicas del terrorismo como quien entra en una secta.
Pero no puede considerarse como la
única causa, porque los cristianos de los países de mayoría islámica viven en
situación de marginación (cuando no de persecución) y no generan movimientos
terroristas. Muchos terroristas tienen elementos de patologías psicológicas,
pero no siempre las barbaridades las cometen enfermos mentales: no puede
pensarse que todos los nazis fuesen enfermos mentales...
Es necesario abordar todas las
causas. Hay causas de política internacional: la invasión de Irak y, antes, la
lucha contra la URSS en Afganistán... El grupo "Estado Islámico" o
al-Qaeda nacieron ahí. ¡Aún no he escuchado ni a Aznar ni a Bush pedir perdón
por ello! El colonialismo europeo ha herido también la conciencia y orgullo
árabe (y de muchas otras culturas).
Hay causas sociales: las enormes
desigualdades económicas además de ser un escándalo ético son generadoras a
menudo de rabia o de desesperanza. Si esta última puede llevar al suicidio, el
terrorista consigue morir pero con sentido.
Hay causas psicológicas: también lo
vemos regularmente en ataques de ira en individuos de Estados Unidos que
realizan carnicerías con la ayuda de la facilidad de conseguir un arma.
Pero también, (sí, también), hay
causas religiosas, aunque sean para pervertir la religión. Decir simplemente
que "el islam es paz" o que "no tiene nada que ver con el Estado
islámico o con al-Qaeda" es como decir que las cruzadas no tienen nada que
ver con el cristianismo. Que sean una perversión de la religión no significa
que no tengan nada que ver. Demasiados clérigos trasmiten el odio y la
violencia estando ellos en contra de ella. ¡Cuántos imanes salafíes predican la
prohibición de tener amigos cristianos y judíos!
Sin duda es una perversa
interpretación de un versículo coránico, pero esta interpretación se hace desde el islam propagado por Arabia Saudí.
Desde este país, se escriben libros sobre jurisprudencia islámica que dictan la
muerte del homosexual, del apóstata y del adúltero. Y estos libros ¡se venden
en España traducidos al castellano! Arabia Saudí y otros países del Golfo
condenan el terrorismo puesto que ellos también están en el punto de mira del
Estado islámico y de al-Qaeda. Pero su islam lo produce sin cesar.
Si se condena al infierno a judíos,
cristianos, y por supuesto politeístas y ateos, (y este elemento de fe no es
solo profesado por los salafíes sino que es extremadamente común), ¿se puede
decir que se es completamente ajeno a que unos locos quieran anticipar ese
infierno ya en la tierra? Si Dios no consigue encontrar ni una pizca de bondad
suficiente que merezca su salvación, ¿por qué lo tienen que encontrar los seres
humanos?
Hagamos todos autocrítica sincera
para acabar con este mal del s. XXI.