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Una de las causas más importantes
para evitar el odio a los musulmanes es identificar correctamente a los
responsables de que el discurso integrista y radical cale entre algunos de sus
miembros.
Tan irresponsable es incidir en la
generalización sobre los musulmanes como pasar por alto la importancia de
ideologías religiosas intolerantes que financian, promueven y difunden un
mensaje de odio que no tiene cabida en una sociedad abierta y democrática.
El wahabismo y el salafismo son dos
corrientes diferentes sunitas pero imbricadas por un mismo concepto, el
takfirismo. Que significa la expulsión del distinto, no concebir al resto de
musulmanes como verdaderos y el rechazo al que no practica ni su religión ni su
misma acepción de la misma. En esencia, el
wahabismo y el salafismo son discursos de odio.
Arabia Saudí es, junto
a Qatar, uno de los países difusores más importantes de la corriente
fundamentalista del wahabismo. La visión del Islam wahabí de su profeta
Muhammad Ibn Abd Al Wahhab, que data del siglo XVIII, preconizaba un ideario
mucho más riguroso para todos aquellos musulmanes que según él se habían
desviado del verdadero mensaje del Islam. La unión de esa visión integrista del
Islam y Arabia Saudí se dio en el año 1744 por el acuerdo pactado entre el
predicador y Muhamma Bin Saud, fundador de la dinastía Saud a la que hoy
pertenecen los sátrapas del Estado actual de Arabia Saudí.
“La exportación por parte de Arabia
Saudí de una rama rígida, fanática, patriarcal y fundamentalista del Islam
conocida como wahabismo, ha alimentado el extremismo global y contribuido al
terrorismo”, analizaba Scott Shane en un artículo en The New York Times. La visión extrema del Islam coaligada con la
dictadura saudí ejerce una dramática influencia sobre el yihadismo dependiente
de la corriente salafista, que persigue devolver La Meca a unos postulados
utópicos de pureza islámica.
Por ello, paradójicamente, el
terrorismo de raíz salafista actual es una serpiente venenosa creada por la
visión dogmática de la religión, que alimentan los Estados wahabistas de Arabia
Saudí y Qatar, y que creció con el antiimperialismo, pero que no dudaría en
matar a su creador si tuviera la oportunidad de conquistar La Meca.
Wahabismo
en España
La mezquita de la M30, o Centro
Cultural Islámico de Madrid, fue inaugurada el 21 de septiembre de 1992 con la
presencia del rey de Arabia Saudí Salman Ben Abdelaziz y el rey Juan Carlos I.
La inauguración se produjo 11 años después de un acuerdo al que habían llegado
18 países musulmanes con presencia diplomática en España y sólo después de que
el rey Fahd de Arabia Saudí hubiera puesto 2.000 millones de pesetas (12
millones de euros) para la construcción del complejo de seis plantas y más de
12.000 metros cuadrados.
El actual imán de la M30, Hussam
Khoja, se ha pronunciado en diferentes ocasiones en contra de la violencia y
contra la visión integrista y rigorista que nutre a los terroristas salafistas
y el Estado Islámico, enarbolando su independencia ante el dinero wahabí que
financia la mezquita pero ejerciendo el discurso implantado y gestionado desde la
Liga del Mundo Islámico, la coalición islámica internacional que dirige la
mezquita.
El anterior imán, Moneir Mahmud, un
suní de nacionalidad egipcia que ejerció de profesor e imán en Arabia Saudí,
siempre ha rechazado influencia wahabí en su discurso y también sufrió el
desprecio de los asistentes más radicales a su mezquita por sus discursos
contra Abu Qutada, un clérigo radical próximo a Al Qaeda. Estos son dos
ejemplos paradigmáticos de la controversia entre dos discursos integristas como
el wahabí y el salafista por el control del mundo musulmán.
La mayor radicalidad del discurso
no se da en las mezquitas grandes a cargo de los imanes plenamente
identificados, sino en pequeños lugares de cultos ilegales y clandestinos, o
centros islámicos de menor tamaño.
Sin embargo, no es menos cierto que
la financiación de Arabia Saudí de las principales mezquitas en España y en
Europa legitima una visión rigorista del Islam desde los grandes centros de
oración. El dinero saudí está en las mezquitas de Marbella, de Whitechapel, en Londres, del rey Fahd en
Los Ángeles o de Saint-Etienne, en Nantes. En el momento de la inauguración de
la mezquita de la M30 los musulmanes moderados ya advertían del peligro de la
implantación de la visión saudí del Islam: “Arabia Saudí pretende ser la
representante verdadera del Islam, pero no lo practica”, afirmaba Jalifi Riadh,
un profesor tunecino de ley islámica en un artículo de El País en 1992.
La mano de Arabia Saudí en la
propagación del discurso del odio es tolerada por parte de los responsables
políticos. En mayo de 2016 fue permitido un sermón en el Centro Cultural
Islámico de Cornellá en la mezquita Al Tauba del imán saudí Saleh Al Moghamsy.
Este clérigo, responsable de la mezquita de Quba en Medina, ha llegado a
defender la santidad de Osama Bin Laden por encima de la de cualquier otro
infiel.
Un informe del CNI al que tuvo acceso El País en
el año 2011 advertía del escaso control que se tenía sobre el dinero que Arabia
Saudí y Qatar, junto a otros cuatro países como Kuwait, Emiratos Árabes, Libia
y Marruecos enviaban a comunidades musulmanes y cómo acababan financiando
organizaciones radicales y células islamistas. Nada ha servido para que la
política exterior española cambie su postura frente a los petrodólares de las
dinastías wahabitas.
La financiación de las mezquitas en
España es solo una de las partes más evidentes del incesante flujo de dinero
que las dictaduras de Arabia Saudí y Qatar usan para ampliar su influencia. Los
negocios al más alto nivel y las fuertes inversiones de capital en empresas
españolas, junto a los jugosos negocios que proporcionan estos países, hacen
que se sea muy laxo con el discurso del odio que promueven y al que dan
soporte.
“Bélgica ha dado las
llaves del Islam a Arabia Saudí por la gran mezquita. Le ha dejado financiar el
salafismo. He dicho que el salafismo no es un problema en sí mismo si no fuera
porque no hace nada para minar el terreno a los grupos radicales”. Son palabras
de Corinne Torrekens, profesora de la Universidad Libre de Bruselas, explicando una pauta
en Bélgica que se da en todos los países que tienen al país saudí como socio
prioritario de negocio. Una opinión compartida por multidud de analistas y
expertos, como el general Jonathan Shaw, ex jefe de Estado Mayor de Defensa de Gran Bretaña, que aseguró que
Arabia Saudí y Qatar habían activado “una bomba de relojería mediante la
financiación de la propagación mundial del islam radical”.
La postura habitual de
los gobiernos occidentales consiste en mirar para otro lado y priorizar los
intereses económicos en lugar de afrontar la preponderante contribución de los
países wahabitas como Arabia Saudí y Qatar a la difusión del discurso de odio
salafista y su importancia en la legitimización de la violencia como método
para imponer su visión rigorista del Islam. España es uno de los países donde
la integración del discurso fundamentalista wahabí ha calado con más fuerza en
los centros de culto financiados por la dictadura saudí.
El grupo terrorista Isis
o Daesh preocupó durante mucho tiempo a la opinión pública por su expansión y
por haber conseguido crear su propio Estado. Pero para observar cómo se
establece un Estado islámico represivo que aplica la sharia con crueldad y maneja un ejército,
basta poner los ojos en Arabia Saudí. El escritor argelino Kamel Daoud llama al
país de los sátrapas Saud “White Daesh” [Isis
Blanco], y alerta de la capacidad que tiene para imponer su visión radical del
Islam en multitud de países con sus canales de televisión, periódicos,
industria editorial y clérigos entrenados y adoctrinados en el conocido como Fatwa Valley. “Daesh tiene una madre: la
invasión de Iraq. Pero también tiene un padre: Arabia Saudí y su complejo
industrial religioso”, concluye el autor de The
Mersault Investigation en su artículo en The New York Times.
Un ejemplo que muestra
de manera gráfica esta relación directa fue expuesto recientemente en el Congreso
de los Estados Unidos por el republicano Ted
Poe, quien denunció el pasado julio el uso de libros de textos saudíes por
parte de Isis en el año 2015, cuando aún no tenían capacidad para editar los
suyos propios. La denuncia del congresista ya fue expuesta en 2014 en un artículo de The New York Times escrito por
David Kirkpatrick y ampliamente tratado en el trabajo documental de James Jones,
Saudi Arabia Undercovered.
El principal objetivo
es el negocio. Pero los países occidentales necesitan una coartada para
defender ante la opinión pública sus relaciones comerciales, empresariales y
políticas con la dictadura de los Saud. Por ello, su petromonarquía se
esmera en proyectar la idea de que está luchando contra el terrorismo de un
modo sincero y efectivo e incluso realiza visitas para periodistas a
la cárcel de máxima seguridad de Al-Ha’ir en la que se encuentran internos
multitud de terroristas.
A pesar de su
influencia en la propagación del terrorismo global, Arabia Saudí se ha
convertido de forma paradójica en un objetivo de la ponzoña que promueve, ya
que los terroristas de raíz salafista desearían que el Estado que alberga La
Meca fuese aún más riguroso en lo que concierne a sus postulados religiosos. En
este sentido, han incluido a este país y a algunos de sus miembros entre los
objetivos de sus acciones. Aun así, lo cierto es que la mayoría de los
ataques terroristas se dirige contra población chií. [1][2]
La excusa de la lucha
antiterrorista de Arabia Saudí sirve a Occidente para ocultar que acepta el
discurso de odio que propaga mediante la financiación de mezquitas, la compra y
envío de material coránico, el suministro de imanes a todos los lugares del
planeta y la colaboración con organizaciones terroristas en Siria.
La Casa Real española
siempre se ha mostrado solícita y cooperante a la hora de facilitar cauces
de diálogo que culminan en suntuosos acuerdos comerciales con el régimen saudí.
El rey Juan Carlos, íntimo amigo del ya fallecido rey
Abdullah, colaboró en la campaña de
comunicación que el sátrapa organizó en Madrid en el año 2008 para mejorar
la imagen de la familia Saud, que había quedado muy deteriorada tras los
atentados del 11 de septiembre.
Ese año, el monarca español inauguró
junto a Abdullah de Arabia la Conferencia
internacional para el diálogo interreligioso que fue organizada por la Liga
Islámica Mundial, la organización wahabí con sede en La Meca que gestiona la
Mezquita de la M-30. La conferencia auspiciada por Arabia Saudí buscaba
fomentar el diálogo entre religiones. Sin embargo, en su territorio prohíbe
cualquier otra práctica religiosa distinta al Islam.
Apoyo
a las empresas españolas que invierten Arabia Saudí
El ICEX es según su
propia definición “una entidad pública empresarial de ámbito nacional que tiene
como misión promover la internacionalización de las empresas españolas”.
Dependiente del Ministerio de Economía, Industria y Competitividad, tiene como
misión facilitar y dar recomendaciones a las compañías españolas que quieren
invertir en el extranjero. En el caso saudí, ofrece información relativa a la
legislación laboral y a las oportunidades de negocio en la región.
“Si no lo hace uno, lo van a hacer otros”, respondió el ministro de Economía, Luis De Guindos, al ser preguntado
sobre los acuerdos comerciales de España con Arabia Saudí. De ese modo, se
mostraba sincero al mostrar la importancia que el Gobierno de España otorga a
los derechos humanos en cuestiones de negocios.
“El Código laboral no
reconoce a los trabajadores en Arabia Saudí el derecho a la negociación
colectiva o al derecho a la huelga. Tampoco se permite formar sindicatos o a
manifestarse públicamente. Esto se aplica estrictamente por las autoridades”. Es una frase literal de la guía publicada por el gobierno español a través del ICEX y que muestra las
ventajas que los empresarios pueden encontrar al invertir en el país gobernado
por mano de hierro por la dinastía saudí.
Las recomendaciones y
consejos alcanzan casi todos los ámbitos, incluida la vestimenta que tienen que
llevar las mujeres que trabajen en el país: “Las trabajadoras deberán
llevar ropa islámica o uniforme del empleador que será conservador, que cubra
y
que no sea transparente [sic]”. Es sólo una descripción somera que refleja
cómo las empresas que quieran trabajar en Arabia Saudí deberán faltar el
respeto a los derechos de las mujeres. Esta condición no es la única ni la más
llamativa regla islámica que las compañías cumplen para hacer negocios con la
dictadura saudí. Los servicios financieros y la banca a la que tienen que
acudir también siguen los rigurosos preceptos wahabís.
Aceptar
la sharia para hacer negocios
Alinma Bank es una de las
principales entidades financieras de Arabia Saudí. Todos los servicios de esta
institución y sus productos están sujetos a la sharia (ley islámica). Para ello
existen varias autoridades, como The Capital Market Authority (CMA) y el Ministerio
de Comercio e Industria y el clero (los ulemas), que juegan un papel ocasional
pero determinante en la banca ya que están llamados a pronunciarse sobre
si ciertos instrumentos contravienen la ley islámica y así prohibirlos.
Las empresas españolas establecidas en Arabia Saudí son
muchas y de diferentes sectores. Es bastante conocido
el emporio empresarial dedicado a las grandes construcciones e infraestructuras
como la UTE encargada de la construcción del AVE de Medina a La Meca o del metro de Riad. Las empresas más importantes que
operan en Arabia Saudí son ACS, Dragados,
Repsol, Amadeus o Indra, pero hay muchas otras compañías que operan en el país
árabe de forma habitual mucho más desconocidas.
El grupo de Inditex de Amancio Ortega opera en Arabia
Saudí a través de acuerdos con Al Hokair, la empresa más importante de moda en
este país. Propiedad de Fawaz Abdulaziz Alhokair, se
encarga de gestionar el grupo Zara en el país wahabita mediante 34 tiendas, a
las que hay que añadir 60 de otras marcas que también pertenecen al emporio
gallego.
Técnicas
Reunidas Gulf es la
empresa con la que opera en Arabia Saudí la corporación española homónima,
propiedad de la ilustre familia catalana Lladó. El actual presidente, José
Lladó Fernández, fue ministro de Comercio y Transportes con Leopoldo Calvo
Sotelo, e hijo de Juan Lladó Sánchez, quien presidió el Banco Urquijo. El
presidente de Técnicas Reunidas es patrono de la Fundación Princesa de Asturias,
miembro del círculo de empresarios cercano a la Casa Real y asiduo a muchos de
los viajes comerciales que la monarquía española encabeza.
Técnicas Reunidas ha
obtenido concesiones importantes en el país árabe, como la construcción de la planta
de gas de Fadhili. Los negocios en la región
generan importantes beneficios. Muy distinta es la valoración de las
condiciones laborales de la mano de obra, ya sea local, foránea o española. Empleados
españoles contratados como tuberos para obras en Arabia Saudí ya denunciaban en
2014 el régimen de semiesclavitud en el que trabajaban para la compañía de los Lladó.
La nula importancia que
los empresarios que hacen negocios en Arabia Saudí dan a la situación política
interna de la dictadura contrasta con la postura que esos mismos hombres y
mujeres de negocios mantienen en ocasiones ante la política interna española. Un
buen ejemplo es Alberto Palatchi, fundador de Pronovias y propietario
mayoritario de la empresa hasta hace unos días.
Paltachi es amigo
íntimo de Jorge Moragas -director del Gabinete
de la Presidencia del Gobierno de España- y un hombre cercano al PP. Su hijo Alberto Palatchi Gallardo fue nombrado por Xavier García Albiol coordinador de Política de
Innovación, Tecnología y Empresa en la ejecutiva del PP de Cataluña. Pronovias
mantiene negocios importantes en la dictadura de los Saud gracias a su alianza
con Al Daha Group, el socio local, que también mantiene acuerdos con Mango.
No se conocen
declaraciones de Palatchi ni comunicación alguna de su empresa sobre la
situación política del país saudí en el que hacen negocios. Sin embargo, con
motivo del proceso independentista catalán, el empresario ha declarado en
varias ocasiones de su intención de abandonar Cataluña si el independentismo
logra sus propósitos. En un comunicado interno antes de las elecciones
autonómicas de 2015, advirtió
a sus empleados de la posibilidad de abandonar
la región si vencía la opción soberanista.
La doble vara de medir con respecto
a la dictadura saudí se puede ejemplificar con una anécdota
reveladora de un personaje público que ejerce feroces críticas ante el
fundamentalismo islámico y que se postula como defensora de los valores
democráticos. La eminente comunicadora Pilar Rahola se muestra muy
beligerante con la financiación de mezquitas financiadas por Arabia Saudí en
España. Sin embargo, ello no le impide ser
vocal del patronato de la Fundación Rosa Oriol,
promovida por la familia Tous. La empresa de joyas propiedad de Alba Tous,
amiga íntima de Rahola, es la matriz de Tamkeen, una compañía afincada
en Jeddah, una de las principales poblaciones
comerciales de Arabia Saudí.
“Arabia Saudí es la metáfora
de nuestra miserable debilidad: necesitamos su veneno para garantizar nuestro
modelo de sociedad, sabiendo que ese veneno es el que intenta destruirnos. Es
una tiranía feroz que promociona ideas totalitarias. Pero es una tiranía
poderosamente rica, y cuando ese adverbio y ese adjetivo rematan la frase, el
sustantivo ya no importa”, decía Pilar Rahola en un artículo en La Vanguardia el pasado siete de
julio. Irrebatible.
El régimen de los
Al-Thani, que domina con mano de hierro el país de Qatar, no es menos
integrista y rigorista que el de Arabia Saudí. Su maquillaje occidental, su
dinero, y el glamour de sus inversiones hacen
que en Europa sea visto como el más aceptable de los fundamentalismos que
vienen del Golfo. Al rascar levemente la pátina de modernidad deja al
descubierto una dictadura que interviene de manera flagrante en la difusión del
discurso de odio wahabi y del terrorismo salafista-yihadista.
La complejidad del
proceso de influencia y control del mundo suní la evidencia como ningún otro
caso el emirato de Qatar. La lucha por la hegemonía en el mundo árabe ha
provocado un enfrentamiento entre Arabia Saudí y el emirato catarí que no se
debe a una concepción diferente de la visión rigorista del Islam que ambos
países comparten y circunscriben al salafismo wahabita, sino a intereses mucho
más crematísticos que son los que verdaderamente marcan las políticas y líneas
de actuación de Doha.
Para conseguir esos
objetivos el país de los Al-Thani no ha dudado en seguir una estrategia ambigua
que engloba apoyar a diferentes organizaciones musulmanas, terroristas y grupos
radicales, y hacer negocios al más alto nivel en occidente e inversiones en
empresas de todo el mundo. La hipocresía y el pragmatismo dictan la política de
los Al-Thani, cualquier alianza les sirve para lograr su cometido. Es la
sublimación de la Realpolitik que los países occidentales acogen con buena
cara.
Un buen ejemplo de este
proceder se sucedió durante las revueltas árabes, como cuenta Andrés Mourenza en El Confidencial: el régimen catarí apoyó a todos aquellos que
pedían un cambio de gobierno en Túnez, Libia, Egipto y Siria mientras reprimía
con fiereza el levantamiento en Bahrein por miedo a que se contagiara a su
territorio.
Los
Hermanos Musulmanes y Qatar
Qatar ha puesto en
cuestión la hegemonía en el mundo árabe de la dictadura Saud sobre todo a
partir de 2011, cuando se acercó durante las revueltas árabes a los Hermanos
Musulmanes, uno los rivales históricos de la familia saudí, que tienen a dicha
asociación en el listado de organizaciones terroristas. La cúpula de esta
organización y de su brazo político, Libertad y Justicia, acabó refugiada en
Qatar tras el golpe de Estado en Egipto de 2013 de al Sisi contra Mohamed
Morsi. La relación de Qatar con la hermandad no se circunscribe a este momento
temporal, ya se daba, y de forma muy importante, a través del clérigo Yusuf Al-Qaradawi con el programa que tiene en Al
Jazzeera, La Sharia y la vida.
Al Qaradawi es una de
las personas más influyentes del mundo musulmán gracias al altavoz que le
proporciona Qatar con su televisión. El clérigo fue uno de los miembros más
cercanos de Jalifa bin Hamad Al Thani, emir de Qatar hasta el año 1995. Al
Qaradawi es lo más parecido a un papa en el cristianismo, dirige el consejo
europeo de las fatwas y la investigación (ECFR) y la asociación internacional de Ulemas. Estos organismos intentan
fijar posiciones homogéneas sobre cualquier circunstancia relativa al mundo
musulmán, con especial incidencia en los que se encuentran en occidente.
Los órganos dirigidos
por Al Qaradawi fomentan una interpretación rigorista del Islam, rechazan la
laicidad del Estado y solo consideran la sharia como aceptable. Además,
determinan que todo takfir (infiel) debe ser castigado y sus posiciones
antisemitas se basan en publicaciones falsas como Los protocolos de los sabios de Sión. La proximidad de Al
Qaradawi con los Hermanos Musulmanes es plenamente conocida y aceptada por el
propio clérigo, aunque renunció a dirigir la organización para seguir con su
influencia desde la independencia de sus propios medios auspiciados por Qatar.
La organización
Hermanos Musulmanes es la que cuenta con mayor base social en países como
Egipto y se ha ido radicalizando hasta situarse en el origen de multitud de
grupos terroristas escindidos de su seno. La evolución del pensamiento de los
Hermanos es compleja y con diferentes aristas, pero el fundamentalismo que
defienden es difícilmente diferenciable desde el mundo occidental del wahabismo
saudí y catarí. El salafismo ikhwaníta en el que se englobarían los hermanos es
muy similar a la corriente salafista wahabita que impera en Arabia Saudí y
Qatar. Lo importante es que todas estas corrientes están basadas en el precepto
del takfirismo: considerar que cualquiera que no siga los preceptos del Islam a
su manera es un apóstata y un infiel que debe ser castigado.
‘Una gran yihad [en
cuanto que guerra santa] y la eliminación y la destrucción de la civilización
occidental desde dentro, saboteando su miserable casa con las propias manos de
los creyentes para que sean eliminados y la religión de dios sea victoriosa
sobre todas las demás religiones’, decía un comunicado de los Hermanos
Musulmanes en el que explicaban sus objetivos. José María Irujo, periodista de investigación de El País, publicaba esta semana que el imán de Ripoll aleccionó a los
terroristas de Barcelona y Cambrils según los preceptos de una corriente
sectaria llamada Takfir Wal Hijra, una organización yihadista wahabista que
surgió como una escisión de los Hermanos Musulmanes por parte de Sukri
Mustafa.
Qatar,
el banco del odio y la violencia
El juego a varias
bandas de los jeques catarís les lleva a apoyar también a cualquiera que pueda
ayudar a sus propósitos, mezquitas rigoristas, organizaciones terroristas o
grupos radicales. En España, la financiación directa de mezquitas está
prácticamente copada por Arabia Saudí. Qatar, con la excepción de algún intento fallido en Barcelona, dirige el principal foco de su financiación del discurso de odio
wahabí desde los centros de culto oficiales a otros países europeos. La
difusión del salafismo en Europa por parte del régimen de los Al Thani está
ampliamente documentada.
“Rechazamos cualquier
tipo de financiación extranjera a instituciones que adoptan el discurso
salafista y que no traen más que radicalismo a Europa y llevan a nuestros
jóvenes a un terreno inaceptable”, decía a El
Mundo
el diputado holandés Ahmed Marcouch respecto a la noticia que descubrió que
Qatar había enviado a través de su embajada en La Haya 200.000 euros a la mezquita Hamad Bin Khalifa en Copenhague.
Su influencia en las
mezquitas no se circunscribe a Dinamarca. Según un informe de 2012 del Gateston Institute, el jeque Hamad bin Khalifa al-Thani aseguró en un discurso que no
escatimaría esfuerzos para difundir el wahabismo por todo el mundo. El régimen
catarí tiene incluso un proyecto específico para la banlieu parisina. Un informe de la agencia alemana de Inteligencia BfV y del servicio
federal de inteligencia BND denunció la implicación directa de
Qatar, Arabia Saudí y Kuwait en el apoyo de
grupos radicales salafistas en Alemania. Entre las organizaciones responsables
se encontraba la Eid Charity Fundation de Qatar.
Qatar
y el terrorismo
La vinculación de Qatar
con grupos terroristas quedó en evidencia tras la filtración de Wikileaks de los correos
electrónicos de John Podesta, exdirector de campaña de Hillary Clinton. En uno
de los correos filtrados, enviado desde el mail de Clinton, se advirtió a
Podesta de la necesidad de abordar el problema de la financiación de ISIS por
parte del régimen de Qatar y presionar de manera efectiva para cortar ese tipo
de relaciones.
Qatar ha sido uno de
los países que más ha apoyado a los grupos integristas rebeldes en Siria. El
envío de armas a formaciones terroristas que combaten al gobierno de Al Assad
está ampliamente documentado por el SIPRI (Stockholm International Peace Research
Institute), como por ejemplo mediante el envío de manpads a través de Turquía. La
vinculación de Qatar con Ahrar al-Sham o Al Nusra es solo uno de los numerosos ejemplos de sus conexiones con
organizaciones terroristas.
Durante las revueltas
árabes, Qatar fue uno de los principales precursores de los rebeldes que
pusieron en cuestión a los gobiernos del Magreb y de otras regiones. Las
donaciones privadas permitidas por Doha han llegado al Ejército de los Hombres
de la Cofradía (sufí) Al
Naqshbandia durante las protestas de 2012 en
Iraq. El grupo está liderado por Izzat Ibrahim al-Duri, el número dos de Saddam
Hussein. El rey de tréboles combatió junto a ISIS al igual que muchos otros grupos de la insurgencia iraquí.
En definitiva, las
evidencias sobre la unión de Qatar con la implantación del terrorismo global
son muchas y adoptan diferentes formas. A través de la difusión del discurso
takfirista de odio de su doctrina wahabí, con la financiación directa de grupos
rebeldes radicales para derrocar a países que no son de su misma doctrina, con
la venta de armas o con la tolerancia de las donaciones a grupos terroristas
desde su territorio, el régimen qatarí fomenta una visión del mundo que no
tiene cabida en nuestras democracias abiertas y basadas en el estado de
derecho. La permisividad de Occidente con el emirato tiene mucho que ver con
las ingentes inversiones en sus países, un tema que merece tratarse aparte.