Thierry
Meyssan
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/ 110717
El fin de la guerra contra Siria se
acerca sin que los anglosajones hayan podido completar ninguno de los objetivos
que se habían trazado. La Hermandad Musulmana no sólo fracasó con las
primaveras árabes sino que hoy aparece como perdedora en todos los países de la
región, con excepción de Qatar y Turquía. Como país, Siria ha sufrido una
destrucción tremenda pero la sociedad siria y su modelo multiconfesional han
resistido. Y todo indica que por fin se va a restablecer la «ruta de la seda».
En cuanto a Israel y Turquía, esos dos países parecen estar a punto de lograr
sacar las castañas del fuego y beneficiarse, a su manera, con la agresión
contra Siria.
Todos preveían que la crisis
surgida entre Arabia Saudita y Qatar facilitaría el resurgimiento del eje
Riad-Damasco-El Cairo, que dominó la vida política del mundo árabe hasta el
inicio de las «primaveras árabes». Pero no ha sido así.
Es posible que el príncipe Mohammed
ben Salman conserve aún la esperanza de lograr la victoria en Yemen y que por eso
crea inútil intentar un acercamiento a Siria. También es posible que los sauditas,
que en el pasado encabezaron la rebelión árabe contra los otomanos, consideren
que hoy resulta demasiado peligroso ponerse del lado de Siria, en contra de Turquía.
Lo cierto es que la semana pasada, en las negociaciones de Crans-Montana, la ONU,
el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Unión Europea de hecho respaldaron
la ocupación militar turca en el norte de Chipre, a pesar de ser ésta
totalmente ilegal. Aunque en Occidente se ha puesto de moda criticar la
dictadura de Erdogan, es evidente que la OTAN apoya sin reservas el despliegue
militar turco en Chipre, en Siria y en Qatar.
Según la sabiduría popular, «a la Naturaleza
le horroriza el vacío» y parece ser cierto porque fue Qatar el que acabó por
ponerse en contacto con Damasco. Para el presidente sirio Bachar al Assad, el acercamiento
de Qatar es menos importante que si hubiese sido Arabia Saudita… pero aún así
es un logro porque siempre será un Estado menos en contra de Siria, cuando en realidad
en este momento ya sólo se mantienen en guerra contra Siria –además de algunas transnacionales
estadounidenses– el Reino Unido, Turquía e Israel.
El encuentro del 7 de julio de
2017, en la cumbre del G20 realizada en Hamburgo, entre los presidentes
Vladimir Putin y Donald Trump parece haber cambiado muchas cosas. La reunión
entre Trump y Putin, que debía durar sólo media hora, finalmente duró 4 veces
ese tiempo, obligando a los demás jefes de Estado y de gobierno a esperar a que
Putin y Trump terminaran su conversación. Todavía no se conocen las decisiones
que tomaron los dos presidentes y sus respectivos ministros de Relaciones
Exteriores… pero sí se sabe lo que negociaron.
Israel, Egipto y los Emiratos
Árabes Unidos han propuesto poner fin a la guerra contra Siria, lo cual
corrobora la victoria de Tel Aviv sobre la resistencia palestina. Esta última
se ve actualmente dividida entre al Fatah, que gobierna Ramalah, y el Hamas, al
mando en Gaza.
Pero al Fatah, hoy encabezado por
Mahmud Abbas, ha ido hundiéndose en la corrupción y está colaborando
abiertamente con Israel, mientras que el Hamas, creado por la Hermandad
Musulmana, con la bendición inicial de los servicios secretos israelíes para
debilitar a al-Fatah, se ha desacreditado, primeramente por sus actos de
terrorismo contra los civiles, así como por su increíble comportamiento en la
guerra contra Siria. De hecho, sólo Turquía e Irán mantienen su apoyo al Hamas,
ahora rechazado por todos los demás Estados.
Sin ningún pudor, el Hamas, que ya
en 2012 se alió a los servicios secretos israelíes y a al-Qaeda para masacrar a
los dirigentes del Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP) en el
campamento palestino de Yarmuk, en Damasco, ha implorado nuevamente el perdón
de Tel Aviv.
Es ese el origen del increíble plan
que consiste en reunir a las dos principales facciones palestinas, quitar el
mando al viejo Mahmud Abbas –de 82 años–, reconocer un Estado palestino títere
y ponerlo bajo la dirección… del general Mohammed Dahlan.
Mohammed Dahlan, es el líder de
al-Fatah que se convirtió secretamente en agente de Israel, luchó contra el
Hamas de forma salvaje y luego envenenó a Yasser Arafat. Al ser descubierto,
Dahlan fue excluido de al-Fatah, huyó a Montenegro y la justicia palestina lo condenó
en ausencia. Durante los últimos años, Dahlan residió en los Emiratos Árabes
Unidos, donde administraba una fortuna de 120 millones de dólares malversados
de los fondos de la Autoridad Palestina. En Gaza, ahora lo recibirían sus
enemigos históricos miembros del Hamas, como Yahya Sinwar, el nuevo «primer ministro»
de esa organización, un amigo de la infancia del propio Dhalan. Olvidando el pasado,
el Hamas pondría a Dhalan, para empezar, a la cabeza de la lucha contra el
Ejército del Islam, la rama palestina del Emirato Islámico (Daesh).
Si realmente llega a ponerse en
práctica, ese plan marcaría la liquidación definitiva de la resistencia
palestina, al cabo de 70 años de lucha.
En ese contexto tenemos que ver el
anuncio del acuerdo entre Putin y Trump sobre 3 regiones del sur de Siria. Se autorizaría
en ellas el despliegue de tropas estadounidenses, supuestamente para mantener
la paz, pero sería en realidad para crear una zona desmilitarizada entre el Golán
sirio y el resto del país. Las tropas iraníes no estarían autorizadas a
acercarse a Israel. De esa manera, el Golán, territorio sirio que Israel ocupa
ilegalmente desde hace 40 años, sería considerado de hecho, y aunque nadie pronuncie
esa palabra, como territorio anexado por la potencia ocupante. En octubre de 2018,
se eligirían allí los consejos locales de las poblaciones, según la legislación
de Israel. Rusia no se opondría… a cambio de que Estados Unidos olvide su actual
obsesión con la cuestión de Crimea.
En el resto de Siria podría
concluirse la paz, exceptuando la franja que los kurdos han arrebatado al
Emirato Islámico y la que ocupan los turcos. Washington y Moscú permitirían que
los turcos ajustaran cuentas a los kurdos, lo cual implica que estos últimos
serían masacrados. Sucedería entonces exactamente lo mismo que cuando Henry
Kissinger apoyó a los kurdos iraquíes contra Saddam Hussein… para acabar
abandonándolos de la noche a la mañana, echando por tierra el sueño de creación
de un Kurdistán. En definitiva, el ejército turco mantendría la ocupación
de la región siria de Al-Bab, como ya ocupa el norte de Chipre y la región de Baachiqa
en Irak.
Palestinos y kurdos pagarían así el
error de haber luchado por obtener territorios que están fuera de sus tierras
históricas –en Jordania y en Líbano, en vez de Palestina, y en Irak y Siria, en
vez del Kurdistán.
Israel y
Turquía serían así los dos únicos países en sacar alguna ganancia de los 6 años
de guerra contra el pueblo sirio.