La Primera República
La independencia de
Venezuela
Por: Olmedo Beluche
(Con motivo de
celebrarse un aniversario de la independencia de ese país hermano, el 5 de
julio, recuperamos este capítulo del libro "Independencia hispanoamericana
y lucha de clases")
En materia de Historia, la distinción entre objetividad científica y opinión política del historiador, siempre ha sido una relación problemática. En esto hay dos extremos opuestos a evitar:
1. El relativismo, que
pretende que la objetividad no existe en el quehacer del historiador porque
todas las interpretaciones que se hagan de un hecho siempre estarán sujetas a
la opinión de quien hace historia, ya que en el fondo no hay en la Historia
humana ninguna regularidad o ley, porque cada acontecimiento es un hecho
singular;
2. La "neutralidad
valorativa", tan preciada del positivismo y su heredero norteamericano, el
estructural funcionalismo, que pretende que el científico social o historiador
es capaz de desprenderse por completo de sus juicios de valor y opiniones
personales, para ser tan objetivo como el biólogo que destripa al sapo para
analizar sus órganos internos.
Ni lo uno, ni lo otro.
En Ciencias Sociales y en Historia, es posible tener opiniones o valoraciones
personales, que incluso pueden trascender la interpretación de un
acontecimiento y, a la vez, ser completamente objetivo respecto a la
descripción de los hechos. La objetividad, piedra angular de la ciencia
moderna, tiene como requisito captar y describir con precisión la realidad. Si
nos mantenemos fieles a ese criterio de objetividad, aunque choque con nuestras
creencias, valores y opiniones, es posible hacer aportes significativos al
análisis de los hechos sociales o históricos que sirvan incluso a quienes no
comparten nuestras opiniones políticas.
Es como el astrofísico
que cree en Dios. Mientras su fe no afecte los resultados de sus
investigaciones y en ellas se mantenga objetivo, no hay problema. Una regla de
oro de la epistemología, es distinguir entre "el ser" y el
"deber ser". En Historia interesa el "el ser", o "lo que
fue", no lo "que debía ser".
En el mismo sentido, me
parece repudiable el voluntarismo político que pretende disfrazar de sólo
virtudes a los próceres de la Independencia hispanoamericana para que sirvan de
modelo a nuestros pueblos, mientras se desfiguran sus rasgos reales, sus
debilidades personales, sus limitaciones y compromiso de clase que son los que
explican el curso que en verdad siguieron los acontecimientos.
Acto de falsificación
que no pocas veces se hace en nombre del marxismo. Resultando que, en
ocasiones, tenemos historiadores reputados de "marxistas", pero cuya
obra no sirve para nada, pues la realidad ha sido suplantada por una
caricatura. Ya se sabe que "de buenas intenciones está empedrado el camino
del infierno". Por el contrario, a veces encontramos historiadores de derechas,
con un claro desprecio hacia el pueblo, pero con un apego a los hechos, que su
trabajo es la mejor fotografía que podamos encontrar.
Esta opinión no
cuestiona que debamos proponer a nuestros pueblos del siglo XXI levantar las
banderas de independencia nacional y unidad bolivariana, incluso teniendo a
esos próceres como antecesores, pero sin falsear la realidad de los hechos. Al
menos desde el Imperio Romano, las clases dominantes se han servido del mito
como instrumento de dominación ideológica. Pero para el tipo de profundas
transformaciones sociales a los que aspiramos los socialistas, "la verdad
es la que nos hará libres", no el mito y la falsificación.
Para comprender
cabalmente la historia de la independencia de Venezuela, es muy útil un libro como
"Historia de la rebelión popular de 1814", de Juan
Uslar Pietri, un hombre de evidentes opiniones conservadoras. El trasfondo
personal del libro de Uslar Pietri es el culpar por irresponsables a los
próceres mantuanos (la élite criolla de Caracas) y a sus jacobinos de la
Sociedad Patriótica (como Miranda y Bolívar) por echar a perder la primera y la
segunda repúblicas al despertar el monstruo dormido de las aspiraciones
igualitaristas de la masa del pueblo (las castas), de esclavos negros.
Esa es la valoración
personal de Uslar Pietri, con la que obviamente no estamos de acuerdo. Pero lo
que es invaluable en el libro es la descripción social y política del momento,
la evolución y las etapas de cada coyuntura y de cada clase social. Salvando las
distancias, esa descripción es tan brillante como la usada por Marx en "El
Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte" (juicio personal y
subjetivo).
Recordemos que, en
Venezuela, como en casi toda Hispanoamérica, la Independencia tuvo dos
momentos: en 1810, cuando los criollos asumen el gobierno local mediante Juntas
que desplazaron a las autoridades coloniales, pero esas Juntas no declararon la
Independencia, sino lealtad al Rey Fernando VII; y otro en 1811, cuando el
proceso se radicaliza y, entonces sí se declara la Independencia absoluta y se
crean instituciones republicanas sin la tutela española.
El año que va entre uno
y otro momento está marcado por crecientes contradicciones entre los diversos
bandos políticos. Cuando se crearon las primeras Juntas de gobierno en cada
gran ciudad, las que asumieron el poder pero jurando lealtad a la persona del
rey Fernando VII, preso por Napoleón, se desarrolló un proceso que va
profundizando las contradicciones entre la élite criolla que asumió el poder y
los realistas que aspiraban a mantener la situación pretérita controlada por
los virreyes y demás autoridades coloniales, y a lo interno del campo criollo,
entre los criollos moderados y un ala radical conformada por capas medias que
aspiraban a la independencia completa y al sistema republicano.
Entre todos ellos
gravitaba el pueblo, compuesto por mestizos, indígenas y esclavos negros (las
castas), al principio marginadas del proceso y luego involucrándose cada vez
más en busca de la verdadera igualdad y libertad para sí mismos.
En Caracas la primera
fase se inicia el 19 de abril de 1810, cuando asume la primera Junta de
Gobierno y se establece un Congreso. La descripción que hace Uslar Pietri del
grupo que asume el poder es muy precisa: "ricos terratenientes en su
mayor parte y por lo tanto timoratos e indecisos". Y sigue: "El
grupo que efectuó indirectamente el 19 de abril no fue, a excepción de un
puñado de revoltosos, un grupo revolucionario. Ni mucho menos. Era un conjunto
de hombres moderados, a los que el porvenir de sus negocios no convenía el
monopolio económico de esa España decadente y atrasada de la cual eran vasallos
obligados. Querían la independencia de la patria mientras esa independencia no
significara, en manera alguna, lesión de los intereses por los cuales
efectuaban semejante movimiento. Es decir, ni guerra con España ni trastornos
internos".
Más adelante precisa que
se trata de grandes propietarios (de tierras) y comerciantes ligados a la
producción nacional. Es el grupo que condenó a Francisco de Miranda en sus
primeras intentonas independentistas. Este grupo o clase "quiere
independencia sin guerra, y libertad con pueblo esclavo y sumiso".
Por otro lado, estaban
los realistas, "compuesto por los empleados españoles y criollos de los
distintos ramos administrativos; por los hacendados españoles y por el enjambre
de pequeños comerciantes, canarios en su mayoría, que deseaban ardientemente la
vuelta al viejo régimen".
Luego tenemos a los
"jacobinos", "compuesto en su mayor parte por jóvenes
pertenecientes a la clase media o a la nobleza. Estos últimos, ricos herederos
como los Bolívar o los Ribas, impregnados de la filosofía revolucionaria
francesa y plenos de idealismo nacional, a quienes nada les importa perder
posesiones y fortunas…".
El cuarto grupo o clase
(no usa este concepto don Uslar): "el pueblo, libres y esclavos, negros
y mestizos, formando en un 95 por 100 lo que en aquellas épocas se denominada
"las castas"". Y agrega un juicio de valor, hablando de este
grupo: "No tiene noción de lo que puede ser la patria, la familia o la
religión... Ven al blanco con el odio intenso de la inferioridad forzada".
Posterior al 19 de
abril, retorna a Caracas Francisco de Miranda, procedente de su exilio inglés,
y propone junto a Francisco Espejo la creación de un "Club" (lo que
hoy llamaríamos partido político) "donde los ciudadanos se reunieran
para discutir cuestiones de interés general". Ese "club"
pasó a llamarse la "Sociedad Patriótica", y en él confluyeron los
sectores más radicalizados de la juventud de Caracas, quienes aspiraban a una
ruptura completa con España y a un régimen republicano. Entre ellos estaba el
joven Simón Bolívar.
La Sociedad Patriótica
pronto confrontaría a los sectores moderados ("timoratos") de la
nobleza mantuana que controlaban la Junta de Caracas y el Congreso. "…la
primera arma que esgrime Miranda es explotar el odio de la gente de color y
exaltar los rencores escondidos bajo la opresión. Sus discursos y proclamas de
igualdad y libertad han de ser los primeros martillazos a la cadena que ha
reventar en 1814 ocasionando la gran rebelión popular y sepultando, sin
quererlo él, toda la organización de los blancos, la República y trescientos
años de colonialismo sostenido", dice don Uslar.
Y agrega: "Bien
es sabido que generalmente los que inician las revoluciones acaban por ser
devorados por ellas, pues aquellos que al principio surgen como agitadores al
fin terminan como moderados… ninguno de los miembros de la Sociedad Patriótica
llegó a ser, en su momento oportuno, jefe de la rebelión popular" (de
1814).
Juan Uslar Pietri, con
palabras cargadas con cierto rencor, que dejan ver su pensamiento íntimo, pero
a la vez con una lucidez prístina, describe los grandes acontecimientos que se
anunciaban en ese interregno de 1810-1811:
"El Congreso
temía. Temía que la libertad pura, virginiana, que tanto deseaba se empezase a
corromper merced a las gestiones demagógicas de la Sociedad Patriótica. Temía
que una libertad popular, "sans-cullote", sería una exposición
constante de sus más caros intereses… aquellos revolucionarios de la Sociedad
Patriótica, pertenecientes en su mayoría a la nobleza o a la burguesía y
ligados por lazos familiares al grupo de los "timoratos", no se deban
cuenta de lo que estaban haciendo… no medían la catástrofe… con sus
vociferaciones demagógicas, pedían las libertades rousseaunianas para los
esclavos que llenaban sus haciendas… No podían imaginarse que aquellos mismos
esclavos siguiendo los emblemas revolucionarios de Andresote, de José Leonardo
Chirino y del Negro Miguel, guiados por capataces, pulperos y contrabandistas…
fueran…, en un arrebato de furor igualitario, a asesinar a sus mujeres, a sus
hijos y a ellos mismos, sembrando por todas partes la ruina y la desolación al
propio tiempo que la libertad social".
De manera que entre 1810
y 1811 se empezó a producir una situación de dualidad de poder en Caracas,
entre la Sociedad Patriótica y el Congreso. La agitación del club jacobino
caraqueño llegó a un primer clímax durante los festejos del primer aniversario
del 19 de Abril, cuando salieron a la calle en manifestaciones levantando sus
demandas de radicalización del proceso e independencia.
Entre abril y julio la
situación escala más, dadas diversas conspiraciones de los realistas en
Guayana, en Coro y en la propia Caracas, las cuales colocan al Congreso en la
disyuntiva de avanzar hacia la completa independencia o sucumbir. Los timoratos
quedan aplastados entre la conspiración realista y la Sociedad Patriótica, a la
que acusan de querer constituirse en un congreso paralelo. Simón Bolívar
responde en un afamado discurso, el 3 ó 4 de julio de 1811:
"No es que hay
dos Congresos. ¿Cómo fomentarán el cisma los que conocen más la necesidad de la
unión? Lo que queremos es que esa unión sea efectiva y para animarnos a la
gloriosa empresa de nuestra libertad; unirnos para reposar, para dormir en los
brazos de la apatía, ayer fue mengua, hoy es una traición. Se discute en el
Congreso Nacional lo que debería estar decidido. ¿Y qué dicen? Que debemos
comenzar por una confederación, como si todos no estuviésemos confederados contra
la tiranía extranjera. Que debemos atender a los resultados de la política de
España. ¿Qué nos importa que España venda a Bonaparte sus esclavos o que los
conserve, si estamos resueltos a ser libres? Esas dudas son tristes efectos de
las antiguas cadenas. ¡Qué los grandes proyectos deben esperase con calma!
Trescientos años de calma ¿no bastan? La Junta Patriótica (la Sociedad
Patriótica) respeta, como debe, al Congreso de la nación, pero el Congreso debe
oír a la Junta Patriótica, centro de luces y de todos los intereses
revolucionarios. Pongamos sin temor la piedra fundamental de la libertad
sudamericana: vacilar es perdernos".
Así, presionado por la
Sociedad Patriótica y el pueblo de Caracas movilizado por ésta, el Congreso
convoca para el 5 de julio una sesión para abordar el tema de la declaración de
Independencia. "Desde temprano la ciudad está despierta y el pueblo, al
igual que la juventud revolucionaria, ocupa las puertas y tribunas de la
Capilla. Cuando van entrando los diputados a ocupar sus puestos amenazan de
muerte a los moderados", dice Juan Uslar.
Pese a que el diputado
Felipe Paúl propuso una ley previa contra el "libertinaje" y Antonio
N. Briceño el voto secreto, la presión de la masa popular pudo más y todos,
salvo el Padre Maya (de La Grita) votaron a favor de la Independencia
definitiva. El pueblo se lanzó a la calle a festejar y enarboló la bandera
diseñada por Miranda, mientras despedazaba el emblema español y los cuadros de
Fernando VII.
Cita Uslar a José D.
Díaz, un compungido timorato: "Aquellos pelotones de hombres de la
revolución, negros, mulatos, blancos, españoles y americanos, corrían de una
plaza a otra, en donde oradores energúmenos incitaban al populacho al
desenfreno y a la licencia. Mientras tanto, todos los hombres honrados, ocultos
en sus casas, apenas osaban ver desde sus ventanas entreabiertas a los que
pasaban por sus calles…".
El asunto recién
empezaba. Por un lado, un grupo de "pardos" de Caracas, dirigidos por
Fernando Galindo, fue arrestado cuando intentaban organizarse bajo una proclama
de "libertad e igualdad ilimitadas", quienes además tenían a Miranda
por inspirador. Por otro lado, el bando realista realizó una fallida
insurrección en Los Teques, el 11 de julio, bajo el grito: "viva el Rey y
mueran los traidores". El elemento nuevo e interesante es que estos
realistas prometieron la libertad a los esclavos que se sumaran a su revuelta.
La insurrección de Los
Teques fracasó, pero los realistas en Valencia tuvieron éxito insurreccionando
"a todos los negros de los alrededores, dictando proclamas igualitarias
y reivindicaciones sociales, dando libertad a los esclavos y la igualdad a los
pardos". Más adelante agrega Uslar: "La situación de Valencia,
más que grave era interesante, pues por primera vez se usaba a "las
castas" para organizar un movimiento popular y darle todo el empuje
necesario.
Ironías de la historia,
el programa social más radical en esta coyuntura fue levantado por el bando
realista. La actitud del Bando republicano, encabezado por los
"timoratos", fue la contraria. El 28 de julio se emitió un decreto
mediante el cual se organizaban patrullas para "la aprehensión de
esclavos fugitivos", las cuales "… harán que se guarde el
debido orden en esta parte de nuestra población destinada a la cultura de las
tierras… La esclavitud honrada y laboriosa nada debe temer de estas medidas de
economía y seguridad, con que el Gobierno procura el bien de los habitantes del
país". Con esos dos actos opuestos había quedado derrotada la Primera
República. Era cuestión de tiempo.
Frente al levantamiento
en Valencia, el gobierno de los timoratos actuó con lentitud y nombró al
incompetente Marqués del Toro para aplastar la insurrección. Labor en la que
falló por completo, teniendo que aceptar la Junta la presión del ala radical
para que nombrase a Francisco Miranda, el cual decididamente toma la ciudad
insurrecta y derrota a los realistas. Miranda, como jefe del ejército, pide
permiso al Congreso para marchar sobre Coro, donde se gestaba una
contraofensiva realista. Pero los mantuanos, temerosos del poder que adquiría
Miranda y la Sociedad Patriótica, le monta un expediente y le exige volver a
Caracas, donde su ejército rápidamente es licenciado.
La nueva República gana
tiempo, gracias a la victoria de Miranda en Valencia, pero estos meses son
desperdiciados en la continuidad de las disputas entre timoratos y radicales, y
en medidas completamente impopulares, como la emisión de papel moneda sin
respaldo, lo cual produjo una inflación de hasta un 1,000% en ciertos productos
y la desconfianza generalizada de la población. El clero, antes medio
imparcial, ahora pasó a la conspiración abierta ante una ley del Congreso que
proponía someter los curas a la justicia ordinaria.
La guinda del helado
vino a ponerla un "castigo divino": el terremoto del 26 de marzo de
1812, que redujo a escombros gran parte de Caracas y La Guaira. Para colmo,
esto sucedió un Jueves Santo, igual que el 19 de Abril, que también había sido
Jueves Santo. El presagio estaba dado y el clero los usó para movilizar a los
ignorantes contra la República. Uslar cita a un cura dominico que pregonaba:
"aquel espantoso sacudimiento era un castigo visible del cielo por
haber desconocido al que estaba destinado por Dios para gobernar estos pueblos,
y que habiendo concedido dos años para el arrepentimiento continuaban en su
pecado".
La situación estaba
madura para el contraataque realista. El general Monteverde inicia su marcha
logrando al principio apoyo campesino y poca resistencia. Frente a la amenaza,
la Junta recurre nuevamente a Miranda y lo nombra Dictador. En San Mateo,
Miranda logra derrotar a Monteverde y detiene su marcha, pero no es una derrota
total. Miranda terminó de enajenarse a los mantuanos con un decreto por el cual
reclutaba forzosamente a los esclavos de las haciendas para el ejército, pese a
que el decreto fue un fracaso, a decir de Uslar Pietri, porque los esclavos
"no es que no amasen su libertad, sino que la creían una red ofrecida
por los que habían sido sus señores, y la preferían recibirla del isleño
popular (los canarios), que se rozaba con ellos, y vivía entre ellos, y con
ellos trabajaba la tierra".
Para colmo, Puerto
Cabello, donde estaba el parque de municiones de la República, que había sido
puesta al mando de Simón Bolívar y José F. Ribas cayó en manos enemigas
producto de un descuido de estos dos, que dejaron el cuartel al mando del
traidor Vinoni, mientras iban a la boda del propio Ribas.
"Mientras… en el
interior del país se levantaban montoneras armadas de esclavos insurrectos que
iban por los campos y haciendas de Barlovento saqueando y matando blancos con
el fin determinado de dirigirse a Caracas… a establecer un Gobierno popular
dirigido por los negros… Esta insurrección provocada por un grupo de blancos
realistas que… Sólo cuando toda aquella masa formidable de esclavos, sedientos
de las más esenciales libertades humanas, comienza a matar a todo ser que tenga
rostro blanco y a incendiar todo lo que encuentra, tanto patriota como
realista, es que vienen a comprender el gran daño que han realizado…".
Llegada la insurrección
a los límites de Caracas, la única forma que encontró la Junta para contenerla
fue el envío del cura Pedro Echezuría, el cual convenció a los sublevados de no
avanzar sobre Caracas, esperando que se resolviera el problema de si,
finalmente, gobernarían los realistas o republicanos, pero no los pudo
convencer de que retornaran a sus pueblos. Quedando la situación en un equilibrio
inestable. "Los negros, que no habían retrocedido ante nada, fueron
contenidos por el crucifijo".
Se había despertado el
gigante dormido y éste no se detendría hasta 1814. La revolución social, más
profunda, arrasaría la tímida y vacilante revolución política de la Primera
República. Mientras los negros insurrectos avanzaban por Curiepe, Capaya, Guapo
y se acercaban a La Guaria, todos los que tenían algo que perder, empezaron a
forzar un armisticio entre Monteverde y Miranda. El armisticio se firmó el 25
de julio de 1812, en San Mateo, y constituyó una capitulación completa de la
República, firmada por Francisco de Miranda, por la cual se formaliza la
entrega de Caracas al ejército realista y el licenciamiento del ejército
republicano.
Juan Uslar exculpa de la
situación a Francisco de Miranda: "Lo que sucede es que, para ganar
batallas es necesario, antes que todo, ser buen general, contar con el apoyo
nacional y luchar por una causa popular. Y a Miranda le faltaban estos dos
últimos factores".
Pero no deja lugar a
dudas que tanto mantuanos como realistas comprendían que tenían intereses en
común frente a la sublevación de las castas, ya que es el propio Miranda quien
desarma a los batallones de pardos que se negaron a aceptar el armisticio de San
Mateo y que pretendían unirse a los sublevados de Barlovento para marchar
juntos a Caracas. Sobre ese desarme de los pardos, fue que pudo Monteverde
pasar a ocupar Caracas. Inclusive, se dice que Francisco Espejo, fundador junto
a Francisco de Miranda de la Sociedad Patriótica exclamó, ante la llegada de
Monteverde: "Gracias al cielo de volver bajo la dominación de los
dueños legítimos". Lo que no le sirvió para evitar ir a dar a la
cárcel por sus delitos contra la Monarquía.
El propio Miranda sufrió
el escarnio de la derrota porque se dirigió a La Guaira con intención
embarcarse en el buque inglés "Sphir", pero fue arrestado por Casas,
Simón Bolívar y Peña. Uslar Pietri insinúa que la actitud de Bolívar pudo ser
para "congraciarse con las autoridades españolas". Más
adelante explica: "Bolívar estaba desagradado por la actitud de Miranda
de no ratificar, como era lo convenido, el pacto de San Mateo, dejando la
capitulación inconclusa, tomando el primer barco que se encontraba en el
puerto, sin esperar al enemigo y entregarle la capital, abandonando todo, dando
la sensación de huida".
La Primera República
había muerto, ahogada en sus propias contradicciones, pero la breve
"restauración" encabezada por Monteverde sería efímera, pues ya era
imposible retroceder los hechos a 1809. No le ayudó la represión generalizada
que lanzó contra los mantuanos, ni la inestabilidad económica que continuó, ni
mucho menos, el no cumplirle a "las castas" las promesas realistas de
libertad e igualdad.
"El Gobierno no
podía hacer efectivas esas aspiraciones de los negros, porque de hecho hubiera
sido ocasionar una revolución en los medios de producción, una revolución
económica ésta que habría perjudicado a las demás colonias españolas e inglesas
trastornando las bases de la sociedad colonial", sentencia Juan Uslar
Pietri.
El intento de los
insurgentes de tomar La Guaira, mal armados de palos y machetes, fue
rápidamente aplastado por el ejército realista. Pero la insurrección esclava,
negra y parda, recién empezaba. Aún faltaría el fracaso del Gobierno de
Monteverde, la Campaña Admirable de Bolívar, la restauración de la República y
la nueva insurrección popular salida de los Llanos y encabezada por el canario
Tomás Boves. Pero eso es otra cosa.
En realidad, Simón
Bolívar sólo incorporaría, parcialmente, las demandas sociales y políticas de
los esclavos negros, al retornar de su exilio antillano, y decretar la libertad
de los esclavos que se sumaran al ejército libertador. Factor decisivo que le
ayudó a derrotar a los realistas a partir de 1818 en adelante. Pero los que se
mantuvieron como mano de obra en las haciendas siguieron bajo el sistema
esclavista heredado del período colonial. En Colombia la esclavitud continuaría
siendo una institución legal, aunque en decadencia, hasta 1851.
Uno no puede dejar de
admirar cierto paralelismo, en la misma época, de la situación de Venezuela y
la Nueva Granada, entre Francisco de Miranda y Antonio Nariño, entre el
Congreso Nacional de Caracas y el Congreso Federal encabezado por Camilo Torres
en Colombia. La época de "la Patria Boba".
- Bolívar, Simón. Doctrina
del Libertador. Biblioteca Ayacucho. Caracas, 1985.