Por: Rev. Pbro. Manning Maxie Suárez +.
El título de este artículo es una réplica de una profecía contenida en el libro del profeta Joel, quien existió en el siglo IX a.C. y es una de las tantas profecías que encontramos escritas rey Joás de Judá, alrededor del siglo IX a.C.
Es
interesante saber, que cuando el profeta Joel, escribió estas líneas, en el
capítulo 3 del libro, el reino de Judá estaba dividido y debilitado, y había
sufrido invasiones y destrucciones por parte de los asirios y otros pueblos
vecinos, fue una época catastrófica para el pueblo judío. Pero en medio de esta
situación, Joel recibió una visión de Dios en la que se le reveló el juicio de
Dios sobre Judá y el llamado a la penitencia y la restauración del pueblo de
Dios.
Joel
comienza con una especie de descripción de una plaga de langostas que destruyó
los cultivos de Judá y causó hambre y miseria. Interpreta esta plaga como un
signo del juicio divino y llama al pueblo a lamentarse y arrepentirse de sus
pecados. Joel entonces profetiza que el juicio de Dios será aún más severo y
que solo el arrepentimiento y la vuelta a Dios podrán salvar a Judá de su
destrucción total.
Profetiza
la restauración de Judá y la promesa de que Dios derramará su espíritu sobre
todo el pueblo. Esta última profecía se ha interpretado como una prefiguración
del Pentecostés en el cristianismo, en el que se cree que el Espíritu Santo
descendió sobre los apóstoles de Jesús.
“Después de estas cosas derramaré mi espíritu sobre toda la
humanidad: los hijos e hijas de ustedes profetizarán, los viejos tendrán sueños
y los jóvenes visiones. También sobre siervos y siervas derramaré mi espíritu
en aquellos días;” (3,28-29). Al final agrega una frase esperanzadora para
toda la humanidad: “Pero todos los que invoquen el nombre del Señor lograrán
salvarse de la muerte, pues en el monte Sión, en Jerusalén, estará la
salvación, tal como el Señor lo ha prometido. Los que él ha escogido quedarán
con vida.” (v.32).
Así,
Shavuot que precede a la festividad de Pesaj (Pascua), se convierte en una
prefiguración de la Festividad del Pentecostés que es a su vez, el cumplimiento
de la profecía de Joel.
Shavuot
conmemora dos eventos principales: la entrega de la Torá que son los cinco
primeros libros de la Biblia hebrea en el Monte Sinaí según la tradición judía,
Dios reveló la ley y los mandamientos a Moisés en el Monte Sinaí 50 días
después del Éxodo de Egipto. Para los cristianos en Cristo se cumple la Ley y los
Profetas.
En
el libro de los Hechos de los Apóstoles el evangelista Lucas escribe que, “Cuando
todavía estaba con los apóstoles, Jesús les advirtió que no debían irse de
Jerusalén. Les dijo: Esperen a que se cumpla la promesa que mi Padre les hizo,
de la cual yo les hablé. Es cierto que Juan bautizó con agua, pero dentro de
pocos días ustedes serán bautizados con el Espíritu Santo.” (Hch.1:
4-5). Y así sucedió cuando en plena
fiesta de Shavuot (Pentecostés), “De repente, un gran ruido que venía del
cielo, como de un viento fuerte, resonó en toda la casa donde ellos estaban. 3
Y se les aparecieron lenguas como de fuego que se repartieron, y sobre cada uno
de ellos se asentó una. Y todos quedaron llenos del Espíritu Santo, y
comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu hacía que hablaran.”
(Hch. 2:2-4). Cumpliéndose la
profecía realizada por el profeta Joel y por el mismo Jesucristo. Es decir, una realidad que no ha cesado de
darse desde ese momento, día tras día cambiando la vida de miles de millones de
personas en este mundo a través del tiempo.
El
Espíritu del Señor está presente en cada momento de nuestras vidas, él tiene la
tarea de recordarnos las palabras de nuestro Señor Jesucristo, es nuestro consolador
en momentos de pruebas, es nuestra fortaleza diaria y nos da sentido a la
vida. Está ahí para nosotros y nunca se
irá de nuestras vidas hasta el final de los tiempos.
Saulo
de Tarso, mejor conocido como Pablo, y quien fue un perseguidor de cristianos
en el primer siglo de nuestra era, pero que por la gracia del espíritu de Dios
se convirtió en un apóstol incansable de Jesucristo, nos señala que “Si
ahora vivimos por el Espíritu, dejemos también que el Espíritu nos guíe.”
(Gál. 5,25). No es solo creer sino
dejarnos llevar por ese Espíritu que es el Señor y Dador de Vida como nos
enseña el Credo Niceno y Apostólico de la Iglesia.
Pablo,
en su carta a los corintios primer libro en su capítulo 12:8-10, enumera unos
dones del Espíritu que son dados a todos los hombres y mujeres que aceptemos su
presencia en nuestras vidas y que son dados para el bien común de toda la
comunidad. Ellos nos empoderan a ser
mejores cada día. Paso a enumerárselos,
pues son para cada uno de ustedes estimados lectores:
El
don de Sabiduría: Que es
la capacidad de discernir la voluntad de Dios y aplicarla en la vida cotidiana.
El
don del Conocimiento: Que
es la capacidad de entender las verdades espirituales y aplicarlas a la vida
práctica.
El
don de la Fe: Que es la
capacidad de creer en las promesas de Dios y confiar en Él en todas las
circunstancias.
El
don de Sanidades: Que es
la capacidad de curar enfermedades y dolencias mediante la oración y la
imposición de manos.
El
don de hacer Milagros: Que
es la capacidad de realizar sucesos extraordinarios que son contrarios a las
leyes naturales.
El
don de la Profecía: Que
es la capacidad de recibir y transmitir mensajes de Dios a través del Espíritu.
El
don del Discernimiento de espíritus:
Que es la capacidad de distinguir entre espíritus buenos y malos.
El
don de Lenguas: Que es
la capacidad de hablar en lenguas desconocidas mediante la inspiración del
Espíritu.
Y
el don de la Interpretación de lenguas:
Que es la capacidad de entender y explicar los mensajes que se hablan en
lenguas desconocidas.
Panamá
y el mundo necesitan de nuestro compromiso hoy más que nunca, transmitiendo el
evangelio de nuestro Señor en el Poder de su Espíritu. Feliz Fiesta de
Pentecostés. “Si ahora vivimos por el Espíritu, dejemos también que el Espíritu
nos guíe.” (Gál. 5,25).