Por Olmedo Beluche
El historiador panameño Alfredo Castillero Calvo ha escrito un ensayo que debe usarse para debatir en los cursos de teoría y metodología de la historia, y por extensión de todas las ciencias sociales. Nos referimos a “Pensar la historia: Propuestas epistemológicas” (Castillero, 2023), con el cual va más allá de su prolífica obra sobre la conquista y período colonial en el istmo de Panamá, e incluso de esos amenos artículos con los que cada domingo nos hacía disfrutar con aspectos, muchas veces jocosos, de la vida cotidiana en la colonia. Con este ensayo, que cierra un ciclo, Castillero pasa a dialogar sobre el oficio de historiador.
Personalmente
confieso que no solo lo leí con el interés con el que sigo todo lo que escribe
Castillero, sino que este ensayo me ha hecho reflexionar. De esa reflexión
puedo afirmar que suscribiría la mayor parte de lo dicho en “Pensar la
historia: Propuestas epistemológicas”, por Castillero. Pero no todo. Ahí está
justamente el debate académico del que seguramente se podrá sacar más jugo del
aporte que nos ha regalado el maestro Castillero.
¿Qué
dice Alfredo Castillero?
De
salida afirma: “Los hechos históricos no se comportan linealmente, ni son el
resultado de procesos que tienen un solo origen”. Los hechos históricos son de
“causalidad múltiple”. Define la historia como “un proceso de cambios”, en los
que algunos tardan siglos en madurar y otros irrumpen de manera no prevista, de
allí lo “imponderable” de la historia. “Ni un principio anticipa el fin, ni
siempre es fácil reconocer el origen de lo que vino después”.
Luego
desliza una crítica al marxismo (o a cierto marxismo mecanicista). “No se puede
reducir el estudio del pasado solo a conflictos de clase, ni a todo fenómeno
subyace una razón económica, porque la historia no es tan simple, ni está hecha
de categorías abstractas, sino de individuos concretos…”.
Castillero
rescata el peso en los hechos de la historia de factores subjetivos como el
poder, la codicia o las mentalidades. “… no siempre lo que decide es lo
económico. Muchas veces el gran motor de cambio son los sueños, las
mentalidades, los mitos e ilusiones de los pueblos”.
Respecto
a la relación entre lo económico y la cultura (o ideología), Castillero dice:
“El materialismo histórico nos ha acostumbrado a pensar que el estudio del
primero debe explicar el segundo…”. Al respecto, más adelante pone el ejemplo
del período colonial, en el que las motivaciones de las personas estaban más en
lo espiritual que en lo económico.
Si
bien esto puede ser aplicable a algunos autores, no es el caso de la mayoría de
los historiadores (as) marxistas de muy alta calidad y que, con seguridad él
conoce. Para mencionar algunos, citemos a los reputados marxistas
británicos: Maurice Dobb, Rodney Hilton, Christopher Hill, Eric J. Hobsbawm y
Edward P. Thompson.
En
realidad lo que el marxismo señala es que existe una relación entre la
organización social, no solo económica, con las formas de pensar de una época,
con la cultura “inmaterial”. No un “determinismo económico”.
Respecto
a la relación economía y cultura (superestructura) saca una conclusión
importante: “Pero también esos dos polos -el de lo material y el del espíritu-
pueden incitarse mutuamente en una inagotable relación dialéctica en la que a
veces no se sabe dónde encontrar el origen de sus ritmos, discernir el
predominio de una fuerza sobre otra”. Pues esto justamente es lo que plantea el
método marxista, la relación “dialéctica” entre organización social (no solo
economía) y cultura.
Advierte
que, para hacer historia científica, hay que evitar hacerlo en base a criterios
ideológicos, partidistas, familiares o provincianos. Estos vicios conducen a
una historia sin base documental la cual termina en mito. “La materia prima de
la historia es el pasado, y al pasado nos asomamos con evidencias documentales,
no mediante abstracciones… basadas en elucubraciones teóricas…”.
Respecto
a los enfoques cuantitativos vs cualitativos, Castillero advierte, hablando del
primer método contra el “falso rigor” de la cita documental y del análisis
estadístico, porque a veces el documento o el “dato” (agregamos) no lo dice
todo, porque “… la labor del historiador es hacer hablar los textos donde estos
callan, no someterse servilmente a su estricta literalidad”. Y sobre los
enfoques cualitativos hay que cuidarse de la especulación sin evidencias.
Destaca
la importancia de los objetos para comprender la cultura de cada época porque
permite convertir la “anécdota en historia densa”, y cita al norteamericano
Clifford Geertz, padre de la antropología simbólica, como referente en este
tema.
Posteriormente,
Castillero analiza la importancia de las crisis históricas porque en ellas la
sociedad expresa claramente sus angustias, miedos y odios. En las crisis
sobreviene un “aluvión de testimonios” de diverso tipo, que hace que los hechos
resplandezcan “como relámpago en la noche oscura y muestran, de golpe, un
horizonte que ni siquiera sospechábamos”. Volviendo a las cuestiones de método
señala que el historiador debe partir por un conjunto de preguntas, y cita a
Lucien Febvre: “Formular un problema es el comienzo y el fin de toda la
historia. Sin problemas no hay historia”.
También
aborda el problema de la historia tradicional afirmando: “La mayoría de los
panameños comparte una visión del pasado dominada por lugares comunes,
falsificaciones, ambigüedades, omisiones y mitos. A esa visión subyace una
concepción epistemológica de la historia profundamente tradicionalista y
conservadora. Tradicionalista porque prefiere la anécdota al análisis y
confunde la historia con meras cronologías… Conservadora, porque le incomoda la
posibilidad de enfoques revisionistas que pudieran cuestionar los hitos sobre
los que descansan los valores de una alegada identidad nacional en la que no
hay sombras ni manchas de dudas”. Coincido plenamente.
Criticando
esos enfoques tradicionalistas opina Castillero, que creen que hacer historia
consiste solo en narrar hechos, cuando en realidad “cada dato debe ser
interpretado y toda historia debe ser explicada” (tomar nota). “Sin embargo, no
debemos olvidar que no hay historia sin hechos… sin pruebas”.
Aunque
señala que se puede hacer historia de múltiples maneras, dependiendo de los
criterios de cada historiador (a), todas legítimas, siempre que se atengan a
los hechos, y que incluso la microhistoria aporta luces, Castillero termina
abogando por la “historia total”: “… debemos intentar en la medida de las
posibilidades documentales, reconstruir la mayor cantidad de espacios de pasado
para observarlos como conjunto armónico y coherente…”.
El
último subtítulo lo denomina “Memoria, historia e identidad”, y empieza citando
a Fernand Braudel cuando dice que: “El tiempo pasado no es nunca totalmente
pasado, y algunas veces el presente está más cerca del pasado que del
porvenir”.
Para
culminar en la parte más controversial de este ensayo, a mi modo de ver, cuando
afirma que a veces la realidad histórica nos empuja a un destino que no podemos
controlar. Hablando de Panamá: “Después de todo, nuestra posición geográfica
jalonó nuestra historia desde el comienzo y la sigue jalonando”. “La identidad
de los pueblos se sustenta sobre la conciencia de su pasado. Mientras más
fuerte es esa identidad más sólida es su sentido de historicidad, de
pertenencia a un pasado común”.
“Nuestro
nacionalismo, al igual que le nacimiento del liberalismo, …, se originó en el
siglo XIX… Pero si el nacionalismo y el trasfondo ideológico que le sirve de
base, han constituido los soportes fundamentales de nuestra legitimación como
pueblo y como unidad nacional, es necesario que esa legitimación tenga apoyo en
la conciencia histórica” (ojo).
Esto
último me recuerda un mandato de Carlos Gasteazoro para los historiadores
panameños en el sentido de que debían buscar en el pasado colonial y del siglo
XIX las particularidades que nos diferenciaran de Colombia, ya que los
historiadores panameños de aquella época no lo hicieron (Gasteazoro,
1970). Poner lo que no estaba, pero que sirva a la legitimación del estado
nación nacido el 3 de noviembre de 1903.
Reflexiones
críticas a los aportes epistemológicos de Castillero
A. No
discuto aquello con lo que estoy plenamente de acuerdo: la historia es un libro
abierto y, en buena medida imponderable, porque los factores que intervienen en
ella son tantos que es muy difícil predecirla; factores objetivos y subjetivos;
y no puede ser reducida a un solo factor, así sea el económico como hace cierto
marxismo mecanicista. Por eso, ni el tirano más poderoso puede controlar por
completo una sociedad, ni el historiador más sagaz es capaz de predecir el
futuro con certeza.
B. La historia es un libro abierto, pero es posible encontrar en ella
tendencias, regularidades y, de hecho, se pueden hacer, y se hacen, pronósticos
de tipo probabilísticos o hipotético-deductivos. Si no fuera así, la “historia
científica” de la que habla Castillero no sería posible porque tendríamos un
caos en el que solo quedaría aplicar un “individualismo metodológico”, es
decir, meras descripciones anecdóticas de las que no se podrían sacar
conclusiones.
C. La historia, para que sea ciencia, como desea Castillero, busca en
el mar de hechos que parecen caóticos, establecer algún orden lógico, racional.
Y con qué instrumentos vamos a los hechos (documentos, registros o datos) a
encontrar el orden racional de las cosas: vamos armados con un instrumental
teórico, con categorías (como diría Kant), con conceptos teóricos con los que
cotejamos los hechos y los ordenamos.
D. Es ahí
donde hay que recatar, entre tantos aportes teóricos en historia y ciencias
sociales el materialismo histórico, que Castillero parece rechazar en bloque,
porque ha aportado un aparato conceptual que permite poner luz, o ayudar a
comprender muchos hechos históricos y sociales.
E. Castillero cita a Fernand Braudel, de cuya corriente abrevó en sus
ensayos de juventud, por lo que sabe muy bien que la “escuela de los anales” en
general, y la historia económica debe muchísimo a la teoría marxista o
materialismo histórico. Porque, después de todo, el concepto “larga duración”
tiene una deuda con la categoría marxista de “modo de producción”.
F. Otro ejemplo, entre muchísimo, en los que el marxismo ha puesto
luz: ¿A qué se debió la Segunda Guerra Mundial? ¿A la “locura” de Hitler como
pretende cierta perspectiva ideológica norteamericana? ¿O fue un conflicto
entre intereses capitalistas por el control de los mercados mundiales? ¿A qué
se debe la guerra ruso-ucraniana, a la ambición desquiciada de Putin, como
dicen algunos medios de comunicación, o hay algo más profundo respecto al
control planetario por parte de potencias imperialistas? El método marxista
ayuda a responder estas preguntas con mucho rigor científico y factual,
superando las interpretaciones sicológicas y caricaturescas de claro corte
ideológico.
G. Por
otro lado, Castillero no puede dejar de reconocer que, en la relación entre
potencias imperialistas y sociedades coloniales y semicoloniales, la variante
marxista latinoamericana denominada Teoría de la Dependencia ha aportado
considerablemente.
H. El
método marxista también ayuda a comprender la historia de Panamá: ¿En la
separación de Colombia jugaron algún factor intereses capitalistas
materializados en la Compañía Nueva del Canal, la Panamá RailRoad Co., J. P.
Morgan y el abogado William N. Cromwell? ¿O todo se reduce al “fervor
patriótico” de J. A. Arango y Manuel Amador Guerrero? ¿Por cierto, estos
últimos personajes guardaban alguna relación con los primeros? De nuevo, solo
un método que diseccione los profundos nexos entre intereses económicos
foráneos y locales puede ayudarnos a conocer las motivaciones reales de los
actores de la separación de Colombia, superando el cúmulo de falsedades y
medias verdades que rodean el acontecimiento en la historia oficial
panameña.
I. Si bien, como dice Castillero, no todos los hechos históricos son
reducibles a razones económicas o clasistas, buena parte de esos hechos
sociales e históricos sólo se entienden gracias al instrumental teórico
aportado por la teoría marxista. Podríamos seguir ejemplificando el enorme
poder del materialismo histórico para entender las sociedades, por ejemplo:
¿Las próximas elecciones de 2024 en Panamá son una competencia democrática
entre proyectos, como dicen algunos políticos, o hay inconfesables intereses
crematísticos detrás de la mayoría de los partidos y sus candidatos?
J. Por supuesto, lo material o económico no lo explica todo, pero
muchas veces, sobre todo en los trazos gruesos de la historia, es posible establecer
una relación entre el “mundo material” y el “mundo espiritual”. Por eso
coincido plenamente por lo dicho por Alfredo Castillero Calvo cuando afirma:
“Pero también esos dos polos -el de lo material y el del espíritu- pueden
incitarse mutuamente en una inagotable relación dialéctica en la que a veces no
se sabe dónde encontrar el origen de sus ritmos, discernir el predominio de una
fuerza sobre otra”. Exactamente ese es el criterio del marxismo no
mecanicista.
K. Nos
ilustró en ese sentido una clase con el profesor Guillermo Castro en la
Maestría de Estudios Políticos de la Universidad de Panamá, señalando la
relación entre las corrientes pictóricas mexicanas y la historia política del
país. Mientras en el período colonial prevalecían pinturas con temas religiosos
y personajes notables del Virreinato de la Nueva España; durante el
“Porfiriato” destacaban los retratos de burgueses y de paisajes en que
aparecían las nuevas tecnologías, como el ferrocarril; la pintura muralista
nació con la Revolución de 1910, llenándose sus temas de los actores centrales
de aquella gesta: campesinos, indígenas, pueblo. Podríamos aportar muchísimos
otros ejemplos como éste, en el que el enfoque marxista aporta enormemente a la
comprensión de los hechos históricos.
L. Fue el filósofo Hegel el que se preguntó si la historia humana
obedecía a alguna lógica, si se movía en algún sentido, o si era solo
repetición infinita, como creían algunas culturas, o su objetivo era la segunda
venida de Jesucristo, como creía el cristianismo. De esa reflexión nació la
“filosofía de la historia”, pero, como Hegel era idealista y metafísico, dijo
que la historia era el desarrollo de la Idea Absoluta que se había alienado de
sí misma, y que debía reencontrarse como conciencia humana en la sociedad
moderna europea. Hizo falta que llegara Carlos Marx para aportar una mejor
interpretación, señalando que la historia humana encuentra su sentido en la
búsqueda de la sobrevivencia como especie, lo que implica satisfacer las
necesidades humanas, empezando con las fisiológicas y continuando con las
“espirituales”, mediante el trabajo. Y que el tono de cada sociedad en concreto
se obtiene de la forma específica en que organiza el trabajo socialmente y de
las variantes tecnológicas (fuerzas productivas) que el ingenio humano va
creando.
M. Los
historiadores postmodernos, más pesimistas e individualistas, prefieren la
Tesis IX de Walter Benjamin en la que, a partir de un cuadro de Klee, “Angelus
Novus”, éste define el ángel de la historia como el de ese cuadro que, empujado
por el viento avanza con el rostro vuelto hacia el pasado. “Donde ante nosotros
aparece una cadena de datos, él ve una única catástrofe que amontona
incansablemente ruina tras ruina y se las va arrojando a los pies”.
N. En mis
clases de teoría sociológica siempre digo a los estudiantes que todos los
enfoques teóricos de las ciencias sociales recogen un elemento de verdad y
tienen un ámbito de validez o utilidad, dependiendo de a qué asunto se
apliquen. Que el problema está cuando se eleva al absoluto un solo método para
todos los problemas. De manera que, cuando se analizan los grandes conflictos
sociales e históricos, el materialismo histórico nos ayuda profundamente, pero
no es muy útil si hacemos microsociología o microhistoria.
O. La
parte más discutible del extraordinario ensayo aportado por Alfredo Castillero
es la que se refiere a lo concreto, a Panamá. Porque me da la impresión de que
hay una contradicción con lo expuesto al inicio, ya que parece apelar a cierto
“determinismo” geográfico o histórico respecto a los habitantes del istmo de
Panamá, muy característico de la historia oficial panameña.
P. Cuando afirma: “Después de todo, nuestra posición geográfica
jalonó nuestra historia desde el comienzo y la sigue jalonando”, “empujándonos
irreversiblemente hacia un destino que difícilmente podemos dirigir o
controlar…”. Todavía se vuelve más controversial cuando en los siguientes
párrafos asocia ese determinismo geográfico al “nacionalismo” e “identidad”
panameña, que se originó en el siglo XIX y “maduró” en el siglo XX.
Q. Castillero
fue mi profesor en uno de mis cursos de maestría y fue una buena parte de su
obra histórica, combinada y cotejada con la de Ricaurte Soler, la que utilicé
en mi tesis de grado (Beluche, 1997). La lectura de la historia panameña
aportada por Castillero me llevó a la conclusión central de mi tesis: no
existía en nuestro siglo XIX en el imaginario popular un proyecto separatista o
de construcción de un estado nacional independiente de Colombia. Inclusive
tampoco en la clase dominante panameña, la comercial, hubo una convicción
mayoritaria en favor de ese proyecto, aunque coyunturalmente fue planteado por
algunas personas. Más aún, toda esa historia de “intentos separatistas” fue una
creación posterior a los hechos de 1903, en los que conflictos políticos,
fueron reducidos a proclamas separatistas.
R. No existe una “nación panameña” nacida hace 500 años marcados por
la geografía y el “amor” entre Balboa y Anayansi. Eso es un invento de la
“nación romántica”, como dice Luis Pulido (Pulido, 2008). Por ello,
tampoco es cierta la afirmación de que “los panameños nos independizamos de
España solos y nos unimos voluntariamente a la Gran Colombia de Bolívar”. Las
“provincias del Istmo” no eran una “nación” en 1821, por ende, nadie habló por
“los panameños”, hablaron los municipios de acuerdo a la tradición española. Y
hubo contradicciones sociales, económicas y culturales muy claras entre La
Villa y Panamá (clases campesinas y clase comerciante). Además, las provincias
del Istmo eran parte del Virreinato de la Nueva Granada desde 1839, por ende,
al proclamarse las actas del 10 y del 28 de noviembre se dice con naturalidad
que eran parte del estado recién creado, Colombia.
S. Asociar la identidad nacional del pueblo panameño al determinismo
geográfico durante el siglo XIX conduce a otro error histórico, porque lo que
caracterizó la historia social del Istmo en esa centuria fue un creciente
conflicto social y político entre el pueblo del arrabal y el campesinado de
Azuero contra los comerciantes y latifundistas. Liberales contra conservadores.
Ese conflicto fue la tónica, desde la crisis de 1826 entre Bolívar y Santander,
hasta la Guerra de los Mil Días.
T. La trampa más engañosa en la que caen historiadores y sociólogos
es la del concepto “nación”, con el que se pretende borrar los conflictos sociales
y de clases. En el caso panameño, un ejemplo de este error lo cometió Ricaurte
Soler, quien pese a ser reputado como marxista, cuando analiza el conflicto de
1860-61, otorga supuestas virtudes nacionalistas al gobernador de Panamá,
Santiago de la Guardia, y critica al arrabal de Santa Ana porque se posicionó
junto a su líder, Buenaventura Correoso, del bando liberal del gobierno
presidido por Mosquera (Soler, 1971) (Soler, 1963).
U. En
todo caso, a lo largo del siglo XIX, durante el “Panamá colombiano”, el
arrabal, el campesinado y una parte de los indígenas (con Victoriano Lorenzo)
fue persistentemente opositor al proyecto transitista de los comerciantes,
incluso con las armas en la mano.
V. El
problema de la relación entre historia y nación, ya lo estableció Eric
Hobsbawm: “naciones sin pasado son contradicciones en términos. Lo que hace una
nación es el pasado, lo que justifica una nación contra otros es el pasado, y
los historiadores son las personas que lo producen” (Hobsbawm, 1998). Por
eso, la historia al servicio del nacionalismo es simplemente “ideología” como
critica Castillero. Al igual que él, opino que en el siglo XXI los y las
historiadores (as) de Panamá deben ser más revisionistas que
tradicionalistas.
Bibliografía
Beluche, O. (1997). Estado, nación y clases sociales en
Panamá. Panamá: Portobelo.
Castillero, A. (28 de Mayo de 2023). Pensar la historia:
Propuestas epistemológicas. La Prensa.
Gasteazoro, C. (1970). "Estudio preliminar al
Compendio de Historia de Panamá". En J. B. Arce, Compendio de Historia
de Panamá (págs. XX-XXI). Panamá: EUPAN.
Hobsbawm, E. (1998). Naciones y nacionalismo desde 1780.
Barcelona: Crítica.
Pulido, L. (2008). Filosofía de la nación romántica
(Seis ensayos críticos sobre el pensamiento intelectual y filosófico en Panamá,
1930-1960). Panamá: Editorial Mariano Arosemena.
Soler, R. (1963). Formas ideológicas de la nación
panameña. Panamá: Ediciones de la revista Tareas.
Soler, R. (1971). Pensamiento panameño y concepción de
la nacionalidad durante el siglo XIX. Panamá: Librería Cultural
Panameña.
Panamá
1 de junio de 2023.