Rechazo al convenio Filos- Hines y Operación Soberanía causas inmediatas de la gesta del 9 enero de 1964
Datos generales:
Autor: Dumas Myrie S.
Docente universitario
Universidad Cristiana de Panamá
Twitter: @dumas997
Rechazo al convenio Filos- Hines y Operación Soberanía causas inmediatas de la gesta del 9 enero de 1964
Datos generales:
Autor: Dumas Myrie S.
Docente universitario
Universidad Cristiana de Panamá
Twitter: @dumas997
Reseña del libro conspiración y república en Panamá de Mario Molina Castillo: La conjura de 3 y 5 de noviembre de 1903. Capitulo 4. Tramites iniciales y negociaciones entre Estados Unidos y Colombia, sobre el canal de Panamá. Pag 171-195.
La
tesis por tratar en esta reseña se enmarcará primero a explicar cómo el tratado
Mallarino Bidlack no fue impedimento para la consecuente separación de Colombia
y en qué en contrapeso a nueva Granada este tratado le permitió asegurar la
estabilidad en el istmo. Como segundo elemento las manifestaciones que se
produjeron a raíz del rechazo del tratado Herrán Hay Tienen que verse en el
contexto del liberalismo istmeño.
El
autor Mario Molina castillo primero pone de relieve Que el rechazo del tratado
de Herrán Hay No se puede desligar de las interpretaciones arbitrarias de lo de
Estados Unidos De los mencionados pactos con Colombia. En este sentido Óscar
Terán colombiano pero con juicio crítico pone de relieve la situación
diplomática del momento.
Igualmente
esta reseña aborda Cómo los senadores istmeños en Bogotá aprovecharon la
coyuntura para sumar adherentes a su juta política. En realidad los istmeños
estaban cansados del abuso por parte de los norteamericanos tanto racial como
diplomático. Claro este se va a manifestar más adelante En el istmo por este
carecer de una de una instrucción pública acorde al momento.
Por
otro lado es importante La labor de los oradores públicos era comunicar las
noticias al público analfabeto. Por lo general esto oradores públicos eran maestros,
miembros del Consejo alcaldicio o simplemente profesionales que acudían a la
compra de periódicos en la cabecera de provincia. Eran muy importantes para la
época publicaciones de periódicos como el duende el mercurio entre otros.
Es
casi imposible no tocar el tema del rechazo del tratado Herrán Hay sino ver la
visión de los bogotanos. Y es que en realidad A pesar de que hubo voluntad de
algunos sectores del Senado colombiano en dar una segunda oportunidad Al
mencionado tratado no hubo la voluntad política y en algunos casos se pasó
dinero de por medio para buscar apoyo hacia un nuevo canal.
Finalmente
no se puede dejar de tocar el tema sin dejar de ver el apoyo que le va a
brindar algunos sectores conservadores colombianos e igualmente liberales
istmeños al sofocar las revueltas en el istmo. Como dato curioso es la
participación de Juan Eligio Alzuru. Igualmente no se puede dejar de mencionar
a Juan B. Sosa, Abel Bravo y Carlos A. Mendoza entre los intelectuales de la
época que se manifestaron durante el rechazo del tratado Herrán Hay.
A pesar de esto no se puede hablar de una nación en el istmo durante la época de unión a Colombia. En el istmo la identidad estaba adscrita a un sesgo Colombia y a una realidad partidista.
Por: Rev. Pbro. Manning Maxie Suárez +.
Es
interesante saber, que cuando el profeta Joel, escribió estas líneas, en el
capítulo 3 del libro, el reino de Judá estaba dividido y debilitado, y había
sufrido invasiones y destrucciones por parte de los asirios y otros pueblos
vecinos, fue una época catastrófica para el pueblo judío. Pero en medio de esta
situación, Joel recibió una visión de Dios en la que se le reveló el juicio de
Dios sobre Judá y el llamado a la penitencia y la restauración del pueblo de
Dios.
Joel
comienza con una especie de descripción de una plaga de langostas que destruyó
los cultivos de Judá y causó hambre y miseria. Interpreta esta plaga como un
signo del juicio divino y llama al pueblo a lamentarse y arrepentirse de sus
pecados. Joel entonces profetiza que el juicio de Dios será aún más severo y
que solo el arrepentimiento y la vuelta a Dios podrán salvar a Judá de su
destrucción total.
Profetiza
la restauración de Judá y la promesa de que Dios derramará su espíritu sobre
todo el pueblo. Esta última profecía se ha interpretado como una prefiguración
del Pentecostés en el cristianismo, en el que se cree que el Espíritu Santo
descendió sobre los apóstoles de Jesús.
“Después de estas cosas derramaré mi espíritu sobre toda la
humanidad: los hijos e hijas de ustedes profetizarán, los viejos tendrán sueños
y los jóvenes visiones. También sobre siervos y siervas derramaré mi espíritu
en aquellos días;” (3,28-29). Al final agrega una frase esperanzadora para
toda la humanidad: “Pero todos los que invoquen el nombre del Señor lograrán
salvarse de la muerte, pues en el monte Sión, en Jerusalén, estará la
salvación, tal como el Señor lo ha prometido. Los que él ha escogido quedarán
con vida.” (v.32).
Así,
Shavuot que precede a la festividad de Pesaj (Pascua), se convierte en una
prefiguración de la Festividad del Pentecostés que es a su vez, el cumplimiento
de la profecía de Joel.
Shavuot
conmemora dos eventos principales: la entrega de la Torá que son los cinco
primeros libros de la Biblia hebrea en el Monte Sinaí según la tradición judía,
Dios reveló la ley y los mandamientos a Moisés en el Monte Sinaí 50 días
después del Éxodo de Egipto. Para los cristianos en Cristo se cumple la Ley y los
Profetas.
En
el libro de los Hechos de los Apóstoles el evangelista Lucas escribe que, “Cuando
todavía estaba con los apóstoles, Jesús les advirtió que no debían irse de
Jerusalén. Les dijo: Esperen a que se cumpla la promesa que mi Padre les hizo,
de la cual yo les hablé. Es cierto que Juan bautizó con agua, pero dentro de
pocos días ustedes serán bautizados con el Espíritu Santo.” (Hch.1:
4-5). Y así sucedió cuando en plena
fiesta de Shavuot (Pentecostés), “De repente, un gran ruido que venía del
cielo, como de un viento fuerte, resonó en toda la casa donde ellos estaban. 3
Y se les aparecieron lenguas como de fuego que se repartieron, y sobre cada uno
de ellos se asentó una. Y todos quedaron llenos del Espíritu Santo, y
comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu hacía que hablaran.”
(Hch. 2:2-4). Cumpliéndose la
profecía realizada por el profeta Joel y por el mismo Jesucristo. Es decir, una realidad que no ha cesado de
darse desde ese momento, día tras día cambiando la vida de miles de millones de
personas en este mundo a través del tiempo.
El
Espíritu del Señor está presente en cada momento de nuestras vidas, él tiene la
tarea de recordarnos las palabras de nuestro Señor Jesucristo, es nuestro consolador
en momentos de pruebas, es nuestra fortaleza diaria y nos da sentido a la
vida. Está ahí para nosotros y nunca se
irá de nuestras vidas hasta el final de los tiempos.
Saulo
de Tarso, mejor conocido como Pablo, y quien fue un perseguidor de cristianos
en el primer siglo de nuestra era, pero que por la gracia del espíritu de Dios
se convirtió en un apóstol incansable de Jesucristo, nos señala que “Si
ahora vivimos por el Espíritu, dejemos también que el Espíritu nos guíe.”
(Gál. 5,25). No es solo creer sino
dejarnos llevar por ese Espíritu que es el Señor y Dador de Vida como nos
enseña el Credo Niceno y Apostólico de la Iglesia.
Pablo,
en su carta a los corintios primer libro en su capítulo 12:8-10, enumera unos
dones del Espíritu que son dados a todos los hombres y mujeres que aceptemos su
presencia en nuestras vidas y que son dados para el bien común de toda la
comunidad. Ellos nos empoderan a ser
mejores cada día. Paso a enumerárselos,
pues son para cada uno de ustedes estimados lectores:
El
don de Sabiduría: Que es
la capacidad de discernir la voluntad de Dios y aplicarla en la vida cotidiana.
El
don del Conocimiento: Que
es la capacidad de entender las verdades espirituales y aplicarlas a la vida
práctica.
El
don de la Fe: Que es la
capacidad de creer en las promesas de Dios y confiar en Él en todas las
circunstancias.
El
don de Sanidades: Que es
la capacidad de curar enfermedades y dolencias mediante la oración y la
imposición de manos.
El
don de hacer Milagros: Que
es la capacidad de realizar sucesos extraordinarios que son contrarios a las
leyes naturales.
El
don de la Profecía: Que
es la capacidad de recibir y transmitir mensajes de Dios a través del Espíritu.
El
don del Discernimiento de espíritus:
Que es la capacidad de distinguir entre espíritus buenos y malos.
El
don de Lenguas: Que es
la capacidad de hablar en lenguas desconocidas mediante la inspiración del
Espíritu.
Y
el don de la Interpretación de lenguas:
Que es la capacidad de entender y explicar los mensajes que se hablan en
lenguas desconocidas.
Panamá
y el mundo necesitan de nuestro compromiso hoy más que nunca, transmitiendo el
evangelio de nuestro Señor en el Poder de su Espíritu. Feliz Fiesta de
Pentecostés. “Si ahora vivimos por el Espíritu, dejemos también que el Espíritu
nos guíe.” (Gál. 5,25).
Por Olmedo Beluche
Personalmente
confieso que no solo lo leí con el interés con el que sigo todo lo que escribe
Castillero, sino que este ensayo me ha hecho reflexionar. De esa reflexión
puedo afirmar que suscribiría la mayor parte de lo dicho en “Pensar la
historia: Propuestas epistemológicas”, por Castillero. Pero no todo. Ahí está
justamente el debate académico del que seguramente se podrá sacar más jugo del
aporte que nos ha regalado el maestro Castillero.
¿Qué
dice Alfredo Castillero?
De
salida afirma: “Los hechos históricos no se comportan linealmente, ni son el
resultado de procesos que tienen un solo origen”. Los hechos históricos son de
“causalidad múltiple”. Define la historia como “un proceso de cambios”, en los
que algunos tardan siglos en madurar y otros irrumpen de manera no prevista, de
allí lo “imponderable” de la historia. “Ni un principio anticipa el fin, ni
siempre es fácil reconocer el origen de lo que vino después”.
Luego
desliza una crítica al marxismo (o a cierto marxismo mecanicista). “No se puede
reducir el estudio del pasado solo a conflictos de clase, ni a todo fenómeno
subyace una razón económica, porque la historia no es tan simple, ni está hecha
de categorías abstractas, sino de individuos concretos…”.
Castillero
rescata el peso en los hechos de la historia de factores subjetivos como el
poder, la codicia o las mentalidades. “… no siempre lo que decide es lo
económico. Muchas veces el gran motor de cambio son los sueños, las
mentalidades, los mitos e ilusiones de los pueblos”.
Respecto
a la relación entre lo económico y la cultura (o ideología), Castillero dice:
“El materialismo histórico nos ha acostumbrado a pensar que el estudio del
primero debe explicar el segundo…”. Al respecto, más adelante pone el ejemplo
del período colonial, en el que las motivaciones de las personas estaban más en
lo espiritual que en lo económico.
Si
bien esto puede ser aplicable a algunos autores, no es el caso de la mayoría de
los historiadores (as) marxistas de muy alta calidad y que, con seguridad él
conoce. Para mencionar algunos, citemos a los reputados marxistas
británicos: Maurice Dobb, Rodney Hilton, Christopher Hill, Eric J. Hobsbawm y
Edward P. Thompson.
En
realidad lo que el marxismo señala es que existe una relación entre la
organización social, no solo económica, con las formas de pensar de una época,
con la cultura “inmaterial”. No un “determinismo económico”.
Respecto
a la relación economía y cultura (superestructura) saca una conclusión
importante: “Pero también esos dos polos -el de lo material y el del espíritu-
pueden incitarse mutuamente en una inagotable relación dialéctica en la que a
veces no se sabe dónde encontrar el origen de sus ritmos, discernir el
predominio de una fuerza sobre otra”. Pues esto justamente es lo que plantea el
método marxista, la relación “dialéctica” entre organización social (no solo
economía) y cultura.
Advierte
que, para hacer historia científica, hay que evitar hacerlo en base a criterios
ideológicos, partidistas, familiares o provincianos. Estos vicios conducen a
una historia sin base documental la cual termina en mito. “La materia prima de
la historia es el pasado, y al pasado nos asomamos con evidencias documentales,
no mediante abstracciones… basadas en elucubraciones teóricas…”.
Respecto
a los enfoques cuantitativos vs cualitativos, Castillero advierte, hablando del
primer método contra el “falso rigor” de la cita documental y del análisis
estadístico, porque a veces el documento o el “dato” (agregamos) no lo dice
todo, porque “… la labor del historiador es hacer hablar los textos donde estos
callan, no someterse servilmente a su estricta literalidad”. Y sobre los
enfoques cualitativos hay que cuidarse de la especulación sin evidencias.
Destaca
la importancia de los objetos para comprender la cultura de cada época porque
permite convertir la “anécdota en historia densa”, y cita al norteamericano
Clifford Geertz, padre de la antropología simbólica, como referente en este
tema.
Posteriormente,
Castillero analiza la importancia de las crisis históricas porque en ellas la
sociedad expresa claramente sus angustias, miedos y odios. En las crisis
sobreviene un “aluvión de testimonios” de diverso tipo, que hace que los hechos
resplandezcan “como relámpago en la noche oscura y muestran, de golpe, un
horizonte que ni siquiera sospechábamos”. Volviendo a las cuestiones de método
señala que el historiador debe partir por un conjunto de preguntas, y cita a
Lucien Febvre: “Formular un problema es el comienzo y el fin de toda la
historia. Sin problemas no hay historia”.
También
aborda el problema de la historia tradicional afirmando: “La mayoría de los
panameños comparte una visión del pasado dominada por lugares comunes,
falsificaciones, ambigüedades, omisiones y mitos. A esa visión subyace una
concepción epistemológica de la historia profundamente tradicionalista y
conservadora. Tradicionalista porque prefiere la anécdota al análisis y
confunde la historia con meras cronologías… Conservadora, porque le incomoda la
posibilidad de enfoques revisionistas que pudieran cuestionar los hitos sobre
los que descansan los valores de una alegada identidad nacional en la que no
hay sombras ni manchas de dudas”. Coincido plenamente.
Criticando
esos enfoques tradicionalistas opina Castillero, que creen que hacer historia
consiste solo en narrar hechos, cuando en realidad “cada dato debe ser
interpretado y toda historia debe ser explicada” (tomar nota). “Sin embargo, no
debemos olvidar que no hay historia sin hechos… sin pruebas”.
Aunque
señala que se puede hacer historia de múltiples maneras, dependiendo de los
criterios de cada historiador (a), todas legítimas, siempre que se atengan a
los hechos, y que incluso la microhistoria aporta luces, Castillero termina
abogando por la “historia total”: “… debemos intentar en la medida de las
posibilidades documentales, reconstruir la mayor cantidad de espacios de pasado
para observarlos como conjunto armónico y coherente…”.
El
último subtítulo lo denomina “Memoria, historia e identidad”, y empieza citando
a Fernand Braudel cuando dice que: “El tiempo pasado no es nunca totalmente
pasado, y algunas veces el presente está más cerca del pasado que del
porvenir”.
Para
culminar en la parte más controversial de este ensayo, a mi modo de ver, cuando
afirma que a veces la realidad histórica nos empuja a un destino que no podemos
controlar. Hablando de Panamá: “Después de todo, nuestra posición geográfica
jalonó nuestra historia desde el comienzo y la sigue jalonando”. “La identidad
de los pueblos se sustenta sobre la conciencia de su pasado. Mientras más
fuerte es esa identidad más sólida es su sentido de historicidad, de
pertenencia a un pasado común”.
“Nuestro
nacionalismo, al igual que le nacimiento del liberalismo, …, se originó en el
siglo XIX… Pero si el nacionalismo y el trasfondo ideológico que le sirve de
base, han constituido los soportes fundamentales de nuestra legitimación como
pueblo y como unidad nacional, es necesario que esa legitimación tenga apoyo en
la conciencia histórica” (ojo).
Esto
último me recuerda un mandato de Carlos Gasteazoro para los historiadores
panameños en el sentido de que debían buscar en el pasado colonial y del siglo
XIX las particularidades que nos diferenciaran de Colombia, ya que los
historiadores panameños de aquella época no lo hicieron (Gasteazoro,
1970). Poner lo que no estaba, pero que sirva a la legitimación del estado
nación nacido el 3 de noviembre de 1903.
Reflexiones
críticas a los aportes epistemológicos de Castillero
A. No
discuto aquello con lo que estoy plenamente de acuerdo: la historia es un libro
abierto y, en buena medida imponderable, porque los factores que intervienen en
ella son tantos que es muy difícil predecirla; factores objetivos y subjetivos;
y no puede ser reducida a un solo factor, así sea el económico como hace cierto
marxismo mecanicista. Por eso, ni el tirano más poderoso puede controlar por
completo una sociedad, ni el historiador más sagaz es capaz de predecir el
futuro con certeza.
B. La historia es un libro abierto, pero es posible encontrar en ella
tendencias, regularidades y, de hecho, se pueden hacer, y se hacen, pronósticos
de tipo probabilísticos o hipotético-deductivos. Si no fuera así, la “historia
científica” de la que habla Castillero no sería posible porque tendríamos un
caos en el que solo quedaría aplicar un “individualismo metodológico”, es
decir, meras descripciones anecdóticas de las que no se podrían sacar
conclusiones.
C. La historia, para que sea ciencia, como desea Castillero, busca en
el mar de hechos que parecen caóticos, establecer algún orden lógico, racional.
Y con qué instrumentos vamos a los hechos (documentos, registros o datos) a
encontrar el orden racional de las cosas: vamos armados con un instrumental
teórico, con categorías (como diría Kant), con conceptos teóricos con los que
cotejamos los hechos y los ordenamos.
D. Es ahí
donde hay que recatar, entre tantos aportes teóricos en historia y ciencias
sociales el materialismo histórico, que Castillero parece rechazar en bloque,
porque ha aportado un aparato conceptual que permite poner luz, o ayudar a
comprender muchos hechos históricos y sociales.
E. Castillero cita a Fernand Braudel, de cuya corriente abrevó en sus
ensayos de juventud, por lo que sabe muy bien que la “escuela de los anales” en
general, y la historia económica debe muchísimo a la teoría marxista o
materialismo histórico. Porque, después de todo, el concepto “larga duración”
tiene una deuda con la categoría marxista de “modo de producción”.
F. Otro ejemplo, entre muchísimo, en los que el marxismo ha puesto
luz: ¿A qué se debió la Segunda Guerra Mundial? ¿A la “locura” de Hitler como
pretende cierta perspectiva ideológica norteamericana? ¿O fue un conflicto
entre intereses capitalistas por el control de los mercados mundiales? ¿A qué
se debe la guerra ruso-ucraniana, a la ambición desquiciada de Putin, como
dicen algunos medios de comunicación, o hay algo más profundo respecto al
control planetario por parte de potencias imperialistas? El método marxista
ayuda a responder estas preguntas con mucho rigor científico y factual,
superando las interpretaciones sicológicas y caricaturescas de claro corte
ideológico.
G. Por
otro lado, Castillero no puede dejar de reconocer que, en la relación entre
potencias imperialistas y sociedades coloniales y semicoloniales, la variante
marxista latinoamericana denominada Teoría de la Dependencia ha aportado
considerablemente.
H. El
método marxista también ayuda a comprender la historia de Panamá: ¿En la
separación de Colombia jugaron algún factor intereses capitalistas
materializados en la Compañía Nueva del Canal, la Panamá RailRoad Co., J. P.
Morgan y el abogado William N. Cromwell? ¿O todo se reduce al “fervor
patriótico” de J. A. Arango y Manuel Amador Guerrero? ¿Por cierto, estos
últimos personajes guardaban alguna relación con los primeros? De nuevo, solo
un método que diseccione los profundos nexos entre intereses económicos
foráneos y locales puede ayudarnos a conocer las motivaciones reales de los
actores de la separación de Colombia, superando el cúmulo de falsedades y
medias verdades que rodean el acontecimiento en la historia oficial
panameña.
I. Si bien, como dice Castillero, no todos los hechos históricos son
reducibles a razones económicas o clasistas, buena parte de esos hechos
sociales e históricos sólo se entienden gracias al instrumental teórico
aportado por la teoría marxista. Podríamos seguir ejemplificando el enorme
poder del materialismo histórico para entender las sociedades, por ejemplo:
¿Las próximas elecciones de 2024 en Panamá son una competencia democrática
entre proyectos, como dicen algunos políticos, o hay inconfesables intereses
crematísticos detrás de la mayoría de los partidos y sus candidatos?
J. Por supuesto, lo material o económico no lo explica todo, pero
muchas veces, sobre todo en los trazos gruesos de la historia, es posible establecer
una relación entre el “mundo material” y el “mundo espiritual”. Por eso
coincido plenamente por lo dicho por Alfredo Castillero Calvo cuando afirma:
“Pero también esos dos polos -el de lo material y el del espíritu- pueden
incitarse mutuamente en una inagotable relación dialéctica en la que a veces no
se sabe dónde encontrar el origen de sus ritmos, discernir el predominio de una
fuerza sobre otra”. Exactamente ese es el criterio del marxismo no
mecanicista.
K. Nos
ilustró en ese sentido una clase con el profesor Guillermo Castro en la
Maestría de Estudios Políticos de la Universidad de Panamá, señalando la
relación entre las corrientes pictóricas mexicanas y la historia política del
país. Mientras en el período colonial prevalecían pinturas con temas religiosos
y personajes notables del Virreinato de la Nueva España; durante el
“Porfiriato” destacaban los retratos de burgueses y de paisajes en que
aparecían las nuevas tecnologías, como el ferrocarril; la pintura muralista
nació con la Revolución de 1910, llenándose sus temas de los actores centrales
de aquella gesta: campesinos, indígenas, pueblo. Podríamos aportar muchísimos
otros ejemplos como éste, en el que el enfoque marxista aporta enormemente a la
comprensión de los hechos históricos.
L. Fue el filósofo Hegel el que se preguntó si la historia humana
obedecía a alguna lógica, si se movía en algún sentido, o si era solo
repetición infinita, como creían algunas culturas, o su objetivo era la segunda
venida de Jesucristo, como creía el cristianismo. De esa reflexión nació la
“filosofía de la historia”, pero, como Hegel era idealista y metafísico, dijo
que la historia era el desarrollo de la Idea Absoluta que se había alienado de
sí misma, y que debía reencontrarse como conciencia humana en la sociedad
moderna europea. Hizo falta que llegara Carlos Marx para aportar una mejor
interpretación, señalando que la historia humana encuentra su sentido en la
búsqueda de la sobrevivencia como especie, lo que implica satisfacer las
necesidades humanas, empezando con las fisiológicas y continuando con las
“espirituales”, mediante el trabajo. Y que el tono de cada sociedad en concreto
se obtiene de la forma específica en que organiza el trabajo socialmente y de
las variantes tecnológicas (fuerzas productivas) que el ingenio humano va
creando.
M. Los
historiadores postmodernos, más pesimistas e individualistas, prefieren la
Tesis IX de Walter Benjamin en la que, a partir de un cuadro de Klee, “Angelus
Novus”, éste define el ángel de la historia como el de ese cuadro que, empujado
por el viento avanza con el rostro vuelto hacia el pasado. “Donde ante nosotros
aparece una cadena de datos, él ve una única catástrofe que amontona
incansablemente ruina tras ruina y se las va arrojando a los pies”.
N. En mis
clases de teoría sociológica siempre digo a los estudiantes que todos los
enfoques teóricos de las ciencias sociales recogen un elemento de verdad y
tienen un ámbito de validez o utilidad, dependiendo de a qué asunto se
apliquen. Que el problema está cuando se eleva al absoluto un solo método para
todos los problemas. De manera que, cuando se analizan los grandes conflictos
sociales e históricos, el materialismo histórico nos ayuda profundamente, pero
no es muy útil si hacemos microsociología o microhistoria.
O. La
parte más discutible del extraordinario ensayo aportado por Alfredo Castillero
es la que se refiere a lo concreto, a Panamá. Porque me da la impresión de que
hay una contradicción con lo expuesto al inicio, ya que parece apelar a cierto
“determinismo” geográfico o histórico respecto a los habitantes del istmo de
Panamá, muy característico de la historia oficial panameña.
P. Cuando afirma: “Después de todo, nuestra posición geográfica
jalonó nuestra historia desde el comienzo y la sigue jalonando”, “empujándonos
irreversiblemente hacia un destino que difícilmente podemos dirigir o
controlar…”. Todavía se vuelve más controversial cuando en los siguientes
párrafos asocia ese determinismo geográfico al “nacionalismo” e “identidad”
panameña, que se originó en el siglo XIX y “maduró” en el siglo XX.
Q. Castillero
fue mi profesor en uno de mis cursos de maestría y fue una buena parte de su
obra histórica, combinada y cotejada con la de Ricaurte Soler, la que utilicé
en mi tesis de grado (Beluche, 1997). La lectura de la historia panameña
aportada por Castillero me llevó a la conclusión central de mi tesis: no
existía en nuestro siglo XIX en el imaginario popular un proyecto separatista o
de construcción de un estado nacional independiente de Colombia. Inclusive
tampoco en la clase dominante panameña, la comercial, hubo una convicción
mayoritaria en favor de ese proyecto, aunque coyunturalmente fue planteado por
algunas personas. Más aún, toda esa historia de “intentos separatistas” fue una
creación posterior a los hechos de 1903, en los que conflictos políticos,
fueron reducidos a proclamas separatistas.
R. No existe una “nación panameña” nacida hace 500 años marcados por
la geografía y el “amor” entre Balboa y Anayansi. Eso es un invento de la
“nación romántica”, como dice Luis Pulido (Pulido, 2008). Por ello,
tampoco es cierta la afirmación de que “los panameños nos independizamos de
España solos y nos unimos voluntariamente a la Gran Colombia de Bolívar”. Las
“provincias del Istmo” no eran una “nación” en 1821, por ende, nadie habló por
“los panameños”, hablaron los municipios de acuerdo a la tradición española. Y
hubo contradicciones sociales, económicas y culturales muy claras entre La
Villa y Panamá (clases campesinas y clase comerciante). Además, las provincias
del Istmo eran parte del Virreinato de la Nueva Granada desde 1839, por ende,
al proclamarse las actas del 10 y del 28 de noviembre se dice con naturalidad
que eran parte del estado recién creado, Colombia.
S. Asociar la identidad nacional del pueblo panameño al determinismo
geográfico durante el siglo XIX conduce a otro error histórico, porque lo que
caracterizó la historia social del Istmo en esa centuria fue un creciente
conflicto social y político entre el pueblo del arrabal y el campesinado de
Azuero contra los comerciantes y latifundistas. Liberales contra conservadores.
Ese conflicto fue la tónica, desde la crisis de 1826 entre Bolívar y Santander,
hasta la Guerra de los Mil Días.
T. La trampa más engañosa en la que caen historiadores y sociólogos
es la del concepto “nación”, con el que se pretende borrar los conflictos sociales
y de clases. En el caso panameño, un ejemplo de este error lo cometió Ricaurte
Soler, quien pese a ser reputado como marxista, cuando analiza el conflicto de
1860-61, otorga supuestas virtudes nacionalistas al gobernador de Panamá,
Santiago de la Guardia, y critica al arrabal de Santa Ana porque se posicionó
junto a su líder, Buenaventura Correoso, del bando liberal del gobierno
presidido por Mosquera (Soler, 1971) (Soler, 1963).
U. En
todo caso, a lo largo del siglo XIX, durante el “Panamá colombiano”, el
arrabal, el campesinado y una parte de los indígenas (con Victoriano Lorenzo)
fue persistentemente opositor al proyecto transitista de los comerciantes,
incluso con las armas en la mano.
V. El
problema de la relación entre historia y nación, ya lo estableció Eric
Hobsbawm: “naciones sin pasado son contradicciones en términos. Lo que hace una
nación es el pasado, lo que justifica una nación contra otros es el pasado, y
los historiadores son las personas que lo producen” (Hobsbawm, 1998). Por
eso, la historia al servicio del nacionalismo es simplemente “ideología” como
critica Castillero. Al igual que él, opino que en el siglo XXI los y las
historiadores (as) de Panamá deben ser más revisionistas que
tradicionalistas.
Bibliografía
Beluche, O. (1997). Estado, nación y clases sociales en
Panamá. Panamá: Portobelo.
Castillero, A. (28 de Mayo de 2023). Pensar la historia:
Propuestas epistemológicas. La Prensa.
Gasteazoro, C. (1970). "Estudio preliminar al
Compendio de Historia de Panamá". En J. B. Arce, Compendio de Historia
de Panamá (págs. XX-XXI). Panamá: EUPAN.
Hobsbawm, E. (1998). Naciones y nacionalismo desde 1780.
Barcelona: Crítica.
Pulido, L. (2008). Filosofía de la nación romántica
(Seis ensayos críticos sobre el pensamiento intelectual y filosófico en Panamá,
1930-1960). Panamá: Editorial Mariano Arosemena.
Soler, R. (1963). Formas ideológicas de la nación
panameña. Panamá: Ediciones de la revista Tareas.
Soler, R. (1971). Pensamiento panameño y concepción de
la nacionalidad durante el siglo XIX. Panamá: Librería Cultural
Panameña.
Panamá
1 de junio de 2023.
Guillermo Castro H.
“De pensamiento es la guerra mayor que se nos hace:
ganémosla a pensamiento.”
José Martí, 1895 [1]
No es de extrañar, por tanto, que en su
plena madurez esa obra prestara especial atención a la necesidad de luchar por
el equilibrio de un mundo cuyo desquiciamiento anunciaba su ingreso a su fase
imperialista. La batalla por ese equilibrio es tanto más necesaria porque esta
transición tiene lugar al cabo de medio siglo de hegemonía neoliberal, que hizo
suyo el llamado a la lucha de la civilización contra la barbarie que
caracterizó a las vertientes colonial y oligárquica del liberalismo en la
segunda mitad del siglo XIX.
Una parte sustantiva de la lucha por un futuro que sea sostenible por lo
humano que llegue a ser se libra ya en todos los campos de la cultura. Ella
demanda encarar y trascender todas las formas del dogmatismo neoliberal, para
abrir paso a la renovación de las raíces del pensamiento crítico en nuestra
América, que tiene en José Martí a uno de sus principales exponentes, como se
hace evidente en particular en su ensayo Nuestra América, de 1891. Allí
definió en su raíz el desafío que enfrentamos hoy, y el modo de encararlo, al
advertirnos que no se trata de una batalla
“entre la civilización y la barbarie, sino entre la falsa erudición y la
naturaleza”[2], descartando
de un golpe el eje mismo del pensar oligárquico de su tiempo – y del nuestro.
Esta situación demanda, así, el dominio del pensar martiano como
expresión de una visión del mundo dotada de una ética correspondiente a su
estructura. Esa tarea exige leer a Martí más allá de su indudable atractivo
inmediato, para comprender el vínculo entre la actualidad de lo pensado en su
obra y la vigencia de su pensar en la que nos corresponde hacer. En esta
lectura debe atender a los riesgos del anacronismo y la fragmentación, para
acceder a lo realmente esencial en la obra martiana: su compromiso con el
mejoramiento humano, la utilidad de la virtud, y la lucha por el equilibrio del
mundo.
Un ejemplo sencillo de estos riesgos consiste en nuestra reacción ante una
oración de Martí en la que nos dice que el mundo “sangra sin cesar de los
crímenes que se cometen en él contra la naturaleza.” Una lectura
descontextualizada de este fragmento escrito en 1892 tendería a ser ecológica,
y no faltaría quien proclamara a Martí como un gran precursor del ambientalismo
de nuestro tiempo, etc.
Aquí cabe observar, primero, que el uso del concepto de naturaleza en
el pensar martiano es muy amplio y complejo, pues siempre concibe lo natural en
su íntima relación con lo social. En este caso, el concepto está utilizado
atendiendo a la creación de las condiciones culturales y políticas para la
lucha contra el colonialismo español en Cuba, un eje fundamental del pensar
martiano.
Visto así, Martí se refiere Martí en este caso a las deformaciones
impuestas al desarrollo humano por las secuelas culturales y morales de la
esclavitud y el racismo, que en su tiempo constituían un obstáculo a la
formación del frente patriótico necesario para llevar a cabo aquella lucha
independentista. Así se aprecia en las líneas que anteceden a la cita, con la
cual culmina Martí el fragmento del que forman parte:
Van y viene las corrientes humanas por el mundo, que hoy arrolla los
pueblos del color que temió ayer, y funde el oro de sus coronas en cadenas con
que atarlos al carro del triunfo. Desdeñó un día el sajón, y tuvo a menos, el
trato y la amistad con el italiano o andaluz, porque por lo moreno de la cara
se creía mejor que él; y luego el andaluz y el italiano desdeñan a los de tez
más morena que la suya. Los esclavos, blancos o negros, fueron depuestos en
largas generaciones, por el recuerdo de la esclavitud más que por la culpa del
color, del derecho de igualdad, en la aptitud y en la virtud, de sus antiguos
amos. El mundo sangra sin cesar de los crímenes que se cometen en él contra
la naturaleza. Y cuando, con el corazón clavados de espinas, un hombre ama
en el mundo a los mismos que lo niegan, ese hombre es épico.” [3]
Estos matices hacen parte de la historia
de nuestra cultura y, por lo mismo, de la de nuestra vida política. Esa
riqueza ya acumulada permite plantear ya la tarea de identificar los conceptos
conceptos fundamentales del pensar que nos ocupa. Naturaleza, patria, virtud
son ejemplos de sencilla complejidad, expresados con una sola voz. Otros, como
el de mejoramiento humano, tienen sin embargo una estructura más
compleja.
Ante estas dificultades, esa labor de
investigación ha de distinguir dos planos convergentes de trabajo. El primero de
ellos, vinculado a la estructura del pensar martiano, distingue entre entre los
elementos estructurantes de la visión del mundo que nos ofrece la obra
de Martí, y aquellos elementos estructurados por esa visión a lo largo
del tiempo.
Lo estructurado expresa aquí la mayor o
menor actualidad de lo pensado por Martí en su circunstancia. Lo estructurante,
por su parte, da cuenta de la vigencia del pensar martiano en la nuestra. Tal
puede ser, por ejemplo, la relación entre sus advertencias sobre la necesidad
de luchar por el equilibrio del mundo en el período ascendente del
imperialismo, y la noción de ese equilibrio como referente activo en el
análisis del conflicto en curso entre la visión unipolar y la multipolar que
caracteriza la etapa en curso en el proceso de transición que vivimos hoy.
El segundo plano está referido al proceso
de formación y transformación del pensar martiano en lo que va de sus tiempos
al nuestro. Los tiempos de Martí – en lo que va de su paso por México en
1875-1876 a su exilio en Nueva York, entre 1881 y 1895 – son los de la
consolidación en nuestra América del Estado Liberal Oligárquico, por un lado, y
por otro los del desarrollo de la oposición liberal democrática a dicho Estado,
que vendría a culminar en el gran ciclo revolucionario de las primeras tres
décadas de nuestro siglo XX. Como es de imaginar, el sentido de los elementos
del pensar martiano madura a lo largo de esos tiempos, y hace imprescindible
conocer el alcance de ese proceso en lo que hace a sus sentidos para los tiempos
nuestros.
Lo fundamental de la tarea -como nos dice
Antonio Gramsci con relación al estudio de la obra de Karl Marx -, consiste en
“estudiar el nacimiento de una concepción del mundo que no ha sido expuesta
sistemáticamente por su fundador”. Y esto requiere “reconstruir el proceso de
desarrollo intelectual del pensador”, para identificar los elementos “que han
resultado estables y ‘permanentes’, es decir, que han sido asumidos como
pensamiento propio”, pues sólo ellos “son momentos esenciales del proceso de
desarrollo.” [4]
La escala del problema desborda la
capacidad de un individuo aislado. Se trata, en verdad, de una tarea generacional,
que combine el abordaje interdisciplinario del problema con la organización en
red del estudio para facilitar el diálogo entre quienes hayan adelantado
investigación sobre distintos aspectos del tema.
El Centro de Estudios Martianos de La Habana,
por ejemplo, ha creado ya un vasto acervo filológico, histórico, cultural
y político – aún en proceso de incremento - mediante la edición crítica de las Obras
Completas de José Martí que lleva a cabo. Se dispone además del aporte de
intelectuales vinculados al estudio de la obra martiana en Cuba, nuestra
América y otras regiones del mundo.[5]
De hecho, la tarea ya está en marcha. Se va abriendo así el camino para ir a
formas cada vez más ricas de presencia deMartí en nuestros afanes, comprobando
una vez más que hacer, sin duda, es la mejor forma de decir.
Alto Boquete, Panamá, 29 de mayo de 2023
[1] “A Gonzalo de Quesada y Benjamín Guerra. Cabo
Haitiano, 10 de abril [1895]”. Obras Completas. Editorial de Ciencias Sociales,
La Habana, 1975. IV, 121.
[2] “Nuestra América”. El Partido Liberal, México, 30 de enero de 1891. Ibid, VI, 17.
[3] “Rafael Serra”. Patria, 26 de marzo de 1892. Ibid, IV, 380-381.
[4] Gramsci, Antonio: Introducción a la filosofía de la praxis. Selección y traducción de J. Solé Tura
https://marxismocritico.files.wordpress.com/2011/11/introduccion-a-la-filosofia-de-la-praxis.pdf
Gramsci, Antonio, (1999: 385) Antología.
Selección, traducción y notas de Manuel Sacristán. Siglo XXI Editores, México y
España. “Cuestiones de método.” Textos de los Cuadernos posteriores a
1931.
[5] Al respecto, por ejemplo, Martí, José (2003): En los Estados Unidos. Periodismo de 1881 a 1892. Edición crítica. Roberto Fernández Retamar y Pedro Pablo Rodríguez. Coordinadores. Casa de las Américas. La Habana.
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Responde
al concepto de educación permanente porque los principios generales de la
educación de adultos se centran en satisfacer las necesidades básicas de
aprendizaje para el desarrollo humano y las técnicas siempre se renuevan y aparecen
otras y es por eso por lo que el ser humano nunca deja de aprender.
La
organización y metodología de la educación de jóvenes y adultos se basará fundamentalmente
en el autoaprendizaje, atendiendo a los enfoques de la ciencia andragógica. Se
aplicará la enseñanza a distancia, mediante la libre escolaridad o con el apoyo
de técnicas de comunicación social, sistemas combinados de medios y otros
procedimientos que dictamine la instrucción pública de un Estado.
Para
la educación a distancia durante esta pandemia de la Covid-19 podemos
incorporar el e-learning como un proceso continuo de carácter temporal
en el cual con el uso de canales sincrónicos como asincrónicos resaltaremos el
papel del docente como orientador en el uso de ambientes comunicativos
agradables y planificados que usen una red simbólica común.
Mientras
que la capacitación laboral consiste más bien en cursos de adiestramiento
básico y de tareas específicas, propias de un teletrabajo, la educación laboral
de jóvenes y adultos no solo capacita para el trabajo, sino que adiestra en el
empleo de tecnologías apropiadas para el manejo de herramientas, maquinarías y
equipos de la sociedad 2.0.
Dumas Myrie S.
Docente
Twitter: @dumas997