Por: Rev. Manning Maxie Suárez +
Este miércoles 22 de febrero, celebramos el “miércoles de ceniza” día en que los ministros de la Iglesia, hacen la señal de la cruz en la frente de los demás oficiantes y de los fieles con la ceniza, mientras recita sobre cada uno, la antigua fórmula litúrgica: “Recuerda que polvo eres y en polvo te convertirás”.
El
“miércoles de ceniza”, da paso a uno de los períodos más importante en
la vida de la Iglesia, extendida por todo el mundo: “A La Cuaresma”. Etimológicamente la palabra cuaresma viene
del latín tardío “cuadragésimo día”; por la duración de este período y se sitúa
antes de la festividad de la Pascua. Es
una época para la observancia del ayuno voluntario u otras formas de
autonegación y hace hincapié en la penitencia es un tiempo para la
santificación de las personas y la preparación para la aceptación de la
salvación brindada por nuestro Señor
Jesucristo. La obligatoriedad de esta
práctica es solamente para el miércoles de Ceniza y el Viernes Santo.
Para
los días de la pasión y resurrección de nuestro Señor, y se hizo costumbre en
la Iglesia prepararse para ello, por medio de una estación de penitencia y
ayuno. Un tiempo para el recogimiento y “ascetismo espiritual”, tiempo para el
silencio, el distanciamiento y sobre todo de autonegación, época para considerar
seriamente la Palabra del Señor en nuestras vidas buscando y comprometiéndonos
con el evangelio del Señor. No olvidemos
que también es la época litúrgica en la que cuantos se habían separado del cuerpo
de los fieles, a causa de pecados notorios, eran en esta época, reconciliados
mediante la penitencia y el perdón, y eran restaurados a la comunión de la
santa Iglesia. De este modo, se recordaba
a toda la congregación el mensaje de perdón y absolución proclamado en el
Evangelio, y la necesidad constante de todo cristiano de renovar su
arrepentimiento y su fe.
El
propósito final de toda esta preparación es la de una renovación espiritual de
nuestros votos hechos a Dios ese día de nuestro bautismo y que seguramente hemos
olvidamos con el pasar del tiempo. Era
asumir un compromiso con los valores primigenios de la fe cristiana como son el
ascetismo, el martirio, la fe, la misericordia, el perdón, y el amor, virtudes
estas que apenas consideramos hoy día importantes. Estas virtudes cristianas, que son don de
Dios, es lo que producirá en nosotros la anhelada y deseada santidad ante Dios
y el mundo.
Una
verdadera práctica espiritual en y desde la Cuaresma, permitirá en nosotros
tener un carácter y voluntad en mantenernos fieles a la enseñanza y comunión
con Dios y su Iglesia, en la partición del pan y en las oraciones. Nos fortalecerá para que no caigamos en
situaciones de pecado, pero si así pasara, nos dará Dios las herramientas para
arrepentirnos y volver a sus caminos.
Fruto
de esta Cuaresma, es que, debemos salir fortalecidos para seguir proclamando
las buenas nuevas de Dios en Cristo, buscando y sirviendo a Cristo en todas las
personas como nos lo enseña la recta doctrina de la Iglesia, con amor a
nuestros hermanos de la única casa común.
Resultado final de toda la espiritualidad cristiana y que se espera de
esta cuaresma, mantenernos en esa lucha diaria y constante por la justicia y ese
compromiso por ser seres de paz entre todos los hombres respetando la dignidad
humana. Eso es el fruto de la una buena
celebración cuaresmal. Eso solo lo
podremos conseguir, si la Gracia de Dios habita en cada uno de nosotros.
Esa
gracia que estando en nosotros ha limpiado nuestras vidas de toda falta y nos
presenta ante Dios Padre Justificados, pero que a su vez tiene esa gran
cualidad de hacernos mejores, como si hubiésemos recuperado nuestro estado
original, iluminando nuestras mentes y avivando nuestros corazones haciéndonos
seres con fuerza de voluntad para cumplir con esa voluntad del Padre Dios.
Nuestra vida diaria será signo sacramental de la presencia de Jesús en nosotros
para los hombres y mujeres necesitadas de su gracia.
En
esta época en que no ha terminado aún la Pandemia, que nos sumergió en el
distanciamiento, obligatorio y sin deseo de parte nuestra, aprovechemos esta
Cuaresma para combinar todo lo que le está sucediendo y hagamos un alto en
nuestras vidas. Un alto en nuestro
proceder diario, en nuestras acciones interpersonales, en nuestra forma de ser
sociedad, revisemos nuestros valores culturales, sociales y religiosos.
Busquemos en oración y meditación profunda un nuevo modelo socio político y
económico más acorde con esa voluntad de Dios, que nos lleve a todos los que
sufrimos hoy por la pandemia y otros avatares de la vida, el luto y el dolor, a
mantener la verdadera esperanza del cristiano que es ese Jesús Resucitado.
Eco Sacerdote