Por Olmedo Beluche
Se ha publicado un libro que estaba haciendo falta y que en poco tiempo ha ganado el interés de muchas personas y fomentado un debate necesario: “Sociología histórica del Torrijismo”, del sociólogo tico-panameño, catedrático de la Universidad de Costa Rica, Roberto Ayala Saavedra.
Si bien el autor se reconoce deudor de muchísimos cientistas
sociales de Panamá que han aportado al conocimiento de la realidad panameña en
general, y del torrijismo en particular, hay que decir con toda claridad que
este libro en cierta forma incorpora y supera esos aportes previos, ayudando,
no a cerrar el debate, sino a elevarlo a un peldaño más de racionalidad.
Roberto nos había sorprendido gratamente, en 2016, con la
publicación de “Marxismo y globalización capitalista” y, sin duda, ahora se ha
consagrado como ensayista con esta reflexión sobre una fase de la historia
nacional, y una personalidad, Omar Torrijos, que aún sigue marcando el debate
político actual. En poco más de 300
páginas, Ayala disecciona lo que fue ese fenómeno político de la primera mitad
de los años 70, las razones para su emergencia en ese instante preciso de la
historia panameña, sus características y momentos.
Como el autor establece desde la introducción, el problema de
entender cabalmente qué fue el torrijismo, y qué queda de él, está atravesado
por dos interpretaciones extremas que en su parcialidad sesgan el análisis
hasta caricaturizar al fenómeno: por un lado, la “leyenda rosa”, que le
atribuye virtudes revolucionarias que no tuvo; y la “leyenda negra”, que lo
reduce a una dictadura sanguinaria que no le reconoce ningún elemento positivo.
Para zafar de ambos extremos, Roberto Ayala se propone abordar la
disección del torrijismo con el instrumental epistemológico del marxismo
aplicado a los hechos concretos que marcaron la sociedad panameña antes,
durante y después del régimen dirigido por Omar Torrijos.
Conceptos utilizados para analizar realidades similares en otros
países de América Latina son revisados por el autor: “populismo”, tanto en la
variante de Gino Germani y Di Tella, como en la de Ernesto Laclau; “cesarismo”,
proveniente de Antonio Gramsci; y “bonapartismo”, procedente de Carlos Marx (18
Brumario de Luis Bonaparte), como el “bonapartismo sui generis”
propuesto por León Trotski, para explicar algunos tipos de regímenes en países
como los nuestros, cuyo desarrollo capitalista nacional está atenazado por la
dependencia económica y el semi colonialismo político.
Ayala no se queda en
disquisiciones teóricas, sino que cumple con el criterio metodológico supremo
propuesto por Vladimir Ilich Lenin. “análisis concreto de la realidad
concreta”. Para lo cual aborda desde la marca de nacimiento de la formación
económico social panameña: el transitismo, atravesado por la apropiación por
parte del imperialismo norteamericano de la zona de tránsito en 1903, en
adelante, y como esa condición anómica del país influyó en el Golpe de Estado
de 1968 y luego en el Proceso Torrijista.
De manera que uno de los factores claves que motivan el golpe
militar y la forma que adopta el régimen bajo el general Torrijos, es la
necesidad de saldar la crisis que generó la Zona del Canal y el Tratado Hay-Bunau
Varilla, especialmente después de la insurrección popular del 9 de Enero de
1964. También se aborda la grave crisis política y social de la década de 1960,
así como el desprestigio del régimen oligárquico corrupto, que de “democracia”,
solo tenía el sufragio cuatrianual.
A partir de lo cual, Roberto Ayala, le entra a las diversas etapas
del régimen militar de 21 años, diferenciando sus fases: la represión en sus
primeros dos años, el populismo torrijista propiamente dicho, entre 1970 y
1977, y la decadencia que tomará fuerza con la muerte (¿O asesinato?) de Omar
Torrijos y ascenso del “Norieguismo”.
El “torrijismo” propiamente dicho, como una fase del régimen
militar, fue un “movimiento nacionalista burgués”, variante de la “tradición
nacional-populista” de Latinoamérica; apoyado en un régimen bonapartista sui
generis (coercitivo, pero apelando a las masas, para las cuales hizo
importantes concesiones sociales, como el Código de Trabajo de 1971); basado en
una política económica de tipo “desarrollista proteccionista”, pero con una
variante terciarizada (Centro Bancario Internacional); cuyo esfuerzo central
estuvo en la “recuperación nacional” del paso transístmico.
Este régimen tiene para la historia nacional dos logros
importantes que no se pueden ignorar:
- La democratización (hasta
cierto punto) del capitalismo panameño, superando al régimen oligárquico
corrupto que gobernó de 1903 a 1968, al permitir la incorporación de
sectores sociales excluidos de la participación política por su condición
racial o económica al sistema político (claro, con la tutela política de
los sectores gobernantes, y apelando al clientelismo).
- La recuperación de la zona de
tránsito, con la subsecuente modernización del desarrollo capitalista
nacional, poniendo fin al enclave canalero y la perpetuidad del Tratado de
1903. Por supuesto, sin desmedro de que, como dijo el propio Torrijos:
seguimos bajo el “paraguas del Pentágono” gracias al Tratado de
Neutralidad.
Dados estos importantes logros para la burguesía panameña, en
especial, el poder acumular enormes riquezas de la zona de tránsito, de la
administración del canal y la apropiación (“menos colectiva posible”,
parodiando a Torrijos) de las áreas revertidas, llama la atención la forma
mezquina en que la clase dominante y sus medios de comunicación se refieren a
este general al que le deben tanto, reduciéndolo a simple “dictador”.
Como ha dicho Ayala, seguramente la sevicia con que lo tratan
tiene que ver con el toque racista de la oligarquía blanca del Club Unión, que no
soporta que elementos nacidos entre las “castas” bajas de la sociedad hayan
accedido, aunque sea momentáneamente, a un poder político que consideran suyo
por derecho divino y hereditario. En realidad, Omar Torrijos junto a Belisario
Porras ocupan un lugar central en el proceso de construcción del Estado burgués
panameño.
El hecho es que, aunque el Partido Revolucionario Democrático,
creado por Omar Torrijos en 1978, para dar paso a la transición electoral
burguesa pactada con el gobierno de James Carter, utilice eventualmente la
imagen de Omar Torrijos de manera propagandística, su dirigencia no apela, ni
demagógicamente, a reivindicar una ideología “torrijista”, sea lo que sea que
ello signifique. El PRD es, a lo sumo, y cada vez menos, un partido “social
liberal”.
En realidad, los sectores dirigentes del PRD carecen de ideología
política y su único norte es la “acumulación por desposesión”, para decirlo de
manera elegante, al igual que todos los partidos burgueses de la actualidad, lo
cual explica los pactos y el transfuguismo. El puñado, cada vez más pequeño, de
activistas del PRD que se reivindican “torrijistas” están completamente
alejados de la conducción de dicho partido y han sido incapaces de construir un
real movimiento popular que reivindique aquel pasado.