Por: Silvia Ribeiro*
La falta de decisiones para detener el calentamiento global en la recién finalizada COP26 (reunión de ONU sobre el clima) conlleva que la temperatura global aumentará en promedio tres grados centígrados en este siglo, sobre la media preindustrial. Quizá suene poco, pero es un escenario catastrófico. Con el aumento de 1.1 °C que ya vivimos, hay decenas de miles de migrantes climáticos, incendios e inundaciones devastadoras, alteración de corrientes oceánicas y otros graves impactos. Aún así, en lugar de acciones reales, la COP26 avanzó en retóricas engañosas y de alto riesgo.
El hilo rojo con que los grandes
contaminadores nos quieren hacer creer que están haciendo algo para enfrentar
la crisis es el concepto cero neto. Se refiere a que en lugar de
reducciones reales de las emisiones de los gases de efecto invernadero (GEI),
se puede seguir aumentando las emisiones si se las compensa con
medidas tecnológicas o de mercado. Sin cambios reales, plantea hacer sumas y
restas que resultarían en cero emisiones netas (https://tinyurl.com/ypsyfmhm).
Más de mil 500 empresas trasnacionales,
incluidas las mayores petroleras y automotoras, las empresas de agronegocios y
alimentarias, las mayores financieras y gestoras de activos, las gigantes
tecnológicas han anunciado que alcanzarán cero emisiones netas entre
2040 y 2060. Esta lógica se basa en tres pilares: las llamadas soluciones
climáticas basadas en la naturaleza, que incluyen desde megaplantaciones y
monocultivos a la apropiación, conversión y/o redefinición de todo tipo de
áreas naturales y agrícolas como áreas prioritarias de captura de carbono; una
serie de técnicas de geoingeniería (que aún no existen) desplegadas a gran
escala para captar carbono o reflejar la luz solar para bajar la temperatura;
nuevos mercados de carbono para comerciar créditos de carbono en suelos
agrícolas, mares y humedales, junto a compensaciones por
contaminación y destrucción del clima y la biodiversidad.
Cada pilar conlleva serios problemas. La
suma de promesas realizadas planea usar más tierras y bosques de los que hay
disponibles en el planeta, por lo que no funciona para enfrentar la crisis
climática, pero alienta una ola global de acaparamientos y desplazamiento de
comunidades de sus territorios (https://tinyurl.com/53y57kpj). Como no será
suficiente, muchos de los mismos actores impulsan también peligrosas nuevas
tecnologías para aumentar la capacidad de la naturaleza para absorber
carbono (por ejemplo manipulación genética de cultivos, árboles, microbios del
suelo) y para captar carbono de la atmósfera con geoingeniería.
Es muy preocupante que Estados Unidos y
China, los dos mayores emisores de GEI globales, en su declaración conjunta a
la COP26 incluyen la cooperación para el despliegue y aplicación de
tecnologías como la captura, uso y almacenamiento de carbono y la captura
directa de aire (CCUS y DAC por sus siglas en inglés) (https://tinyurl.com/9rd3w49h).
Son propuestas de geoingeniería que
demandan enormes cantidades de energía, agua y ocupación de tierras, por lo que
tomadas en su ciclo completo producen más GEI que los que dicen capturar.
La captura directa de aire se hace con grandes ventiladores que filtran aire y
separan el CO₂ con solventes tóxicos. Este se podría volver a usar en
combustibles u otros productos, o inyectarlo en fondos geológicos terrestres o
marinos, como pozos petroleros (https://tinyurl.com/253hapnv). Más de 85 por
ciento de los proyectos de captura y almacenamiento de carbono planean inyectar
ese CO₂ para extraer reservas profundas de petróleo a las que antes no podían
acceder, lo que resulta en mayor extracción y emisiones. Con otros usos, o
emiten más gases de los que dicen capturar o sólo posponen por un corto tiempo
volver a emitir los GEI.
Ambos procesos requieren nueva
infraestructura, materiales, transportes y conllevan riesgos de contaminación
tóxica: el CO₂ concentrado y líquido es tóxico para la vida humana, animal y
vegetal, los solventes son tóxicos, etcétera. La alta demanda de energía
resulta en el uso de más combustibles fósiles o de energía nuclear altamente
riesgosa y con desechos radioactivos que persisten miles de años o en
competencia por el uso de energías renovables que no existen en cantidad
suficiente y son necesarias para actividades que eviten las emisiones
existentes, no para contrarrestar nuevas (https://tinyurl.com/3dsx7578).
Además de riesgosas, son tecnologías que
no existen o apenas están desarrolladas a escala. No está demostrada su
eficiencia ni su viabilidad ecológica, económica o social. Es significativo que
los principales inversores de ambas tecnologías son grandes petroleras,
automotrices y mineras como Chevron, Exxon, Occidental, BHP Billiton, Shell,
Total y Volkswagen, que esperan así justificar la explotación petrolera y
recibir más subsidios públicos y nuevas ganancias en mercados de carbono, al
clasificarlas como tecnologías climáticas (https://tinyurl.com/2djxf94v).
El concepto cero emisiones
netas es una trampa letal, una coartada para que los contaminadores del
clima y el ambiente no cambien nada y hagan nuevos negocios. Malgasta el poco
tiempo que tenemos para enfrentar realmente la crisis climática. Por ello más
de 700 organizaciones lanzaron en la COP26 un llamado global que exige a los
gobiernos abandonar esa estafa y apoyar las soluciones reales, que sí existen. https://www.realsolutions-not-netzero.org/home
* investigadora del Grupo ETC