La OTAN nació con el cuento de evitar que la URSS, país que nunca fue una amenaza para nadie y que sacrificó un alto porcentaje de su población para librar al mundo del yugo nazi-fascista, se apoderara de Europa. La OTAN se comportó relativamente bien mientras existió ese hipotético peligro, pero apenas la URSS se desintegró, comenzó una serie de guerras, que llamó humanitarias pese a que causaron millones de muertos y desplazados, la destrucción de cientos de ciudades y más secuelas fatales, todavía no superadas. En realidad, desató esas conflagraciones para apoderarse de los recursos de otros países luego de una sucia campaña de mentiras. Lo absurdo es que la OTAN siga existiendo pese a que ya no existe la Unión Soviética y el peligro del comunismo sea, por ahora, cero.
El 24 de marzo de 1999, la OTAN comenzó la guerra contra Yugoslavia, un Estado soberano. Le dio al Presidente Slobodan Milošević el siguiente ultimátum: ¡Abandona Kosovo! Y “salvaron Yugoslavia de la misma Yugoslavia” sin que les importen los acuerdos de Teherán, Yalta y Postdam, ni la existencia de la ONU. Se rompía así el orden mundial creado después de la Segunda Guerra Mundial. En ese entonces, la cabeza visible del imperio era el Presidente de EEUU, Bill Clinton.
Entre esa fecha y el 12 de junio de 1999, la OTAN lanzó un total de 420.000 proyectiles, 2.300 misiles crucero Tomahawk y su aviación realizó unas 38.000 misiones de combate, el 38% contra instalaciones civiles. Solamente sobre Belgrado, ciudad que pocos estadounidenses son capaces de señalar en el mapa, cayeron unas 1.000 bombas. Estos ataques criminales cobraron la vida de 2.500 personas, de ellos 89 eran niños, hirieron a 12.500, muchos de los cuales perdieron los brazos o las piernas, destruyeron unas 300 escuelas, varias maternidades y hospitales, unos 25.000 edificios residenciales, cerca de 600 kilómetros de vías férreas, 38 puentes y 470 kilómetros de carreteras y causaron pérdidas materiales por unos 100 mil millones de dólares, lo que la OTAN calificó de “daños colaterales”.
Estos crímenes se justificaron con el bulo de que querían “prevenir una catástrofe humanitaria en la provincia separatista de Kosovo”; el problema de esa región no está resuelto hasta ahora y es la principal fuente de inestabilidad en los Balcanes. El bombardeo de 78 días cambió la política del mundo y es testimonio de cómo las potencias occidentales usan falsos pretextos para ejecutar sus delitos. El presidente Trump, cuando en el 2016 era candidato, sostuvo que “los serbios son gente buena y que estos bombardeos fueron un gran error. La administración de Clinton creó un caos en los Balcanes”.
Esta cruel e injustificada guerra hizo factible que se desintegrara Yugoslavia; que Kosovo proclamara unilateralmente su independencia; que más de 200.000 serbios y otros “no albaneses” abandonaran la región; que la OTAN se aproximara a las fronteras rusas y actualmente sirve de precedente para las amenazas de guerra contra Irán, Venezuela, Cuba y Nicaragua.
Ahora bien, ¿qué es la OTAN, organismo que se autodenomina la más exitosa alianza militar de la historia? Para celebrar el 70 aniversario de su creación sus líderes se reunieron en Londres este 4 de diciembre, pero lo hicieron en condiciones críticas que se han agudizado más aún. En sus entrañas, la atmósfera es lo menos festiva que alguien pudiera imaginar, porque nunca antes se había visto algo semejante a las rivalidades de ahora.
¿Qué festividad pudo haber cuando el presidente Emmanuel Macron declara al The Economist que “lo que estamos viviendo es la muerte cerebral de la OTAN, por la falta de cooperación entre EEUU y Europa?” ¿Qué oculta la metáfora de la muerte cerebral de la OTAN? Oculta una sutil realidad: EEUU desde siempre fue y es la mano derecha, y la izquierda también, de esta coalición militar, pero de repente llega Macron y propone un trasplante cerebral que da aire a la idea de una Europa libre de la ocupación estadounidense; Alemania, por ejemplo, tiene en su territorio ochenta mil soldados de EEUU y, para colmo, se da el absurdo de que le exigen pagar más aún por mantenerlos.
Esta declaración molestó al presidente Trump que la calificó de “muy, pero muy desagradable, porque nadie necesita a la OTAN más que Francia. Francamente, quien menos se beneficia es en realidad EEUU. Somos los menos beneficiados, estamos ayudando a Europa. Cuando Francia hace una declaración como la que hizo sobre la OTAN, es una declaración muy peligrosa. Nosotros les ayudamos cuando eran pobres, ahora devuelvan el favor”. Y exige más dinero, si quieren que EEUU les defienda, lo que hace que en Europa se pregunten, ¿de quién y de qué manera quieren defendernos?
Por su parte, la canciller Merkel entró en abierta confrontación con Macron. Sostiene estar aburrida de recoger los trozos de las tazas que los demás han roto algunas veces, sólo porque espera tener el chance de que todos juntos se sienten a tomar té. Macron le responde que no puede quedar sentado y aparentar que nada pasa. Pero no se trata solamente de que Macron rompe las tazas que la señora Merkel debe soldar después, tampoco es una simple reyerta entre los casquivanos miembros de la OTAN, sino que existen problemas mucho más profundos, como la disconformidad de Europa con la actual estructura de la OTAN y la manera de financiarla; también hay una toma de consciencia de que las guerras del Medio Oriente, en las que EEUU la embarcó casi en contra de su voluntad, son la causa de los actuales líos migratorios y de la aparición de grupos terroristas contra los que le toca luchar sola.
Macron, verdadero crítico de la OTAN, cree que Europa vive momentos claves para liberarse del vasallaje y la tutela de EEUU, por eso sostiene: “La OTAN es una alianza colectiva de defensa. ¿Contra qué y contra quién pelea? ¿Cuáles son nuestros temas comunes? Estas preguntas, que son estratégicas, requieren respuestas precisas. ¿Es hoy Rusia nuestra enemiga, como a menudo escucho? ¿Es China el objetivo de la OTAN? ¿Debemos declararlos nuestros enemigos? ¡No, no estamos de acuerdo! Hoy día nuestro enemigo común es el terrorismo, que ha mordido a cada uno de nuestros países”. Macron, siguiendo sin dudar las huellas del general De Gaulle, quiere ser el adalid intelectual de Europa, de una Europa que espera con impaciencia el nacimiento del mundo bipolar de EEUU y China. En estas circunstancias, Macron ve que Rusia, como mínimo, podría servirle a Europa de puente en sus relaciones con China.
Algo completamente diferente piensa la canciller Merkel. Aspira a que todo siga igual a lo que hubo luego de la caída del Muro de Berlín. Sabe que eso no es posible, pero no lo puede ni lo quiere reconocer, lo comprende muy bien, pero desea no distinguir la diferencia entre el pasado no lejano, la unipolaridad, y la actual multipolaridad, pretende que nada cambie y por eso sostiene: “La conservación de la OTAN corresponde totalmente a nuestros intereses, más que en los años de la Guerra Fría o, por lo menos, en el mismo grado”.
Lo increíble es que la OTAN no determine todavía quien es su real enemigo o si verdaderamente tiene enemigos. Stotemberg, su secretario general, dice “no tener la lista de enemigos de la OTAN y no ve que ninguno de sus miembros esté en peligro. Rusia es un país fuerte, está armada con técnica militar moderna, incluidas las armas atómicas, lo que rompe los convenios internacionales, pese a ello, no es enemiga de la OTAN… Nosotros le enviamos a Rusia una señal fuerte cuando estacionamos nuestras fuerzas en Polonia y países del Báltico; de esta manera evitamos un ataque, que es la finalidad de la OTAN”. Uno se pregunta, si ninguno de sus miembros está en peligro, ¿contra quién se arman? ¿Tiene sentido que el presidente Trump exija a sus aliados de la OTAN incrementar los gastos militares?
Rusia, cuyo cerebro está bien vivo, recuerda que en 1941 toda Europa continental, bajo el mando de Hitler, se lanzó a conquistarla. Por eso, el presidente Putin, que nunca come cuentos, expresó: “Hoy hay que partir de que la ampliación de la OTAN y el desarrollo de su infraestructura militar en las cercanías de la frontera rusa es una potencial amenaza a nuestro país, por lo que debemos dar la mayor atención a la modernización de la Fuerza Armadas de Rusia”. El peligro estriba en que la OTAN diga, como Rusia se arma, nosotros también nos armamos, y comience una absurda carrera armamentista. Ojalá, la racionalidad se imponga finalmente.