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Hoy, 34 años después, el Congreso de EEUU, de
mayoría demócrata, ha aprobado un proyecto de ley de “defensa”, con un
presupuesto de 738,000 millones de dólares que incluye la creación de la Fuerza
Espacial (FE) propuesta por otro “presidente por accidente” llamado Donald
Trump, quien afirma que el espacio es el «nuevo dominio de combate».
Esta declaración de guerra al mundo, como de
costumbre, va acompañada por una megamentira: que “EEUU ha perdido la
supremacía militar en el espacio a Rusia y China” y no podría «sobrevivir a un
ataque furtivo de China” o que el país de Mao «puede instalar una base militar
en polo sur de la luna” y ¡convertir la Vía Láctea en la Ruta de Seda espacial!
Pero ¿no es cierto -como afirma la versión oficial-, que el mayor ataque a
EEUU, el 11S, fue realizado por una fuerza “llegada de la Edad de Piedra” que
no con una “Espacial”?
Resulta que EEUU sigue liderando la capacidad
satelital y la tecnología militar espacial, y posee unos 901 satélites (en
comparación con 280 de China y los 150 de Rusia), y planea lanzar 1.300
satélites más.
El presidente Madman, de
rostro anaranjado, de EEUU cree que las armas de destrucción masiva
que hay en la Tierra no son suficientes para acabar con todos los seres vivos
del cosmos.
La Odisea
Espacial de Trump
Aunque desde 1982 ya existe el Comando Espacial
en la Fuerza Aérea de EEUU, que emplea a 36,000 individuos, los motivos por los
que Trump necesita crear otro, son:
+ Sobornar a la industria armamentística en la
víspera de las elecciones del 2020. El Congreso, en un atraco sin precedente al
dinero público aprobó un anticipo de 40,000 millones de dólares para la puesta
en marcha de la FE, que contratará, inicialmente, a 16,000 personas. La
dimensión de lo que va a ganar la industria militar sólo es comparable con lo
que obtuvo con el 11S y la
farsa de la Guerra contra el Terror: el fin de la Guerra Fría le
había cerrado el grifo y tuvieron que inventar un nuevo Coco contra quien
luchar. El 12 de septiembre, es EEUU que golpea a sí mismo, otorgando sus riendas
a unos pistoleros, que lanzaron operaciones militares ilimitadas, se
deshicieron de las armas viejas, probaron las nuevas (como los drones), a costa
de la destrucción de naciones enteras y la vida de cientos de millones de
personas, entre muertas, heridas, mutiladas, desplazadas y refugiadas. Un dato
revelador: Los cazas F-22, fabricados en los ochenta para enfrentarse a los
cazas soviéticos semejantes (que ni se habían construido), nunca se utilizaron.
¿Qué más da? Lockheed Martin ahora está construyendo 2,443 aviones F-35, por un
valor de 323,000 millones de dólares. El negocio de la “guerra perpetua”, trae
ingresos perpetuos para este crimen organizado, y pérdidas perpetuas, no sólo
para cientos de millones de personas de otros estados, sino para los propios
ciudadanos de EEUU.
Según Children’s
Defense Fund, en el país más rico del planeta, 40 millones de personas
viven por debajo del umbral de pobreza -el doble que hace cincuenta años-, de
ellos 13 millones son niños. El número de los menores sin hogar, 1.5 millones,
es tres veces más que durante la Gran Depresión de la década de 1930.
Al presupuesto del Pentágono, que son 750,000
millones de dólares para 2020 se deben sumar los 70,000 millones destinados a
las 16 agencias de inteligencia, otros 70,000 millones que va al Departamento
de Seguridad Nacional, más 30,000 millones asignados al Departamento de
Energía, los 200,000 millones para la Administración de Veteranos, y lo que se
destina a otros departamentos para fines militares, como la de Justicia, que
recibe miles de millones de dólares para buscar “terroristas” fantasmas contra
quienes luchar: llegó a cambiar la definición del “terrorismo” para poder
incluir a un mayor número de personas de todo el mundo.
Este departamento está vinculado con la
industria carcelera -cuyo negocio sin fronteras se extiende desde el Guantánamo
en Cuba hasta el Bagram en Afganistán, pasando por Rumania y Polonia-,
encargado de practicar la pedagogía del terror estadounidense. Muchos son los
agujeros oscuros que absorben el pan, la salud y el techo de millones de
personas de aquel país.
+ Mantener y ampliar la colosal máquina de
matar del imperialismo de EEUU, ahora que va dejando de ser la superpotencia
económica, comercial y tecnológica.
+ Privatizar el espacio, poniendo una puerta
militar al cielo, y decidir qué países, qué corporaciones y en qué condiciones
pueden acceder a él.
+ Convertir en un arma de guerra a la propia
galaxia, que ya está militarizado, para mantener su dominio militar en la
Tierra. De hecho, la FE será un comando geográfico al igual que el comando europeo
(Eucom), el africano (Africom), el central (Centcom), el pacífico (Pacom), el norte
(Northcom), el sur (Southcom) y el estratégico (Stratcom).
+ Colocar interceptores de misiles o armas
satelitales en el espacio, con el fin de bloquear o piratear las señales de los
aparatos de otros países, ya no solo con las virguerías electrónicas sino
también con armas antisatélite (y aviones de combate equipados con láser, e
instalar ojivas nucleares en la órbita), atentando contra las comunicaciones,
la navegación aérea, y otros servicios civiles de otras naciones.
+ Militarizar aún más la política exterior de
EEUU: el cese de Rex Tillerson puso fin a la
diplomacia en el gobierno de Trump.
+ Colar a Trump en alguna página de la historia
por algo tan grande como el tamaño del universo (ahora que no le vendieron
Groenlandia) y también a la medida de la estupidez de quienes le aplauden
ilusionados por “poner botas (militares) en la Luna” para 2024. ¡Es vital para la psique del estadounidense
provinciano saber que está gobernando el mundo!
¿Y por qué los demócratas han apoyado el
proyecto? En EEUU la economía basada en la guerra tiene un nexo directo con la
dependencia política de EEUU del militarismo. Muchos gobernadores de ambos partidos
no estarían en la Cámara sin el dinero de las compañías de armas de su región
invertidos en sus campañas.
Así
empezó el Star trek trumpiano
La FE no es una ocurrencia de Donito
Trumpolini y su familia: él sólo tiene el encargo de llevar adelante esta
nueva fase de la doctrina militar de EEUU. Fue después de la Segunda Guerra
cuando Washington acogió a los científicos nazis quienes regalaron a los nuevos
patrones su conocimiento técnico, empapado de la ideología supremacista: En
Redstone Arsenal situado Huntsville, el corazón del militarismo espacial del
mundo, fabricaron un misil balístico para transportar armas atómicas. Y cuando
en 1957, la Unión Soviética lanzó Sputnik, exhibiendo su capacidad para
explorar el espacio, EEUU aceleró el proyecto del presidente Eisenhower en
crear la NASA en 1958, agencia de apariencia civil, que distraería la atención
en los proyectos espaciales con fines militares.
En 1967, EEUU, la URSS y China y otros países
firmaron el Tratado del Espacio Exterior, que autoriza la exploración y el uso
del espacio exterior para todas las naciones y prohíbe que alguno pueda
reclamar soberanía sobre él o desplegar armas de destrucción masiva, incluidas
las nucleares, aunque se le olvidó impedir actividades militares en el cielo.
En 2001, China propuso el tratado de prevención
de una carrera armamentista en el espacio ante la ONU, sin conseguir que EEUU
lo firme. Seis años después, el régimen de George W. Bush, formado por personas
vinculadas con las compañías de armas y de petróleo, bloqueó la resolución de
la ONU sobre el control de armas en el espacio, mientras derogó el Tratado
sobre Misiles Anti-Balísticos firmado con la URSS en 1972. La guerra del golfo
Pérsico de 1991 será la «primera guerra espacial»: en ella EEUU utilizará los
satélites para atacar a Iraq con armas nuevas guiadas, como los drones.
Ahora, Trump rompe la primera medida del
control de armas nucleares firmado en 1987 con la URSS (Tratado INF), y también el acuerdo
nuclear con Irán, para tener las manos libres y ¿»Make America
Great» con el asalto de la industria aeroespacial a la Casa Blanca y al
Congreso?
EEUU no
será más seguro:
China basa su política exterior en coexistencia pacífica (el respeto
mutuo, no injerencia, negocio con beneficio mutuo), pero puede verse empujada a
una carrera armamentística, como la URSS en los ochenta; lo que no solo
perjudica a China y la economía mundial, sino también provocará lo que se llama
el “modelo espiral”: cuando un país aumenta sus fuerzas militares para
garantizar su seguridad, provoca una mayor preocupación en otros estados, que
por su parte se arman, disminuyendo la seguridad del primero.
Con un multimillonario charlatán instalado en
el Despacho Oval, la amenaza de una guerra espacial es muy seria. Y ¿saben por
qué no existe un
movimiento antimilitarista a nivel mundial?