www.publico.es / 101019
Un político debe ser un “patriota
verdaderamente ilustrado e independiente”, opinaba George Washington que
ahora debe revolverse en su tumba al ver que el último de sus sucesores no
cumple ni uno de los requisitos recomendados.
Los demócratas y los sectores más
belicistas de EEUU siguen sacando los trapos sucios de Trump y sus prácticas gansterianas
para destituirle, contemplando incluso un
golpe de estado, además de Rusiagate, escándalos
sexuales (la campaña repentina de “MeToo”) o “Ucrania/Australiagate”.
Sin embargo, no esperen que haya un “Israelgate”
o un “Saudigate”, los dos estados extranjeros que, no sólo influyen sobre la
política exterior de ambos partidos para Oriente Próximo, sino que la
determinan.
Según Cato Institute, más de un tercio de
los congresistas que había sido contactado por las empresas que hacen de
cabildeo (lobby) para el Reino de Arabia Saudita (RAS), como Glover Park Group
o DLA Piper, recibieron una contribución de este país. Debido a que los
extranjeros no pueden donar dinero a los políticos, este tipo de empresas y los
personajes “expertos en Oriente Próximo” hacen un impresionante negocio, y
crean unas complejas telarañas financieras y artimañas políticas para despistar
a la justicia.
El cambio de tono de Trump respecto a RAS,
antes y después de ser presidente, muestra la hipocresía de un mercader
fracasado además el servilismo de la máxima autoridad EEUU ante unos jeques de
un estado medieval encabezados por un tal Mohammed Bin Salman (MBS), apodado “Jack
el Destripador”: Trump, que es el presidente más pro-saudita de la
historia de EEUU, de candidato solía atacar duramente a los demócratas por su
trato amable hacia RAS, desde tres puntos:
1+ Atentados del 11S: «¿Quién hizo
explotar el World Trade Center?», -preguntaba Trump en el canal Fox-, «No
fueron los iraquíes, fue Arabia Saudita,… ¡abra los documentos!«, exigiendo la
desclasificación de las pruebas obtenidas.
2+ Recibir “sobornos”: la Fundación
Clinton es “una empresa criminal” dijo Trump por los al menos 25 millones de
dólares que recibieron los Clinton de los hermanos de caridad árabes del Golfo
Pérsico.
3+ Derechos humanos: “¿Hablas de mujeres y
derechos de las mujeres?” preguntó Trump a Hillary. «[Los saudíes] lanzan a los
gays desde los edificios, matan a mujeres y las tratan horriblemente y, sin
embargo, les coge el dinero. ¡Hillary debe devolver todo el dinero de esos
países!», pidió un Trump sensible con la igualdad, que llegó a criticar a
Michelle Obama por no llevar
el velo en su visita a aquel reino de terror (¡si lo hubiera
llevado, también le hubiera atacado!): dos años después, Melania e Ivanka Trump
también se negarán a cubrir su cabeza en la visita oficial a la tierra de
Mahoma. Trump, que es el primer
presidente de EEUU que elige a RAS como el primer destino de su
visita oficial, que no pidió disculpas a la señora Obama.
Los
objetivos que persigue Arabia
+ Promover políticas anti-iraníes, y no por ser
éste chiita: entre 2015 y 2016 las empresas de cabildeo de RAS
pagaron al senador demócrata Chuck Schumer al menos 21.400 dólares: fue uno de
los cuatro votos demócratas contra el acuerdo nuclear que firmó Obama con Irán,
pacto que será destruido por un presidente Trump que ni lo había leído, y que
curiosamente sólo
beneficiaba a Arabia Saudí e Israel, que no a Irán. Ahora, además de
ser incapaz de conseguir un acuerdo unilateral con Teherán, Trump está poniendo
en peligro la propia
existencia de RAS como país, ante una República Islámica que no
tiene nada que perder.
+ Lavar la cara de MBS en los medios,
presentándole como un joven moderno y reformador, que no un dictador,
un misógino,
secuestrador, extorsionador,- con la “noche
de cristales rotos” incluido-, y asesino de los opositores dentro y
fuera del país.
+ Mantener el apoyo de EEUU a su guerra contra Yemen: así consiguió el silenciar a
los medios de comunicación sobre la mayor crisis humanitaria del
mundo.
+ Conseguir tecnología nuclear: El
Congreso ha reconocido que el general Michael Flynn, ex Asesor de Seguridad
Nacional del presidente, y Jared Kushner, presionaron al gobierno para que le
otorgara la tecnología nuclear a RAS.
Mecanismos
de compra de favores
¡Sólo hay uno: sobornar! Y se hace desde
varias vías:
1) Unir los intereses personales de los
políticos de EEUU con los de la Casa Real saudí. En este país, no existe el
estado. La familia Saud, que, junto con Liechtenstein, son los únicos países
que llevan el nombre de los clanes gobernantes, se presenta como el propietario
de los recursos de la “nación-súbdita”. El Post reveló que, en 2017 los saudíes
reservaron 218 noches en el Hotel Trump Chicago, un aumento del 169% respecto
al mismo período de 2016. ¿A cambio de qué? Michael Gibson, un subcontratista
de Qorvis MSLGroup que representa a los saudíes, alquiló habitaciones en el
Trump International Hotel en Washington DC, para un grupo de veteranos y
activistas trasladados desde Nueva York, para presionar al Congreso a que
revoque la Ley de Justicia Contra los Patrocinadores del Terrorismo, que
permite a las víctimas del demandar al
RAS. Jared Kushner, el yerno proisraelí del presidente, que es el
hombre de Riad en la Casa Blanca, después de que MBS realizara un
golpe de estado apartando al príncipe heredero, organizó una comida
entre Trump y el nuevo hombre fuerte del reino, declarando su reconocimiento
por EEUU: «¡Hemos puesto a nuestro hombre en la cumbre!», había dicho Trump
según el periodista USA Today, Michael Wolff, lo cual muestra que la injerencia
en asuntos internos es mutua. Kushner, también fue el principal apoyo del
bloqueo económico de Qatar por Riad durante la extraña
crisis del junio del 2017 entre ambos estados árabes. Que Doha se
negara a rescatar una de las empresas arruinadas de la familia Kushner pudo
encadenar una nueva guerra en esta zona azotada del mundo. Mohammed había
presumido de tener al yernísimo “en el bolsillo”, quizás por entregarle
información confidencial sobre los rivales de la familia Saud en extranjero,
supone el diario Intercept. ¿Tuvo algo que ver el marido de Ivanka en el
asesinato de Khashoggi? ¿Qué recibió a cambio?
2) Crear grupos de presión tradicionales:
En 2015, RAS fichó al empresario libanés-estadounidense George Nader para
organizar reuniones entre los enviados de los gobiernos saudí y emiratí con
Steve Bannon y Kushner en la Torre Trump. Nader ya había canalizado varios
millones de dólares de aquellos jeques al republicano Elliott Broidy, comprando
su apoyo activo al bloqueo al que sometieron a Qatar: en mayo de 2018, Broidy
realizó dos conferencias atacando a Doha.
3) A través de empresas de “asesoría” y
los centros de “estudios”: el Grupo Podesta, Brownstein Hyatt Farber Schreck o
el Grupo Glover Park, “donaron” alrededor de 580.000 dólares a los políticos de
EEUU, señala The New york Times, en nombre del RAS, a la vez que el Consejo
Atlántico, la Institución Brookings, el Centro de Estudios Estratégicos e
Internacionales y el Instituto del Medio Oriente recibían dinero de las
petromonarquías del Golfo Pérsico.
¿Cómo
es posible “Amar a los saudíes”
Esta es la cronología de una historia de
amor:
1991: el príncipe
saudí, Al Waleed bin-Talal compra “Trump Princess” el yate embargado de Trump
por 20 millones de dólares; el magnate de casinos, que estaba arruinado por una
deuda de unos 900 millones de dólares, lo había comprado por 29 millones a
Adnan Khashoggi, el traficante de armas y el primo de Jamal. En 1995, el mismo
Talal también le compra el Hotel Plaza de Nueva York por 325 millones, 65
millones menos de lo que pagó Trump por ello en 1988. Estos datos fueron
revelados por el príncipe suadí en respuesta a un desagradecido Trump que en un
tuit le criticó por dar entrevistas a la periodista de Fox News, Megyn Kelly.
2001: Trump vende el
piso 45 de la Torre Mundial de Trump a RAS a través del fondo buitre Blackstone
Group, cuyo presidente Stephen Schwarzman, un antiguo directivo de Lehman
Brothers, le acompañará a un Trump ya presidente en su visita oficial a Arabia
Saudita en 2017.
2015: En víspera de las
elecciones presidenciales del 2016, Riad realiza un estudio psicológico al
Trump candidato y localiza las tres dimensiones de su Talón de Aquiles: 1) un
desbordado ego, 2) una desmesurada codicia, y 3) un profundo complejo de
inferioridad, que le hace necesitado de recibir continuos elogios y en cantidades
industriales: los saudíes serán generosos con él, utilizado el dinero público.
“Me llevo bien con Arabia Saudita. Me compran apartamentos. Gastan 40 millones,
50 millones de dólares” -reiteraba con orgullo el presidente menos docto de
EEUU en una entrevista- “Gano mucho dinero de ellos”, “Me pagan millones y
cientos de millones”.
2016: “Me gustaría
proteger a Arabia Saudita. Pero Arabia Saudita tendrá que ayudarnos
económicamente”, advirtió el candidato Trump, al ser preguntado por una posible
guerra contra Irán: o sea, si me paga, tendrá su guerra, aunque provoque con
ello una guerra mundial.
2019: Trump no pierde
tiempo: registra hasta ocho empresas vinculadas con el RAS, entre ellas THC Jeddah
Hotel y DT Jeddah Technical Services, y sigue criticando a Obama por no lanzar
un ataque militar contra Irán y hacer las paces con Teherán. Luego envía a su
hijo Donald J. a reunirse con los enviados de RAS, de EAU, Erik Prince, el
fundador del ejército privado Blackwater -acusado de crímenes de guerra en
Irak-, Joel Zamel, un experto israelí en manipulación de redes sociales y
director de la firma Psy-Group, quien había elaborado una propuesta para usar
miles de cuentas falsas en Facebook, y el “asesor” George Nader para estudiar
cómo contribuir al triunfo de Trump en las elecciones. Después de las
elecciones, Nader le pagó a Zamel hasta 2 millones de dólares, aunque se
desconoce el concepto.
Meses antes de que Trump tomase la
posición, The New York Times escribe sobre la firma de contratos entre RAS y el
Grupo CGCN, vinculada con Boeing, uno de los vendedores de bombas a Riad, y con
el Grupo McKeon, dirigido por Howard McKeon, el presidente republicano del
Comité de Servicios Armados del Congreso, quien recibió unos 834.000 dólares de
donaciones por ser uno de los principales inversores del negocio de los aviones
no tripulados.
“Blanquear”
a los Saud, visitándoles
Una vez presidente, Trump se olvida de lo
que había dicho sobre los saudíes, y califica al país como un «reino
magnífico», a su dictadura “tan amables anfitriones», y mientras prohíbe la
entrada a EEUU a los ciudadanos procedentes de Irán, Siria, Irak, Somalia,
Sudán, Yemen y Libia por peligrosos para la seguridad nacional, excluye de la
lista de su Eje del Mal al RAS cuyos ciudadanos, según la CIA, mataron a unos
3.000 estadounidenses en el 11S, y su gobierno, según Hillary Clinton,
patrocina al ejército de mercenarios más peligroso del siglo: el Estado
Islámico. Las huellas de RAS están también en algunos
atentados en Europa.
Revela The Nation que en el primer año del
gobierno de Trump, los saudíes gastaron un millón de dólares mensuales en una
veintena de empresas de cabildeo. Hicieron lo mismo los EAU, con unos 18
lobbies, pagando sólo a uno de ellos, el Grupo Camstoll, unos 10 millones de
dólares, para comprar los favores de los políticos.
2019: con el misterioso
ataque a la planta petrolífera de Aramco en el suelo saudí, Trump
llegó a delegar la política exterior de EEUU a los jeques, y poniendo al ejército
de EEUU a las órdenes y al servicio de la Casa Saud: «esperando recibir
noticias del Reino sobre quién creen que fue la causa de este ataque, y bajo
qué términos procederíamos”, tuiteó, sin rubor Trump, que vive al borde del
precipicio.
¿Será una guerra contra Irán su forma de
exportar la crisis existencial que está viviendo?