www.publico.es / 250719
«Si vis pacem, para bellum», con este
lema, un discurso bélico y en medio del aumento de la tensión en el Golfo
Pérsico, el halcón Mark Esper será la guinda puesta en el ya inquietante
gabinete de Donald Trump. Agente directo del complejo militar-industrial,
Esper, ex vicepresidente de Raytheon, una de las principales empresas de armas
de EEUU, sustituye a Patrick Shanahan, un ejecutivo de la fabricante de aviones
y misiles Boeing, en el Pentágono.
Mark Esper, un veterano de la primera
guerra de EEUU contra Irak en 1991, trabajó durante siete años como secretario
de las Fuerzas Armadas del Pentágono, haciendo de “persona influyente” para
Raytheon (fabricante del sistema de misiles Patriot, y de los motores del avión
de combate F-35, el programa de armas más caro del Pentágono), y conoció al
exjefe de la CIA y el actual secretario de Estado, Mark Pompeo, en la Academia
Militar.
El compañero de Esper en Raytheon, Charles
Faulkner, “incrustado” en el Departamento de Estado, fue obligado el mes pasado
a dimitir por elaborar un plan que benefició con miles de millones de dólares a
esta firma: aceleró la venta de bombas guiadas por láser Paveway a Arabia Saudí
(los mismo utilizados para atacar a la nación yemení), eludiendo el control del
Congreso. El lema de Raytheon es “El éxito del cliente es nuestra misión”,
aunque sus clientes mucho éxito que digamos no han tenido en Yemen. Bajo el
pretexto del “aumento de la tensión con Irán”, los hombres de esta compañía
gestionaron la venta de un paquete de armas a los jeques saudíes y emiratíes
por el valor de 8,000 millones de dólares.
Por cierto, a Esper le sustituye como
secretario del Ejército Ryan McCarthy, un “comercial” del Lockheed Martin, la
principal empresa de armas del planeta, que recibe hasta 50,000 millones de
dólares en contratos gubernamentales.
La
clave: puerta giratoria
Pasan seis décadas desde que el presidente
Dwight D. Eisenhower advirtiera de la “influencia indebida” de un monstruo
llamado “complejo militar-industrial” que estaba atrapando las instituciones
civiles de EEUU. El propio Donald Trump, en una entrevista con Fox News del 20
de mayo, le señaló como la fuerza que impide la salida de las tropas de Siria
porque “quiere guerra”. Su insaciable sed de ganar dinero vendiendo armas es uno de los principales motivos de la actual guerra de
EEUU contra Irán.
Ahora, un Esper ascendido al puesto más
alto de la administración podrá decidir qué armas y a quién comprar, sobre qué
nación descargar las viejas y sobre qué escuelas, bodas y funerales probar el
impacto de las nuevas.
No se trata de “trabajadores” que deben pagar sus facturas, mantener a su
familia y que simplemente ejecutan las órdenes de los políticos belicistas
(banalizando el mal), sino del sector más criminal de la burguesía que aumenta
su fortuna, controlando la política exterior del país, y lo hace a través de
dos principales métodos: 1) invertir en las campañas electorales de los
candidatos al parlamento y a la presidencia de EEUU, comprándolos; y 2)
utilizar la puerta giratoria: colocar en el Pentágono a sus ejecutivos y
contratar a los militares de alto rango parar dirigir sus compañías.
Veamos: la secretaria de la Fuerza Aérea,
Heather Wilson, fue consultora de Lockheed Martin; la subsecretaria de Defensa
para Adquisición y Sostenimiento de armas (USD- A&S), Ellen Lord, fue
directora ejecutiva de Textron Systems, un conglomerado industrial de aeronáutica,
seguridad y tecnologías avanzadas; el jefe de personal del Consejo de Seguridad
Nacional, el teniente Keith Kellogg, fue empleado de varias compañías militares
y de inteligencia; John Rood, subsecretario de Defensa, ha trabajado para
Lockheed Martin y Raytheon.
Según The Project on Government
Oversight (el Proyecto de Supervisión del Gobierno, POGO), solo en 2018, 645
funcionarios de alto rango trabajaron en la dirección de uno de los veinte
principales contratistas militares: una pequeña pista de quién realmente dirige
la política exterior del país más armado del mundo, y de por qué Trump ha eliminado la diplomacia de su gobierno.
La
línea de Esper
Para el nuevo secretario de Defensa, el
principal desafío de la superpotencia occidental es contener a China y Rusia, y
su receta es:
a) Modernizar el ejército y prepararlo
para las futuras guerras cercanas contra dichas potencias, invirtiendo más
dinero en el equipamiento de las Fuerzas Armadas, y aumentar el número de
soldados por encima de 500,000.
b) Construir armas específicas -como una
artillería de precisión de gran alcance- para el «conflicto de alta intensidad»
que sucederá con China y Rusia. Dice con razón el director de planificación de
programas de Secure World Foundation, Brian Weeden, que EEUU se está preparando
para un conflicto armado con China en lugar de evitarlo.
Y, para disipar la preocupación de los neocon antiiraní respecto a sus
prioridades, propone defender con contundencia los intereses de EEUU en el golfo
Pérsico. El primer paso será formar una coalición con los aliados para
“mantener la libertad de navegación alrededor del estrecho de Ormuz”,
militarizándolo, mientras su país impide ilegalmente la libre circulación de
las petroleras iraníes.
El propósito del ministro de «evitar la
guerra con Irán» pasa por matarlo de hambre impidiendo que venda su petróleo.
Al contrario de Mike Pompeo, Esper cree que no se puede utilizar la Ley
Antiterrorista AUMF para atacar a Irán, siendo este un Estado –que no un grupo
terrorista–, pero recalca que el presidente tiene derecho a “defenderse” contra un ataque iraní, sin la autorización del Congreso.
Para “derrotar la insurgencia” en Irak y
Afganistán, propone renovar los vehículos militares y fabricar aeronaves
especiales “adaptados” a dichos conflictos, para que esta carnicería que su
país y sus aliados han montado allí perdure más años y sea más rentable en
término monetarios.
Esper tendrá más desafíos como: ¿recuperar
la alianza con Turquía o seguir con el proyecto de “un estado kurdo”,
desmantelando Irak y Siria? ¿Enviar tropas a Libia para expulsar a Turquía y Qatar, uniéndose a Rusia? ¿Qué
más hacer para provocar caos en Venezuela?, entre otros tantos. «Con el ejército
involucrado en más de 140 países de todo el mundo…, nuestra preparación debe
ser nuestra máxima prioridad»: a Ester le va un estado de guerra permanente, y Trump
ha pedido al Congreso un aumento del 13% en el presupuesto militar para el ya
astronómico de 700.000 millones de dólares.
Las compañías de armas han tenido un
decisivo papel para que hoy no haya un movimiento global antimilitarista. La red Put
People Over the Pentagon (Dar prioridad al pueblo por encima del Pentágono) ha
reunido a una veintena de organizaciones progresistas para presionar a los
candidatos presidenciales para que eliminen 200,000 millones de dólares del
presupuesto de este Departamento. ¡Mucha suerte!