Thierry Meyssan
www.voltairenet.org / 090419
Estados Unidos se ha convertido en el
primer productor mundial de hidrocarburos y ahora utiliza su posición
predominante con un solo fin: maximizar sus ganancias. Para lograrlo no vacila
en eliminar grandes productores rivales, sin importarle sumir a sus pueblos en
la miseria. En el pasado, el acceso al petróleo del Medio Oriente era una
necesidad vital para la economía estadounidense –bajo las administraciones
Carter, Reagan y Bush padre–, después fue un mercado bajo control yanqui –bajo
la administración Clinton– y más tarde, un recurso que iba a agotarse y que Estados
Unidos quería controlar –bajo las administraciones Bush hijo y Obama. Ahora,
bajo la administración Trump, los hidrocarburos se han convertido nuevamente en
el oro negro del capitalismo. Veamos la evolución de ese mercado sangriento.
Toda economía depende, en primer lugar, de
la energía a su disposición y ha sido esa una de las principales causas de las
guerras. Inicialmente se trataba de obtener esclavos para ponerlos a trabajar
en los campos. Más tarde, en el siglo XIX, el objetivo era apoderarse del
carbón para alimentar las maquinarias. Hoy se trata de los hidrocarburos (petróleo
y gas).
Para esconder esa lógica, los hombres
siempre se han inventado otras razones como justificación de lo que hacen. Por
ejemplo, en nuestra época nos han llevado a creer:
que Irán está sancionado debido a su programa nuclear militar, al que Irán puso fin en 1988;
que las instalaciones y fondos de PDVSA en Estados Unidos fueron confiscados para quitárselos al “dictador” Maduro y entregarlos al equipo del autoproclamado presidente interino de Venezuela, Juan Guaido, a pesar de que Maduro es el presidente constitucionalmente electo de la República Bolivariana;
y que Estados Unidos mantiene fuerzas militares en Siria para apoyar a sus aliados kurdos contra el “dictador” Bachar al-Assad, aunque esos kurdos son mercenarios que ni siquiera representan a su pueblo mientras que Assad es el presidente democráticamente electo de la República Árabe Siria.
Como acabamos de verlo, esas
“justificaciones” no tienen nada que ver con la realidad y están en total
contradicción con los hechos. Pero si estamos dispuestos a aceptarlas es porque
creemos que nos benefician.
El
mercado mundial
El mercado de los hidrocarburos es el más
importante del mundo, antes que los mercados de la alimentación, de las
armas, de los medicamentos y de las drogas. Ese mercado estaba inicialmente
en manos de las empresas privadas, pero en los años 1960 se convirtió
en terreno exclusivo de los Estados. Con el desarrollo económico
fueron apareciendo nuevos actores y ese mercado se hizo más
imprevisible. Además, durante el periodo transcurrido entre el fin de la URSS
y el regreso de Rusia, se convirtió en un mercado altamente
especulativo, con fluctuaciones de los precios de venta que iban de 1
a 4.
Por otra parte, todos saben que numerosos
yacimientos se agotan al cabo de mucho tiempo de explotación. A finales
de los años 1960, el clan Rockefeller y el Club de Roma
popularizaron la idea de que los hidrocarburos, por ser energías
fósiles, eran fuentes limitadas. Pero el hecho es que aún se desconoce
el origen de los hidrocarburos. Su origen fósil es sólo una hipótesis
no demostrada. En todo caso, aunque los hidrocarburos fuesen
renovables, la sobreexplotación de los yacimientos podría acabar agotándolos,
como señala la teoría de Hubbert sobre el pico petrolero.
Pero lo más importante es que el Club
de Roma estudió la cuestión partiendo de un postulado maltusiano,
estimando que su misión consistía en demostrar que es necesario limitar la
población mundial porque los recursos del planeta Tierra son limitados.
La teoría sobre el fin del petróleo es sólo un argumento para
justificar la voluntad del clan Rockefeller de limitar el crecimiento demográfico
de las poblaciones pobres. En sólo medio siglo, nos han hecho
creer 5 veces seguidas que el petróleo se agotaría en los próximos
años. La realidad es que hoy existen reservas comprobadas suficientes
para garantizar el consumo de la humanidad durante otro siglo.
Los costos muy variables de la explotación
de los yacimientos (van de 1 en Arabia Saudita a 15 en Estados Unidos), los progresos
técnicos, las constantes fluctuaciones de los precios y el debate ideológico
han puesto en peligro varias veces la recuperación de las sumas
invertidas. Y, teniendo en cuenta los plazos operacionales, toda
interrupción de la inversión en la investigación, la explotación y el
transporte, provoca una escasez de los productos disponibles durante los 5 años
siguientes. El mercado del petróleo es, por consiguiente,
particularmente caótico.
La
política mundial en materia de energía
La creación de la Organización de Países
Exportadores de Petróleo (OPEP) por el venezolano Juan Pablo Pérez
Alfonzo, en 1960, provocó un desplazamiento progresivo del poder de fijar
los precios. Ese poder pasó de las compañías petroleras a los Estados
exportadores. El cambio se manifestó claramente en el momento de la
guerra egipto-siria contra Israel, en octubre de 1973, y la crisis
petrolera mundial provocada por aquel conflicto, conocido en Occidente como
la «guerra de Yom Kipur».
Como primera potencia mundial,
Estados Unidos ha aplicado diferentes políticas en materia de hidrocarburos:
El presidente James Carter consideró que, dado el hecho que Estados Unidos necesitaba esa fuente de energía, el acceso estadounidense al petróleo del Medio Oriente era una cuestión de «seguridad nacional». Los árabes y los persas no tenían derecho a negarse a venderle petróleo ni a elevar sus precios.
El presidente Ronald Reagan creó el CentCom –el mando militar de Estados Unidos para el Medio Oriente, definido por cierto en función del conocimiento de los campos petrolíferos que se tenía en aquella época. Para aplicar la política de su predecesor demócrata, el republicano Ronald Reagan negoció la instalación de bases militares permanentes en la región y comenzó a desplegar en ellas tropas estadounidenses.
El presidente George Bush padre encabezó una coalición casi universal y la lanzó contra Irak, país que había tenido la audacia de querer actuar por sí mismo y se había atrevido a tratar de recuperar los pozos de petróleo de Kuwait que los británicos le habían arrebatado.
El presidente Bill Clinton y su vicepresidente Al Gore heredaron un monopolio unipolar, sin la URSS. Establecieron un mapa de los corredores que habría que crear a través del mundo (oleoductos, gasoductos, líneas de ferrocarril y líneas de internet) y de las operaciones militares necesarias para construirlos y para garantizar la seguridad de esos corredores –por ejemplo, la guerra desatada contra Yugoslavia para establecer el 8º corredor.
El presidente Bush hijo y su vicepresidente Dick Cheney, convencidos de que la escasez de hidrocarburos estaba a punto de empezar, iniciaron una guerra cuyo objetivo ya no era apoderarse del oro negro sino controlar la producción y el mercado. Volviendo a la teoría maltusiana del fin inminente de esas fuentes de energía, lo que querían era estar en posición de determinar qué países tendrían derecho a comprar hidrocarburos para garantizar la vida de su población.
El presidente Barack Obama aprovechó la oportunidad que le ofrecían el gas y petróleo de esquistos en suelo estadounidense y decidió favorecer su extracción, esperando sacar así su país de la maldición maltusiana.
El presidente Donald Trump llega al poder en momentos en que Estados Unidos se ha convertido en primer productor mundial de hidrocarburos y decide modificar la estrategia estadounidense.
La
política de Donald Trump
Cuando el presidente Trump designó como
director de la CIA al representante de Kansas Mike Pompeo, creímos que
aquella nominación inesperada se debía a las pocas posibilidades que tenía
el nuevo presidente de encontrar aliados en el Partido Republicano, que él
acababa de tomar por asalto. Olvidábamos entonces que, desde 2006
hasta 2010, Pompeo había dirigido la empresa Sentry International,
fabricante de equipamiento para la extracción de petróleo. Pompeo es, por ende,
un conocedor del funcionamiento del mundo del petróleo y uno de sus actores a escala
mundial. Simultáneamente, el presidente Trump nombraba secretario de Estado
a Rex Tillerson, patrón de ExxonMobil. Teníamos que haber vislumbrado entonces
que la política energética estaba llamada a ser primordial en la acción de
la nueva administración.
Por supuesto, hoy es imposible hacer un
balance del trabajo de Mike Pompeo a la cabeza de la CIA. Pero sí es posible
pensar que sus objetivos de entonces no están lejos de los que
persigue ahora. En todo caso, Pompeo acaba de revelar estos últimos.
Daniel Yergin, reconocido especialista en
el mercado de los hidrocarburos, creó una empresa de consejería que organiza
anualmente un encuentro internacional sobre la evolución de la situación en
ese mercado. El encuentro de 2019 –CERAweek, realizado en Houston del
9 al 13 de marzo– fue la reunión internacional sobre los hidrocarburos más
importante realizada en toda la historia ya que participaron los
dirigentes ejecutivos de las principales compañías de 78 países que se dedican
a esa actividad. El momento principal del encuentro fue la intervención
de Mike Pompeo. A todos se les había advertido que su discurso
tendría gran importancia y fue el único momento en que la inmensa sala desbordó
de público.
Después de saludar a sus colegas,
Mike Pompeo expresó satisfacción por los increíbles resultados de la industria
petrolera estadounidense que, en 6 años, se ha convertido en la primera productora
del mundo gracias a las nuevas técnicas de extracción de petróleo y gas de
esquistos. Anunció después que ha creado en el Departamento de Estado un
buró especial para la gestión de los recursos energéticos.
En lo adelante, es con Mike Pompeo con quien tendrán que tratar los patrones
de las empresas estadounidenses especializadas en hidrocarburos y la misión
de Pompeo consiste en ayudarlos a conquistar mercados en el extranjero. A cambio
de esa ayuda, esas empresas tendrán que ayudar a que Estados Unidos
pueda concretar su política energética.
Esa política consistirá simultáneamente en
producir el máximo posible en Estados Unidos y agotar una parte de la
oferta mundial para equilibrar el mercado. Sólo así podrá
Estados Unidos vender su gas y su petróleo de esquistos, cuya producción
resulta particularmente onerosa.
Según la doctrina Pompeo, no es
conveniente reducir la producción mundial al nivel de la demanda
instaurando cuotas de producción, como hace la OPEP+ desde hace 2 años,
sino cerrando las puertas del mercado a varios grandes exportadores –Irán,
Venezuela y Siria– cuyas gigantescas reservas han sido descubiertas
recientemente y todavía no han entrado en fase de explotación.
Así que Estados Unidos sacará de
la gaveta el proyecto de ley NOPEC (No Oil Producing and Exporting
Cartels Act). Ese proyecto de ley, con gran cantidad de variantes
presentadas al Congreso desde hace 2 décadas, apunta a la supresión
de la inmunidad soberana que los países de la OPEP invocan para agruparse
como cártel, a pesar de las leyes anti-trust estadounidenses. La adopción
de una ley NOPEC permitiría llevar ante los tribunales estadounidenses a las compañías
petroleras de todos los países agrupados en la OPEP+, aunque hayan sido nacionalizadas,
por haber utilizado su posición dominante en el mercado para favorecer el alza
de los precios.
Hay otro elemento fundamental a tener
en cuenta. Desde finales de 2017, Rusia se asoció a la OPEP
para obtener un alza de precios y aceptó disminuir su producción para
alcanzar ese objetivo. Algo indispensable para Rusia, sobre todo
porque su economía está sufriendo las consecuencias de las sanciones
occidentales y porque sus exportaciones de hidrocarburos son –junto a las
ventas de armas– su principal fuente de ingresos. Por consiguiente, en la
actual situación, los intereses de Moscú coinciden con los de Washington:
no inundar el mercado. Es por eso que Rusia no hace
nada por ayudar a que Irán exporte su petróleo, como tampoco ha
iniciado aún la explotación de las zonas cuyo monopolio está en manos
de compañías estatales rusas en Siria. Por esa misma razón, Rusia
tampoco ayudará a Venezuela a exportar su petróleo.
Rusia salvó a Siria de los mercenarios
yihadistas de la OTAN, sin comprometerse a ir más lejos. Ahora
es testigo pasivo del lento derrumbe de ese país, otrora próspero,
cuya situación, sin llegar a la hambruna que ya asola Yemen, ha
tomado inexorablemente ese camino.
La diferencia entre Rusia y Estados Unidos
es que Washington no sólo quiere estabilizar la oferta mundial de hidrocarburos
sino también determinar hacia dónde fluyen. De ahí las presiones que Washington
ejerce simultáneamente sobre la Unión Europea y, por separado, sobre
cada uno de sus países miembros para detener la construcción del
gasoducto Nord Stream 2. Su objetivo es impedir que la Unión
Europea utilice los hidrocarburos rusos. Si Estados Unidos lograse
alcanzar ese objetivo, Rusia desviaría el flujo de sus hidrocarburos hacia
China, que no podría pagar los mismos precios.
Para responder a las demandas de la Unión
Europea, Estados Unidos está construyendo en varios de sus países grandes
puertos capaces de recibir el gas de esquistos estadounidense. Mientras tanto,
Rusia acelera la construcción de otro gasoducto, el Turkish Stream
que sería otra vía más para hacer llegar su gas a la Unión Europea.
Por otro lado, el Departamento del Tesoro
de Estados Unidos está bloqueando todas las posibilidades de transporte
de petróleo iraní o venezolano hacia Siria. Los datos que maneja
el Departamento del Tesoro demuestran que la CIA comenzó a observar
ese comercio desde la elección misma de Donald Trump, incluso durante el
periodo de transición entre la administración Obama y la suya, lo cual
confirma que la política de la administración actual gira alrededor de la cuestión
energética.
En la medida en que Siria no está en condiciones
de explotar por sí misma sus reservas y en que Rusia deja pasar el tiempo,
la actitud de la Casa Blanca hacia Siria es diferente. Allí se trata
de impedir la reconstrucción y de hacerle la vida imposible al pueblo sirio. Así que
la CIA está empeñada en una intensa labor de sabotaje contra todo
aprovisionamiento energético destinado a Siria. Por ejemplo, ya
en este momento la mayoría de la población siria no tiene gas
para la calefacción ni para cocinar y, en febrero, un tanquero turco
cargado con combustible iraní para Siria estalló frente al litoral sirio,
cerca de Latakia. El incidente, probablemente un sabotaje, provocó
la muerte de toda la tripulación y una marea negra que no se ha
mencionado en ningún medio de la prensa occidental.
Estimando que el Hezbollah participa en el
gobierno libanés para servir los intereses iraníes, la administración
estadounidense ha incluido el Líbano en su prohibición de exportar hidrocarburos.
Durante su reciente estancia en ese país, Pompeo trató de imponer una
delimitación de las aguas territoriales que pondría las reservas libanesas de
hidrocarburos bajo control de Israel.
En Latinoamérica, donde Venezuela envía
petróleo a Cuba a cambio de la participación de los médicos cubanos
en la atención a la población, el Departamento del Tesoro de Estados Unidos
ha anunciado la adopción de sanciones contra toda empresa que participe en las
entregas de petróleo venezolano a Cuba, medida que Washington justifica
atribuyendo a los militares cubanos el respaldo de la Fuerza Armada
Nacional Bolivariana al presidente constitucional Nicolás Maduro.
Las
evoluciones previsibles
Por el momento, la única posibilidad de
éxito de la política de Donald Trump depende de que su administración
logre reducir la demanda de hidrocarburos en su propio país. Hasta ahora, Estados Unidos
destinaba los hidrocarburos principalmente a alimentar los automóviles,
lo cual explica el desarrollo de una serie de proyectos para la
concepción de automóviles eléctricos. Para Estados Unidos consumir petróleo
para producir electricidad es mucho más rentable que utilizar el combustible
directamente en los automóviles. Además, la electricidad puede obtenerse de diversas
fuentes, en territorio estadounidense, a bajo costo y a precios estables.
Es importante precisar que el desarrollo
de automóviles eléctricos no tiene nada que ver con los ideales
sobre la necesidad de reducir las emisiones de CO2 (dióxido de carbono) para
evitar el calentamiento global. En primer lugar, la fabricación
de baterías puede ocasionar importantes emisiones de CO2, además de que
la generación de electricidad puede ser una fuente de emisiones de CO2 mucho más
significativa que el petróleo si la electricidad se obtiene a partir
del carbón, como en Alemania y China.
En todo caso, el consumo de petróleo
también evoluciona. A escala mundial, el destino del petróleo ya no es
principalmente el sector del transporte sino la fabricación de plástico.
Estados Unidos no permitirá que Irán,
Venezuela y Siria exporten sus hidrocarburos hasta el año 2023 o el
2024, cuando su propia producción de hidrocarburos de esquistos comenzará a
disminuir rápidamente, según la Agencia Internacional de la Energía (AIE).
Cuando llegue ese momento, volverá a cambiar todo el tablero geopolítico.