www.religiondigital.org / 04.04.2019
Yo supongo que la firmeza, la insistencia
y hasta la agresividad, con que no pocos “hombres de iglesia” se oponen y hasta
se enfrentan a las personas homosexuales, es una forma de pensar y de actuar
que quienes se comportan así, no han pensado suficientemente el daño que le
hacen a muchos seres humanos y, con demasiada frecuencia, también a la iglesia
católica.
Digo que les hacen daño a muchos seres
humanos por la sencilla razón de que, en la sociedad en que vivimos, existe una
mentalidad, bastante extendida, que ve en la homosexualidad una “perversión” o
una “enfermedad”. Y ambas cosas relacionadas –sobre todo entre gente “chapada a
la antigua”– como algo degradante, humillante y despreciable. Calificativos que
destrozan, en su intimidad, a quienes los tienen que soportar.
Condenar
a una persona, una canallada
Este destrozo se produce, sobre todo,
porque el individuo, que se ve calificado como un “maricón” (o “maricona”), si
es que quiere verse respetado y apreciado, no tiene más remedio que ocultar su
propia identidad. Es decir, tiene que pasarse la vida entera fingiendo,
ocultando y, en algunos casos (según las circunstancias y la manera de ser de
cada cual), hasta mintiendo. Con la confusión, la oscuridad, las dudas y el
desagradable sentimiento de verse rechazado e incluso despreciado hasta límites
y en condiciones que seguramente no imaginamos. Evidentemente, es una
“canallada” condenar a una persona a que viva así. Y bien sabe Dios que la
religión y muchos de sus funcionarios tienen bastante responsabilidad en que
las cosas estén como están, en lo que respecta a este problema.
Las personas que van por la vida empeñados
en “curar” o “corregir” a los homosexuales deberían pensar en serio que,
seguramente, quienes más necesitan curarse o corregirse son ellos mismos. De
forma que, en vez de mandar a los otros al psiquiatra, tendrían que ser ellos
los primeros en ir para que el psiquiatra los cure.
Porque, en realidad, el más desquiciado es
el que emite un juicio negativo y dañino sobre seres humanos, que se tendría
que emitir igualmente sobre los monos, los leones, las mariposas, el puerco
espín y una notable variedad de especies animales, de las que se sabe con
seguridad que viven con toda naturalidad lo mismo la heterosexualidad que la
homosexualidad. Esto está estudiado al detalle. Y ha sido bien explicado por
los especialistas más eminentes.
La
sexualidad es variable
Sin duda alguna, la sexualidad es variable
y se concreta en modalidades distintas, que, si se da y se reproduce, tanto en
seres humanos como en otras especies de animales vivientes, lo más lógico es
pensar que esta experiencia fundamental se puede vivir en concreciones y
experiencias distintas. Si la naturaleza nos ha hecho así a los seres
vivientes, respetemos la realidad tal cual es.
¿Cómo es posible que, sabiendo esto, haya
gente tan trastornada que se obsesiona con la idea de que lo más urgente, en
este momento, es curar a las personas homosexuales? ¿No se han enterado todavía
que no es lo mismo la “sexualidad” que la “genitalidad”? Si no saben estas
cosas tan elementales, ¿cómo se ponen a “pontificar”, aprobando a unos o
rechazando a otros, sin saber lo que dicen?
Lo indignante es que ahora haya en la
iglesia católica no pocos clérigos que se parten la cara por limpiar la
sociedad de homosexuales, al tiempo que se callan ante los corruptos, los
embusteros y los que descaradamente nos quieren imponer una sociedad en la que
unos pocos potentados se impongan a millones de criaturas que no pueden tirar
de la vida ante tantas injusticias como las que estamos viviendo. Y hasta
parece que hoy quieren seguir haciendo lo que se ha hecho hasta ahora, aunque
sea de forma más disimulada y hasta con buenas apariencias.