José M. Castillo S.
www.religiondigital.com / 071018
Entiendo por "humano" lo propio
y específico de los seres vivientes que pertenecemos a la condición o categoría
del "Homo Sapiens". Dicho esto, de manera tan genérica y superficial,
en nuestra cultura se suele pensar y decir que, por encima de "lo
humano", está "lo divino". Y, por debajo de "lo
humano", está "lo inhumano", lo meramente instintivo o animal.
Esto supuesto, lo que quiero decir, en
esta breve reflexión, es que lo
más necesario y lo más urgente, que todos tenemos que afrontar, es centrar y
concentrar nuestro mayor interés y nuestros mejores esfuerzos en recuperar
"lo humano". Y en luchar, con todas nuestras posibilidades, contra
todo "lo inhumano", que nos deshumaniza en cuanto nos descuidamos.
Más aún, a todo lo anterior, añado una
tarea que, en no pocos casos, es la más complicada y seguramente la más urgente
que nos acucia. Me refiero a "lo divino", que, en no pocos ámbitos de
la vida, es lo más complicado de todo. Porque, con la gloria y grandeza que le
corresponde, por ser "lo divino", lo más grande y sublime, por eso mismo
es lo que más nos puede engañar.
Confieso que, desde hace algunos años,
estas cuestiones - aparentemente tan elementales - son las cuestiones que más
me preocupan en la vida. Porque, empezando por abajo, lo que yo veo y palpo
cada día es que "lo
inhumano" se ha hecho el dueño de nuestra sociedad. La pasión por el poder
y la pasión por el dinero nos deshumanizan y nos tratan sin piedad. De ahí, la
deshumanización de la política y la deshumanización de la economía.
Aunque nos presenten estas dos deshumanizaciones como ciencias y saberes de una
enorme complejidad o como cosas de las que no entendemos los profanos en esos
ámbitos de saberes tan avanzados.
Maldita sea la hora en que inventaron el
complicado saber del capitalismo, que, a fin de cuentas, lo que está
consiguiendo es que la riqueza se concentre cada día en menos capitalistas
desvergonzados, al tiempo que cada día se mueren de hambre y miseria miles de
criaturas. Como también sea maldita la hora en que inventaron las ciencias
políticas, sus técnicas y sus procedimientos, que nos han llevado a casi todos
a depender de los más canallas y de los más corruptos.
Y si de lo más bajo, "lo
inhumano", saltamos a lo más alto, "lo divino", entonces me
quedo más perplejo. Y, por supuesto, bastante más preocupado. No porque yo no
crea en "lo divino", sino porque entre "lo divino" y "lo humano" se ha
interpuesto "lo religioso". Y la Religión, ya lo sabemos, puede (y
suele) ser manipulada de forma que, ni el que la manipula, se da cuenta o es
consciente de lo que está haciendo.
Pero bien puede suceder (y sucede) que los
"hombres de la religión" se sirven de "lo divino", no digo
ya para manipular "lo humano", sino para conseguir cosas mucho más
feas, turbias y sucias. Hasta alcanzar, con el instrumental de la Religión,
"lo más inhumano": el poder y el dinero, el estatus social de la
dignidad y sobre todo la "seguridad" que pocos grupos humanos pueden
alcanzar.
Así las cosas, lo más genial que ofrece el
cristianismo es que tiene su centro y su clave de explicación en que Dios
mismo, para traer al mundo la esperanza y la salvación, se ha
"humanizado" (Flp 2, 6-8). De forma que, por eso, Jesús es "la
humanización de Dios" (Jn 14, 9-11). Y el Evangelio es la recopilación de relatos que nos
resumen y explican cómo, siendo profundamente humanos, es como los
"seguidores de Jesús" podemos (y debemos) buscar y encontrar a Dios
(Mt 25, 31-46).
Los cristianos tendríamos que asumir, con
más claridad, vigor y firmeza, que la teología cristiana no nos ha hecho caer
en la cuenta debidamente de una cosa que es fundamental: la Iglesia le ha
dado (y le sigue dando) más importancia a la Religión que al Evangelio. No olvidemos que fue la
Religión la que mató a Jesús. Porque Jesús le dio más importancia a "lo
humano" que a "lo religioso".
En la "teología
narrativa" de los
evangelios, lo que queda más claro y patente es esto: siempre que Jesús se
encontró ante la disyuntiva de remediar el "sufrimiento humano" o
someterse a la "observancia religiosa", no lo dudó ni un instante, lo
primero fue siempre dar vida, aliviar el dolor, devolver la dignidad y sus
derechos a los seres humanos. La cosa está clara: encontramos a Dios en la medida en que nos hacemos profundamente
humanos. Sólo así podremos ser
auténticamente "divinos".