José María Castillo
www.religiondigital.com / 071118
Religión Digital ha publicado recientemente una
declaración en la que defiende que "informar de los abusos del
clero no es traicionar a la iglesia católica". Cuando he leído esta
declaración, lo primero que se me ocurre decir es que estoy completamente de
acuerdo con lo que afirma la dirección de RD en esta declaración. El
"clero" tiene siempre el peligro de incurrir en el
"clericalismo", que, como indica el Diccionario de la RAE, es la
"intervención excesiva del clero en la vida de la iglesia, que impide el
ejercicio de los derechos a los demás miembros del pueblo de Dios".
Esto justamente es lo que estamos viendo,
viviendo y soportando en la iglesia. En cada parroquia, en cada diócesis y en
la iglesia universal, son los obispos y los sacerdotes los que deciden e
imponen a los fieles lo que hay que pensar y lo que hay que hacer (en cuanto se
refiere al bien y al mal). Y bien sabemos que los "hombres de la
religión" se ven a sí mismos dotados del poder y del derecho de decidir
hasta lo más íntimo de cada ser humano, en su conciencia, en esa profundidad
que cada cual vive en lo más hondo de sí mismo. Allí donde cada ser humano se
ve como una buena persona o, por el contrario, como un perdido o incluso como
un canalla.
Es verdad que mucha gente no le hace caso
a nada de esto. Y bien sabemos que, de día en día, aumenta el número de
ciudadanos que mandan a los curas a tomar viento. Pero también es cierto que
los obispos y clérigos en general siguen teniendo el poder de orientar casi
todo lo que se refiere a la religión como a ellos les conviene. Y esto, amigos
lectores, sigue siendo un poder muy fuerte. Porque es un poder determinante en
el tejido social de un pueblo, de un país, de una nación. Bien sea por lo que
la iglesia dice, o quizás -peor aún- por lo que la iglesia se calla. En España,
se habla ahora mucho de política y de corrupción, de la economía y del paro, de
la justicia y de los bancos, de la sexualidad y de los mil problemas que eso
acarrea, de la violencia, de la crispación política y del odio, del separatismo
y de tantas otras cosas que a todos nos interesan y nos preocupan.
Yo me pregunto muchas veces: ¿por qué los
obispos y los curas se callan en casi todos estos asuntos, que son los que de
verdad preocupan a la gente?
El silencio del clero, en los problemas
que de verdad preocupan a la gente, está en un asunto mucho más serio y más
profundo. La iglesia tiene su origen en Jesús de Nazaret. Pero Jesús no fundó
una religión. ¿Cómo iba a fundar una religión un hombre que fue perseguido,
condenado y asesinado por la religión? No. Jesús
vivió y nos dejó el Evangelio, que es el "proyecto de vida" de los
que "siguen" a Jesús. Y si es que asumimos el Evangelio como
nuestro "proyecto de vida", no podemos callarnos ante lo que estamos
viendo y viviendo.
Si los cristianos tomamos en serio el
Evangelio, hasta jugarnos nuestra propia "seguridad" -como hizo el
propio Jesús, ni más ni menos- entonces veremos y palparemos que el
"criterio de la autenticidad cristiana es la peligrosidad liberadora"
(J. B. Metz).