www.publico.es / 24-08-18
La noticia de la ejecución de la activista
Esra al Ghamgham afortunadamente fue falsa. Si la intención de quien la lanzó
fue “erosionar la imagen” del régimen de Al-Saud, bastaba sólo con reflejar la
realidad de la sociedad que ha creado con los parámetros de la Edad Media. Las
noticias hay que contrastarlas, vengan de donde vengan. De hecho, los grupos
feministas de Oriente Próximo (¡y no los confundan con las llamadas “feministas
islámicas”, portavoces del tramposo oscurantismo feminizado!), no la
dieron.
A la medida que se intensifica la lucha
por el progreso de la sociedad civil del Reino de Arabia (denominación
utilizada por las fuerzas progresistas de este país que así eliminan el
apellido de la tribu que se ha apoderado del estado), aumenta la represión del
régimen que además de fundamentalista, es de extrema derecha. Según la
organización pro derechos humanos Reprieve, la tasa de ejecución en Arabia se
ha duplicado desde el ascenso del príncipe Mohammed bin Salman, el Trump saudí, en junio del 2017. Además de comprar el
silencio de la prensa occidental sobre la guerra de Yemen, Mohammed “ha vendido” Jerusalén a EEUU, traicionando
a los palestinos, ha patrocinado a los grupos terroristas, y no ha dudado en
utilizar métodos de mafia secuestrando a los jeques millonarios para exigirles el rescate. ¿Cuánto
y a quiénes pagó el reino para que le integraran en la Comisión de la Condición
Jurídica de la Mujer de la ONU, para (¡agárrense!) “promocionar la
participación igual de las mujeres en asuntos políticos y públicos: ¡Un zorro
en el gallinero!
Ersa que fue detenida en 2015 junto con su
esposo Moussa al-Hashem y otras siete personas en la región Qatif, se encuentra
bajo la custodia de la temible policía política saudí (que suele utilizar
torturas para conseguir “confesiones” de autoculpabilidad), y sus vidas siguen
en peligro. El Tribunal Penal Especializado (SCC), creado en 2008 para juzgar
casos del terrorismo, ha solicitado la pena de muerte para todas y sus destinos
se decidirán los próximos meses. El SCC sentenció a muerte al aspirante de ser el Jomeini de Arabia, el clérigo chiíta, Nimr al-Nimr en 2016 y
otros siete compañeros suyos. Al ser una dictadura que prohíbe cualquier
formación política y civil secular, las únicas alternativas que se presentan (y sin que realmente la fuesen) son religiosas.
La región petrolífera de Qatif, que
alberga la principal refinería y también la terminal de exportación del país y
por la desgracia de al-Saud es de mayoría chiita, vive continuas protestas
sociales desde 1979 y su militarización no ha hecho más que aumentar la
tensión. La discriminación por pertenecer a una minoría religiosa junto con las
deficiencias en las infraestructurales y los servicios básicos fueron motivos
del levantamiento popular en el marco de las primaveras árabes del 2011,
duramente reprimido. En el mayo del 2017, la policía mató por disparos a un
niño y un hombre paquistaní durante una manifestación.
Aunque Riad ha ratificado la Carta Árabe
de Derechos Humanos del 1994, que
propone la pena capital solo en caso de “crímenes más graves” o “circunstancias
excepcionales”, la aplica para numerosos “delitos” no violentos que incluyen el
activismo político, tráfico de droga, adulterio, homosexualidad, renegar del
islam (como el caso del poeta palestino Ashraf Fayadh), e incluso brujería, a
pesar de que es la Biblia que la condena a muerte (“A la hechicera no dejarás
que viva”, Éxodo 22:18), no el Corán.
La clase burguesa de los países
dictatoriales, por su propio bien e interés, deberían recibir cursos de sus
colegas europeos de cómo mantener e incluso ampliar su poder sin recurrir a esa
desmesurada brutalidad.
El
estatus de subgénero de la mujer
El 19 de mayo pasado, sólo un mes después
de que a bombo y platillo se anunció que las mujeres ya tenían derecho a
conducir, el régimen detuvo a varias feministas, entre ellas Iman al Nafyan,
Luyain al Hazlul, Aziza al-Yousef, y Aisha al-Manea, acusándolas de “conspiración
contra el Estado”, o sea, contra la familia gobernante. Su objetivo no es otro
que silenciar la voz de quienes exigen la abolición del sistema de “tutela” que
considera a las mujeres como seres con discapacidad mental necesitada del permiso de
un wali (tutor varón): aunque pueda conducir un Ferrari o pilotar un avión,
para salir de casa debe tener la autorización de un hombre. ¿En qué mundo
viven? ¡Hace 55 años, la soviética Valentina Tereshkova pilotó la nave Vostok 6
para ir a dar un paseo por el espacio, y hoy se ofrece para viajar al Marte!
¿Estos señores realmente piensan que son más inteligentes y capaces que Angela
Merkel, por ejemplo, quien dirige uno de los países más poderoso del planeta
desde el 2005? Mientras consideran “progreso” sexualizar las olimpiadas del Río
del 2016, permitiendo la participación de sus atletas siempre que estén
totalmente tapadas, e incluso proponen el regreso de la Edad Media con unos
Juegos Olímpicos sin mujeres, desconocen que hace 82 años España y Europa
Occidental tuvieron su primera mujer ministra, la anarquista Federica Montseny.
En el Reino de Arabia, aunque usted sea
una científica divorciada de 50 años debe tener el permiso de su hijo de 16
para hospedar en un hotel, viajar, tener pasaporte o casarse. Es más: si le
detienen, tras cumplir su condena, si su maldito “tutor” no va a recogerla,
seguirá en la cárcel: ¡Una mujer ‘suelta’ provoca “fitna” (caos) social,
poniendo patas arriba el orden cósmico! ¡Cuánta perversión enfermiza en esta
mirada sexual a la mujer y al hombre! Y encima obligan a las mujeres llevar el velo y oscuro porque ellas
“representan la tenebrosidad de los deseos”, y ellos que se visten de blanco,
son la manifestación de la Luz. El control sobre la mitad de la población,
utilizando además el terror, es una estrategia política: será más fácil dominar
a la otra mitad, los hombres. La mayoría de los edificios públicos, incluidas
oficinas, bancos y universidades, transporte público, parques y playa tienen
entradas separadas para los diferentes sexos.
Desde la cuna hasta la tumba, la mujer no
puede decidir su vida, y pasa de ser la propiedad de un hombre a otro: es,
curiosamente, la misma imagen de las bodas semíticas en la que el padre
“entrega” a su hija a su nuevo vigilante, quien puede repudiarla cuando le apetezca,
mientras ella para librarse de él debe alegar un motivo “razonable” para el
juez religioso. Y si tienen hijos, la madre es una simple portadora (hameléh)
de niños engendrados por él, y nunca la tutora natural ni legal de sus vástagos:
en determinados casos sólo podrá tener la custodia. De hecho, en los documentos
de identidad no hay ninguna referencia a la madre, y el titular ha nacido sólo
del padre: ¡cosas de la naturaleza!
No hay ninguna reforma real en este capitalismo religioso que mejore la situación de las
mujeres: el Príncipe Heredero del régimen más misógino del mundo sólo está
utilizando la “carta de mujer” en sus jugadas políticas, mientras está
aumentando la represión social contra un pueblo que ya se rebela. A falta de
una estructura democrática del poder, cualquier reforma o conquistas del pueblo
podrá ser revertidas fácilmente. Es imposible la igualdad de los ciudadanos y
la justicia social bajo un sistema teocrático aunque Fátima Mernissi afirme lo
contrario.
Seguimos pidiendo la liberación inmediata
e incondicional de mujeres y hombres activistas del Reino de Arabia. Aún
estamos a tiempo para parar la espada de los verdugos.