Nazanin Armanian
www.publico.es / 010218
Desde que Donald Trump ha ocupado la Casa
Blanca se han disparado el número de atentados en Afganistán, que además se
distinguen de los anteriores por su magnitud. Llevan la marca del Estado
Islámico (EI), que no de los talibanes. Sólo en los últimos tres meses, cerca
de mil afganos han sido víctimas del terrorismo en este desolado país. El EI
extiende el arco de la crisis regional a Asia Central, zona de influencia
de China, Irán, Rusia e India. Los afganos, atrapados entre el fuego cruzado de
la OTAN, los talibanes, Al Qaeda (ahora bajo el mando de Hamza Bin Laden) y el
Estado Islámico, no paran de
huir del país.
Trump, que (al igual que
Obama) mintió al prometer la retirada de las tropas de Afganistán,
ha diseñado una plan para “ganar la guerra” y desatascar la situación en la que
se han quedado las tropas, sin siquiera reunirse con el general John Nikolon,
jefe de la OTAN en este país.
La
estrategia de Trump para Afganistán
En Afganistán, EEUU se enfrenta con dos
principales problemas:
+ Que Pakistán, el guardián de los
intereses de EEUU en Asia central, se ha
acercado a China, cambiando drásticamente el equilibrio de las
fuerzas en la región.
+ Que los Talibán se han escapado del
control del Gobierno pakistaní, dividiéndose en varios grupos con vida propia.
Sin embargo, las medidas propuestas por
Trump y sus generales son simplemente suicidas:
-“Ganar la guerra” enviando a otros 4.000
soldados. ¿Conseguirán los
objetivos de la ocupación del país, que no se logró con 200.000
efectivos de la OTAN durante 16 años, y gastar 35.000 millones al año?
EEUU, a pesar de su contundente presencia militar y de tener al Gobierno de
Kabul de su lado, no ha podido contener la creciente influencia de China,
Rusia, Irán, Pakistán e India en Afganistán, su colonia desde el 2001.
-Conquistar un mayor territorio del país,
como la nueva misión de las tropas.
-Presionar al Ejército afgano para que
obre con mayor eficacia. EEUU ha invertido 25.000 millones de dólares en la
formación de las tropas afganas, pero miles de soldados han desertado, o han
ingresado en las filas talibanes, o han vendido sus armas en el mercado negro.
-Incrementar el poder del Pentágono en
Afganistán y darles más autonomía en la toma de decisiones, en perjuicio de la
diplomacia, la política y los derechos humanos de los afganos.
-Incitar a una guerra sunnita-chiita en
Afganistán (como lo ha hecho en Irak), echando mano a los wahabitas del EI para
convertir la guerra imperialista en una civil. Cerca del 20% de la población
afgana es chiita.
-Aumentar la producción de opio y heroína,
con cuyas ganancias además financia a los grupos terroristas, siguiendo el
modelo que ha aplicado en América Latina, como con la Contra.
-Centrarse en la ocupación militar de más
provincias del país, en vez de desarrollar la democracia y de hacer mejoras
económicas y sociales en Afganistán, imposibilitando el surgimiento del
terrorismo, como era el enfoque de Obama. EEUU y los yihadistas han
desmantelado el Estado en Afganistán, convirtiéndolo en un territorio sin ley.
-Organizar un golpe de Estado militar en
caso de que el actual Gobierno de Kabul, de gánsters y señores de la guerra,
siga perdiendo territorio frente a los opositores armados, que controlan cerca
del 70% del país.
-Reducir el papel del Gobierno afgano en
favor del poder de los generales del Pentágono. El director del grupo
mercenario Blackwater, Erik Pance, y el multimillonario inversor Stephen
Feinberg se han reunido con Trump para convencerle de las bondades de la
privatización de esta guerra.
-Debilitar a los talibanes y fortalecer al
EI, ya que a la CIA le resulta más fácil controlar el ejército
multiétnico y multilingüístico de mercenarios del EI que a los cohesionados
talibanes pashtunes, que reciben apoyo de los servicios de inteligencia
pakistaní. Dividir tanto sus filas como el territorio afgano están también en
la agenda del Pentágono. Sus aviones bombardean las localidades de los
talibanes, permitiendo que el EI llene el vacío que dejan. Este grupo ha
reclamado la ejecución de al menos diez líderes talibanes en Nangarhar.
-Empezar a explotar los recursos naturales
afganos, facilitando la entrada de las compañías estadounidenses para extraer
minerales como hierro, cobre, zinc, oro, plata y, sobre todo, litio, cuyo valor
alcanza el billón de dólares. China necesita este metal para seguir siendo la
mayor fabricante de coches eléctricos del mundo. Preguntó el presidente afgano
Ashraf Ghani a EEUU: “¿Por qué las empresas estadounidenses no están aquí
en lugar de las chinas? ¡Estamos sentados sobre un tesoro!”. Pobre el
presidente de Alemania Horst Köhler, que al decir que las tropas alemanas
estaban en Afganistán para “proteger los intereses económicos alemanes” (que no
luchar contra el terrorismo y salvar a la humanidad) tuvo que dimitir.
En julio pasado, Trump se reunió con
Michael Silver, director de la compañía American Elements, especialista en
tierras raras, y con Stephen A. Fienberg, presidente de DynCorp International,
una de las mayores empresas privadas militares en el mundo (que al igual que
Blackwater está acusada de violaciones de derechos humanos), para estudiar las
fórmulas de proporcionar seguridad a las empresas mineras que pretenden
trabajar en las regiones controladas por los yihadistas.
-Castigar a Pakistán por engañarle. Trump
afirma que, a pesar de percibir una ayuda de 33.000 millones de dólares durante
los últimos 15 años para luchar contra el terrorismo, Islamabad ha sido desleal
con EEUU. En su visita al país centroasiático el octubre pasado, Rex Tillerson
se reunió con los militares, expertos en hacer golpes de Estado, en vez de con
su homólogo. El padre espiritual de los talibanes, Molana Samialhagh, ha
exigido al Gobierno una contundente respuesta a las amenazas de Trump.
-Posible invasión a Pakistán para,
supuestamente, destruir los refugios de los talibanes, aunque sus objetivos reales son otros:
1. Impedir que Pakistán se convierta en un
aliado de China. Pekín ha invertido 74.000 millones de dólares en el Proyecto de
la Nueva Ruta de la Seda del puerto de Gwadar y un corredor comercial que une
China al Golfo Pérsico, como una pieza más del collar de
perla marítimo que rompería un posible bloqueo en el Mar de China
Oriental por EEUU. Además, es el primer socio comercial de Pakistán, le
suministra armas y le vende instalaciones nucleares.
3. Influir sobre la lucha entre la élite
religiosa que intenta crear un verdadero estado islámico en Pakistán y la
laica, que prefiere una relación con Occidente y China antes que con Arabia
Saudí o Irán. En ambos grupos hay posturas a favor y en contra del
imperialismo, como la Liga Musulmana, que considera a EEUU garante de la
soberanía de Pakistán frente a la India. A Islamabad le resultará difícil
librarse de las injerencias de Washington, sobre todo debido a la infiltración
de los agentes de la CIA en los servicios de inteligencia pakistaní desde el
inicio de la lucha contra el terrorismo.
4. Facilitar la influencia de la India en
Afganistán, para de este modo contener a Pakistán, impulsando una carrera
armamentística entre India y China, evitando la formación de Chindia, una
alianza entre los dos gigantes. Afganistán podrá ser un pantano-trampa para
India, como lo ha
sido Siria para Turquía.
5. Ocupar militarmente la frontera de
Durand, que separa Afganistán de Pakistán y así reducir la dependencia de las
tropas pakistaníes.
6. Crear un Talibistán, una zona autónoma
de facto en la zona de la etnia pashtun de Pakistán, alegando la incapacidad de
Islamabad para salvar el mundo del terrorismo.
Los resultados de la estrategia de Trump
no serán otros que:
-Propagar la guerra y la destrucción de la
vida de los afganos, a beneficio de las compañías de armas como Boeing,
Lockheed Martin o General Motors, que ya han recibido un encargo de fabricar
11.000 tanques a cambio de 2.000 millones de dólares.
-Hundir en el caos y en la inseguridad el
patio trasero de Irán, China y Rusia, y así desgastar sus fuerzas e incrementar
el costo de sus crecimientos económicos. Han paralizado la extracción de cobre
de la mina de Aynak (valorado en 90.000 millones de dólares), bajo el control
talibán en la provincia de Logar. Los yihadistas asesinaron en 2008 y en 2013 a
sus gobernadores, Abdullah Wardak y Arsala Jamal. En las provincias
petrolíferas de Sar-i-Pul y Faryab también fueron asesinados varios
trabajadores chinos.
***
Afganistán es el país más estratégico del
mundo para la OTAN: le ofrece una ventaja geopolítica única sobre China, Rusia,
India e Irán, siendo la plataforma para aplicar la doctrina Wolfowitz, que
propone prevenir el surgimiento de un poder regional o global que pueda
cuestionar la hegemonía de EEUU. El tiempo dirá cómo podrá hacerlo desde
Afganistán, rodeado de cuatro potencias nucleares con ambiciones regionales.
Los
intereses de EEUU en Afganistán van en dirección contraria de la paz y la
estabilidad de este país.