Emir Sader
www.alainet.org / 131117
Los mal llamados
paraísos fiscales funcionan como prostíbulos del capitalismo. Se hacen allí los
negocios turbios, que no pueden ser confesados públicamente, pero que son indispensables
para el funcionamiento del sistema. Como los prostíbulos en la sociedad
tradicional.
A medida que se
acumulan las denuncias y las listas de los personajes y empresas que tienen
cuentas en esos lugares, nos damos cuenta del papel central y no solo marginal
que ellos tienen en la economía mundial. “No se trata de ‘islas’ en el sentido
económico, sino de una red sistémica de territorios que escapan a las
jurisdicciones nacionales, permitiendo que el conjunto de los grandes flujos
financieros mundiales rehúya de sus obligaciones fiscales, escondiendo los
orígenes de los recursos o enmascarando su destino.” (A era do capital
improdutivo, Ladislau Dowbor, Ed. Autonomia Literaria, Sao Paulo, 2017, pag 83)
Todos los grandes
grupos financieros mundiales y los más grandes grupos económicos en general
tienen hoy filiales o incluso matrices en paraísos fiscales. Esa
extraterritorialidad (offshore) cubre prácticamente todas las actividades
económicas de los gigantes corporativos, constituyendo una amplia cámara
mundial de compensaciones, donde los distintos flujos financieros ingresan a la
zona del secreto, del impuesto cero o algo equivalente, y de libertad
relativamente a cualquier control efectivo.
En los paraísos
fiscales, los recursos son reconvertidos en usos diversos, repasados a empresas
con nombres y nacionalidades distintas, lavadas y formalmente limpias. No es
que todo se vuelva secreto, sino que con la fragmentación del flujo financiero
el conjunto del sistema lo vuelve opaco.
Hay iniciativas
para controlar relativamente a ese flujo monstruoso de recursos, pero el
sistema financiero es global, mientras las leyes son nacionales y no hay un
sistema de gobierno mundial. Asimismo, se puede ganar más aplicando en
productos financieros y, encima, sin pagar impuestos, es un negocio redondo.
“El sistema
offshore creció con metástasis en todo el globo, y surgió un poderoso ejército
de abogados, contadores y banqueros para hacer funcionar el sistema… En
realidad, el sistema raramente agrega algún valor. Al contrario, está
redistribuyendo la riqueza hacia arriba y los riesgos hacia abajo y generando
una nueva estufa global para el crimen.” (Treasured Islands: Uncovering the Damage of Offshore Banking and Tax
Havens, Shaxon, Nicholas. St. Martin’s Press, Nova York, 2011.
El tema de los
impuestos es central. Las ganancias son offshore, donde escapan de los
impuestos, pero los costos, el pago de los intereses, son offshore, donde son
deducidos los impuestos.
La mayor parte de
las actividades es legal. No es ilegal tener una cuenta en las Islas Caimán.
“La gran corrupción genera sus propia legalidad, que pasa por la apropiación de
la política, proceso que Shaxson llama de ‘captura del Estado’” (Dowbor, pag.
86).
Se trata de una
corrupción sistémica. La corrupción involucra a especialistas que abusan del
bien común, en secreto y con impunidad, minando las reglas y los sistemas que
promueven el interés público, en secreto y con impunidad, y minando nuestra
confianza en las reglas y sistemas existentes, intensificando la pobreza y la
desigualdad.
“La base de la ley
de las corporaciones y de las sociedades anónimas, es que el anonimato de la
propiedad y el derecho a ser tratadas como personas jurídicas, pudiendo
declarar su sede legal donde quieran e independiente del lugar efectivo de sus
actividades, tendría como contrapeso la trasparencia de las cuentas” (Dowbor,
pag. 86) Las propinas contaminan y corrompen a los gobiernos, y los paraísos
fiscales corrompen al sistema financiero global. Se ha creado un sistema que
vuelve inviable cualquier control jurídico y penal de la criminalidad bancaria.
Las corporaciones constituyen un sistema judicial paralelo que les permite
incluso procesar a los Estados, a partir de su propio aparato jurídico.
The Economist calcula
que en los paraísos fiscales se encuentran 20 trillones de dólares, ubicando a
las principales plazas financieras que dirigen estos recursos en el estado
norteamericano de Delaware y en Londres. Las islas sirven así como localización
legal y de protección en términos de jurisdicción, fiscalidad e información,
pero la gestión es realizada por los grandes bancos. Se trata de un gigantesco
drenaje que permite que los ciclos financieros queden resguardados de las
informaciones.
- Emir Sader,
sociólogo y científico político brasileño, es coordinador del Laboratorio de
Políticas Públicas de la Universidad Estadual de Rio de Janeiro (UERJ).
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