Alfredo
Jalife-Rahme
www.voltairenet.org
/ 051117
A unos días del
inicio de su trascendental gira asiática, Donald Trump felicitó en términos
ditirámbicos la asunción de Xi Jinping –entronizado supremo líder para un
segundo quinquenio en el 19º Congreso del Partido Comunista Chino (PCCh)–,
a quien aduló llamándolo "rey".
La nesciencia de
Trump es legendaria, ya que en la tradición milenaria china de más de 6 000 años
la figura de rey no existe, ya que China ha sido gobernada por mandarines y
emperadores. Según The Washington Post, Trump alabó a Xi como
"probablemente el mandatario más poderoso" que China ha tenido en un
siglo. ¿Más que Mao Zedong y Deng Xiaoping? Not yet…
Xi Jinping, a
quien bauticé como mandarín, es hoy el "emperador geoeconómico", ya
que lleva las riendas del país con el mayor producto interno bruto (PIB), en
términos de paridad de compra, de todo el planeta, en el ranking del World
Factbook de la CIA. Se proyecta que, en términos de PIB nominal, China
desbancará alrededor de 2020 tanto a la Unión Europea como a Estados Unidos,
respectivamente del primer y segundo sitiales. China ostenta hoy las mayores reservas
de divisas, con 3,1 millones de millones de dólares [1], frente a 774,900 millones de la Unión
Europea (¡cuatro veces menos!) y 117,300 millones de Estados Unidos (¡26 veces
menos!).
La revista
neoliberal global The Economist –controlada por los banqueros Rothschild– se
extravió en su interesada taxonomía en el lapso de una semana: pasó de
calificar al emperador global Xi como "el hombre más poderoso del
mundo" [2] a catalogar a Vladimir Putin como el
"nuevo zar", 100 años después de la Revolución comunista de Octubre [3]. Para The Economist, el emperador global
Xi "tiene más influencia que Donald Trump", por lo que "el mundo
debe estar cauteloso" [4], y juzga en forma negativa, por no convenir
a los intereses de la pérfida Albión, que “no hay que esperar que Xi cambie a China
o al mundo (sic), para mejor”.
The Economist
escribe que el ejército chino "palidece en comparación con el de Estados Unidos":
el problema de EE.UU., "aún el país más poderoso del mundo", es que
"su líder es más débil en el interior y menos efectivo en el
exterior", mientras que "Xi es el motor dominante del crecimiento
global". Con la Ruta de la Seda, The Economist advierte que "China
invertirá millones de millones de dólares en el exterior en líneas
ferroviarias, puertos, plantas eléctricas e infraestructura".
Lo real es que los
estrategas de Trump, tanto Henry Kissinger como Steve Bannon [5], saben que las inversiones de China en infraestructura
le van a ganar la partida en Eurasia a Estados Unidos, que carece de músculo
económico.
En el clásico
enfoque de la "estabilidad geoestratégica trilateral" entre Estados Unidos,
Rusia y China, Pekín es el más débil desde el punto de vista militar, por lo
que días después de haber sido ungido con su mandarinato militar, el emperador
geoeconómico Xi exhortó a "construir un ejército fuerte" en medio de
la "nueva era" de un "socialismo con características
chinas".
En la liturgia
china, Xi fue ratificado como secretario general del Comité Central del PCCh.
Pero también funge como presidente y jefe de la emblemática Comisión Militar
Central: el verdadero poder detrás de su estructura jerárquica. Xi exhortó a
las fuerzas armadas a prepararse a constituir "un ejército de clase
mundial a mediados del siglo 21" [6].
SCMP –rotativo de
Hong Kong que pertenece a Jack Ma, líder de la célebre empresa china de ventas
por Internet Alibaba– revela que Xi "sacudió el liderazgo militar de
China" [7] al crear una "comisión más pequeña
bajo su mando", como parte de la modernización acelerada de las fuerzas
armadas.
Estados Unidos,
con sus diversos presidentes demócratas y republicanos por igual, se ha
dedicado a librar guerras en los cuatro rincones del planeta –con el fin de
prosperar en forma egoísta mediante su "economía de guerra" y su
omnipotente complejo militar-industrial–, mientras China promete el desarrollo
a los países que lo deseen mediante su atractiva política de infraestructura,
que se subsume tanto con la Ruta de la Seda como con el financiamiento de
créditos blandos del mirífico banco AIIB [8].
Anja Manuel, de
The Atlantic, considera que "China reconfigura tranquilamente al
mundo" mediante su "iniciativa en infraestructura" [9], lo que resume la Ruta de la Seda (que
puede llegar a manejar inversiones hasta por 8 millones de millones de
dólares): "China crece rápidamente como el imperio comercial más extenso
del mundo". Baste la comparación con el Plan Marshall de 800,000 millones
de dólares (a valor presente) de Estados Unidos, frente a las inversiones
"azorantes" de China, que ya invirtió 300,000 millones y planea
invertir un millón de millones más en la próxima década, cuando China sola ha
concedido a los países en vías de desarrollo más créditos que el Banco Mundial.
A unos días de la
visita oficial de Trump a China, Pekín lanzó, por primera vez en una década,
una emisión de bonos en dólares (¡supersic!) por 2,000 millones en la plaza de
Hong Kong, un día después de que el PCCh otorgó un segundo mandato de 5 años a Xi
[10]. La cantidad es simbólica, ya que la mayor
parte de la emisión de deuda china es en renminbi.
Esta espectacular
medida de China, emitir bonos en dólares, tiene que ver con la Ruta de la Seda
y la construcción de infraestructura con los países en vías de desarrollo que
participen en su prosperidad. El viceministro de Finanzas chino, Shi Yaobin, expresó
que la emisión de bonos en dólares demuestra la voluntad de apertura a las
inversiones [11].
Según Wang
Xiangwei, del SCMP [12], el nuevo equipo (un dream team), más
pragmático, que acompaña en su liderazgo a Xi, comporta un alto significado
para la economía de China, con un importante giro con enfoque a reformas
orientadas al mercado (de corte "ofertista": supply side).
Li Qiaoyi y Song
Shengxia, del Global Times, aseveran que el 19 Congreso y la notable
asunción de Xi apuntan a que "China opte por el crecimiento de
calidad" (sic) y que la “modernización será alcanzada 15 años antes
(¡supersic!) de lo programado” [13].
El plan de
desarrollo de 2020 a 2050 tendrá dos estadios, y el objetivo "no será más
duplicar el PIB", sino "optar por un crecimiento de mayor
calidad": desarrollar a China como un gran "país socialista
moderno", que será "moderadamente próspero en 2020". La "modernización"
irá más allá del vulgar economicismo del crecimiento del PIB e incorporará
“mayor preocupación por el bienestar social, el equilibrio regional, la seguridad
nacional (sic) y la cohesión política”, a la "manera china".
La incertidumbre
que contemplan en el horizonte versa sobre el grado de apertura a los capitales
globales, que pueden desnaturalizar y desestabilizar a China.
Las promesas que
el emperador geoeconómico Xi realizó y por las que será auditado histórica y
políticamente es erradicar la pobreza en 2020 (¡supersic!), regresar a los
cielos azules descontaminados y hacer de China un país moderno en 2035. Por sus
logros lo juzgaréis.