Thierry Meyssan
www.voltairenet.org / 171017
El
Departamento de Estado y el presidente Trump han proferido contra el Hezbollah
e Irán una serie de imprecaciones que hacen temer una ruptura del acuerdo 5+1.
Pero Thierry Meyssan estima que, si bien es posible lo peor, es mucho más
probable que Washington esté montando una falsa disputa para manipular más
fácilmente a sus aliados israelíes y sauditas.
Antes del discurso
del presidente de Estados Unidos sobre Irán, el Departamento de Estado sostuvo
en un encuentro con la prensa que el Hezbollah exporta el terrorismo a través
del mundo por cuenta de Teherán [1]. Uniendo la
palabra a la acción, el Departamento de Estado anunció una recompensa por el
arresto de dos comandantes del Hezbollah. Pero, ¡oh sorpresa!, no dijo ni una
palabra de las victorias del Hezbollah sobre los yihadistas, ni de los 800 millones
de dólares que el Guía de la Revolución iraní, Alí Khamenei, acaba de ofrecer a
la resistencia libanesa [2].
Posteriormente, al
hacer uso de la palabra, el presidente Donald Trump insultó profusamente el
legado del imam Rulah Khomeiny así como a los Guardianes de la Revolución y al Guía
[3]. Trump se hizo
además eco de todo tipo de viejas acusaciones, de las que incluso ya había sido
exonerado el Hezbollah desde hace tiempo, y sentó las bases para acusarlo de
estimular el resurgimiento de al-Qaeda.
Antes de que el
presidente terminara su intervención, el precio del petróleo había subido en 85
cents el barril ya que el mercado apostó a un cese de las inversiones
petroleras iraníes. Durante las siguientes horas, todos los países occidentales
y Rusia dijeron deplorar la agresividad de Donald Trump, mientras que Israel y
Arabia Saudita la aplaudían.
Sin embargo, las
únicas decisiones que anunciaron el presidente Trump y el Departamento de
Estado fueron la recompensa mencionada anteriormente y la “descertificación”
del acuerdo 5+1 ante el Congreso de Estados Unidos [4] –esta última no
es una decisión vinculada a las relaciones internacionales sino solamente un
tema de política interna estadounidense.
Pero el acuerdo
del 14 de julio de 2015 fue adoptado por el Consejo de Seguridad de la ONU y
sólo ese órgano internacional puede echarlo abajo. Por supuesto, todos los
diplomáticos saben que tras ese acuerdo multilateral, Estados Unidos e Irán
adoptaron un protocolo bilateral secreto
que determina sus papeles respectivos en el Medio Oriente ampliado. En el
momento en que escribo estas líneas, nadie puede decir si el presidente Trump
ha cuestionado o no ese protocolo. Por consiguiente, todas las reacciones ante
su discurso del 13 de octubre y ante los anuncios del Departamento de Estado
son puro teatro.
Las clases
dirigentes de Estados Unidos e Irán se han apasionado siempre sobre el tema de
las relaciones mutuas. Ya en el momento de la Revolución iraní de 1979, la administración
Carter estaba tan profundamente dividida que el secretario de Estado Cyrus
Vance y el consejero de seguridad nacional Zbigniew Brzezinski se enfrentaron
entre sí y amenazaron –los dos– con dimitir si el presidente no seguía su consejo.
Finalmente se impuso la opinión de Brzezinski, quien tuvo que disfrazar de toma
de «rehenes» lo que en realidad fue la detención de los espías que trabajaban
en la embajada de Estados Unidos en Teherán y se ridiculizó con el fracaso de
su intento de liberarlos [5]. A partir de aquel incidente, las relaciones
de Washington con Teherán siempre han sido una sucesión de mentiras mediáticas
sin relación con la realidad.
Desde el punto de
vista iraní, el Reino Unido y Estados Unidos son depredadores y mentirosos que
colonizaron y explotaron Irán y que hoy siguen aplastando a otros Estados que
aún no se han rebelado. Por eso, los iraníes acostumbran a designar al Reino
Unido como el «Satán pequeño» y a Estados Unidos como el «Gran Satán». Según el
ayatola Alí Khamenei, cada hombre digno de serlo tiene el deber de luchar
contra las perversas maniobras de esos dos países. Por otro lado, no todo es
obligatoriamente malo entre los anglosajones y no hay razones para dejar de
hacer negocios con ellos.
Durante la
administración de Bush hijo, el vicepresidente Dick Cheney estuvo todo el
tiempo conspirando con Londres y Tel Aviv para atacar a Teherán. Creó para ello
el secretísimo Iran Syria Policy and Operations Group (Grupo de Política y
Operaciones en Irán y Siria), alrededor de su hija Liz Cheney, y de un hombre
experimentado en materia de operaciones secretas: Elliott Abrams. Y se planteó
sucesivamente la posibilidad de bombardear Irán con armas nucleares y de
respaldar un ataque aéreo israelí contra ese país desde aeropuertos alquilados
a Georgia. Pero sucedió exactamente lo contrario: el presidente iraní Mahmud
Ahmadineyad y el jefe del estado mayor conjunto estadounidense, el almirante
Mike Mullen, se reunieron en secreto el 2 de marzo de 2008, en Bagdad. Al derrocar
a los talibanes afganos y al presidente iraquí Saddam Hussein, Estados Unidos
eliminó a los enemigos de Irán y favoreció la influencia regional de ese país.
Bajo la
administración Obama, la Casa Blanca trató de derrocar al presidente
Ahmadineyad organizando la revolución de color de 2009. Tratando de sacar
enseñanzas de fracasos anteriores, se puso en contacto con los opositores
reunidos alrededor del ex presidente iraní Hachemi Rafsandjani. En 1983-1986,
cuando el Consejo de Seguridad Nacional organizó la operación Irán-Contras, el coronel
Oliver North y el sempiterno Elliott Abrams habían recurrido a un diputado
iraní, el jeque Hassan Rohani, quien los puso en contacto con el hodjatoleslam
Rafsandjani. Fue precisamente con estos personajes iraníes que la administración
Obama comenzó a conversar, en Omán, en marzo de 2013. Y gracias a una pirueta
política, el candidato respaldado por el presidente Ahmadinejad no fue
autorizado a presentarse a la elección presidencial que el jeque Rohani ganó 5 meses
más tarde. Desde su llegada a la presidencia, Rohani comenzó a negociar
oficialmente el acuerdo 5+1, que él mismo había concebido durante las
negociaciones secretas en Omán.
Donald Trump, por
su parte, mantuvo un discurso violentamente anti-iraní a lo largo de su campaña
electoral. Su primer consejero de seguridad nacional, el general Michael Flynn,
mantenía una posición similar. A pesar de ello, desde su llegada a la Casa
Blanca, en enero de 2017, Trump ha ido eliminando uno a uno todos sus
consejeros anti-iraníes –con excepción de Mike Pompeo, el actual director de la
CIA. Por el contrario, sus 3 principales colaboradores –su director de
gabinete, general John Kelly; el secretario de Defensa, general James Mattis; y
el secretario de Estado, Rex Tillerson– son
pro-iraníes.
Resulta por cierto
interesante observar que, en el momento de la nominación del secretario de
Estado, la prensa favorable a Obama anunciaba como una certeza que el puesto
quedaría en manos de… Elliott Abrams. El presidente tuvo un largo encuentro con
él, lo interrogó sobre sus relaciones con el jeque Rohani, lo acompañó hasta la
puerta… y nombró a Tillerson.
Pudiera ser que el
presidente Trump echara abajo el acuerdo irano-estadounidense en una jugada
irreflexiva y, lo que sería mucho más grave, que arremetiera contra los
Guardianes de la Revolución. Pero es mucho más probable que, una vez más, todo
sea una comedia para apaciguar a sus aliados israelíes y sauditas. No podemos
olvidar que Donald Trump no es un profesional de la política sino un promotor
inmobiliario y que actúa como tal. Trump cosechó su éxito profesional sembrando
el pánico con declaraciones excesivas y observando las reacciones que esas
declaraciones provocaban entre sus adversarios y socios.
Para saber cuál de
esas dos hipótesis es la correcta, tendremos que esperar por las sanciones
contra los Guardianes de la Revolución. Veremos entonces si son realmente
serias o si no van más allá de la manera de actuar que caracteriza a Trump y de
la farsa tradicional de Estados Unidos frente a Irán.
[1]
«Point de presse sur
les mesures prises par les États-Unis pour lutter contre le Hezbollah», por
Nathan Sales, Réseau Voltaire, 10 de octubre de 2017. Ver también el
artículo de Tom Bossert en el diario francés Le Monde: «Les États-Unis
continueront à isoler l’Iran et son allié le Hezbollah».
[2]
«El Guía Supremo iraní
distribuyó en 2016 más de mil millones de USD en todo el mundo»,
Red Voltaire, 24 de septiembre de 2017.
[4]
«Nouvelle stratégie du
président Donald Trump concernant l’Iran», Nota de síntesis de la Casa
Blanca, Réseau Voltaire, 13 de octubre de 2017.
[5]
El hecho es que nunca hubo «rehenes» en la embajada de Estados Unidos en Teherán
sino espías arrestados en flagrante delito en la embajada. Por cierto, a pesar
de todas sus declaraciones al respecto, Washington nunca exigió reparaciones
por ese incidente.