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Introducción
En los últimos meses varios sectores políticos, económicos y militares
en competencia –ligados a distintos grupos ideológicos y étnicos– han surgido
claramente en los centros de poder.
Podemos identificar algunas claves de la competencia y direcciones
entrelazadas de la elite del poder:
*Neoliberales [free marketers], con la presencia omnipresente del
grupo "Israel First".
*Capitalistas nacionales, vinculados a los ideólogos de derecha.
*Generales, vinculados a la seguridad nacional y al aparato del
Pentágono, así como a la industria de defensa.
*Elites empresariales, vinculadas al capital global.
Este ensayo intenta definir a los poderosos, evaluar su rango de poder y
su impacto.
La elite del poder económico: el grupo “Israel-First” y los CEOs2
de Wall Street
El grupo “Israel First” domina las principales posiciones
económicas y políticas dentro del régimen de Trump y, curiosamente, está entre
los opositores más vociferantes de la administración. Estos incluyen: la
presidenta de la Reserva Federal, Janet Yellen, así como su vicepresidente,
Stanley Fischer, ciudadano israelí y exgobernador (sic) del Banco de Israel.
Jared Kushner, el yerno del presidente Trump y un judío ortodoxo, actúa
como su principal asesor en asuntos de Medio Oriente. Kushner, un magnate
inmobiliario de Nueva Jersey, se estableció como el archienemigo de los
nacionalistas económicos en el círculo interno de Trump. Apoya todo el poder
israelí y la toma de tierras en el Medio Oriente y trabaja en estrecha
colaboración con David Friedman, embajador de EE.UU. en Israel (y fanático
partidario de los asentamientos judíos ilegales) y Jason Greenblatt,
representante especial para las negociaciones internacionales. Con tres
Israel-First’ers determinando la política de Medio Oriente, no hay ningún
contrapeso.
El Secretario del Tesoro es Steven Mnuchin, exejecutivo de Goldman
Sachs, quien lidera el ala del mercado libre neoliberal del sector de Wall
Street dentro del régimen de Trump. Gary Cohn, un influyente de Wall Street
desde hace mucho tiempo, encabeza el Consejo Económico Nacional. Forman los
principales asesores de negocios y lideran la coalición neoliberal,
anti-nacionalista, comprometida a socavar las políticas económicas nacionalistas
de Trump.
Una voz influyente en la oficina del Fiscal General es Rod Rosenstein,
quien nombró a Robert Mueller como el investigador en jefe, lo que llevó a la
eliminación de los nacionalistas de la administración Trump.
El hada madrina del equipo antinacionalista Mnuchin-Cohn es Lloyd
Blankfein, presidente de Goldman Sachs. Los tres “Israel-First-banqueros”
están encabezando la lucha para desregular el sector bancario, que había
devastado la economía, conduciendo al colapso del 2008 y llevando a juicio
hipotecario a millones de propietarios y empresas estadounidenses.
La élite del mercado libre, “Israel First” se extiende por todo
el espectro político, incluyendo a los demócratas en el Congreso, dirigidos por
el líder de la minoría del Senado, Charles Schumer y el jefe demócrata del
Comité de Inteligencia de la Cámara Adam Schiff. Los “Israel First” del Partido
Demócrata se ha aliado con sus hermanos neoliberales en la búsqueda de
investigaciones y campañas en los medios masivos de comunicación contra los
nacionalistas económicos de Trump y su eventual purga de la administración.
La elite del poder militar: los generales
La élite del poder militar ha tomado el relevo del presidente electo en
la toma de decisiones importantes. Donde una vez los poderes de la guerra
descansaban en el presidente y el Congreso, hoy una colección de fanáticos
militaristas hace y ejecuta la política militar, decide las zonas de guerra y
presiona para una mayor militarización de la policía doméstica. Trump ha
delegado decisiones cruciales sobre lo que él llama cariñosamente "mis
generales" mientras sigue evadiendo acusaciones de corrupción y racismo.
Trump nombró a un general de cuatro estrellas, James “perro loco” Mattis
–quien lideró la guerra en Afganistán e Irak-, como Secretario de Defensa.
Mattis (cuyas "glorias" militares incluyeron el bombardeo de una gran
fiesta de bodas en Irak) está liderando la campaña para intensificar la
intervención militar estadounidense en Afganistán –una guerra y ocupación que
Trump había condenado abiertamente durante su campaña. Como Secretario de
Defensa, el general “Perro loco” empujó al desanimado Trump a anunciar un
aumento de las tropas terrestres y los ataques aéreos estadounidenses por todo
Afganistán. Fiel a su muy divulgado nom-de-guerre, el general es un rabioso
defensor de un ataque nuclear contra Corea del Norte.
El Teniente General H.R. McMaster (un general activo de tres estrellas y
defensor de la prolongación de las guerras en Medio Oriente y Afganistán) se
convirtió en consejero de Seguridad Nacional después de la purga del aliado de
Trump, el Teniente General Michael Flynn, quien se opuso a la campaña de
confrontación y sanciones contra Rusia y China. McMaster ha sido el instrumento
en la eliminación de “nacionalistas” de la Administración Trump y se une
al general “perro loco” Mattis para presionar una mayor acumulación de tropas
estadounidenses en Afganistán.
El teniente general John Kelly (marine retirado), otro veterano de
guerra de Irak y entusiasta del cambio de régimen en Medio Oriente, fue nombrado
jefe de Gabinete de la Casa Blanca tras la expulsión de Reince Priebus.
La troika de tres generales en la administración comparte con los asesores neoliberales del
Israel-First de Trump, Stephen Miller y Jared Kushner, una profunda hostilidad
hacia Irán y apoya plenamente la exigencia del primer ministro israelí
Netanyahu de que el acuerdo nuclear de 2015 con Teherán sea desechado.
La dirección militar de
Trump garantiza que el gasto en guerras en el extranjero no se verá afectado
por recortes presupuestarios, recesiones o incluso desastres nacionales.
Los “generales”, los neoliberales del Israel-First y la élite del
Partido Demócrata dirigen la lucha contra los nacionalistas económicos y han
logrado asegurar que el imperio militar y económico de la Era Obama se
mantendrá en su lugar e incluso se expandirá.
La elite económica-nacionalista
El principal estratega e ideólogo de los aliados económico-nacionalistas
de Trump en la Casa Blanca fue Steve Bannon. Había sido el arquitecto político
principal y el asesor de Trump durante la campaña electoral. Bannon ideó una
campaña electoral que favoreciera las manufacturas nacionales y a los
trabajadores estadounidenses contra Wall Street y las corporaciones
multinacionales neoliberales. Desarrolló el ataque de Trump contra los tratados
comerciales mundiales, que había llevado a la exportación de capital y la
devastación de la mano de obra manufacturera estadounidense.
Igualmente significativo, Bannon elaboró la temprana oposición pública
trumpista a la intervención de 15 años, y trillones de dólares, en Afganistán y
aún las más costosas series de guerras en Medio Oriente favoreciendo a los
Israel-First, incluida la actual guerra mercenaria para derrocar el gobierno
secular nacionalista de Siria.
A los ocho meses de la administración de Trump, las fuerzas combinadas
de la élite económica y militar del libre mercado, los líderes del Partido
Demócrata, los militaristas abiertos del Partido Republicano y sus aliados en
los medios masivos de comunicación lograron purgar a Bannon –marginando a su masiva
base de apoyo de su agenda “America First”, nacionalista económicamente
y anti-régimen.
La "alianza" anti-Trump ahora tendrá como objetivo a
los pocos nacionalistas económicos que quedan en la Administración. Estos
incluyen: el director de la CIA, Mike Pompeo, quien favorece el proteccionismo
debilitando los acuerdos comerciales de Asia y el TLCAN, y Peter Navarro,
presidente del Consejo de Comercio de la Casa Blanca. Pompeo y Navarro se
enfrentan a la fuerte oposición ascendente de la neoliberal troika sionista que
ahora domina el régimen de Trump. También, al Secretario de Comercio, Wilbur
Ross, millonario y exdirector de Rothschild Inc., quien se alió con Bannon en
las amenazas de imponer cuotas de importación para hacer frente al enorme
déficit comercial de Estados Unidos con China y la Unión Europea.
Otro aliado de Bannon es el representante comercial estadounidense
Robert Lighthizer, exanalista militar y de inteligencia con vínculos con el
portal informativo Breitbart. Es un fuerte opositor de los globalizadores
neoliberales dentro y fuera del régimen de Trump.
"Asesor Senior" y escritor de discursos de Trump, Stephen Miller promueve activamente
la prohibición de viajar a los musulmanes y restricciones más severas a la
inmigración. Miller representa el ala de Bannon dentro de la fanática
cohorte pro-Israelí de Trump.
Sebastian Gorka, ayudante adjunto de Trump en asuntos militares y de
inteligencia, era más un ideólogo que un analista, que escribió para Breitbart
y dirigió la oficina tras las faldas de Bannon. Justo después de expulsar a
Bannon, los “generales” purgaron a Gorka a principios de agosto por
acusaciones de “antisemitismo”.
Quien permanezca entre los nacionalistas económicos de Trump permanecerá
significativamente sin influencia debido la pérdida de Steve Bannon, que había
proporcionado liderazgo y dirección. Sin embargo, la mayoría tiene antecedentes
sociales y económicos que también los vinculan a la élite del poder militar en algunos
asuntos y con los neoliberales pro-israelíes en otros. A pesar de ello, sus creencias
básicas habían sido moldeadas y definidas por Bannon.
La elite del poder empresarial
El CEO de Exxon Mobile, Rex Tillerson, Secretario de Estado de Trump y
el exgobernador de Texas, Rick Perry, Secretario de Energía, lideran la élite
empresarial. La élite empresarial asociada con la manufactura y la industria
estadounidenses tiene poca influencia directa en la política interior o
exterior. Mientras siguen a los neoliberales de Wall Street en política
interior, están subordinados a la élite militar en política exterior y no están
aliados con el núcleo ideológico de Steve Bannon.
La élite empresarial de Trump, que no tiene ningún vínculo con los
nacionalistas económicos en su régimen, brinda una cara más amistosa a los
aliados y adversarios económicos de ultramar.
Análisis y conclusión
La élite del poder atraviesa las filiaciones partidistas, las ramas del
gobierno y las estrategias económicas. No se limita al Partido Republicano o al
Demócrata. Incluye neoliberales, algunos nacionalistas económicos, agentes de
poder de Wall Street y militaristas. Todos compiten y luchan por el poder, la
riqueza y el dominio dentro de esta administración. La correlación de fuerzas
es volátil, cambiando rápidamente en cortos períodos de tiempo –lo que refleja
la falta de cohesión y coherencia en el régimen de Trump.
Nunca la élite de poder estadounidense ha estado sometida a tan
monumentales cambios en la composición y dirección durante el primer año de un
nuevo régimen.
Durante la presidencia de Obama, Wall Street y el Pentágono compartieron
cómodamente el poder con los multimillonarios del Silicon Valley y con la élite
de los medios masivos de comunicación. Estaban unidos en la búsqueda de una
estrategia imperialista "globalista", acentuando múltiples
teatros de guerra y tratados multilaterales de libre comercio, que estaban en
el proceso de reducir a millones de obreros estadounidenses a la esclavitud
permanente.
Con la inauguración del presidente Trump, esta élite del poder enfrentó
desafíos y la emergencia de una nueva configuración estratégica, que buscó
cambios drásticos en la política económica y militar de Estados Unidos.
El arquitecto de campaña y estratega del Trump, Steve Bannon, buscó
desplazar a la élite económica y militar global con su alianza de nacionalistas
económicos, obreros manufactureros y elites de negocios proteccionistas. Bannon
presionó para una ruptura importante con la política de Obama, de múltiples
guerras permanentes, para expandir el mercado interno. Propuso el retiro de las
tropas y el fin de las operaciones militares de Estados Unidos en Afganistán,
Siria e Irak, al tiempo que aumentó una combinación de presión económica,
política y militar sobre China. Trató de poner fin a las sanciones y
enfrentamientos contra Moscú y crear vínculos económicos entre los gigantes
productores de energía en Estados Unidos y Rusia.
Mientras Bannon era inicialmente el principal estratega de la Casa
Blanca, rápidamente se encontró, cara a cara, con poderosos rivales dentro del
régimen, ardientes globalistas demócratas y republicanos y especialmente
neoliberales sionistas quienes maniobraron sistemáticamente para ganar
posiciones económicas y políticas, estratégicas dentro del régimen. En lugar
de ser una plataforma coherente desde la cual formular una nueva estrategia
económica radical, la administración Trump se convirtió en un "terreno de
lucha" caótico y vicioso. La estrategia económica de Bannon apenas
estaba comenzando a emerger de la tierra.
Los medios masivos de comunicación y los agentes del aparato estatal,
vinculados a la estrategia de guerra permanente de Obama, primero atacaron la
propuesta de reconciliación económica de Trump con Rusia. Para evadir cualquier
“descalificación”, fabricaron la conspiración rusa de espías y
manipulación de elecciones. Sus primeros tiros exitosos fueron disparados
contra el teniente general Michael Flynn, aliado de Bannon y principal defensor
para revertir la política de Obama/Clinton de enfrentamiento militar con Rusia.
Flynn fue rápidamente destruido y amenazado abiertamente con ser procesado como
un "agente ruso" en la histeria provocada, que se asemejaba a
los días del senador Joseph McCarthy.
Los puestos económicos clave en el régimen de Trump se dividieron entre
los neoliberales Israel-First y los nacionalistas económicos. El presidente
Trump, “El negociador”, trató de enganchar a los sionistas neoliberales,
afiliados a Wall Street, con la clase obrera vinculada a la base electoral
trumpista, formulado nuevas relaciones con la Unión Europea y China, lo que
favorecería a la manufactura estadounidense. Dadas las diferencias
irreconciliables entre esas fuerzas, el ingenuo "pacto de clase" de
Trump debilitó a Bannon, socavó su liderazgo y destruyó su estrategia económica
nacionalista.
Mientras Bannon había conseguido varios nombramientos económicos
importantes, los neoliberales sionistas socavaron su autoridad. La cohorte
Fischer-Mnuchin-Cohn estableció con éxito una agenda competitiva.
Toda la élite del Congreso de ambos partidos se unió para paralizar la
agenda de Trump-Bannon. Las gigantescas corporaciones de los medios masivos de
comunicación sirvieron como un megáfono histérico y cargado de rumores para los
fanáticos investigadores del Congreso y del FBI que magnificaban cada sutileza
de las relaciones del gobierno norteamericano de Trump con Rusia en busca de
conspiración. La combinación Estado-Congreso y el aparato de los medios de
comunicación aplastaron a la masiva base electoral de Bannon, desorganizada y
desprevenida, que había elegido a Trump.
Completamente derrotado, el desdentado presidente Trump se retiró en
busca desesperada de una nueva configuración de poder, delegando sus
operaciones diarias a "sus generales". El presidente civil
electo de los Estados Unidos abrazó la búsqueda de sus generales, de una nueva
alianza militar-globalista y la escalada de las amenazas militares contra Corea
del Norte, incluyendo a Rusia y China. Afganistán fue inmediatamente blanco de
una intervención ampliada.
Trump reemplazó eficazmente la estrategia económica nacionalista de
Bannon con un reanimado enfoque militar de guerras múltiples de Obama.
El régimen de Trump volvió a lanzar los ataques de Estados Unidos contra
Afganistán y Siria –superando el uso por parte de Obama de ataques de drones
contra presuntos militantes musulmanes. Intensificó las sanciones contra Rusia
e Irán, abrazó la guerra de Arabia Saudita contra el pueblo de Yemen y puso
toda la política de Medio Oriente en manos de su asesor político, el ultra
sionista Jared Kushner (magnate inmobiliario y yerno) y el embajador de Estados
Unidos en Israel David Friedman.
El retiro de Trump se convirtió en una derrota grotesca. Los generales
abrazaron a los sionistas neoliberales en el Tesoro y a los militaristas
globales del Congreso. El director de Comunicación Anthony Scaramucci fue
despedido. El jefe del Gabinete de Trump, John Kelly, purgó a Steve Bannon.
Sebastian Gorka fue expulsado.
Los ocho meses de lucha interna entre los nacionalistas económicos y los
neoliberales han terminado: La alianza sionista-globalista con los generales
de Trump ahora domina a la elite de poder.
Trump está desesperado por adaptarse a la nueva configuración, aliada de
sus propios adversarios en el Congreso y los medios masivos de comunicación
rabiosamente anti-Trump.
Habiendo casi diezmado a los nacionalistas económicos de Trump y su
programa, la elite de poder montó entonces una serie de acontecimientos
magnificados por los medios que se centraban en un golpe local en
Charlottesville, Virginia, entre "supremacistas blancos" y
"antifascistas". Después de que la confrontación condujera a la
muerte y al daño, los medios utilizaron el intento inepto de Trump de culpar a
ambos bandos como prueba de los vínculos del presidente con los neonazis y el
KKK. Los neoliberales y los sionistas, dentro de la administración Trump y sus
consejos empresariales, se unieron al ataque contra el presidente, denunciando
su incapacidad de culpar de inmediato y unilateralmente a los extremistas de
derecha por la violencia.
Trump está recurriendo a los sectores de negocios y a la élite del
Congreso en un intento desesperado por mantener un apoyo a través de promesas
de decretar masivos recortes de impuestos y desregular todo el sector privado.
La cuestión decisiva ya no se refería a una política u otra, ni siquiera
a una estrategia. Trump ya había perdido en todas las batallas. La "solución
final" al problema de la elección de Donald Trump está avanzando paso
a paso –su destitución [impeachment] y posible detención por todos y cada uno
de los medios.
Lo que el auge y la destrucción del nacionalismo económico en la
“persona” de Donald Trump nos dice es que el sistema político estadounidense
no puede tolerar ninguna reforma capitalista que pueda amenazar a la élite
imperialista globalista.
Los escritores y activistas solían pensar que sólo los regímenes
socialistas elegidos democráticamente serían el blanco del coup d’état sistemático. Hoy en día las fronteras políticas son
mucho más restrictivas. Apelar al "nacionalismo económico",
completamente dentro del sistema capitalista, y buscar los acuerdos comerciales
acorde a ello, es invitar a ataques políticos salvajes, inventos de
conspiraciones y relevos militares internos que terminan en "cambio de
régimen".
La purga hecha por la élite militarista-globalista contra los
nacionalistas económicos y anti-militaristas fue apoyada por toda la izquierda
de los Estados Unidos, salvo algunas notables excepciones. Por primera vez en
la historia, la izquierda se convirtió en un arma organizativa pro-guerra,
pro-Wall Street, pro-derecha sionista en la campaña para derrocar al presidente
Trump. Más aún, movimientos y líderes locales, funcionarios sindicales,
políticos de derechos civiles y de inmigración, liberales y socialdemócratas se
han unido en la lucha por restaurar lo peor de todos los mundos: la política
Clinton-Bush-Obama/Clinton de guerras múltiples permanentes, incrementando las
confrontaciones con Rusia, China, Irán y Venezuela y la desregulación de la
economía estadounidense por parte de Trump y recortes fiscales masivos para los
grandes negocios.
Hemos recorrido un largo camino: desde las elecciones hasta las purgas y
de los acuerdos de paz hasta las investigaciones policiales. Los nacionalistas
económicos de hoy son etiquetados como "fascistas"; y los
trabajadores excluidos son ¡"los deplorables"!
Los estadounidenses tienen mucho que aprender y desaprender. Nuestra
ventaja estratégica puede residir en el hecho de que la vida política en los
Estados Unidos no puede empeorar –realmente hemos tocado fondo y (salvo una
guerra nuclear) sólo podemos mirar hacia arriba.