Miguel Antonio Bernal
Con el paso de los días, el
rechazo del clientelismo, del caudillismo, de la demagogia y de la mentira, va
en aumento entre los ciudadanos panameños que buscan recuperar el país que nos
ha sido secuestrado por la corrupción y la impunidad, amuletos favoritos de los
politiqueros.
Son muchos más ciudadanos los que
hoy, en Panamá, saben o están realmente
convencidos de que, en un Estado de Derecho, todo debe estar regulado en la
Ley, pero saben también que los encargados de hacerla cumplir, son sus principales
violadores.
Cada día –también-,más personas y sobre todo en posiciones de mando y
jurisdicción, se inclinan a ver cómo la Ley los beneficia y sirve a sus
intereses personales. El sentimiento jurídico en Panamá está distorsionado
hasta decir no más.
Afirmar y defender el hecho de que es la Ley y
no el funcionario, la que determina qué Órgano o funcionario es competente y
para qué, cuándo puede y cuándo debe actuar, es muy mal visto por las
autoridades competentes (v.gr Odebrecht, etc).
Los
ciudadanos no debemos permitir que la partidocracia reinicie su tradicional danza de millones,
para agigantar, aún más, la quiebra de la racionalidad que vivimos, como
resultado de la imperdonable ausencia de controles ciudadanos que nos permitan
tener un Estado democrático de Derecho, para poder así hablar de participación ciudadana.
Ha llegado la hora de los ciudadanos. La hora
de acercarnos a un Estado de Derecho Democrático, a través de una real y
efectiva participación ciudadana, para poner fin cívicamente, a la creciente
personalización y concentración del poder; de controlar el aumento del
ejercicio irracional del poder.
ridad, a la corrupción, a la impunidad. Ello será posible si los
ciudadanos comenzamos por no ser cómplices de la reelección en los cargos
públicos y de exigir una verdadera transparencia en todos los actos en que los
intereses ciudadanos deben prevalecer. La hora de los ciudadanos no podrá ser
retrasada más.