Por: Jorge Sarsaneda del Cid
8-161-364 / chigontodobu@gmail.com
“Dios se
la llevó”, así dijo un señor al referirse a su madre fallecida en el
reciente incendio en San Felipe. Es una frase que he escuchado muchas veces –en
varias formas- desde que tengo memoria. ¿Qué dios sanguinario es ese que quiere
matar a mi madre quemándola? ¿Qué criminal “evangelización” ha sido
introyectada llevándonos a pensar y ¿creer? en un dios que decide sobre nuestras
vidas con total impunidad? ¿Qué resorte sicológico nos lleva a culpar a dios de
nuestros males graves? En definitiva, ¿en
qué dios creemos?
Hay personas que creen que dios es aquel ser
super poderoso, dominante absoluto de la vida y la muerte, que decide cuándo y
cómo vamos a enfermarnos, accidentarnos o morir. ¿De dónde sale este concepto
tan controlador? ¿Es simplemente una forma de consolarnos o conformarnos? ¿O es
un dios hecho a nuestra medida para “explicar” lo inexplicable o justificar lo
injustificable? ¡Ese sí es opio para el pueblo!
Hay otras personas que creen en un dios al cual
se le puede “conquistar”, comprar, enamorar o ganar con esfuerzos especiales
(peregrinaciones), sacrificios (“mandas”) o con simples regalos (velas, dinero,
rosarios, etc.). ¡Ese dios más bien sería un comerciante con el que siempre
salimos perdiendo!
Hay otras personas que piensan o plantean un
dios que lo puede todo (omnipotente), que no ocupa espacio (infinito), que no
está con nosotros (eterno), que lo sabe todo (omnisciente), que está en todas
partes (omnipresente), en fin, es un “ser perfectísimo” y por tanto, lejanísimo
de todo y de todos. ¿Qué tiene que ver ese dios con Jesús y el Evangelio? ¡Más
bien es un dios para filósofos!
Hay otras personas que creen en un dios juez
terrible e implacable en la exigencia del cumplimiento de leyes, normas,
condiciones del actuar religioso. La frase “dios
te va a castigar” la hemos escuchado por no ayudar a los papás en la
limpieza de la casa o por usar un lenguaje vulgar. Ese juez torturador y no
dialogante nos puede castigar por muchas cosas y ve fallas graves en todos
lados: desde dejar “sueltos” los ojos para mirar donde sea hasta comer carne un
viernes de Cuaresma. ¡Ese dios es una piedra angustiosa que llevamos sobre la cabeza!
Entonces, ¿en
qué Dios creemos los que creemos en Jesucristo? En primer lugar, para
nosotros, la única forma que tenemos de conocer a Dios es a través de Jesús. En
segundo lugar, si vemos y escuchamos el Evangelio, lo podemos conocer.
Dios es un Padre amoroso que es vida en
abundancia para nosotros (Juan 10); es un Dios que nos quiere y nos ama con
amor eterno (Jeremías 31); que es rico en clemencia y misericordia (Salmo 144);
que prefiere la misericordia a los sacrificios (Mateo 12); que nos cuida con
ternura como una madre (Lucas 10); que transforma nuestro corazón de piedra en
un corazón humano (Ezequiel 36); a quien encontramos en el más pobre, en el
marginado y despreciado (Mateo 25); que nos perdona antes de pedirle perdón
(Lucas 15); que se encarna en nuestra humanidad y ha venido para que seamos
libres (Juan 8); que es Amor porque quien ama, lo conoce (1ª Juan 4).
En definitiva, el Dios de Jesucristo es aquel que nos ama aunque seamos pecadores, que
nos perdona y, aun así, nos llama a servir a los hermanos. Ojala en
Cuaresma profundicemos en esto y saquemos consecuencias.