José M. Castillo S.
www.religiondigital.com / 18.10.18
Pablo Casado, el líder del PP, con motivo del
pasado “Día de la Hispanidad”, hizo en Andalucía una declaración que ha dado
pie para toda clase de comentarios. Casado dijo: “Se celebra el hito más
importante de la humanidad. En mi opinión, solo comparable a la romanización.
La Hispanidad es la etapa más brillante, no de España, sino del hombre… Porque
nunca antes el hombre había conseguido trasladar la cultura, la historia, la
religión, la historia de una nación, a tantos sitios a la vez”.
O sea, a juicio del señor Casado, el hecho
que recordamos el día de la Hispanidad es el acontecimiento
más importante en la historia de la humanidad, el hecho más brillante del
hombre. Sinceramente, me he quedado de piedra al leer semejante afirmación.
Porque no se trata de una exageración, sino de un disparate tan enorme,
que no me explico cómo un político, que se supone buen conocedor del derecho
internacional, de la ética política y del “Derecho de Gentes”, haya podido
afirmar y enaltecer un despropósito tan burdo.
La brillante gesta del Día de la
Hispanidad, lo que realmente recordamos es el
acontecimiento más importante del colonialismo, la vergüenza de la
invasión de lo ajeno y el consiguiente latrocinio de riquezas tan asombrosas,
que fueron necesarias las bulas pontificias para poder constituirse en
“ladrones heroicos”, que roban con la conciencia tranquila.
Mire, Sr. Casado, ¿Vd ha oído
hablar de la teología de la “plenitudo potestatis” y de los mares de tinta que
esa macabra teoría ha producido? Desde el papa Gregorio VII (s. XI)
hasta Inocencio III (ss. XII-XIII), se legitimó la vergonzosa doctrina del
poder ilimitado del papa. Una doctrina que les vino de perlas a las ambiciones
de Europa para poder meterse a ladrones de gran escala. Y así, dedicarse a
robar con buena conciencia.
Sin entrar en detalles, vamos a lo más
elemental. El día 8 de enero de 1454, el papa Nicolás V firmó la bula “Romanus
Pontifex”, por la que aquel Sumo Pontífice hizo donación de todos los reinos de
África al rey de Portugal. Y, por si aquello era poco, el papa le concedió al
monarca portugués que podía hacer esclavos suyos a todos los habitantes del
continente africano (Bullarium Diplomatum et Privilegiorum Sanctorum Romanorum
Pontificum, vol. V, 113 ss).
Hizo falta un documento tan solemne para poner
en marcha la vergonzosa y atroz historia del colonialismo, de la venta de
esclavos, del robo y del enriquecimiento a costa de los más desgraciados de
este mundo. Pero hay más, porque la vergonzosa y extravagante
donación, de Nicolás V al monarca portugués, fue ratificada por el “breve”
“Dudum pro parte”, del papa León X (en 1516) y por la bula “Aequum reputamus”,
de Pablo III (en 1534).
Pero la vergonzosa historia, que
el Sr. Casado exalta a lo más grandioso que ha hecho la humanidad, no
se detuvo con lo de Portugal y África. Ya, puestos a ocupar lo ajeno y a robar
lo que es de otros, vamos adelante, se dijeron los monarcas de antaño. Y, en
consecuencia, el papa Alejandro VI, en la bula “Inter caetera” (4 de mayo de
1493) le regalaba a la corona de España el oro, los aromas y otras muchísimas
cosas preciosas, cosa que el papa hacía “con liberalidad, por ciencia cierta y
en virtud de la plenitud de potestad apostólica que es nuestra” (“Bullarium…”,
vol. V, 362).
Por supuesto, esta atrocidad –ya en el s.
XVI– tuvo serios adversarios. El Sr. Casado, experto en Derecho Político, sabrá
que Francisco de Vitoria, Roberto Belarmino y Francisco Suárez,
por poner sólo algunos ejemplos, se opusieron a las generosidades pontificias
que acabo de indicar. Por lo que Vitoria y Belarmino estuvieron, no pocos años,
en el “Índice de Libros Prohibidos”.
¿No le vendría bien al Sr. Casado
repasar sus sesudos estudios de Derecho Político (y completar sus estudios)
para poder aspirar, con más y mejor equipaje intelectual, su necesaria
capacitación para aspirar a gobernarnos?