Cinco
caras de una migración feminizada
www.publico.es / 7 08 18
1+ “Hui de mi país porque mi marido me
pegaba. Me golpeaba porque no podía tener hijos”, cuenta Josefa, la superviviente
camerunesa rescatada por Open Arms en el Mediterráneo. Le acompañaban en el
bote destrozado por los guardacostas libios los cuerpos sin vida de una
compañera y un niño pequeño. Ella añade un nuevo factor al principal motivo de
la emigración de África, que es el saqueo militarizado de sus recursos por las
potencias mundiales: la decisión de las mujeres maltratadas en liberarse,
poniendo tierra de por medio.
A lo largo de la historia, los seres
humanos han dejado sus hogares por la falta de oportunidades económicas, las
guerras, los desastres naturales, y las persecuciones de todo tipo. Que una
mujer, sin que le acompañe un hombre se lance a una hazaña tan arriesgada
recorriendo tanta distancia con el fin de reconstruir una vida mejor, es sin duda
un nuevo fenómeno sociológico, y es una tendencia, aunque esta movilidad está
condicionada por circunstancias socioculturales de la mujer.
Las mujeres maltratadas paquistaníes, por
ejemplo, educadas en sumisión absoluta al hombre, cuando no pueden más se
quitan la vida o solicitan su propio ingreso en las “cárceles de piedad” para
no ser asesinadas por los varones de la familia. Hay quienes llevan diez años
en la prisión. Allí tampoco están a salvo: muchas son abusadas por los
carceleros. Algunas que pensaron haber sido “perdonadas” por la familia, tras
ser liberadas han sido asesinadas en la misma puerta de la cárcel, ya que la
policía no libera a las mujeres presas si no son recogidas por un familiar
varón.
En ambos casos, ellas intentan acabar con
la cadena perpetua que supone “hasta que la muerte nos separe”, y las leyes
medievales preservadas por sus gobiernos que mantienen el sistema integral de
opresión de unas personas y unas clases sobre otras. La mayoría de los países
del mundo no consideran el maltrato a la esposa como violencia castigable,
otorgando el derecho legal al marido a “corregir” a la mujer y exigirle sus
“derechos maritales”, que incluye la violación. Y en Europa, sólo algunos han
incluido la violencia de género entre sus motivos de conceder el asilo.
Según la ONU, esta violencia es la
principal causa de muerte en mujeres de entre 15 y 44 años.
Desde el 2015, cerca de la mitad de las
personas migrantes internacionales han sido mujeres, algo sin precedente en la
historia humana.
2+ Doaa Al Zamel,
de 19 años, había conseguido en 2012 llegar a Egipto huyendo de la guerra
emprendida por una docena de países del mundo contra su tierra: Siria. En el
Cairo se enamoró de Bassem, un refugiado compatriota, quien le animó ir juntos
a Europa y empezar una vida nueva. Sería la segunda vez que sin saber nadar se
lanzaría al mar. Tras pagar todos sus ahorros, la pareja subió a un pequeño
bote oxidado junto con otras diez personas.
Pasaron dos días, pero no veían la orilla.
El cuarto día, su barco se hundió y empezaron a morir ahogados. “Por favor,
coge al bebé”, fue lo último que le dijo un migrante palestino, que había
soñado con un futuro libre de horror para su nieta de nueve meses, Malek.
Luego, fue Baseem, que antes de morir le pidió perdón ¿Por querer darle a su
amada paz y seguridad? Sin tener tiempo de hacer el duelo, una madre, antes de
ahogarse, le suplicó: “¡Sálvale”! Se trataba de otra bebé, Masa de 18 meses.
Solo Doaa sabe de dónde sacó tanta fuerza para mantener tranquilas a las dos pequeñas,
hambrientas y asustadas hasta que la cuarta noche vio un barco mercante y gritó
tanto hasta que conseguir llamar su atención. Malek murió en el barco, pero
Masa sobrevivió. Doaa recibió de la Academia de Atenas el premio de la
valentía, aunque el mejor premio que ella y otros miles de mujeres y hombres
migrantes es que la gente sienta empatía con ellos: que se ponga en su piel.
Sólo en Oriente Próximo y norte de África
las guerras han expulsado a cerca de 100 millones de personas de sus hogares desde
1990. Han sido los países vecinos, que no occidente, quienes acogieron al 85%
de los refugiados de las hazañas bélicas de EEUU, Europa y sus aliados.
3+ Joanna Demafelis, de 29 años, era una
de decenas de miles de mujeres filipinas que trabajan empleada de hogar en el extranjero.
Consciente de los peligros que suponía
este trabajo para una mujer encerrada en casa de unos desconocidos, y en el extranjero,
contactó con unos reclutadores para que le buscaran un “patrocinador” en los
países árabes del Golfo Pérsico. En mayo de 2014 consiguió un trabajo en
Kuwait, país que acoge a 250,000 empleadas de hogar filipinas. En febrero
pasado, su cuerpo fue hallado en el congelador de un apartamento, abandonado
por la pareja que le contrató. Llevaba un año muerta.
Cerca de 2 millones de filipinos trabajan
fuera. Lo cual muestra que las mujeres han dejado de ser acompañante de hombres
migrantes para hacerlo de forma independiente. A pesar de que el presidente
Duterte se emocionó con su tragedia, declaró prohibido el trabajo de los
ciudadanos en el golfo Pérsico y prometió proporcionarles una “vida cómoda” en
la propia patria, no tardó en firmar un acuerdo con Kuwait para enviar a otras
10.000 mujeres. Meses antes, la prensa denunciaba el caso de otra trabajadora,
Thelma Oyassan, que perdió 20 kilos de su peso de 44 al regresar de Singapur:
durante 15 meses sólo le habían dado pan y fideo, y los “patrones” le tenían
secuestrada, confiscando su pasaporte y teléfono.
Las trabajadoras de hogar internas son
abusadas por casi todos los miembros de la familia.
Cerca del 80% de los migrantes de
Filipinas, Sri Lanka e Indonesia son mujeres. Para las élites gobernantes ellas
son más rentables que los migrantes varones, ya que envían a casa un porcentaje
mayor de sus ingresos, a pesar de que ganan menos. En vez de invertir en la
formación y la contratación de estas mujeres en los propios servicios públicos
de dichos países, sus gobiernos irresponsables organizan cursos de preparación
de cuidadoras y enfermeras que “exportarlas”. Ni siquiera se han dignado de
formular leyes que protejan sus derechos en extranjero. Se estima que, cerca de
9 millones de niños filipinos tienen a uno o ambos progenitores emigrados. Sus
madres, son mujeres que dejan sus propios hijos para cuidar a los hijos de
otras mujeres.
Muchas de estas mujeres terminan en
burdeles públicos y clandestinos, incluso en bases militares de todo el mundo.
Los estados ineptos, que deberían cumplir
con su función de proveer recursos para la ciudadanía, han encontrado en la
migración organizada una solución privada a un problema público.
4+ Sharbat Gula,
la niña afgana de penetrantes ojos verdes portada de National Geographic,
volvió a ser noticia en 2016: fue detenida por llevar la documentación falsa.
Su fotografía era de cuando tenía 12 años y vivía con sus padres en un campo de
refugiados en Pakistán. Formaba parte de los seis millones de afganos que
huyeron del Ggan juego entre las potencias y un inepto yihadismo, que ha
destrozado la vida de sus gentes. Pakistán entregó papeles de residencia
provisional sólo a 2.5 millones de afganos, ignorando al 1.5 restante, entre
ellos a la familia de Sharbat Gula, quien fue casada a los 13 años y hoy es una
viuda con cuatro hijos (una muerta). No quería regresar a su país que sigue
ardiendo en el infierno creado por la OTAN y los fundamentalistas.
¿Deberían también condenar a Oskar
Schindler por falsificar documentación y salvar a la gente de una muerte segura
y terrible? Las personas deben tener el
derecho de vivir donde quieran, porque esta Tierra que no es propiedad de nadie.
Fue noticia reciente el asesinato de una “esposa” afgana de 9 años por su
“marido”, quien le había desposado dos años antes a cambio de la deuda contraída
por el padre de la niña, en un país gobernado por una mafia instalada por las
fuerzas de ocupación, que ignora a los ciudadanos.
Otros 3 millones de afganos encontraron
refugio en Irán, que también acogía a otros 2,5 millones de iraquíes,
refugiados de guerra del 1991 y la del 2003. A pesar de su dura vida en Irán
(donde a los afganos no se le permite desplazarse libremente por el país, ni
tener propiedades, ni hasta el 2015 se les dejaba escolarizar a sus hijos si no
tienen el permiso de residencia), este año tres de sus hijos, dos hombres y una
mujer, obtuvieron la máxima nota en los exámenes de máster, entre 100.000
participantes. Otra afgana refugiada Forouzan Faghiri, de 29 años, que llegó a
Irán a los 3 y hoy es doctora en física, ha sido galardonada por diseñar un
nuevo dispositivo para monitorear la contaminación ambiental.
La canciller Merkel que recomienda a sus
ciudadanos no viajar a Afganistán por peligroso, está expulsando a los
refugiados de este país “porque ya hay paz y democracia” en Afganistán. El 4 de
julio, Alemania deportó a 63 afganos. Uno de ellos, de 23 años, se suicidó nada
más llegar. También se quitan la vida, las adolescentes afganas deportadas
desde Irán: de repente su proyecto de vida, de estudiar o de casarse con amor
se desvanecen, viéndose obligadas a no sólo contraer un matrimonio concertado
sino también vivir unas tradiciones y costumbres desconocidas, y encima en una
zona de guerra.
Desde el 2007, Irán ha dejado conceder
tarjetas de residencia a los nuevos solicitantes afganos y ha expulsado a cerca
de un millón. Pero, las propias iraníes también buscan refugio fuera: no sólo
por razones políticas, sino también por el sistema de apartheid que les
considera subgénero: casi la mitad de los 165.000 especialistas iraníes que
cada año abandonan el país en la “fuga de cerebros”, son mujeres. A causa de
discriminaciones de todo tipo en el país de acogida, una ingeniera iraní de
informática sobrevive haciendo de canguro, dando lugar a fenómeno llamado
“desperdicio de cerebro”.
5+ Naira Mustafá, mujer egipcia
divorciada, tuvo que emigrar de su pueblo a la aldea el-Samaha, cerca de Asuan,
un oasis en medio del desierto. Sin ingreso con el que sobrevivir y huyendo de
estigmas y prejuicios por ser repudiada, encontró en este pueblo un refugio.
Fundada en 1998 por el gobierno egipcio y
el programa mundial de alimentos de la ONU exclusivamente para las mujeres
divorciadas y viudas (el sector de mujeres más pobres del país), el-Samaha
acoge a 300 mujeres y sus hijos. Al llegar se les da una casa, una parcela, una
cabra y unas gallinas, y el resto -el entusiasmo y ganas-, lo ponen ellas para
salir adelante en una sociedad ultrapatriarcal. Su situación no es
comparable con la de mujeres migrantes que viajan a través de Méjico: entre
el 60 y el 80% son violadas en el camino. Antes de emprender el viaje, toman
anticonceptivos para evitar el embarazo en caso de violación.
Por
una migración segura, por el derecho a una vida digna, ¡Mujeres de todo el
mundo, uníos!