Por: Guillermo Castro Herrera
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El proceso de transición entre la civilización creada por la
revolución industrial y la que emerge de la revolución tecnológica de nuestro
tiempo se hace sentir ya en todos los campos de la gestión del conocimiento.
Para la Ciudad, conocer y entender esto tiene especial importancia. Primero,
porque nuestro mercado es justamente el de los servicios que demanda esa
gestión del conocimiento. Y enseguida, porque la Ciudad
es una de las herramientas con que cuenta Panamá para participar con éxito en
esa transición.
Así como la Revolución Industrial de fines del siglo XVIII y
comienzos del XIX creó las condiciones para la formación del sistema
educativo moderno, la revolución tecnológica demanda ya el paso a
una gestión del conocimiento concebida desde una perspectiva global.
Y en esta nueva circunstancia convergen tanto la creación de nuevas
oportunidades de contacto e intercambio con culturas distintas a la propia,
como el desarrollo de nuevas formas de relación entre el quehacer científico
y académico, las empresas de la nueva economía, y las sociedades
contemporáneas. De eso trata, justamente, la creciente demanda de una
academia global.
La transición hacia esa academia innovadora demanda crear
ecosistemas que faciliten la construcción de un futuro próspero, equitativo,
democrático y sostenible mediante la interacción entre emprendimientos
innovadores, centros de investigación y desarrollo, programas de formación de
capacidades y espacios de interacción con el entorno social. En esto ha
venido trabajando la Ciudad desde hace 18 años, quizás sin saberlo del todo
al principio, y con plena voluntad consciente al hoy, desde una sociedad que
no contaba entonces con un legado relevante en este campo.
Eso ha cambiado desde entonces, y es justo – y sobre todo,
necesario – reconocer ese cambio en su trascendencia como en el esfuerzo que
ha requerido y la experiencia que ha generado.
Hemos creado capacidades, que hace veinte años apenas podíamos
entrever. Hemos creado, por ejemplo, nuevas oportunidades de colaboración
entre corporaciones globales como GlaxoSmithkline, centros de investigación
científica como INDICASAT y el Instituto Gorgas, y universidades
internacionales de gran prestigio. De igual modo, nuestro
ecosistema estimula la interacción entre empresas como COPA,
organismos públicos como la Autoridad de Innovación Gubernamental, y
organizaciones empresariales como la Cámara Panameña de Tecnología. Y a eso
se agregan iniciativas de un tipo enteramente nuevo, como la creación de un
clúster de la industria musical, y la colaboración en el desarrollo de
Centros de Competitividad en diversas regiones del interior del país.
Cuando decimos que nuestra misión consiste en promover la
innovación para el cambio social, nos referimos a lo que ya estamos haciendo.
Con eso, contribuimos a hacer de Panamá una sociedad más competitiva y mejor
integrada en la comunidad global. Ya somos parte del proceso de creación del
sistema de gestión del conocimiento que demanda un mundo que merezca ser
llamado nuevo por lo humano que llegue a ser. Ahora se trata de hacerlo cada
vez mejor.
Ciudad del Saber, Panamá, junio
15 de 2018
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