Héctor
Silva Hernández
www.elfaro.net
/ 05/03/18
El
jueves pasado publiqué en este periódico una
columna cuyo
propósito era compartir información sobre los candidatos y sugerir parámetros
que permitieran al votante tomar una decisión informada y consciente en las
elecciones del domingo 4 de marzo. Cuatro días después, aun a la espera de los
resultados definitivos que entregará el Tribunal Supremo Electoral, hay ya
suficiente información para hacer un balance preliminar de los ganadores y
perdedores de las elecciones municipales y legislativas para el periodo
2018-2021.
Pierden,
para empezar, los esfuerzos anticorrupción. Los meses de campaña previos a la
elección se vieron marcados por una variedad de denuncias, provenientes de
diversos sectores y enfocadas en exponer a quienes, tras beneficiarse de un
sistema corrupto y poco transparente, buscaban un cargo público este domingo.
Muchos de ellos —diputados acusados de enriquecimiento ilícito, candidatos que se sentaron a mendigar votos con
criminales,
alcaldes que fueron condenados por omitir justificaciones por más de $1 millón—
fueron electos de nuevo. Está claro que estos políticos guardan en sus
estructuras partidarias el poder de manipular al votante más vulnerable, aquel
con escasa formación y poca capacidad crítica, o acceso limitado a información
decisiva.
Y
queda más claro aún que aquellos que estamos comprometidos con erradicar la
corrupción y promover la transparencia debemos intensificar, pero sobre todo
expandir, los esfuerzos para denunciar a los corruptos y llevar a todos los
votantes la información necesaria para que tomen una decisión consciente y más
sana para el país.
Pierden
el FMLN y Gerson Martínez. Los resultados preliminares no permiten hacer un
análisis completo de la situación del Frente ni un pronóstico afinado sobre lo
que le espera al partido de izquierda. Pero el domingo quedó plasmado en las
urnas lo que las encuestas de opinión habían venido advirtiendo hace meses:
que, después de nueve años en el poder, el FMLN ha fracasado en su intento de
enfrentar de manera efectiva los retos más importantes del país. Con su primer
presidente autoasilado en Nicaragua y condenado por enriquecimiento ilícito, y
con el actual mandatario incapaz de llegar a una calificación de seis en las
encuestas desde que llegó al poder, el Frente no debería verse sorprendido por
los resultados desfavorables.
El
domingo en la noche, mientras los resultados comenzaban a marcar la tendencia
en favor de Arena, la Directora del Instituto Nacional de la Juventud, Yeymi
Muñoz, compartió una reflexión en Twitter: “Solo diré que fomentar el odio y el
revanchismo no resolverá los problemas del país…”. Muñoz tiene razón. El rol de
Arena como oposición también ha sido sumamente reprochable y será imposible
sacar al país adelante desde una cultura de división. Sin embargo, sería
irresponsable que el FMLN y su cúpula consideren estos resultados como
cualquier otra cosa que un mensaje claro de desconformidad de la ciudadanía.
Su
precandidato presidencial, Gerson
Martínez, se verá
afectado por los resultados del domingo. Aunque su campaña presidencial —de
ratificarse— navegará con el viento a favor de los privilegios que
desafortunadamente significa tener a su partido en el control del Estado, su
camino será cuesta arriba. Su mayor reto será cambiar la percepción que la
ciudadanía tiene del FMLN y de la labor que el partido de izquierda ha
realizado durante sus dos periodos en el Ejecutivo. Si el exministro de Obras
Públicas no logra distanciarse de los fracasos del Frente le será muy difícil
escapar a la onda expansiva del duro voto de castigo que su partido recibió el
domingo.
Pierden,
por último, los candidatos independientes. Pese al descontento que en el último
año anunciaban las encuestas, los primeros resultados de la elección del 4 de
marzo muestran una tendencia clara a favor de los partidos grandes. Aun con
resultados desfavorables para el FMLN, la mayoría de los votos del domingo se
concentra en las barras roja y tricolor.
Sigue
siendo muy temprano para hacer un análisis completo del rol que los partidos
pequeños jugarán los próximos tres años, pero con los datos actuales parece
casi imposible que en la legislatura 2018-2021 un candidato independiente ocupe
una curul. Los no partidarios enfrentaron dificultades en casi todas las etapas
del proceso electoral y, aunque no me atrevería a decir que el sistema
confabuló en su contra, con certeza no jugó a su favor. Pero los votantes no
parecen haber premiado el esfuerzo de aquellos que finalmente lograron
inscribir nombre en una papeleta.
Gana,
aunque suene a tópico, la democracia. La economista Carmen Aída Lazo escribió
el domingo en la noche un tweet que lee: “A pesar de todas las críticas que
suele recibir la democracia, sigue siendo una herramienta eficaz para que la
ciudadanía envíe mensajes claros a los gobernantes”. Suscribo plenamente el
planteamiento. En un país como el nuestro, donde no todos tienen el mismo
acceso a la información y donde los políticos sustituyen propuestas por
ventiladores y delantales, la democracia se convierte en una herramienta
particularmente compleja, pero no por ello menos útil.
Las
elecciones del domingo son un ejemplo claro del potencial que esconde el poder
de la ciudadanía. Luego de años de fracasos en las áreas de seguridad,
educación y economía, el electorado castigó al FMLN en las urnas. El reto es
ahora desarrollar este potencial democrático ampliando sus efectos, educando e
informando, y logrando un país con menos políticos corruptos y más funcionarios
comprometidos con el desarrollo nacional y el bienestar de los ciudadanos.
Es
importante destacar aquí la labor de las instituciones y las personas
encargadas de montar y desarrollar las elecciones del domingo. Previo a la
votación, muchos criticamos el rol del Tribunal Supremo Electoral basados en lo
que percibíamos como desorganización y negligencia sistemática de la
institución. Sin embargo, al hacer balance, y con la información que arroja la
primera noche de recuento, me parece justo destacar la labor del TSE, así como
de la Policía Nacional Civil y la Fuerza Armada, en el desarrollo eficiente de
las elecciones. Como es importante denotar el rol de todos los observadores,
vigilantes y miembros de las Juntas Receptoras de Votos y su compromiso
democrático.
Gana,
claro está, Arena. Con menos del 50% de los votos escrutados al cierre de este
artículo, ya está claro que el gran ganador en términos políticos y electorales
es Arena. A menos que algo extraordinario suceda, el partido de derecha
dominará la Asamblea Legislativa y conservará las alcaldías de Santa Tecla, Antiguo
Cuscatlán y Santa Ana. Y todo indica que, a pesar de sus reuniones con
pandilleros de la Mara Salvatrucha y el Barrio 18 en 2014, Ernesto Muyshondt
será el nuevo alcalde de San Salvador.
Vistas
las encuestas previas a la elección y el rol del FMLN en el Ejecutivo, se
podría decir que la victoria de Arena era predecible. Pero no debemos perder de
vista que el partido que ganó el domingo es el mismo que tiene a un
expresidente de la República presó en Mariona por un desfalco de cientos de millones de
dólares. El partido
que ganó el domingo es el mismo que utilizó fondos destinados a las víctimas de
los terremotos de 2001 para financiar la campaña presidencial del hombre que
hoy guarda prisión en el Sector 9 de Mariona. Decir que el hombre es un
traidor, que los $10 millones de Taiwan son errores del pasado suena
conveniente, pero no significa que los ciudadanos tengamos que olvidar tan
fácil.
Arena no ha cambiado. Lo sé porque según este partido y
sus militantes, El Salvador sigue siendo la tumba donde los rojos terminarán.
Porque, aunque los eslogan y las cuñas hayan cambiado, las ideas de su cúpula
siguen siendo las mismas. Espero por el bien de todos que las personas
propositivas y responsables que han logrado colarse y permanecer en las filas
del partido tricolor logren mayor protagonismo en Arena y en las instituciones
públicas que estarán a su cargo. De no ser así, lo que hoy se percibe como una
victoria rotunda se convertirá fácilmente en una oportunidad desperdiciada.
Y
ganan, finalmente, los corruptos. Pocos días antes de la elección El Faro
reveló que Milagro Navas, alcaldesa de Antiguo Cuscatlán, había sido condenada
por la Corte de Cuentas de la Republica por no justificar, junto al resto de la
directiva de COMURES que ella presidía, más de un millón de dólares en fondos
públicos gastados en 2008.
Unos días antes, este mismo periódico hizo público que, según un testigo de la
Fiscalía General de la Republica, el candidato Ernesto Muyshondt habría
entregado decenas de miles de dólares en 2014 a
la Mara Salvatrucha.
El testigo relató, también, que ese dinero se había utilizado para comprar
cocaína. Meses antes, la Revista Factum y El Faro habían revelado que Muyshondt
no fue el único en negociar con las pandillas: el exministro y candidato a
diputado por el FMLN Benito Lara hizo lo mismo en 2014. Todo parece indicar que
tanto Muyshondt como Navas gobernarán sus respectivos municipios. Falta ver si
Lara logrará la diputación.
Seguimos
también a la espera de resultados que nos permitan confirmar la salida o no de
la Asamblea de personajes cuestionados como Guillermo Gallegos, José Luis
Merino o Cristina Lopez, por nombrar solo a tres. Por ellos no podemos preocuparnos
aun y solo nos queda esperar que su dañino rol como funcionarios públicos haya
bastado para que la ciudadanía les negara una nueva entrada a un cargo público.
En cuanto a Muyshondt, Navas y los otros políticos cuestionados que lograron
elegirse o reelegirse, no hay más camino que seguirlos cuestionando. Que seguir
denunciando. Y que dedicarnos a generar mejores opciones que prioricen las
necesidades de la ciudadanía; no de su partido, no del candidato, no del
financista del candidato, sino del ciudadano.
*Héctor
Silva Hernández es estudiante de Ciencias Políticas de la Universidad de
Massachusetts. Fue colaborador del diputado Johnny Wright en temas de migración
y salvadoreños en el exterior.