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/ 020218
Introducción
La historia de
las plantas medicinales y alimentarias es inseparable de la vida de las comunidades
indígenas, negras y campesinas, y ha estado ligada a una visión integral,
cósmica y espiritual. Forma parte de las ceremonias y rituales de “los
condenados de la tierra” desde el nacimiento, el desarrollo pleno, el
sufrimiento y hasta la muerte.
Esa historia de
dignidad ha sido violentada por quienes nos han dominado, han expropiado la
cultura y han deformado la verdad. El saber popular ha sido saqueado y
secuestrado por los que tradicionalmente han robado nuestros recursos en el
pasado y que ahora, en el presente, vulneran al ser social con las políticas
neo-colonizadoras del capitalismo globalizante y excluyente más atroz; son
asaltantes de la soberanía alimentaria y medicinal y su conducta se manifiesta
en un mundo de patentes, multinacionales farmacéuticas, tratados desiguales,
plaguicidas y el negocio de los organismos modificados genéticamente, conocidos
como “transgénicos”. Sus políticas empobrecen cada vez más a los campesinos, a
los indígenas y a los trabajadores cuyos productos, sin embargo, alimentan a la
humanidad.
Las
consideraciones que se presentan en esta ponencia sobre las plantas medicinales
están inmersas en el contexto de la soberanía alimentaria y medicinal; en
consecuencia, son holísticas e integrales y toman en cuenta esa relación
dinámica y contradictoria que se desarrolla entre el conocimiento de una
ciencia y técnica “sin conciencia” y una sabiduría popular e histórica con
conciencia de liberación.
El primer desafío es el cuidado y defensa de la
Madre Tierra
Esta concepción
de amor se refleja al respetar la vida, la biodiversidad, la sanidad de las
aguas, los aires, los suelos y los bosques en el marco de la interacción, la
comunicación y el balance comunitario. Este principio es inherente a todas las
formas de vida animal, vegetal y humana y al mismo tiempo, si se rompe ese
balance, algunas especies mueren o desaparecen o se desarrolla un cúmulo de
enfermedades. Por eso, los lugares más armónicos son aquellos que han mantenido
el principio del balance sustentado por las sabias lecciones de los abuelos y
las abuelas y por los movimientos de liberación de nuestros pueblos.
En tierra sana
crecen plantas, animales y seres humanos sanos; por ello las tierras más
cuidadas en el siglo XXI siguen siendo aquellas preservadas por los pueblos
nativos o autóctonos. Sin embargo, esas tierras son las más ambicionadas por
los intereses multinacionales articulados a los sectores poderosos y a los
gobiernos opresores.
Esto se refleja
en la gran destrucción de los bosques por parte de las empresas madereras y
mineras, las refinerías con desechos del petróleo y la agroindustria con las
grandes plantaciones de monocultivos que destruyen la biodiversidad y producen
monotonía; desaparece la diversidad y al final la tierra muere. De allí que los
megaproyectos, incluyendo las represas hidroeléctricas, explotaciones mineras y
petrolíferas; las políticas de la Organización Mundial del Comercio, el Plan
Puebla Panamá, los Tratados de Libre Comercio y la proliferación de parques
industriales o de maquilas; las plantaciones de monocultivos como el banano,
caña de azúcar, palma africana, las plantaciones para biocombustibles y la
industria camaronera destructora de los manglares figuren, junto con sus
estrategias de enriquecimiento multinacional, entre las principales causas de
la desaparición de todo tipo de plantas medicinales, de la riqueza genética y
del patrimonio cultural.
En Honduras
estos hechos se manifiestan con los desalojos violentos y despojos de la tierra
en contra de indígenas, garífunas y campesinos, condenando con ello a los
pueblos a la más terrible miseria. En innumerables ocasiones hemos dado nuestro
testimonio médico acerca de la brutalidad policial y militar contra las
manifestaciones de protesta del Consejo de Organizaciones Populares Indígenas
(COPIN), y de las organizaciones chortíes, garífunas y campesinas. De manera
heroica estos pueblos han resistido luchando contra el despojo de sus tierras,
el divorcio de la vida comunitaria con las plantas, los animales y los seres humanos.
Hemos sido
testigos de cómo en comunidades campesinas han sido demolidas sus casas con
tractores y “bulldozers”; sus maizales y frijolares arrasados por los cuerpos
policiales y militares y quemadas sus viviendas, tal como ha ocurrido en los
campos bananeros (Tacamiche), La Paz, Las Limas y en Nuevo Despertar, en La
Sabana en las proximidades del Lago de Yojoa. También hemos sido testigos y
actuantes en la resistencia a la explotación minera en el Valle de Siria, en
San Andrés; La Labor de Ocotepeque, Comayagua, Aramecina, Güinope, El Paraíso y
otras. En igual forma, hemos sido parte de las denuncias del asesinato de
campesinos y ecologistas defensores del bosque.
Se ha relatado
esta historia de violencia contra nuestros pueblos porque también es una
agresión a las plantas medicinales y el primer desafío es la defensa de la
biodiversidad como parte de la salud integral. Sin tierra no hay vida, no hay dignidad, no hay cultura.
El segundo desafío es la salvación de las semillas
La preservación
de las semillas de maíz, papa y frijol ha servido para alimentar a gran parte
de la humanidad. En igual forma, se hace necesario conservar las semillas de
las plantas medicinales; existe un sinnúmero de plantas que tienen ambas
funciones: ser nutrientes y ser sanadoras. Por otra parte, la ciencia moderna
desconoce aún las propiedades de la mayoría de las semillas, hojas, y tallos de
las hierbas llamadas “salvajes o silvestres”, quizás porque han resistido a
través de los siglos las agresiones químicas.
Es necesario
desarrollar la costumbre de compartir semillas entre las comunidades locales y
también entre las comunidades hermanas de Meso América, América Latina, África
y Asia; sería una forma de compartir la soberanía alimentaria entre las
comunidades y de aprender a cómo preservarlas. Hay que organizar los bancos de
semillas para conservar el tesoro genético que tenemos pero que ignoramos.
Proceder por lo tanto a hacer un inventario de las semillas y plantas y educar
a las poblaciones para que no participen en la extinción de las especies de
animales (pájaros, murciélagos, monos, insectos) y la diversidad del bosque que
mantiene la vida de las semillas. Sin embargo, los bancos de semillas debe ser
componente de la seguridad por parte de las comunidades organizadas, porque los
biopiratas multinacionales están, como depredadores, continuamente al acecho.
Contrastando
con este espíritu, se encuentra la lógica del capital que se está apoderando de
patentes no sólo de plantas medicinales sino de animales e incluso de caracterizaciones
genéticas de los seres humanos. Resulta, por lo tanto, injusto que tengamos que
importar semillas híbridas de plantas medicinales o bien de aquellas que crecen
en climas y ambientes diferentes. Esto crea dependencia externa y empobrece a nuestros
agricultores.
En el marco de
la biotecnología y de la violación a la soberanía alimentaria se han
desarrollado los transgénicos u organismos modificados genéticamente, que
además de causar viejas y nuevas alergias y otras enfermedades, están alterando
el futuro de las especies animales y de plantas de uso alimentario y sobre todo
están ocasionando hambre y miseria entre los campesinos y grupos étnicos, ya
que el costo de esta tecnología no está al alcance de los trabajadores de la
tierra.
Como consecuencia
directa de tratados comerciales sin equidad económica y social, se han
presentado novedosos fenómenos de cuasi extinción cultural; tal es el caso de
la tortilla de maíz, que siendo la base ancestral y milenaria de alimentación
de nuestro continente mestizo, ahora no se encuentra a disposición de la gente
más vulnerable por el acecho del hambre, por la simple razón de que no pueden
comprar el caro maíz transgénico norteamericano; ello con el agravante de que
el fenómeno ya se ha extendió a los otros países mesoamericanos, hacia el sur
del continente.
El tercer desafío es el agua
El área
mesoamericana es abundante en agua, dulce y salada; somos una zona de huracanes
y tormentas tropicales, y sin embargo el agua ha dejado de ser libre en su
intercambio con los seres vivientes. Los que menos tienen acceso al agua son
los pobres, los desplazados. Las empresas no se apoderan de cualquier suelo,
sino de las mejores tierras, o sea las que tienen agua disponible en abundancia
para sus cultivos. Los países ricos dominantes cada vez disponen menos de agua
dulce y siendo previsores y colonizadores, para tener un mejor control del
vital líquido, han privatizado el agua en las naciones dominadas.
La falta de
agua altera la biodiversidad, menoscaba la producción agrícola de las
comunidades y vulnera el crecimiento y la reproducción de las plantas
medicinales y alimentarias. Existen megaproyectos que encarcelan el agua en las
llamadas represas, desplazando a pueblos enteros, despojándolos de su tierra y
de su cultura. Desde luego, existe resistencia contra la construcción de
represas tales como la de El Tigre, entre Honduras y El Salvador; y la de El
Patuca II, en la zona nororiental de Honduras.
Cuando se
mantiene la biodiversidad y el bosque y se preservan el suelo, las cuencas de
los ríos y las micro cuencas, el agua respeta a la vida, porque ella es la vida
misma. Los árboles amarran la tierra y aunque llueva torrencialmente o existan
huracanes, los daños son menores; pero cuando se deforesta el bosque y se destruyen
los manglares, se pierde la biodiversidad y por lo tanto se extinguen especies
animales y vegetales.
Cuando el agua
está encarcelada ya no está viva, está enferma y es lugar donde crecen los
mosquitos que transmiten la malaria y el dengue. Otro caso corresponde al agua
contaminada por plaguicidas; por residuos tóxicos y metales pesados de la
industria minera. En esta agua no hay vida y en términos científicos estrictos
ha dejado de ser agua, porque está muerta. El agua de un manantial con todas
sus especies vivientes si no está contaminada podemos beberla y no nos hace
daño.
En el caso de
las plantas medicinales necesitamos agua sana porque si hidratamos las hierbas
con agua encarcelada tenemos más bien plantas prisioneras por bacterias y
hongos y por lo tanto enfermas, que también al consumirlas hacen daño a la
salud. Por eso, en las “represas” las aguas están encarceladas y, tal como su
nombre lo indica, han vuelto a ser “presas”. El agua libre y sana es
fundamental en el crecimiento y preservación de las plantas medicinales.
El cuarto desafío es la conservación y protección
de los suelos
El suelo está
en contacto directo con el agua superficial y el aire atmosférico. Los humanos,
al igual que las plantas, dependemos de esta íntima relación. Inmediatamente
debajo del suelo, entre éste y el agua subterránea se encuentra un área que no
está saturada de agua y que recibe el nombre de zona “vadosa”. El suelo es una
mezcla compleja de fragmentos de rocas, residuos orgánicos que provienen de
plantas y animales, agua y miles de millones de organismos vivientes, entre
ellos bacterias, hongos, lombrices que remueven la tierra y otras especies. El
suelo es responsable por el crecimiento de las plantas y el ciclo de los
nutrientes transformados por los microbios.
Son cinco
elementos los que forman el suelo: los minerales, los cambios climáticos, los
organismos (plantas y microbios), la topografía y el curso del tiempo en el
espacio.
La polución del
suelo y la erosión son ocasionadas por la minería, los residuos tóxicos de
otras industrias, los plaguicidas, los fertilizantes y la deforestación. A la
erosión del suelo contribuyen las corrientes de agua y del viento.
Sin agua y sin
microorganismos no es posible un suelo sano. Los plaguicidas, fertilizantes,
residuos tóxicos y metales pesados de las industrias mineras asesinan a
nuestros pequeños hermanos y hermanas las bacterias y lombrices, y por lo tanto
las plantas no nacen, se mueren o se extinguen y esta misma situación es
aplicable a las hierbas medicinales que deben crecer en suelos sanos o de lo
contrario, pueden causar enfermedades.
Algunas plantas
tienen la propiedad de acumular metales pesados, tales como el mercurio; una de
ellas es el culantro o cilantro (Coriandrum sativum); por lo tanto, hay que
consumir culantro, pero a condición de que crezca en suelos sanos.
El quinto desafío es la protección de las especies
animales y el bosque
Cuando ocurre
la deforestación o la quema del bosque y la biomasa, uso de plaguicidas o se
alteran los ciclos de vida de los animales o plantas, se producen serios
trastornos en los ecosistemas y la biodiversidad ocasionando cambios climáticos
en el micro o macro-clima con las consecuentes enfermedades infecciosas o
parasitarias llamadas “emergentes”; o bien se ocasionan mutaciones y
resistencias a los antibióticos, antiparasitarios y plaguicidas.
Ejemplo de esta
situación es el caso de la enfermedad de Chagas, que afecta el corazón y el
intestino grueso con el agrandamiento del colon (megacolon). La chinche picuda,
chinche besucona o triatoma es un vector o sea que transporta el parásito Tripanosoma cruzi, agente de la
enfermedad de Chagas. Esa chinche, al no encontrar alimento en la sangre de los
pájaros, marsupiales y otros animales porque se ha deforestado el bosque, migra
entonces a las casas de los campesinos o indígenas para succionar la sangre
humana. Y cuando los humanos migran a su vez del campo a la ciudad, las
chinches no encuentran sangre y la buscan en la sangre humana de las ciudades.
Cuando se
produce el asesinato de aves o el secuestro de pájaros, éstos son debilitados,
resultan menos resistentes a las enfermedades virales y transmiten enfermedades
como la encefalitis que daña el cerebro. En igual forma, cuando son matadas las
culebras, proliferan los ratones y estos son capaces de ser vectores de
enfermedades como la leptospirosis y el Hanta Virus.
Esto nos enseña
que el uso masivo de plaguicidas como el DDT y los órganos fosforados para
controlar los vectores de la malaria y el dengue ha sido un fracaso a largo
plazo. Además de ocasionar enormes gastos, han contaminado el ambiente y creado
resistencia en los vectores. Por tanto, favorecer la biodiversidad y mantener
un bosque sano y el agua libre, ayuda al control de estos agentes de
enfermedades y a preservar las plantas medicinales.
El sexto desafío es el desarrollo de los cultivos
orgánicos
Los cultivos
orgánicos resultan fundamentales puesto que no se concibe que las plantas
medicinales sean manejadas mediante plaguicidas y fertilizantes de origen
industrial. Existen los cultivos orgánicos, mediante los cuales las propias
plantas se comportan como plaguicidas naturales: ejemplos de ello son el ajo,
el madreado y la cebolla.
Los plaguicidas
de la industria química alteran profundamente la biodiversidad y son causa
importante de resistencia, alterando los ecosistemas y causando dolencias e
intoxicaciones agudas y crónicas. Estos productos químicos, al no ser
producidos en nuestros países, contribuyen al aumento de la pobreza, la
enfermedad y la dependencia económica y cultural.
Lo importante
es recordar que los plaguicidas no sólo matan las plagas, sino que afectan
progresivamente al agricultor, a la familia y a la comunidad. En cambio, los
cultivos orgánicos ayudan al proceso de reciclaje de la materia orgánica y en
consecuencia al ahorro de la energía.
La creación de
cooperativas populares de productos orgánicos es por ello un excelente paso
para mejorar la alimentación y la salud.
El séptimo desafío es la relación de las plantas
medicinales y la energía
Todo cultivo de
plantas medicinales debe estar en función del clima y la energía. Hay plantas
que crecen en la sombra y otras que requieren mayor energía solar. Cualquier
cultivo de plantas medicinales en forma intensiva o de monocultivo altera la
biodiversidad y cuando esa especie no es nativa de la zona o es extraña puede
afectar la existencia de otras plantas importantes para la salud.
Un ejemplo
claro es la introducción de árboles de eucalipto, que tienen un crecimiento
rápido y por lo tanto requieren mayores nutrientes y energía para su desarrollo
afectando el desarrollo mismo de otras plantas. En Honduras hace una década se
quiso derribar un millón de pinos y sembrar eucaliptos por parte de la empresa
“Stone Container Corporation”, pero afortunadamente con el pueblo organizado
nos opusimos a este diabólico proyecto.
El balance
energético está relacionado con la economía política. Las emisiones de anhídrido
carbónico, metano y óxido nitroso dependen mucho de la estrategia política de los
gobiernos y del grado de sometimiento de los pueblos.
En Honduras,
por las presiones de la industria automovilística internacional, no ha sido
posible resucitar el sistema de ferrocarriles ni tampoco desarrollar el
ciclismo como el más sano medio de locomoción y transporte.
El octavo desafío es el divorcio o articulación
entre la sabiduría ancestral y el desarrollo científico y tecnológico de la
medicina
El conocimiento
ancestral ha sido negado y hasta rechazado por una visión colonialista y
neocolonizadora de la medicina occidental. No obstante que las bases de
farmacia y la farmacología descansan en las medicinas indígenas, ayurvédica,
chinas y africanas. El conocimiento fundamental de la industria farmacéutica,
tanto ortodoxa como homeopática, partió precisamente de las medicinas nativas
de América Latina. Ejemplo de ello son los anti-maláricos como la quina con los
incas de el Perú y las propiedades relajantes del curare con los indígenas de
América del Sur, que marcaron un hito en el desarrollo de la anestesia y por
tanto de la cirugía. La quina misma fue inspiración para el surgimiento de la
Homeopatía.
Todavía existen
cazadores del conocimiento de las plantas nativas al servicio de
multinacionales a través del control de patentes, del mercado y la propiedad
intelectual. Es en extremo una rareza que sea reconocido el conocimiento de un
sanador o sanadora de nuestros pueblos oprimidos; nunca es citada esta
información en la literatura científica.
El
reconocimiento de un medicamento por parte de la industria farmacéutica sólo es
posible en aquellos países con una infraestructura multimillonaria. Esta
producción no es posible en los países de escasa industrialización. El problema
esencial es que la medicina se ha convertido en una mercancía en la que
interesa más la ganancia en la venta de productos farmacéuticos de mezclas
químicas que en el restablecimiento de la salud.
Las inversiones
económicas para producir un producto farmacéutico son elevadas y casi
incompatibles para un mercado local. Cuando no puede o no conviene sintetizarse
químicamente el producto con el principio activo, se requiere enormes
cantidades de plantas y el desarrollo de monocultivos.
En el enfoque
de la sabiduría ancestral la planta es algo sagrado; hay que pedirle permiso a
la Madre Tierra para cortar parte de ella o su totalidad: la preparación es
sencilla y de aprendizaje rápido y puede ser realizada sin una gran
infraestructura. Existe una experiencia acumulada y milenaria acerca del uso de
las plantas medicinales, las cuales efectivamente contribuyen en la curación de
las enfermedades.
Nuestra
posición no es negar o rechazar la sabiduría cultural y popular; por el
contrario, sin idealizarla, hay que rescatarla para que nuestros pueblos se
apropien de ella. Hay que crear las escuelas o universidades donde sean
rescatados íntegramente estos conocimientos y sean parte del patrimonio
cultural. Estos centros de educación destinados a la prevención y promoción de
la salud bajo una visión ecológica y social, deben ser protegidos y estar bajo
el control de las propias comunidades, tomando en cuenta los aspectos éticos de
la vida para evitar que se apoderen aquellos grandes intereses que comercian
con las medicinas.
No se puede
negar el avance científico y tecnológico y es importante que los pueblos
también aprendan este conocimiento y se articule la visión científica y técnica
de la medicina con la sabiduría cultural. Lo fundamental es que las comunidades
desarrollen conocimiento para resolver sus propios problemas de salud y que también
puedan saber cuándo acudir a la medicina ortodoxa, porque ambos conocimientos,
cuando están basados en la vida y en la ética, son necesarios.
El noveno desafío es cómo resistir o superar las
relaciones de poder dominante sobre nuestros pueblos
En este
sentido, la educación es fundamental y debe comenzar con los arriates o
jardines de plantas medicinales y nutricionales sembrados en los patios de cada
casa o en áreas colectivas comunitarias. Este acercamiento nos educa para
proteger el ambiente y a vincularnos a nuestra cultura.
La resistencia
es contra el despojo de las tierras, por la protección de la biodiversidad, las
semillas, los bancos genéticos, el bosque y las fuentes de agua; y por respirar
un aire sano. Pero también se trata de resistir ante las prebendas y sobornos
de las multinacionales.
El saber es una
forma de poder porque en este caso está ligado a la cultura y a la forma de
resistir no sólo a la enfermedad, sino también en cómo las plantas medicinales
y nutricionales nos dan fortaleza para vivir y ser libres y aprender que
debemos vivir en una comunidad nacional e internacional unida contra la
injusticia ambiental y el irrespeto a los derechos humanos.
El décimo desafío es entender que existe una
estrecha relación entre las plantas medicinales y los alimentos
Por lo general
toda planta alimenticia es medicinal. El consumo de estas hierbas también nos
ayuda a mantener los ecosistemas de los intestinos y de las vías respiratorias.
En este caso, el alimento también son los aromas de las flores, el bosque y el
ambiente que respiramos; porque el olor es la introducción de sustancias en
forma de moléculas gaseosas que entran en contacto no sólo con la piel, la
nariz, el olfato sino también con el cerebro.
Si me alimento
en forma sana conservo salud. El metabolismo es intercambio de energía y
materia entre el ser vivo y la naturaleza; pero este intercambio es de
formación y destrucción. Nosotros producimos desechos o más bien materia
orgánica; así, en la orina tenemos la urea que es un fertilizante natural y en
las heces materia que nutre el suelo. Un alto porcentaje del peso de las heces
corresponde a su contenido en bacterias. Bien manejados, estos residuos
contribuyen al reciclaje de materia y energía en el metabolismo de todos los
seres vivos. No es para nada casual que en pueblos considerados “incultos” por
parte del “occidente civilizado” el abono más efectivo para las tierras sea el
de los desechos vacunos y caballares, para no mencionar el riquísimo abono
producido por los desechos de los murciélagos.
Al comer, por
lo tanto, se mantiene la biodiversidad del intestino. Por eso las lombrices
huyen cuando se ingieren ciertos alimentos como ajo, orégano, semillas de
ayote, papaya u hojitas de apazote. Mi experiencia como científico me ha
enseñado que consumir estas plantas nos mantiene a salvo de las amebas y
lombrices.
El undécimo desafío
Reconocer y
respetar el conocimiento, la sabiduría y la contribución de la mujer sobre las
plantas medicinales y las diferentes terapias desde una perspectiva de género,
vinculada a la movilización política de la conciencia por una sociedad justa en
el marco de una transformación sustantiva del sistema opresor de nuestros
pueblos.
El décimo segundo desafío
Es necesario implantar
una política del Estado que proteja y contribuya al desarrollo del conocimiento
popular y cultural, y permita la libertad de las comunidades, para que conforme
a sus tradiciones y cultura puedan ejercer prácticas terapéuticas de bien común
en correspondencia con los valores éticos comunitarios.
En
consecuencia, es imperativo que no se ejerza la persecución o estigmatización
sobre sanadores(as), parteras, yerberos, sobadores; botánicos del pueblo y
otros terapeutas; por el contrario, que este conocimiento sea considerado de manera
permanente parte del patrimonio cultural. El acercamiento entre el tratamiento
por plantas medicinales y la llamada medicina académica constituye uno de los
mayores desafíos, tanto para las comunidades como para la visión ortodoxa
occidental. Sin embargo, se vislumbran cambios de actitud y práctica de ciertos
profesionales de la medicina que son cada vez más abiertos a la medicina
alternativa; sin embargo, me refiero a aquellos que tienen bien claro un
compromiso ético serio con la liberación de nuestros pueblos.
El décimo tercer desafío es la reflexión teórica y
crítica, histórica y filosófica, cultural y científica sobre la salud
Y
la enfermedad, con un enfoque de totalidad social dinámica donde los
individuos, familias y comunidades están enfermos o sanos no sólo bajo una
concepción abstracta y universal de le enfermedad, sino que su estado y proceso
mórbido es resultante del contexto social, político y económico donde se vive,
la clase social, la injusticia ambiental, la negación de los derechos humanos
al considerar la salud y la atención médica como una mercancía. Este desafío
nos demanda la necesidad de plantearnos las discusiones colectivas, la
participación y movilización social para lograr la transformación de la
realidad que estrangula las esperanzas y secuestra los sueños de libertad en el
planeta tierra.
El décimo cuarto desafío es el ético y espiritual,
negado por la globalización neoliberal
La
espiritualidad se manifiesta en el ideal de vivir en comunidad y hermandad
entre los sujetos humanos y todos los demás seres vivientes. Es el sentido de
amor y respeto a la vida planetaria. En consecuencia, el uso de las plantas
medicinales no debe estar basado en un fin utilitario, sino en una ética de
liberación articulada con la vida, el respeto al género, a los derechos humanos
y a la dignidad de nuestros pueblos.
Juan Almendares
Bonilla, médico dedicado a las causas populares en Honduras. Ex rector de la
Universidad Nacional Autónoma de Honduras. Director ejecutivo del Centro de
Prevención, Tratamiento y Rehabilitación de las Víctimas de la Tortura y sus
Familiares (CPTRT), Director del Movimiento Madre Tierra Honduras, miembro de
Amigos de la Tierra Internacional (ATI) y ex decano de la Facultad de Ciencias
Médicas UNAH Honduras. Integrante del Movimiento M4.