Por: Guillermo Castro
H.
El trabajo de la
Ciudad consiste en promover la innovación para el cambio social. Dicho así,
resulta evidente que ese propósito rompe con las mentalidades y los hábitos de
pensamiento y de trabajo de una sociedad que ha hecho de la imitación el más
seguro de sus negocios. Por lo mismo, supone desafíos de orden cultural y
gerencial que la Ciudad debe encarar, si desea seguir siendo exitosa en los
años por venir, y confirmar en plenitud la razón de su existencia.
La innovación ha estado desde un comienzo en el corazón mismo de la Ciudad. Así
ocurrió, por ejemplo, en el debate acerca de su mercado y el negocio
principales quince años atrás. En la visión tradicional, ese mercado debió
haber sido el inmobiliario, y la Ciudad tendría que haber sido organizada como
un negocio de alquiler de espacios con valor agregado para actividades
empresariales, científicas y académicas.
Frente a esa visión tradicional, Rodrigo Tarté propuso otra que
resultó ser muy innovadora. El verdadero mercado de la Ciudad, dijo, era uno
que aún no existía en el país: el de servicios de gestión del conocimiento, que
para entonces empezaba a desarrollarse a escala global. Y dentro de ese mercado,
agregó, el negocio de la Ciudad debería ser el de la oferta integrada de
servicios de apoyo a ese tipo específico de actividad.
Así fue identificado un tipo de cliente con demandas muy puntuales
tanto en relación a los servicios de valor agregado en sus espacios de trabajo
y en su entorno, como en sus posibilidades de relacionamiento con la Ciudad
como una comunidad del conocimiento para la innovación. De ese modo, el
gobierno de la Ciudad pasó a incluir un papel activo en la orientación de la
gestión del conocimiento hacia fines correspondientes al desarrollo sostenible
de una sociedad que empezaba apenas a comprender y asumir los deberes que
entraña el ejercicio de su propia soberanía.
Esos fines requerían medios adecuados a su complejidad. Y esos
medios debían ser obtenidos a partir de la singular situación de una entidad
privada sin fines de lucro que debía generar los recursos financieros, humanos
y culturales para su funcionamiento y su desarrollo. Así, la definición y las
transformaciones del modelo de negocios de la Ciudad constituyen una
experiencia de gran riqueza en la historia del movimiento innovador en Panamá,
aún por escribir.
Preservar ese planteamiento innovador a lo largo de 17 años, a
menudo en debate con visiones que no por tradicionales dejaban de ser sólidas,
ha sido un logro muy importante de la Ciudad. Ese logro ha sido posible gracias
a un liderazgo basado en una clara comprensión de la complejidad de la misión
de la Ciudad, y de los desafíos que entraña llevarla a cabo en las circunstancias
de cambio y transformación por las que ha atravesado y atraviesa la sociedad
panameña en este primer cuarto del siglo XXI.
Hoy necesitamos llevar ese logro y liderazgo a nuevos
niveles de complejidad. Por eso es tan importante ejercer las actividades de
cada uno en correspondencia con la misión que nos vincula a todos. Discutir esa
misión para comprenderla a cabalidad, entenderla en su relación con la sociedad
en la que debe ser cumplida, y asumirla como guía en la organización y en la
valoración de nuestras labores, es la clave para el éxito en esta nueva etapa
de nuestra historia en la Ciudad.
Ciudad del Saber, Panamá, 2 de febrero de
2018
Guillermo
Castro H.
Asesor
Ejecutivo
Fundación
Ciudad del Saber